martes, 6 de septiembre de 2022

Comité de Expertos: Una bitácora

I can't stand this indecision
Married with lack of vision
Everybody wants to rule the world


"Everybody Wants To Rule The World" (Tears For Fears, 1985)

 


El Congreso debe nombrar un Comité de Expertos para que redacte la Nueva Constitución junto a un Comité Ciudadano nombrado al azar

En Chile Liberal pedimos una Constitución breve, ideológicamente neutra, y duradera. La Convención Constitucional no hizo lo primero, ni lo segundo, ni tampoco lo tercero. Produjo un borrador de casi 500 artículos de extensión, partisanamente woke, y tan deficiente que necesitaba reformas incluso antes de su eventual proclamación. Fue plebiscitado ante la ciudadanía y sufrió correctamente un Rechazo taxativo e inapelable.

Desde esta tribuna ya establecimos que el gran conflicto de nuestra era es la brega entre el pueblo y las élites. Luego del colapso de la Unión Soviética y el consecuente fin del socialismo real, el esquema establecido en la Constitución de 1980 quedó caduco. Necesitábamos una institucionalidad para el mundo post-Guerra Fría, para responder al desafío del cambio climático, la desigualdad relativa, y la difuminación de las fronteras nacionales. Pero el conflicto entre pueblo vs élite es tan profundo que incluso fue la causa misma del fracaso estrepitoso de la tristemente célebre Convención Constitucional: los convencionales de izquierda se obnubilaron por el triunfo y se constituyeron como una nueva élite. Propusieron un borrador atiborrado del lenguaje de la izquierda brahmánica, como la llama Thomas Piketty, un economista francés. El divorcio entre las clases populares y la izquierda es patente.

La lección que aprendimos de la fallida Convención es que este sistema de redacción, mediante un órgano paralelo al Congreso, otorgando carte blanche y compuesto por miembros elegidos por una única vez, no logra un Borrador de unidad, ni representatividad, ni adhesión. Tampoco proporciona calidad técnica. El Plebiscito de Salida debía ser un referendo, es decir, un trámite más bien aburrido donde acudiría la masa del electorado a una mera ratificación, pero la Convención lanzó una molotov al país, enfrentó a unos contra otros, inflamó los ánimos, y todo salpicado de contradictorios y sinuosos meandros jurídicos en un refrito incomprensible de conceptos de las ciencias sociales y del mundo académico. Los independientes se desempeñaron incluso peor que los pocos eruditos.

Chile Liberal invitó, en lo más álgido del Estallido Social, a Sebastián Piñera a proponer una Nueva Constitución, mediante una Convención Constitucional. Fue un error. Desechada para siempre esta opción por la irresponsabilidad de los convencionales, ahora proponemos enmendar el rumbo.

 

Un Comité de Expertos, más un Comité Ciudadano aleatorio, mandatado por el Congreso Nacional

Proponemos a Gabriel Boric dar curso a un nuevo proceso, expedito, para producir la mentada Constitución breve, neutra, y duradera. Esta vez, el Congreso Nacional extenderá una invitación a un Comité de Expertos (CdE) para que redacten una Carta Magna desde donde emanará una institucionalidad apta para la nueva era. No para satisfacer caprichos.

Primero, deberá el propio Congreso producir un Mandato Constitucional, donde se establecerá el mission statement de lo que será el trabajo del Comité de Expertos. Será un acuerdo de caballeros y damas, que se basará mucho sobre la palabra empeñada y los acuerdos tácitos. Se dejará claro que deben trabajar de forma desideologizada, y que deben reflexionar y luego decidir cómo deben reestructurarse los equilibrios entre los poderes del Estado.

En el Mandato Constitucional quedará establecido que la Nueva Constitución tendrá máximo 10 mil palabras y 20 artículos. Estará constituida de tres partes:

* Un Preámbulo, que ordenará el trabajo

* 20 Artículos, donde se establecerá la institucionalidad (10 mil palabras máx)

* Una Carta de Derechos y Deberes Ciudadanos, que incluirá derechos a prestaciones de salud, educación, agua, etc.

