lunes, 25 de julio de 2016

Crítica de cine: Colonia


El último largometraje protagonizado por Emma Watson no decepciona

Acaba de estrenarse Colonia, un film sobre la macabra Colonia Dignidad, y con Chanchi desafiamos las tradicionales temperaturas caniculares de julio en Francia para ir a verla. Quedamos bastante satisfechos: quizás porque en realidad tampoco teníamos grandes expectativas.

La belleza hipnótica de Emma Watson y su voz perfectamente articulada, capaz de romper los vidrios de las ventanas con su nitidez, encarna a Lena, una azafata que llega a Chile, donde vive su pololo alemán, Daniel, interpretado por Daniel Bruhl. Él es un activista de izquierda profundamente comprometido con el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), encabezado por el reverenciado ex Presidente de Chile, Salvador Allende. 

El golpe militar y la remisión al Estado Nacional separan a esta pareja. De un helicóptero desciende el general Contreras con un soplón encapuchado, quien empieza a apuntar a los colaboradores directos de la UP. Daniel es uno de ellos. Un bus blanco, una especia de ambulancia, se lo lleva a él y a varios otros. 

Lena sigue su rastro y llega hasta un fundo perdido en el sur de Chile llamado Colonia Dignidad. Decide entrar como residente con el objetivo de encontrar a su amado y rescatarlo. En el reducto, Daniel ha sido ferozmente torturado y luego puesto a trabajar con el resto de los miembros en la fabricación de armas y gas sarín, encargados en persona por el ex mandamás de Chile, Augusto Pinochet, al fundador de Colonia, Paul Schaffer. (Esto fue un hecho verídico, durante los créditos vemos fotos de Pinochet aclamado por Schaffer y los residentes de la Colonia.) 

El film en su estilo es muy "Emma Watson". La antigua Hermione Granger hoy es una estilizada señorita, siempre impecable: sexy pero jamás vulgar, e intelectual sin un ápice de aburrida. Une joven bella y talentosa comprometida con grandes causas. Así también es el film Colonia, y quizás ahí yace sea su debilidad.

Los detalles sórdidos son sólo sugeridos. En Chile todos conocemos la triste realidad de los "tíos permanentes" en la infame Colonia Dignidad, que no era sino un culto cristiano fundado por un ex nazi prófugo acusado de pederastia en Alemania. Una escena en que el líder llama a los niños a las duchas, mientras ellos entonan angelicales cánticos religiosos, señala sutilmente que el abuso sexual de menores era la norma en ese campo de concentración instalado en Chile a vista y paciencia de las autoridades. Pero la película en sí no ahonda ni en las violaciones ni en el trabajo forzado, sino que permanece centrado en la historia central del argumento que es la valentía de Lena y su tenacidad por llegar hasta Daniel.

Probablemente el realizador, Florian Gallenberger, no logró conciliar a la perfección el horror de la Colonia, que supera la ficción más escabrosa jamás imaginable, con la necesidad de mantener la compostura para no perturbar en demasía a los espectadores, y de paso, guardando respeto por quienes padecieron el horror. Sospecho que contar en el reparto con una estrella de la talla de Emma Watson requirió tratar el tema con delicadeza. 

En lo personal, creo que esto fue atinado. Sin un trato fino, Colonia puede convertirse en un film extremadamente mórbido. No era la idea hacer un film à la Pasolini. Es más prudente dejar que de la sordidez explícita se ocupen documentales o la literatura. Exponer a los cinéfilos al horror de los campos de concentración de la Alemania Nazi ya es de por sí desestabilizante. Añadirle una dictadura sudamericana, más lavado de cerebro y pedofilia sistemática, puede sobrepasar el límite de lo tolerable.

Este largometraje no obstante es valiente al mostrar uno de los capítulos más oscuros del siglo XX, como lo fue el golpe militar en Chile el año 1973, tratando de equilibrar un thriller con una historia de amor, sin abandonar un tono militante, y todo en un conjunto estético y elegante que sigue una estructura cadenciosa clásica, diseñada para para un público selecto pero suficientemente masivo.

