domingo, 17 de mayo de 2020

Coronvirus: Sí a la cloroquina


Girl, 
You have no faith in medicine 
Is there a way to find a cure for this
Implanted in a pill?
 
"You Have No Faith In Medicine" (2003, The White Stripes)


El inminente fracaso frente al Covid-19 es mitigable con cloroquina

La idea siempre fue imponer confinamientos para que el aislamiento social ralentice el contagio y así se evitaría saturar al sistema de salud. Como recomendó Chile Liberal, se implantaron cuarentenas progresivas y sectorizadas, con cordones sanitarios para acorralar al bicho y frenar su propagación. Era vital el timing preciso y el buen criterio, aparte de la cooperación de la ciudadanía.

La clave de los países exitosos ha sido el actuar robusto y precoz. Acá la administración de Piñera no falló. “Gripecita”, dijo Bolsonaro. “Hay que ir al teatro”, dijo Macron. “Abrácense”, AMLO. “Igual le doy la mano a la gente”, Boris Johnson. “Va a desaparecer pronto”, Trump. Piñera—a pesar de sus recurrentes gaffes verbales—se lo tomó en serio desde un principio. Asegurar que la pandemia se inició en la ciudad china de "Yahoo" fue una nimiedad perdonable.

Pero las cuarentenas fallaron en el timing. Además fueron laxas, y los cordones sanitarios porosos. En vez de mostrar humildad ante una realidad que desconocemos, en el gobierno han sido fanfarrones. Ser equívocos, cambiar de parecer, hacer giros en U, descoordinaciones, todo eso es esperable y ninguna oposición leal puede alegar por todo aquello en un gobierno. Pero las chorezas son imperdonables en una guerra que probablemente íbamos a perder igual, a lo sumo sería una victoria pírrica, lo único esperable en este combate es declarar tablas con un  saldo de muertos lo menos elevado posible.

De la ciudadanía no se puede esperar mucho. Decenas de miles de peticiones de salvoconductos hicieron colapsar las comisarías virtuales. Vimos interminables filas de vehículos tratando de salir de la capital para ir a la costa. Un palurdo esquiva los controles en helicóptero. Toda la estupidez se cristaliza en la tontona a quien le preguntan qué trámite urgente iba a hacer en vísperas de Semana Santa: “voy a  dejarle huevitos de chocolate a los hijos de mi pololo”, contestó. A dónde la vio. Iba a culiar, a eso iba. “Voy a echar la última cachita”, habría sido más honesto y hasta entendible.

Uno de los motivos principales para no decretar cuarentenas brígidas como se hizo en Argentina es porque la dosis de este fármaco debe ser progresiva, porque puede resultar contraproducente, y porque siempre había que guardar el confinamiento total como último recurso—en caso de que la infección estallase en invierno. Probablemente ya estamos en el peak, uno vertiginosamente alto, con la ocupación de los servicios de reanimación a un 90%. Ahora llegó el momento del último recurso: la cuarentena total.

En nuestro post anterior dejamos abierta la posibilidad de que el virus sí tenga un comportamiento estacional y que sea necesario volver a confinar. Así ocurrió.

Si falla ahora, habremos pasado de la medianía de la tabla—donde siempre estuvimos salvo que crean los absurdos tweets de Mauricio Rojas—a la lista negra de países que fracasaron. Simplemente, llegó la hora de la verdad.


¿Y si fallamos?
“Si la mierda llega al ventilador”, como dicen los gringos, nuestro sitio propone aplicar la biterapia que mezcla hidroxicloroquina, un derivado de la cloroquina, con azitromicina, un antibiótico. Este tratamiento, propuesto por el profesor Didier Raoult en Marsella, en el sur de Francia, administrado correctamente, puede ser altamente efectivo en reducir la carga viral de los enfermos de Covid-19.

El mentado procedimiento es controversial y de hecho acaba de causar la renuncia del ministro de salud de Brasil porque Bolsonaro aprueba su aplicación pero el ministro no. En Chile Liberal somos responsables y queremos indagar más al respecto.