El problema del Borrador de la Convención es que sus caóticos 500 artículos fueron ilegibles y desestructurados. Ahora proponemos una estructura similar a la de la Constitución de Estados Unidos, que consta de un preámbulo, unos pocos artículos, y el Bill Of Rights con las Enmiendas, donde se establecen varios derechos (como p.ej. el de portar armas, o la privacidad, como ya vimos). Proponemos a Gabriel Boric preceptuar así al Congreso y luego el trabajo del Comité para asegurar que el texto sea aprobado cómodamente en un referendo sereno, que será rechazado por la Ultraderecha y el Partido Comunista, pero que el grueso del electorado visará sin grandes reparos.

El CdE será formado por no más de 8 personas, entre juristas, académicos e intelectuales destacados. Se nombrará recurriendo a la buena fe de los congresistas. 

Se les exigirá además usar las Constituciones pasadas, inlcuido los apuntes de los Cabildos de Bachelet y el Borrador rechazado, y primero que todo tendrán qu emitir un informe donde establezcan a priori qué es lo que detectaron que está mal del orden constitucional de nuestros 200 años de historia republicana, y cómo planean cotejarlo con las demandas actuales de los votantes.

Pero lo más novedoso que propone Chile Liberal es el Comité Ciudadano (CC). Esto es simplemente un Focus Group. El Servel elegirá al azar, tal como se hizo en la Convention en Irlanda, a 20 miembros de la comunidad, sin mediar elecciones, ni listas, ni cháchara. Estas 20 personas asistirán algunos Sábados en la tarde (como en Irlanda) a una sesión con el Comité de Expertos, donde se les explicará lo redactado. En un ambiente distendido y de bonhomía, los ciudadanos plantearán sus consultas, y los expertos tendrán que ser capaces de explicar con peras y manzanas su trabajo. Al final, como se ha hecho en algunos programas de TV, el Comité Ciudadano votará y así sabremos si esta muestra aleatoria de votantes quedó satisfecha con el trabajo del Comité de Expertos.

Si el Nuevo Borrador es breve y pulcro, este método será productivo. Las sesiones se pueden transmitr por YouTube, y se publicará sagradamente un Acta, donde se recogerán las explicaciones y el feedback ciudadano. El CdE luego definirá cómo adoptará las reacciones expresadas por el CC. Se puede nombrar más de un Comité Ciudadano, y los Expertos pueden desplazarse a Regiones para sostener estos encuentros. Pueden incluso organizarse sesiones ad-hoc con dirigentes vecinales, y por invitación, a gremios (médicos, profesores, abogados, sindicatos de trabajadores, uniones estudiantiles). 

Particularmente interesante sería al final invitar a los ex Presidentes para que entreguen su opinión y su visión de los desafíos que vieron en el pasado y qué creen que puede ayudar en la Nueva Constitución.

En resumen, proponemos a Gabriel Bric un Comité de Expertos que realice la redacción, con la asistencia de un Comité Ciudadano aleatorio, realizando algunas sesiones conjuntas, trabajando bajo un Mandato del Congreso para producir un resultado que debe concitar gran apoyo ciudadano. El Nuevo Borrador debe ser breve, compuesto por un Preámbulo, un articulado sucinto, y una Carta de Derechos en una sección aparte. Desde Chile Liberal seguiremos la discusión y nos aseguraremos que sea exitoso.

jueves, 28 de julio de 2022

Aborto en EEUU: Una Guerra Civil

 

"...y la Historia aún muestra
las cicatrices de nuestra Guerra Civil"

Civil War (Guns N' Roses, 1993)

 

EEUU muestra los efectos de un mal orden constitucional

Casi la mitad de los norteamericanos cree que es inminente una segunda Guerra Civil. Los dos libros súper-ventas en estos momentos llevan por título "La próxima Guerra Civil" y "Cómo Empiezan las Guerras Civiles". Chucha. Una turba asaltó el Capitolio para impedir que se nominase al presidente electo, Joe Biden, en la práctica causando un golpe de Estado técnico. Con 393 millones de armas en manos de civiles, y grupos paramilitares amparados en la Constitución, la reciente decisión de la Corte Suprema de suspender el derecho al aborto ⎯el tema más explosivo de nuestra época⎯ puede tener consecuencias devastadoras en la primera potencia mundial, y por consiguiente, en el mundo.