En Chile servirá para continuar este largo proceso de catarsis y de búsqueda interior sobre el pasaje más tenebroso de nuestra historia, que ahora vuelve a salir al mundo en todo su horror, y aunque Colonia algo lo mitiga dejando entrever la majestuosidad de los Andes nevados y los idílicos parajes sureños, sigue ahí la herida lacerante. No queda sino aplaudir este buen film, y la actuación correcta y sobria de Emma Watson.

lunes, 18 de julio de 2016

Festival de Teatro de Aviñón: 2666

En abril pasado por fin pude cumplir un objetivo pendiente desde hace años: leer 2666, la obra monumental del chileno Roberto Bolaño, cuya extensión es de nada menos que 1.300 páginas. Y lo conseguí. 

Obra menos hermética que Los detectives salvajes, el autor que definitivamente asesinó al boom latinoamericano logró, en una frenética carrera por ganarle tiempo a la muerte, escribir su magnum opus cuando ya presentía que la insuficiencia hepática que lo quejaba tendría un desenlace trágico. Esto explica que 2666 sea un torbellino.

La edición en inglés de Los detectives salvajes fue un éxito absoluto. Luego, con Bolaño ya consagrado, y fallecido, vino el descubrimiento del manuscrito de 2666, dividido en 5 partes, el cual él ordenó expresamente editar cada tomo por año justamente para evitar acabar con un mamotreto de 1.400 páginas e imposible de vender. Los especialistas vieron que tal era la calidad del texto que su edición consolidada era necesaria. La expectación del público era total. Así de repente, un nuevo escritor chileno, y latinoamericano, volvía a darle al mundo una razón más para amar las letras hispanas.

En EEUU adaptaron 2666 al teatro. En Barcelona, lo mismo. Ahora, en Francia, el joven Julien Gosselin (29) aceptó el desafío y se propuso la tarea titánica de llevar la obra póstuma de Roberto Bolaño a las tablas galas. En Aviñón 2016 ha sido presentada y la recepción de los críticos y del público ha sido extraordinaria. De allí vengo llegando y en este post les contaré lo ocurrido.

Como decía, acabé 2666 en abril. Cuando apareció en línea el programa de Aviñón para este año, en mayo, me llevé la tremenda sorpresa de encontrarme con 2666 entre las obras en cartelera. Debajo del título había una advertencia: "12 horas (entreactos incluidos)". Largué una risotada. Lo supe de inmediato: el realizador no iba a entregarnos una versión edulcorada y de fácil digestión de 2666. Sería matar el libro y de paso, la idea de Bolaño. La obra teatral debe ser desafiante para los espectadores tal como la novela lo es para los lectores.

En particular, lo más agobiante de la novela es "La parte de los crímenes", en que Bolaño describe con frialdad clínica los cientos de reportes forenses de las muchachas asesinadas durante la década 90 en Ciudad Juárez, ciudad económicamente pujante gracias a las muchísimas maquiladoras que abastecen mano de obra barata a EEUU. Sus mujeres ganan más dinero que en el resto del país y  por consiguiente son más autónomas porque dependen menos del sustento económico de un hombre. 

Acá la ciudad es llamada Santa Teresa. Leer esta parte es repugnante. La estrategia de nuestro autor es el shock & bore, que funciona magistralmente. Tardé 2 semanas sólo en leer los crímenes. Imagino que muchos abandonan ahí la lectura. La angustia que uno siente es la misma que debe haber sufrido Bolaño cuando veía que en Ciudad Juárez las miles de muchachas eran asesindas de manera horrible y al mundo no le importaba un comino, excepto a sus habitantes. Gracias al autor chileno, por un momento, viví en Ciudad Juárez. Quedé exhausto.

Chanchi compró tickets para otras obras. "No me da el cuero para estas rarezas esnob", refunfuñó. "¡No soy capaz de pasarme 12 horas en un teatro!", exclamó. Compré una sola entrada y el gran día fue ayer. 

