El sistema de salud en Chile necesita un nuevo esquema, el ejemplo francés es digno de ser imitado
Con estupor, el país ha visto como las aseguradoras privadas de salud, las Isapres, aumentaron unilateralmente los planes de salud, situación indecente, aparte de ilegal, que llegó a las máximas instancias legales. Este abuso descarado es la gota que colmó el vaso. Llegó la hora de decir basta.
La situación es un caso típico de rentismo, en que una estructura económico-política —implementada e implantada durante la tiranía de Pinocho— permite jugosas ganancias a unos pocos. Las Isapres cubren a la población de mayores recursos y la más sana. Cuando éstos ya no generan utilidades a las aseguradoras privadas, deben migrar al sistema público, para que el contribuyente pague la cuenta. No sé ustedes pero esto llegó a un punto en que es insostenible.
La propuesta de nuestro sitio es un cambio radical: ponerle fin a las Isapres. Sí, leyeron bien. Adiós a las Isapres, al menos en su forma actual.
¿Y con qué las reemplazamos entonces?
Pues en realidad con un sistema similar al francés, donde he podido comprobar de primera mano que un complejo entramado de reembolsos, aseguradoras privadas y "seguros mutuales" de salud pueden cumplir un buen trabajo. No por nada, el sistema francés ha sido ampliamente reconocido, por la ONU y la OECD, por ser el mejor del mundo.
Observado con detención, el sistema francés no tiene nada de esa fantasía socialista en que con un "impuesto brígido" a los ricos se paga un seguro universal y luego somos todos felices con este "derecho social" garantizado por el Estado.
Primero, empecemos por reconocer lo más importante: la salud nunca ha sido gratis ni puede ser gratis. Ni el más bruto de la Confech puede insistir en que haya prestaciones gratis. Alguien paga, y alguien ofrece un servicio. La cuestión es determinar quiénes pagan y quiénes ofrecen el servicio. Segundo, partamos de la base que la salud no es un bien de consumo, porque sin salud una persona simplemente se muere. Tercero, entregarle todas las prestaciones de salud al Estado es tan terrorífico como pasarle todo a privados. Es por todo lo anterior que el caso francés merece una examinarse cuidadosamente.
Lo que proponemos en Chile es que la salud, justamente por no ser un bien de consumo, no puede regirse exclusivamente por un sistema en que las curvas se organizan en un gráfico y el precio se determina en el punto en que coinciden oferta y demanda. El capitalismo puede emperorar un sistema de salud. Los proveedores privados proporcionan salud hasta el momento en que rinde utilidades. Por otro lado, el Estado puede proporcionar salud, como en el Reino Unido, a un costo altísimo, que anula la competencia entre operadores y que finalmente es altamente opresivo.
Los franceses aciertan cuando las cotizaciones las vuelven obligatorias para cubrir el 70% de los gastos de salud. Es decir, mediante los impuestos, un fondo nacional cubre gran parte de las prestaciones para asegurar que cuando una persona necesita atención médica, esta esté disponible. Esto es crucial, ya que es imposible determinar cuándo uno la necesitará, y más aún, cuando es necesario acudir a un hospital o consultar un médico, y a la vez, la gente paga y luego recibe un reembolso. Esto es importante porque cada usuario debe saber que paga por la salud que recibe. Luego, considerando que ha cotizado, recibirá un reembolso, para evitar que la atención de salud le signifique la ruina.
¿Qué ocurre con el 30% restante? Acá aparece la característica francesa más notable, y que debe aplicarse algo similar en Chile: el 30% restante queda disponible para que cada persona elija un seguro mutual de salud. El aspecto central de la mutual es que es un seguro privado sin fines de lucro.
La propuesta de Chile Liberal es que el fisco termine de cubrir la salud de los pobres y enfermos para que la salud de los ricos y sanos reporte utilidades a unos pocos. Lo que proponemos es convertir a las Isapres en mutuales, y terminar con el lucro en la salud.
¿Cómo funciona una mutual? Su funcionamiento es similar al de "hacer una vaca", como decimos en Chile. Por ejemplo, para organizar un asado, hacemos una vaca: cada uno se pone con plata, algunos van a comprar la carne, las ensaladas y el alcohol, y los gastos se cubren con esta "vaca". Nadie ganó plata organizando el asado.
Del mismo modo, distintas agrupaciones sindicales, colegios profesionales, asociaciones de artesanos, etc, organizan "mutuales". La gente cotiza en ellas, incluso compiten entre ellas, y permiten algo similar a una situación de mercado, en que cada cual puede elegir su mutual. Por ejemplo, existen mutuales dedicadas a los profesores, donde cada maestro se pone con plata, y cuando uno de ellos se enferma, echa mano al seguro mutual, para cubrir gran parte del 30% no reembolsado por la seguridad social. La mutual no tiene "dueño", aunque invierte el dinero del que dispone, y lógicamente, por ser un fondo mutual —sin fines de lucro— las ganancias que percibe permiten no son retiradas por nadie sino que se destinan a cubrir un mayor porcentaje de reembolso a sus afiliados. Es posible, incluso, no contratar ninguna mutual.
Finalmente, también es posible contratar un seguro proporcionado por una aseguradora privada—con fines de lucro— para cubrir cosas como por ejemplo la pérdida de ingresos. Es imposible pensar que los talibanes del socialismo soviético quieran eliminar toda actividad económica lucrativa, lo importante es determinar cuándo es necesaria, y cuándo es estúpida. Si una persona enferma no puede trabajar, puede seguir percibiendo gran parte de su salario, esto lo proporciona una aseguradora privada, de libre elección del usuario. La cobertura está a cargo en gran parte de la seguridad social, y en cierta medida por los seguros mutuales.
El sistema de Isapres, en cambio, busca ganancias sin medir sus consecuencias. Sube los planes a su antojo, le importa un carajo hacerlo, puede llegar hasta tribunales con tal hacerlo, y cuando la gente se enferma, se deshace de ellos, o simplemente no acepta enfermos. O sea, valen callampa.
En Chile se han visto enormes marchas de estudiantes pidiendo el fin del lucro en la educación, algo que por cierto está prohibido por ley, y que el gobierno de Sebastián Piñera ha asquerosamente fallado en cumplir: dos de sus ministros, los señores Larroulet y Lavín, profitan alegremente de la educación, violando la ley, y continúan en el gobierno. ¿Qué espera Piñi que no los echa? Estúpidamente, lograron botar como palitroque al ministro Beyer, un tipo decente y capaz. Pagó el pato quien no debía, y todo por la estupidez infinita de Piñi. No obstante, los enfermos, los que necesitan urgentemente salud, no tienen la capacidad de organizar marchas ni comparsas, a pesar que es en la salud donde el lucro debiese estar terminantemente prohibido, luego del fracaso estrepitoso de las Isapres y sus inmundas prácticas abusivas y rentistas.
Esta es la propuesta más importante que hacemos oficialmente al candidato Andrés Velasco, quien creemos tiene la capacidad de entablar una discusión nacional, incluidas las Isapres, para asegurar que nadie, absolutamente nadie, se quede sin atención de salud por falta de recursos, o peor aún, que la ruina económica sea la consecuencia de tener salud.