¿Puede estallar una nueva Guerra Civil? Sí, de hecho, el país ya está en estado mental de guerra. ¿Cómo se llegó a esto en la democracia moderna erigida como paradigmática? Debemos entender el mecanismo que llevó a este descalabro si queremos, de paso, salir airosos del embrollo constitucional al que nos arrojó la Convención Constitucional en Chile.

No hubo debate

La raíz del problema en EEUU es simple. EEUU nunca tuvo un proceso deliberativo, realmente democrático, para zanjar la cuestión del aborto. Es, de hecho, la única nación industrializada que aún sigue empantanada en este marasmo. 

Comparemos con lo que ocurrió en Francia. La adalid del movimiento pro-elección en el país galo fue Simone Veil, miembro de l'Académie Française, intelectual de envergadura universal, sobreviviente de los campos de concentración nazi, quien realizó un histórico discurso en la Asamblea Nacional francesa en favor del derecho al aborto. Este documental muestra el minucioso trabajo para componer e incluso declamar su alocución. Ésa es la instancia representativa que corresponde para tomar las grandes decisiones: el Congreso de representantes. Pasado el proceso de deliberación, la sociedad francesa dio vuelta la página. El aborto ya no es tema.

En EEUU, en cambio, donde son herederos de la tradición jurídica de la Common Law, la cosa es bien distina. Si bien no han tenido 14 constituciones como en Francia (les gusta el hueveo a los franceses), su único texto escrito muchas veces hace agua. La ley es lo que establece la Constitución, y luego, mediante actas del Congreso pero también con resoluciones judiciales que se enmarcan en la Constitución, se constituye el resto de las leyes. Cuando Simone Veil se dirigía a los diputados franceses, en EEUU una mujer llamada Norma McCorvey, bajo el seudónimo de "Jane Roe",  interpuso una acción judicial para practicarse un aborto, amparándose en el "derecho a la privacidad" que emanaría, según leguleyadas ininteligibles, de la 14a Enmienda de la Constitución de EEUU. La corte resolvió que efectivamente así es.

Sin mediar un proceso de debate, en la ausencia de deliberación, sin discusión pública necesaria en estos cambios en las normas morales de una sociedad, un grupo de jueces estableció, en la práctica, el derecho al aborto.

Pero la estridencia y los desencuentros continúan porque a diferencia del caso francés, la cuestión nunca se zanjó. De hecho, ahí empezó una verdadera guerra entre el campo pro-vida y el pro-elección. Y en una extraordinaria vuelta de tablero, después de nominaciones de jueces de dudosa imparcialidad, la Corte Suprema revertió la icónica resolución Roe Vs Wade, en lo que podemos analogar a una sesión de espiritismo donde un grupo de sujetos invocan desde el más allá a Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, George Washington y compañía, para entender qué demonios quisieron decir en 1787.

Esto toma ribetes alarmantes cuando comprobamos que los Estados pueden acoger de distintas maneras esta resolución federal en sus leyes locales, y algunos estados prohiben de rompe y raja el aborto mientras otros lo mantienen (ver mapa abajo - fuente: BBC). Considerando que la división geográfica del país responde a sus humores políticos-sociales, no es muy descabellado creer que el Norte y el Sur, más el Lejano Oeste, se dividirán sobre esta cuestión, tal como lo hicieron antes durante la Guerra de Secesión. ¿Qué les impide hoy agarrarse a balazo limpio?

Ya sé qué me dirán, ¡esto no será como la Guerra entre el Norte y los Confederados! OK. Desde luego no será así. No tendremos tampoco esas grandes obras de la literatura que testimonian los cruentos enfrentamientos. No tendremos esas conmovedoras referencias literarias, como Mr March en la maravillosa novela Mujercitas, de Louisa May Alcott, en la que el padre deja a su familia para ir a pelear contra los del Sur. No veremos otra Scarlett O'Hara en Lo que El Viento Se Llevó. Para qué vamos a seguir. No debemos jamás romantizar la guerra, porque la guerra es algo horrible.

