sábado, 20 de abril de 2013

No hay salud

El sistema de salud en Chile necesita un nuevo esquema, el ejemplo francés es digno de ser imitado

Con estupor, el país ha visto como las aseguradoras privadas de salud, las Isapres, aumentaron unilateralmente los planes de salud, situación indecente, aparte de ilegal, que llegó a las máximas instancias legales. Este abuso descarado es la gota que colmó el vaso. Llegó la hora de decir basta.

La situación es un caso típico de rentismo, en que una estructura económico-política —implementada e implantada durante la tiranía de Pinocho— permite jugosas ganancias a unos pocos. Las Isapres cubren a la población de mayores recursos y la más sana. Cuando éstos ya no generan utilidades a las aseguradoras privadas, deben migrar al sistema público, para que el contribuyente pague la cuenta. No sé ustedes pero esto llegó a un punto en que es insostenible.

La propuesta de nuestro sitio es un cambio radical: ponerle fin a las Isapres. Sí, leyeron bien. Adiós a las Isapres, al menos en su forma actual.

¿Y con qué las reemplazamos entonces?

Pues en realidad con un sistema similar al francés, donde he podido comprobar de primera mano que un complejo entramado de reembolsos, aseguradoras privadas y "seguros mutuales" de salud pueden cumplir un buen trabajo. No por nada, el sistema francés ha sido ampliamente reconocido, por la ONU y la OECD, por ser el mejor del mundo.

Observado con detención, el sistema francés no tiene nada de esa fantasía socialista en que con un "impuesto brígido" a los ricos se paga un seguro universal y luego somos todos felices con este "derecho social" garantizado por el Estado.

Primero, empecemos por reconocer lo más importante: la salud nunca ha sido gratis ni puede ser gratis. Ni el más bruto de la Confech puede insistir en que haya prestaciones gratis. Alguien paga, y alguien ofrece un servicio. La cuestión es determinar quiénes pagan y quiénes ofrecen el servicio. Segundo, partamos de la base que la salud no es un bien de consumo, porque sin salud una persona simplemente se muere. Tercero, entregarle todas las prestaciones de salud al Estado es tan terrorífico como pasarle todo a privados. Es por todo lo anterior que el caso francés merece una examinarse cuidadosamente.

Lo que proponemos en Chile es que la salud, justamente por no ser un bien de consumo, no puede regirse exclusivamente por un sistema en que las curvas se organizan en un gráfico y el precio se determina en el punto en que coinciden oferta y demanda. El capitalismo puede emperorar un sistema de salud. Los proveedores privados proporcionan salud hasta el momento en que rinde utilidades. Por otro lado, el Estado puede proporcionar salud, como en el Reino Unido, a un costo altísimo, que anula la competencia entre operadores y que finalmente es altamente opresivo.

Los franceses aciertan cuando las cotizaciones las vuelven obligatorias para cubrir el 70% de los gastos de salud. Es decir, mediante los impuestos, un fondo nacional cubre gran parte de las prestaciones para asegurar que cuando una persona necesita atención médica, esta esté disponible. Esto es crucial, ya que es imposible determinar cuándo uno la necesitará, y más aún, cuando es necesario acudir a un hospital o consultar un médico, y a la vez, la gente paga y luego recibe un reembolso. Esto es importante porque cada usuario debe saber que paga por la salud que recibe. Luego, considerando que ha cotizado, recibirá un reembolso, para evitar que la atención de salud le signifique la ruina.

¿Qué ocurre con el 30% restante? Acá aparece la característica francesa más notable, y que debe aplicarse algo similar en Chile: el 30% restante queda disponible para que cada persona elija un seguro mutual de salud. El aspecto central de la mutual es que es un seguro privado sin fines de lucro. 

La propuesta de Chile Liberal es que el fisco termine de cubrir la salud de los pobres y enfermos para que la salud de los ricos y sanos reporte utilidades a unos pocos. Lo que proponemos es convertir a las Isapres en mutuales, y terminar con el lucro en la salud.

¿Cómo funciona una mutual? Su funcionamiento es similar al de "hacer una vaca", como decimos en Chile. Por ejemplo, para organizar un asado, hacemos una vaca: cada uno se pone con plata, algunos van a comprar la carne, las ensaladas y el alcohol, y los gastos se cubren con esta "vaca". Nadie ganó plata organizando el asado.

Del mismo modo, distintas agrupaciones sindicales, colegios profesionales, asociaciones de artesanos, etc, organizan "mutuales". La gente cotiza en ellas, incluso compiten entre ellas, y permiten algo similar a una situación de mercado, en que cada cual puede elegir su mutual. Por ejemplo, existen mutuales dedicadas a los profesores, donde cada maestro se pone con plata, y cuando uno de ellos se enferma, echa mano al seguro mutual, para cubrir gran parte del 30% no reembolsado por la seguridad social. La mutual no tiene "dueño", aunque invierte el dinero del que dispone, y lógicamente, por ser un fondo mutual —sin fines de lucro— las ganancias que percibe permiten no son retiradas por nadie sino que se destinan a cubrir un mayor porcentaje de reembolso a sus afiliados. Es posible, incluso, no contratar ninguna mutual.