Festival en Aviñón, Niza en el corazón
El espectáculo pirotécnico del 14 de julio esta vez lo vimos por tv. En eso estábamos cuando en la pantalla de BFMTV aparece un titular inquietante: Un camión arrolla a decenas de personas en Niza. De inmediato me vino a la mente las palabras de un líder de Daesh que llamaba a tomar un vehículo para embestir a una multitud si es que los yihadistas no contaban con medios sofisticados para un ataque. Un camión atropellando gente era cosa grave, no un mero accidente. Así fue.

Varios espectáculos fueron cancelados, especialmente la marcha del Orgullo Gay. Los organizadores de Aviñón enviaron un mail confirmando que el festival va, que habrá medidas especiales de seguridad, pero que el festival no se amilana y que no habría un minuto de silencio sino que aplaudiríamos a rabiar cada una de las piezas de teatro. En estos momentos hay que celebrar la vida para conmemorar a los que murieron por ver un simple show de fuegos artificiales. Ahora todos somos un blanco potencial, incluso quienes sólo quieren ir a ver una obra teatral. El mundo se ha vuelto un lugar extraño.

Aviñón es la Ciudad de los Papas. El Gran Cisma de Occidente, en el siglo XII, significó llevarse la sede de la iglesia de Roma desde el Vaticano hasta el interior de la Cote d'Azur. Al interior de las murallas de la ciudad se conservan los edificios monumentales en que habitaron nueve Papas. Han pasado los siglos y hoy Aviñón es mundialmente famosa por albergar uno de los más prestigiosos, multitudinarios y coloridos festivales de artes escénicas.
Después de un paseo por la ciudad y de degustar un buen almuerzo en un restaurant provenzal, partí hacia La FabricA, como se llama la sala donde se presentaría 2666. La obra está dividida en 5 partes, siguiendo la estructura que construyó Bolaño.

1. La parte de los críticos, 14:00
Presiento que la sala estará repleta. Me registran la mochila, donde llevaba un paquete de galletas y el libro de Bolaño (me vine releyéndolo en el tren). Nos acomodamos, el calor es intenso. Se abre el telón. Hay varios bloques movibles y pantallas gigantes. La obra parte en la oscuridad absoluta. Se  escucha una angustiante llamada telefónica de una mujer a un programa bobalicón, exigiendo ayuda, llamando la atención sobre los crímenes de mujeres en Santa Teresa. Un perturbador silencio se apodera de la sala. Aparecen en escena los críticos literarios, cuatro profesores universitarios que han dedicado sus carreras a estudiar al enigmático Benno von Archimboldi, el más grande autor alemán del siglo, y candidato al Nobel. Nadie sabe su paradero, ni su identidad.

Entre viajes y simposios, intercambios profesionales y amistad, comienzan a surgir lazos amorosos entre los críticos. Liz Norton, la experta de la Univesity of London, con Jean-Claude Pelletier, de La Sorbona, y Manuel Espinoza, de la Universidad Complutense de Madrid. Hay bloques movibles sobre el escenario y las pantallas recrean ágilmente las distintas ubicaciones. Vienen varias escenas de sexo, filmadas sobre el escenario con una cámara de mano por uno de los productores, lo que permite seguir la obra en las pantallas gigantes. El teatro se convierte en cine. Vienen más y más escenas sexuales, incluso con los personajes completamente desnudos formando un ménage à trois. Liz, cuando está vestida, aparece en calzones de tipo minimalista. "Mostrar esto al público chileno sería imposible", pensé. "País de mierda", concluí.

Hay música en vivo. Los efectos visuales son buenos. Llamadas por Skype que se siguen en las pantallas. La obra rápidamente se centra en los líos amorosos de los expertos en Benno von Archimboldi. Deciden que el máximo exponente de las letras germanas debe ser ubicado. Un dato los lleva a seguir el rastro de un extraño ciudadano alemán que vive en Santa Teresa, acusado de varios femicidios.

Las disputas comienzan entre los críticos. Liz se marcha a Turín donde al parecer se enamora del crítico italiano, un hombre postrado en silla de ruedas. Ella nos relata sus sueños, que son aterradores.


Llega el primer descanso, de 30 minutos. La gente compra sándwiches, café y bebidas y se echa en los prados alrededor de La FabricA. El sol brilla, el día es hermoso. Me tomé un té con leche mientras hojeaba 2666. Pensar en "La parte de los crímenes" me atormenta. 