 Todo lo anterior resuena en Chile porque absurdamente la Convención Constitucional metió a la mala muchos temas altamente polarizantes que causarán una división imposible de subsanar en la sociedad chilena. La Constitución debe establecer el marco legal. No debe permitir legislación que no pasará por los procesos de deliberación. Menos aún, empezar a trazar naciones dentro de un país, y luego arrojar un texto a la masa para que lo apruebe, considerando sus muchas falencias. La debacle de EEUU debe servirnos de alerta. Pretender saltarse una debida y saludable argumentación es crear una guerra civil.

lunes, 7 de marzo de 2022

Invasión rusa en Ucrania: Paren al tirano Putin

 

SO PLEASE

STAY OFF MY BACK

OR WIL WILL ATTACK

AND YOU DON’T WANT THAT.

 

I’VE GOT THE POWER.

 

The Power” (Snap!, 1990)

 

 


Si Putin continúa agrediendo a Ucrania, como seguro seguirá haciéndolo, entonces la OTAN debe intervenir

 

El colapso de la Unión Soviética fue "la peor catástrofe geopolítica del siglo 20", declaró Vladimir Putin. Bajo los escombros del fracasado proyecto comunista quedaron dispersos distintos pueblos rusófonos a través de países que alguna vez formaron una misma nación. Pero ahora todas las ex repúblicas soviéticas son independientes. La reciente agresión de Vladimir Putin a Ucraniacon sus terribles consecuencias—no debe quedar impune.

 

Durante la Guerra Fría vivimos bajo el miedo constante a un desmadre nuclear, que llegó a su paroxismo con la crisis de los misiles cubanos en 1962 cuando los soviéticos usaron la isla para instalar bombas atómicas a  pocas millas del territorio de EEUU. Luego de las humillaciones sufridas por las dos grandes potencias en Vietnam y Afganistán, respectivamente, y tras la caída del Muro de Berlín y el abrupto fin de la USSR, el “fin de la historia” pregonado por Francis Fukuyama en la década '90 nunca llegó.

 

El atentado contra las Torres Gemelas el 2001 fue la primera señal de que la historia continuaba. Desde entonces pareció que un ejército con hombres en uniforme enfrentándose a otro ejército con hombres en uniforme era una cuestión añeja, relegada al siglo 20, o a lo sumo, algo imposible en Europa. Por inverosímil que parezca, hoy una guerra en el continente europeoaunque sea en uno de sus rincones remotos—se revela en directo en nuestros teléfonos y tablets. El mundo ha cambiado completamente, sí, pero la Historia inexorablemente se repite.

 

Reunir a pueblos diseminados bajo una sola patria fue el argumento esgrimido por Adolf Hitler para desatar la 2a Guerra Mundial. Ese mismo argumento arguye hoy Vladimir Putin, quien pasó de un autócrata frío y temible a un tirano psicopático.

 

Las guerras en Chechenia y Georgia, y la anexión de Crimea, ya presagiaban las dificultades de los rusos para concretizar su proyecto imperial, mientras las repúblicas post-USSR oyen  los cantos de sirena de un posible ingreso a la Unión Europea (a la que los británicos dieron un portazo). A medida que más países eslavos abren sus puertas a la OTAN o envían sus candidaturas a la UE, paradojalmente se reafirma el vaticinio noventero de Fukuyama: la democracia liberal y el libre comercio son valores que todos los países adoptarían.

 

Lo anterior aún es debatible en el siglo 21, desde luego. China, la futura superpotencia, exhibe un modelo similar al aplicado en Chile bajo la dictadura militar: una economía relativamente abierta, un capitalismo de amigotes, en un régimen político sin libertades. Rusia aspira algo similar a lo de China aunque sin un Partido Comunista, sino con una plutocracia en un capitalismo de amigotes, lo que es incluso más parecido al régimen de Pinochet, si añadimos las privatizaciones salvajes por parte del hombre fuerte en beneficio de sus cercanos, para así afianzar el sistema político autocrático. Este equilibrio es frágil y sólo puede imponerse por un mandatario que gobierne con mano de hierro. Gente como Donald Trump y Jair Bolsonaro elogian esta estulticia.