Finalmente, también es posible contratar un seguro proporcionado por una aseguradora privada—con fines de lucro— para cubrir cosas como por ejemplo la pérdida de ingresos. Es imposible pensar que los talibanes del socialismo soviético quieran eliminar toda actividad económica lucrativa, lo importante es determinar cuándo es necesaria, y cuándo es estúpida. Si una persona enferma no puede trabajar, puede seguir percibiendo gran parte de su salario, esto lo proporciona una aseguradora privada, de libre elección del usuario. La cobertura está a cargo en gran parte de la seguridad social, y en cierta medida por los seguros mutuales.

El sistema de Isapres, en cambio, busca ganancias sin medir sus consecuencias. Sube los planes a su antojo, le importa un carajo hacerlo, puede llegar hasta tribunales con tal hacerlo, y cuando la gente se enferma, se deshace de ellos, o simplemente no acepta enfermos. O sea, valen callampa.

En Chile se han visto enormes marchas de estudiantes pidiendo el fin del lucro en la educación, algo que por cierto está prohibido por ley, y que el gobierno de Sebastián Piñera ha asquerosamente fallado en cumplir: dos de sus ministros, los señores Larroulet y Lavín, profitan alegremente de la educación, violando la ley, y continúan en el gobierno. ¿Qué espera Piñi que no los echa? Estúpidamente, lograron botar como palitroque al ministro Beyer, un tipo decente y capaz. Pagó el pato quien no debía, y todo por la estupidez infinita de Piñi. No obstante, los enfermos, los que necesitan urgentemente salud, no tienen la capacidad de organizar marchas ni comparsas, a pesar que es en la salud donde el lucro debiese estar terminantemente prohibido, luego del fracaso estrepitoso de las Isapres y sus inmundas prácticas abusivas y rentistas.

Esta es la propuesta más importante que hacemos oficialmente al candidato Andrés Velasco, quien creemos tiene la capacidad de entablar una discusión nacional, incluidas las Isapres, para asegurar que nadie, absolutamente nadie, se quede sin atención de salud por falta de recursos, o peor aún, que la ruina económica sea la consecuencia de tener salud.

martes, 9 de abril de 2013

Hierro fundido



Margaret Thatcher fue un líder político único e irrepetible, y por el bien del Reino Unido, no debiese haber otra "Dama de Hierro"

Les debo las propuestas de este sitio sobre las urgentes reformas al sistema de salud. Nuestra postura es lejos la más radical de todas las que hemos publicado en esta tribuna, por lo tanto, solicito paciencia.

Por mientras, abordemos el acontecimiento más importante del momento: llega a su desenlace la historia de Margaret Thatcher, la Dama de Hierro, quien acaba de fallecer. No obstante, su legado persiste, y por décadas continuará siendo debatido. La tarea la comienza Chile Liberal. Sostenemos en este artículo que a pesar de ciertos notables aciertos, Maggie fue más bien un personaje nefasto para su país y para el mundo. 

Cosas que la prensa chilena no abordará, porque al foco de atención será la liberación de las Falklands, es el contexto en que esta mujer llega al poder. Para graficarlo, basta repasar el video Anarchy In The UK, de los inolvidables Sex Pistols. El Reino Unido era, durante la década 70, una nación enferma, paralizada por el sindicalismo más repugnante, al extremo de convertir a los mandamases sindicales en un poder paralelo que eclipsaba al poder legítimo: la basura en las calles, los cortes de luz, los cadáveres sin sepultar (hasta los cementerios estaban en huelga) eran el signo de la gravedad de la enfermedad. El Partido Conservador, el nasty party, se imponía en las urnas y llegaba al poder con un claro mandato para reactivar la moribunda economía del país, y aplastar de una buena vez a los sindicatos y a los terroristas irlandeses. Y no lo lograba uno de sus señoritos aristócratas con ese pedante acento de la elite británica, sino que con una "facha pobre". 

Sabemos qué vino a continuación: efectivamente, los sindicatos paralizaron al país. Thatcher no se inmutó: dos puñetazos sobre la mesa, el Employment Act de 1980 y su segunda parte, el Acta de 1982, fueron el comienzo del fin de la pesadilla. Una victoria pírrica, pero victoria al fin y al cabo. El infame closed shop, la oscura práctica sindical que obliga a los trabajadores a sindicalizarse, además de la obligación del voto secreto para decidir una huelga y el control a los piquetes, lograron el objetivo. Como es de esperarse, en su momento la popularidad de la Primer Ministra se desplomó. A diferencia del cobarde de Sebastián Piñera, Thatcher sí tenía convicciones y sabía que las medidas eran durísimas pero necesarias: ganó dos elecciones más a pesar de la paupérrima popularidad (¿entiendes, Piñi?)