2. La parte de Amalfitano, 16:30
En Santa Teresa conocen a un profesor universitario de origen chileno que ejerció la docencia en Barcelona. A mi entender, Bolaño hace una especie de cameo appearence, bastante extensa y compleja. El profesor Amalfitano hace un largo y alambicado monólogo. "No entiendo nada", le replica Liz Norton. "Yo tampoco", contesta Almafitano, quien continúa y declara que los críticos mexicanos son unos idiotas, así como todos los latinoamericanos dedicados a la literatura. Bolaño fue un renegado y acá saca la voz. El profesor afirma que el alemán en Santa Teresa no es Archimboldi, y Archimboldi tampoco es el más grande autor del siglo. 

La obra realiza un brusco racconto para relatarnos el quiebre de Amalfitano con su ex mujer. Ella lo engañó con un poeta homosexual, quien la contagió de sida. A su vez él es pareja de un filósofo, ambos organizaban orgías. Su ex mujer contagia de sida a un taxista en una lúgubre relación sexual en un cementerio, en la tumba de su madre. Lamentablemente, todo esto es relatado, y no interpretado en el escenario. La mujer solloza y narra sus desvaríos de manera desgarradora ante la cámara, con ciertas reminiscencias de The Blair Witch Project. Amalfitano queda sólo con su hija, Rosa. 

Segundo descanso de 30 minutos. Otro té con leche, esta vez con galletas. Me senté a la mesa con otros espectadores, todos coincidían en lo mismo: la obra es muy buena, pero a todos nos aterra "La parte de los crímenes".

3. La parte de Fate, 18:00
Si hay pocos personajes protagónicos negros en grandes películas (salvo criminales, narcos, etc), menos hay protagonistas negros de grandes novelas. Bolaño ahora nos lleva a Detroit donde nos presenta a Oscar Fate, un periodista afroamericano, originario de Harlem, en Nueva York. Él viene de enterrar a su madre. Es imposible no encariñarse con este personaje. Reportero de cuestiones políticas, lo envían intempestivamente a cubrir una pelea de box. ¿Dónde? En Santa Teresa, México.

Esta sección del relato seguramente hizo que Oprah Winfrey, una de las figuras más influyentes de la tv norteamericana (y mundial), incluyese 2666 en su club litarario. Bolaño, sin quererlo, se convierte en un héroe de la alicaída literatura hispana, y más encima, en símbolo de la población afroamericana en EEUU.

Fate conoce a Chucho, un narco, en Santa Teresa. Este último es el novio de Rosa, hija de Amalfitano. La relación es tortuosa. Fate oye hablar del horror de los miles de feticidios en Santa Teresa, y pide más tiempo a su periódico para cubrir los hechos en un gran reportaje. Le dicen que no. La obra ahora tiene muchas escenas en una discoteca, suena música electrónica ensordecedora, las luces y el humo se apoderan de la sala. Una pelea de Chucho con Rosa termina bastante mal y aparece una pistola, Rosa y su amiga son agredidas, hay un intento de violación, que vemos por la pantalla porque la escena transcurre detrás del escenario. Rosa es golpeada, la vemos con los calzones abajo, Fate la salva, le quita el arma a Chucho. Luego conocemos pormenores de la historia de Rosa con su novio narco. Ella toma una ducha y vemos a la actriz desnuda. Fate se enamora de ella. La policía lo busca, el periodista negro y la hija de Amalfitano huyen a EEUU.

Nuevo intermedio, esta vez de una hora. Tengo hambre. Me voy ahora al restaurante y pido un plato de salchichas picantes con arroz basmati, al parecer una especialidad de la isla de La Reunión. Me siento en la mesa más cercana que comparto con una familia que parece ser gente bastante intelectual. Él, ella y el hijo vienen a Aviñón cada año, desde siempre. Ella dice que su momento preferido para la lectura es en las mañanas. El hijo, un muchacho de unos 19 años, asiente, pero cambia el tema, dice que ahora viene la parte horrible. Al lado mío hay un conferencista y profesor universitario, de Marsella. Todos coinciden en que Bolaño no goza de la popularidad que merece en Francia. Me preguntan si es una figura de culto en Chile. "Tampoco", les contesto.

