miércoles, 21 de octubre de 2015

Nueva Constitución: ¿Vale la pena que los liberales participen?


El actual proceso chileno, tal como se ha planteado, puede terminar en un fiasco. Evitémoslo

Les pido disculpas a todos los seguidores de Chile Liberal por no mantener actualizado el blog. Ocurre que llevo varios meses en Chile por una situación familiar de la cual espero contarles pronto, pero desde ahora creo que retomaremos el suministro regular de ideas, críticas y propuestas que colgamos en esta tribuna.

Es inevitable referirnos a la hoja de ruta planteada por Michelle Bachelet con el objetivo de producir una Nueva Constitución. Algunos la llaman un tongo, otros afirman que quienes no acepten el método "AC", o sea una Asamblea Chavista, son conservadores. Por su parte, es elogiable la actitud abierta y dialogante del gobierno, que no ha pretendido darnos un plato cocinado sino más o menos ir tanteando el camino, a la vez que incita a todos a participar.

¿Debemos nosotros, quienes nos adscribimos al pensamiento liberal, participar de este proceso? En este post Chile Liberal plantea que sí.  

Desde nuestra perspectiva, una Constitución es un elemento fundamental de toda sociedad civilizada porque pone coto al poder coercitivo del Estado. Una Constitución liberal tiene como objetivo el defender los derechos y libertades individuales. 

Además, permite dejar constancia por escrito de las reglas que permiten balancear y distribuir los poderes, los llamados "checks and balances", famosamente establecidos en la Constitución de los Estados Unidos. Hemos ya dicho que aquella Constitución (inspirada en la Constitución de Córcega de 1755, promulgada bajo el gobierno del independentista corso Pascal Paoli), es una de las obras monumentales más imponentes que ha creado el ser humano, ocupando el mismo sitial que las Pirámides de Egipto o los Jardines Colgantes de Babilonia. 

Hoy, EEUU es una gran potencia ⎯aunque alicaída⎯ por la manera elegante y breve en que establece las separaciones de poderes, consagra las libertades individuales y defiende con celo los derechos de propiedad: todo aquello gracias a las meras 4.543 palabras en 4 carillas que dan cuerpo a la Constitución paradigmática del país del norte. El éxito económico de EEUU radica en su orden político, y su orden político es producto de la Constitución. No es baladí el escribir una carta magna.

Desgraciadamente, lo que inspira a los asambleístas y porristas del actual proceso constituyente no son precisamente las enmiendas de la Constitución Americana, ni las libertades individuales ni los diques o checks and balances al poder del Estado. 

Aleonados por el ejemplo de la Constitución Chavista (de 80 mil palabras incomprensibles para el ciudadano de a pie), y su triste reguero en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, por nombrar unos pocos, en Chile pretenden un texto que declare al socialismo como ideología nacional, para así confiscar inversiones extranjeras, además de consignar un interminable desiderátum de abstrusos derechos sociales ⎯que no son materia constitucional sino de leyes⎯, y otras extravagancias, como por ejemplo glorificar a tribus de indios.

Nuestro objetivo, como lo hemos planteado hace años, es una Constitución breve, laicista y desideologizada. De no involucrarnos, tememos que comunistas y chavistas de todos los pelajes terminen por proclamar la República Bolivariana Plurinacional de Chile. Esto debemos evitarlo.