Pero lejos el punto cúlmine vino con la segunda huelga de hambre de los criminales irlandeses del IRA, en 1981. Como sabemos, montaron una huelga de hambre, que a diferencia de la espuria huelga de hambre de los estudiantes chilenos el 2011 (que subieron de peso durante su acto de protesta), Bobby Sands, cabecilla del grupo criminal nacional-católico IRA, encontró la muerte. En vez de sollozar en medio de la consternación internacional, Thatcher declaró friamente que "el señor Sands fue un criminal convicto, que decidió su propia muerte. Ese es un beneficio que su organización no concedió a ninguna de sus víctimas". 

Está claro que la Dama de Hierro estaba hecha del metal más frío que el mundo ha visto. Su inolvidable discurso "The Lady is not for turning", salpicado con ese único humor británico, quizás sea una de la frases más épicas que un Primer Ministro británico, en tiempos de paz, haya pronunciado.

Es loca
Algunos, especialmente la prensa francesa, tachan a la desaparecida Maggie como liberal, o incluso, ultraliberal. Esto es falso. Si bien la privatización masiva de servicios públicos, así como la venta de las insalubres viviendas sociales a sus moradores, fueron grandes aciertos, Thatcher difícilmente puede ser elogiada por su "liberalismo".

Es cierto que al asumir el mando, el Reino Unido era el país más sindicalizado del mundo. Al final de su mandato, y hasta hoy, ese país tiene menos sindicatos que cualquier otro país. Las multisindicales están prohibidas (un acierto inimitable en Francia). Los impuestos bajaron, así como el gasto público. Gracias a Thatcher, la City, otrora reliquia victoriana, se convirtió en un meritocrático centro financiero sólo superado por Nueva York. La hija de un humilde dueño de un almacén sabía que la libertad de emprender y la responsabilidad individual eran la clave para revivir al sick man of Europe. Pero así todo, Chile Liberal es tajante: el legado de Thatcher es negativo.

El país terminó el premiersership de Thatcher con un déficit estructural, una inflación descontrolada, y en recesión económica. La City recibió carta blanca para hacer lo que se le antoja, anticipando la "regulación liviana" del laborismo  que precipitaría al colapso financiero actual. Las rebajas de impuesto privilegiaron a los más ricos, y al final de su mandato, lo que aceleró su caída, fue el impuesto más infame jamás concebido, el odioso "poll tax", que suscitó revueltas populares al extremo que la renuncia de Thatcher fue tan inevitable como necesaria. 

El poll tax es un impuesto aplicado a todos por igual, por el simple hecho de existir. Este ultraje ha sido desde la Edad Media causa directa de tiranicidios y rebeliones populares (que Chile Liberal aplaude). Sólo porque el Reino Unido es un país de larga tradición democrática es que el final de Thatcher fue una especie de golpe de Estado institucional, y no un ajusticiamiento popular como el que correctamente ejecutó a Gaddafi.

En el plano internacional, el Reino Unido rompió lazos con Europa, herida que aún no cicatriza. Para países como España, Portugal o Grecia, convalecientes de horribles dictaduras, la Unión Europea era garantía democrática que sus propios gobiernos no podían brindar. Para Francia, es una forma de mantener a Alemania bajo control y evitar ser ocupada nuevamente por un régimen demencial. Para Alemania, es una manera de ser aceptada dentro de la comunidad civilizad de naciones. Entre todos, podrían establecer lazos comerciales más libres y expeditos. Nada de eso atrae a la añosa y consolidada democracia británica, que desde siempre comerció con todos e invirtió en el mundo entero. Pero en vez de entablar un diálogo político, fue el aislamiento, la petulancia y la violencia verbal lo que sembró Thatcher y el conservadurismo.

Para los chilenos, desde luego que la amistad de esta mujer con el Carnicero de Santiago fue tan improbable como inaceptable. Thatcher asoció a Nelson Mandela con el terrorismo, mientras que saludó a su "amigo" Augusto Pinochet como el hombre que "trajo la democracia" (!) a Chile. ¿Cuál democracia trajo a Chile el mismo que escribió una Constitución tiránica a su medida? Sólo podemos concluir que a la Dama de Hierro siempre le faltó un tornillo. En su momento incluso fue un dolor de cabeza para la Reina Isabel, quien sólo con su maestría pudo lidiar con la beligerante Primer Ministra (por primera vez, además, la Reina debía tratar con un miembro de las clases populares, a diferencia de los antecesores).

Las Falklands fueron invadidas repentinamente, luego de una borrachera de los generales argentinos. Los kelpers fueron violentados en sus casas, soldados argentinos apuntaron sus armas a civiles e incluso defecaron en los hogares de los isleños. La respuesta de Thatcher fue enérgica y gracias a esa guerra, una revuelta popular hizo caer la dictadura y los argentinos recuperaron su democracia. Al otro lado de la cordillera debiesen prenderle velas y beatificarla. En Chile, es preferible una actitud más bien cauta, como la de los británicos, que se abstuvieron de un homenaje nacional y sólo se le rendirán honores militares. 

Una mujer que destruyó de tal manera el tejido social de su país no puede pasar a la historia como lo hizo Churchill. Ha desaparecido un ícono conservador como pocos, y ojalá que no aparezca otro similar.