Me he bebido ya dos copas de vino. No estoy listo para el horror pero entro a la sala igual. Chanchi manda un texto diciéndome que ha visto una obra sueca sobre un adolescente alemán que acribilla a sus compañeros de curso.

4. La parte de los crímenes, 21:00
Oscuridad total. En el escenario se van proyectado extractos que leemos mientras los músicos interpretan una música inquietante. Ahí aparecen, uno a uno, los nombres de las muchachas, las descripciones de los crímenes. Prácticamente todas fueron violadas (ya sea antes o después de ser asesinadas), muchas torturadas, colgadas de los pies, descuartizadas. Algunas fueron calcinadas vivas.

Los informes forenses dan cuenta de que fueron violadas "por ambas vías", frase que llegó a ser común en la policía científica de Santa Teresa. En una muchacha se encontraron rastros de semen en la garganta, por lo que fue violada "por las tres vías". Un policía, según vemos en el texto proyectado en el escenario, asegura que existen violaciones "por las 5 vías", ¿cuáles son las 5 vías? La vagina, el ano, la boca, y las orejas. También existe la violación "por las 7 vías", que añade los ojos. También existen las 8 vías, que son las 7 ya vistas, más un tajo causado por el criminal en el vientre, por donde también hay sicópatas que violan. No sé si alguien se ríe, lo dudo, sólo veo que Bolaño es chileno y el humor negro no lo perdió nunca.

Se culpa de los crímenes a un ciudadano norteamericano, que en realidad es de origen alemán. Por cierto, siguiendo esta es la pista por la que llegaron los críticos de la primera parte a Santa Teresa. El sujeto se llama Klaus Haas, y está decidido a probar su inocencia desde la cárcel. 

Después de extenuantes y larguísimos minutos, aparece en escena una mujer de la alta sociedad de Ciudad de México. Cuenta la historia de su hija a un periodista. También es víctima de los crímenes de Santa Teresa, que en teoría sólo afectaban a las niñas marginales, obreras de las maquiladoras ubicadas en la frontera con EEUU. El diálogo es agotador. Continúan apareciendo extractos con los nombres de las víctimas. Por cierto, todas ellas fueron víctimas reales. Ya es muy tarde, cerca de las 11 de la noche.

Se apagan las luces. Se anuncia un intermedio de 30 minutos. El público estalla en aplausos y vítores, ¡hay algunos gritos! Me doy cuenta que nadie abandonó la sala, aún está repleta. Voy derecho a tomarme otra copa de vino.

5. La parte de Archimboldi, 23:30
Aparece Archimboldi, un personaje que cae  desnudo desde lo alto del bloque transparente, como si fuese un feto. Una voz en off nos relata la historia. Es muy tarde y estoy agotado, pero todos seguimos en nuestro asiento. Archimboldi se refriega contra el vidrio, vemos que tiene una erección. Nos cuentan que fue un niño prusiano y en 1933 entró a la escuela. Su nombre en realidad es Hans Reiter. En 1939 lo mandan a la guerra. Tiene una hermana llamada Lotte.

En un hospital militar yace junto a un oficial que estuvo a cargo de mandar judíos a Auschwitz. Hace un monólogo, en un alemán monótono, exasperante e interminable. Ya es pasada medianoche. Esto es una tortura. Hans Reiter hace el amor con su novia y luego aprendemos que él mató a su compañero en el hospital y se vuelve un fugitivo de la policía militar. Decide cambiar de nombre y recuerda que cuando fue prisioero de guerra su única distracción fue el recuerdo de un pintor italiano. En honor a aquella época y al pintor italiano, Hans comienza a escribir novelas bajo el nombre de Benno von Archimboldi. Sus libros son un éxito, pero él vive al margen, oculto. El hijo de su hermana Lotte, emigra a EEUU, donde finalmente los negocios lo llevan a trasladarse a varias ciudades: Phoenix, Tucson, y al sur de la frontera, en Santa Teresa. Su nombre es Klaus Haas. Allí es acusado de los crímenes. Su madre parte a rescatarlo de la prisión mexicana.