 

El día que los rusos exijan elegir sus autoridades en un sistema multipartidista y demanden vivir en una sociedad que respete las libertades individuales, ese día se acaba el sistema de Putin.

 

Si pueblos eslavos con quienes los rusos guardan lazos de hermandad empiezan europeizarse, el efecto dominó será incontrarrestable. Rusia aceptó de mala manera la incorporación de las repúblicas bálticas a la esfera UE-OTAN, violando el acuerdo tácito con Gorbachov que acababa con la URSS pero dejando esa parte del mundo libre de la influencia occidental.

 

Sin la amenaza soviética la OTAN fue perdiendo su raison d'être, tanto así que Emmanuel Macron la declaró “en muerte cerebral”. La OTAN podía seguir expandiéndose porque daba lo mismo.

 

Pero para la casta gobernante en Rusia no da lo mismo porque estos zarpazos occidentales ponen en peligro la estabilidad que logró Putin después del caos que dejó su antecesor, Boris Yeltsin. Après moi, le deluge, dice Putin a su pueblo. Si Ucrania se “occidentaliza”, es cuestión de tiempo para que otros la emulen, y ahí Rusia acaba asediada por países democráticos. Incluso si Rusia también cede, podría empezar a construirse la zona más poderosa de la historia, Eurasia, desde Vancouver a Vladivostok. Por supuesto que Rusia sería marginal en este espacio común.

 

No obstante, no es el orgullo nacionalista lo que hace palpitar a Putin. Es simplemente la pulsión por acumular más poder, y luego, de no perderlo, y cuando ya no pueda ejercerlo, heredarlo a uno de los suyos. El poder es un narcótico. Con este propósito, para conservar su poder, si es necesario pulverizar Ucrania, lo hará, porque una grieta, por poco agua que filtre pronto derrumbará toda la compuerta. Delirante, Putin llegó a amenazar con un ataque nuclear.

 

¿Qué hacer?

Occidente le ha declarado la guerra, no con armas convencionales, biológicas ni nucleares, sino con sanciones financieras que son equivalentes a detonar un arma nuclear en la Plaza Roja. Esto está bien.

 

Golpear sin piedad a los oligarcas en Londongrad y la Riviera francesa es el siguiente golpe letal. Luego condenar a los rusos más prominentes al ostracismo. Dejar espacio para ir escalando, hasta castigar a toda la población si es necesario aunque ofreciéndoles recompensas si ejercen su derecho de rebelión contra el tirano Putin. ¿Que no funcionó con Cuba? Pues claro, porque las sanciones fueron tímidas. Esta vez el poder destructor debe ser total.

 

Provocar un autogolpe por parte del alto mando rusoque de seguro no ve el sentido en invadir Ucrania—sería lo ideal. In fine, estamos hablando de un regime change.

 

Si algo aprendimos del fracaso en Iraq y Afganistán es que los valores occidentales necesitan de tiempo para fraguar en los corazones y las mentes. No es cosa de bombardear a los malos para que así espontáneamente puedan gobernar los buenos. 

 

Rusia, no olvidemos, jamás ha tenido una democracia. Los bolcheviques triunfaron ahí en el siglo 20 porque aún persistía el orden feudal propio de la Edad Media. El comunismo fue permutar un modelo feudal por otro. Putin impuso otro feudalismo. Sería iluso creer que Rusia adoptará una democracia en nuestro tiempo de vida sólo porque sacamos a Putin, tal como fue iluso creer que la democracia florecería porque botamos el Muro de Berlín o porque tumbamos a la URSS.

 

Pero al menos se puede dar el primer paso, y ese primer paso va servir, además, para poner a raya a China.

 

Si Putin insiste en bombardear civiles, hay un conspicuo casus belli. Defender a Ucrania vale la pena. Ahora que en Occidente ya no hacemos el servicio militar y no sabemos cómo carajo empuñar un arma de guerra, debemos entender que no hay forma pacífica de detener la carnicería—de hecho ya ha comenzado. Si Putin no quiere sentarse a conversar y si sigue crímenes de guerra, no hay alternativa a una liberación de Ucrania por parte de la OTAN.