El resto ya lo pueden adivinar. Por mi parte, al igual que todos, el cansancio ha abatido. Al final aparecen todos los personajes, avanzando lentamente hacia el público como espectros, como muertos que salen de sus tumbas en Halloween. 

Es la 1.30 de la mañana y cae el telón. Ovación. Sí, el público aplaude enérgicamente y ¡de pie! Yo mismo aplaudo con vigor. El maratón teatral llega a su fin. El éxito es rotundo. La gente aplaude a rabiar para felicitar a quienes hicieron posible la magnifica puesta en escena, y para no dejarse amedrentar por los terroristas que casi lograron cancelar Aviñón 2016.

domingo, 10 de julio de 2016

Brexit post mortem 3 (y final): Inmigración

Panic on the streets of London
Panic on the streets of Birmingham
I wonder to myself
Could life ever be the same again?

Panic on the streets of Carlisle, Dublin, Dundee, Humberside,
I wonder to myself...


"Panic", The Smiths


Nuestro blog no tiene derecho a voto, por supuesto, somos un blog y no una persona, pero emitimos nuestra preferencia por el Leave, anticipamos que no sólo ganaría el brexit sino que además el Primer Ministro, David Cameron, dimitiría. Se cumplió. Dijimos que abría convulsión económica. Se cumplió. Añadimos, inmediatamente, que los mercados finalmente encontrarían el equilibrio: esto está por verse. 

Hemos adelantado muchas cosas e invitamos a repasarlas. Ahora llega el momento de cerrar este mini ciclo para lo cual abordaremos un tema altamente sensible y es la inmigración en el Reino Unido, algo que atañe a todos los países "exitosos" del mundo. Estudiaremos el nexo con el Estado de Bienestar e incluso exploraremos cómo Chile se verá afectado (siendo Chile un país bastante exitoso, la inmigración es un tema cada vez más preocupante).

En el corazón mismo de la UE, como también apuntamos, está el unir a todos los países del Viejo Continente en un destino común para que sea imposible una nueva II Guerra Mundial, donde Europa tocó fondo (y nunca se recuperará). Tres libertades deben cumplirse para integrar a toda la ex "Comunidad Económica Europea" en un proyecto político: libre circulación de capitales, de ideas, y de personas. Sólo puede ocurrir aquello si se eliminan las fronteras y si el comercio se realiza en una moneda común. Los gobiernos, además, deben alinear sus leyes para que el flujo sea expedito y real. 

Económicamente, el euro tiene sentido. Aún recuerdo la era en que después de viajar por Europa uno acababa en los bolsillos con florines, marcos, francos y pesetas. Difícilmente podía haber un intercambio fluido. La moneda común permite además comparar fácilmente. Por ejemplo, una pata entera de jamón "pata negra" en Figures, Cataluña, cerca de la frontera con Francia, puede costar 120€. En el lado francés, cuesta 350€. Por supuesto, para muchos galos es mejor ir a hacer las compras cruzando la frontera. Asimismo, un sueldo mensual de 2.000€ es alto en España, mientras que en Francia es bajo. Esta información disponible de fácil permite a los europeos comparar y ante la desaparición de fronteras, desplazarse y migrar es sencillo.

Acá empezaron los problemas. Porque el Reino Unido, como sabemos, forma parte de la Commonwealth, una mancomunidad de países, desde Zimbabue a Nueva Zelanda, que comparten ciertos valores (herencia post-colonial británica). Los británicos sienten que los australianos son sus primos hermanos, no así los lituanos. La UE le impone al Reino Unido el recibir en sus tierras a rumanos o polacos, porque son europeos, pero no a australianos porque no son europeos, a pesar que tienen un fuerte lazo. Por ejemplo, conocí el caso de una pianista australiana que no pudo renovar su visa para continuar perfeccionándose en un prestigioso conservatorio londinense porque los burócratas de Bruselas quieren marginar a los no-europeos para dar preferencia a los del Continente. Ante esto, los británicos se preguntan si acaso la UE no es una idea completamente estúpida.

Pero el problema es mucho más complejo. Sin preguntarles, los británicos vieron que las reglas de la Comunidad Económica Europea se cocinaban en Bruselas por parte de oficiales no elegidos para proclamar una unión política que, por loables que sean sus intenciones, su legitimidad es dudosa. Peor aún, se comenzó a integrar países del ex bloque comunista en una jugarreta de Bruselas por hostilizar con Rusia. Los "países del Este" son pobres aunque relativamente bien educados, y desde luego sus habitantes aprovecharían la ausencia de fronteras para marcharse del desastre post-Soviético e instalarse en los países ricos del Oeste.

El flujo se descontroló y se volvió inmanejable. La alicaída agricultura británica empezó a contar con abundante mano de obra barata, pero la ineptitud del gobierno ante el gigantismo del Estado de Bienestar no logró satisfacer las necesidades de los contribuyentes, y la calidad y cantidad de las prestaciones sociales comenzó a resentirse, y así también, los británicos empezaron a rechazar a los inmigrantes, a quieres culpan de la degradación de su modelo social.

Veamos luego las cuestiones culturales y de idiosincrasia. Los británicos por ejemplo son gente que jamás se salta una fila, esto todos lo saben. Imagínense al inglés común y corriente que espera la micro en la mañana, y ve que en el paradero que la mitad ahí son extranjeros que se agolpan como salvajes por subir primeros. Él se queda abajo, ve irse la micro y debe llegar tarde porque los extranjeros son vivarachos. O la incapacidad crónica de conductores de muchos países, Chile incluido, de entender cómo funcionan las rotondas, las "roundabouts", llamadas en Francia rond-point à l'anglaise, que existen en la isla más que en ningún otro lugar del mundo. Nuevamente, los ingleses ven esto y se preguntan de dónde carajo salió tanta gente que no aprende a adaptarse, y de hecho, son los ingleses los que deberán aprender a echar el auto encima (en Chile inventamos la rotonda con semáforo, o sea somos huevones al cubo). Pedir permiso para transitar por la izquierda en una escalera mecánica, entre muchas cosas, empiezan a fastidiar.

Los británicos, gente siempre dispuesta a beber generosas cantidades de cerveza, no aceptan muy bien que no les inviten a una después de él haber pagado su ronda en el pub. El local pub y el alcohol constituyen la esencia misma de la sociabilidad en el país. Tampoco comprenden que cada uno se pague su propia pint, lo que se considera altamente descortés. Si bien todo esto puede ser aceptable en Londres, el Reino Unido es mucho más que su capital, y es en el resto del país donde la presencia masiva de extranjeros está cambiando las cosas que antes se deban por sentadas. Los polacos emborrachándose como locos en sus casas, a veces destilando alcohol ahí mismo, causa problemas graves de integración.

Aceptar temporeros búlgaros y no a un cirujano de la India atenta contra la idea misma de lo que los británicos quieren de su país. La prensa sensacionalista, como el Daily Mail, The Sun o el Telegraph, se dedican a vomitar su furia contra Bruselas, y este discurso encuentra acogida en muchos que se sienten extranjeros en su propio país.

En Chile vemos algo similar. Se estima que en unos pocos años habrá un millón de extranjeros. Para un país de 17 millones (vaya uno a saber cuántos realmente somos, gracias Piñi), esto es caldo de cultivo para las odiosidades. Un populista irresponsable, à la Donald Trump, llegará pronto.

El Estado de Bienestar: causando malestar
Pero el gran culpable de todos los males, o casi todos los males, es el Welfare State. El Reino Unido siempre fue una nación exportadora de migrantes, no receptora. Un país que se convierta en destino de inmigración masiva no puede además tener un Estado de Bienestar del tamaño del británico. Se convierte en un imán para la mala inmigración: atrae parásitos.

Los países deben tomar decisiones. En Reino Unido deben decidir si corrigen el Estado de Bienestar y siguen aceptando inmigrantes, lo que sería excelente, o se repliegan en su Little Britain y se ahogan en el asistencialismo.

Estados Unidos desde siempre fue considerado un país exitoso porque atraía gente aguerrida y con ganas de surgir, porque allí, en la ausencia de una red de protección social, cada uno aprende a forjarse su camino. Pero EEUU se convirtió en una social-democracia y hoy vemos cómo decae lenta pero inexorablemente.

El Estado de Bienestar en el Reino Unido, como en otros países europeos, se justificó durante la post-guerra, cuando la sociedad debía ocuparse de los amputados, de los tullidos por la guerra, de las viudas y los huérfanos. No haber creado el Servicio Nacional de Salud británico, el NHS, habría significado una guerra civil en Inglaterra. Esto suele ocurrir. Recordemos que en Chile, a menos de una década de cesadas las hostilidades de la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, estalló una guerra civil, en 1891. En el Reino Unido, el precio de la paz fue asegurar atención de salud universal y un ingreso mínimo (el "dole").

Pero la cosa ha cambiado bastante desde 1945. El mundo ya no se divide entre obreros y patrones. El perder el puesto de trabajo no es una catástrofe, como lo era para los trabajadores industriales. Hoy, es parte normal de la vida laboral de todos. Los crecientes costos de la salud vuelven imposible mantener al NHS, algo que saben bien los franceses y alemanes, que ya exigen un copago por las prestaciones de salud. La calidad del NHS es mucho peor que el de otras economías comparables, y con la llegada masiva de usuarios extranjeros, el sistema está colapsado.

El descontento, que es entendible, da paso a la xenofobia. Las agresiones verbales y físicas que se han captado en smartphones dan cuenta de los ánimos caldeados. Por supuesto que es triste ver estas cosas en un país ilustrado. Pueden estar seguros que estas cosas contra los negros o gitanos ocurren mucho más en Hungría o Bulgaria, ya que el racismo es mucho más extendido en países "de medio pelo". 

Por lo mismo, preguntémonos en Chile si ante la oleada de inmigrantes, es necesario continuar construyendo un Estado de Bienestar. Garantizar salud y educación a todos está bien como acto simbólico en el proyecto de Nueva Constitución, pero llevar esto a la realidad es peligroso.

Los británicos no son racistas ni xenófobos. El 51% de quienes votaron Leave no lo hicieron por miedo o desprecio a los extranjeros, sino porque ven que la UE no les permite crear sus propias leyes, e impone reglas de inmigración inadecuadas.

Lo increíble de todo, es que los inmigrantes de hoy tampoco son los mismos de ayer. Cuando los europeos se marchaban a EEUU en el siglo XX lo hacían para comenzar una nueva vida. Hoy, desde las naciones bálticas a Inglaterra se puede llegar en un vuelo de bajo costo, y así también, los inmigrantes se pueden marchar cuando en cualquier momento.

Y peor aún, cuando se incorporó a las naciones del Este, todos los países del Oeste, como Francia y Alemania, levantaron salvaguardias para evitar el flujo masivo de extranjeros, como ya lo hizo Francia para protegerse cuando se incorporó a España y Portugal. 

De los miembros anteriores al año 2004, cuando se extendió la UE al ex bloque comunista, sólo tres países se negaron a controlar la inmigración: Irlanda, que es un país poco poblado con una permanente hemorragia de su migración, Suecia, que siempre ha sido un país abierto (poco seduce un país frío y oscuro con un idioma imposible), y el Reino Unido.

Este es un blog serio. Pero nos preguntamos si al final, no está el Reino Unido, desde un principio, conspirando para destruir a la UE por dentro. No es posible que el tema más explosivo en este referéndum haya sido la inmigración, y que, en el fondo, los mismos británicos hayan decidido abrir de par en par sus puertas, y luego culpar a Bruselas, para terminar por retirarse.

Se alzan voces recomendando repetir el referendum, esta vez garantizando al Reino Unido restringir la cantidad de extranjeros de la Unión que puedan instalarse al país. ¡Pero los mismos británicos se negaron en el 2004!

Es hora de que alguien les muestre la puerta al Reino Unido para que se vayan de una buena vez.