Breve historia de la cloroquina
Para conocer la cloroquina debemos remontarnos al año 1638, en el Perú colonial. La condesa de Chinchón, esposa del virrey (no confundir con la otra condesa, retratada por Goya) se enferma gravemente. Sufre de fiebre y de todos los síntomas de una enfermedad que conocían los indios y que con el tiempo se le llamaría paludismo, o malaria. Los jesuitas, que cuando no estaban chiflándose niños se dedicaban a conocer las costumbres de los autóctonos, supieron que de la corteza de un árbol de la maraña andina se extraía una sustancia que curaba esa enfermedad tan rara para los europeos. El resultado fue espectacular: la condesa de Chinchón se recuperó.

Atónitos, mandaron esta pócima en forma de polvo a Europa, la cual se acabó conociendo como “polvo de la condesa”.  En realidad proviene de la corteza de un árbol andino llamado quino, de donde se extrae la quinina. Se ha afirmado que su importancia fue mucho mayor que todo el oro extraído del Perú. De hecho, sus hojas forman parte hoy del pabellón patrio del país hermano.

En Europa continuaron investigando las propiedades de la quinina hasta que la sintetizaron e inventaron la cloroquina. En la Francia colonial se usó de forma masiva en los hospitales militares para tratar a los soldados  que se contagiaban de malaria durante las aventuras expansionistas en África. Sus resultados fueron asombrosos.

Es decir, la cloroquina está lejos de ser un exótico remedio propuesto por un científico loco. Se conoce desde siglos. Se suministran más de 60 millones de dosis cada año. Didier Raoult alcanzó notoriedad mundial cuando propuso apenas se declaró la pandemia que el tratamiento esté disponible, y afirmó que él lo aplica en Marsella con buenos resultados. Macron fue a visitarlo en Marsella y desató una batahola de críticas e histeria colectiva. Marsella es una ciudad conocida en Francia por estar llena de locos, no se extrañen que allí hayan contratado a Marcelo Bielsa. Al profesor Raoult, conocido disidente del establishment científico parisino, lo han ignorado a él y ninguneado su tratamiento  tachándolo de “controversial” y levantando suspicacias sin que nadie, en estos eternos dos meses, haya testeado el tratamiento.

¿Por qué tanta controversia?

Primero, porque ha alimentado teorías conspirativas. El mundo entero aguarda con desesperación un tratamiento para el Covid-19 y los grandes laboratorios trabajan en ello y cuando salga al mercado costará una fortuna y se venderá como pan caliente. La modesta cloroquina es genérica y cuesta lo mismo que una aspirina. Es baratísima.

Segundo, se alega que no conocemos sus efectos colaterales. Con 60 millones de dosis vendidas cada año, este fármaco conocido desde el Perú colonial es difícilmente algo novedoso. De hecho, con esto trataron a Tom Hanks y su esposa y hoy están más frescos que una lechuga.

Tercero, y este es el punto central de este post, si colapsan los servicios sanitarios no queda alternativa sino curar con el famoso tratamiento con cloroquina si no queremos vernos en la triste disyuntiva de empezar a dejar morir a los abuelos para salvar a los jóvenes. Evitar el triage era el motivo para aplicar cuarentenas—aunque implicase pitearse la economía y matar gente de hambre.

Si no se logra contener el número de enfermos y escasean ventiladores y camas, pues hay que tomar decisiones difíciles. Someterse voluntariamente al tratamiento con cloroquina quizás sea mejor que una muerte segura, para además dejar libres preciosas camas que pueden salvar vidas de padres o madres de familia. Chile Liberal no se opondría.

domingo, 3 de mayo de 2020

Coronavirus: Dinero desde un helicóptero


Life was so beautiful
Then we all got locked down

Living In A Ghost Town” (2020, The Rolling Stones)

No escatimen esfuerzos en la recuperación económica

La coronacrisis es el evento Deus ex machina que va a marcar los nuevos “locos años 20”. Acá, desde mi balcón, entre interminables sorbos y más sorbos de 1664, y picoteando aceitunas griegas kalamata, extrañando las aceitunas de Azapa de mi Norte natal, veo la ciudad completamente vacía. “Soy un fantasma en una ciudad fantasma, la vida era hermosa pero nos pusieron en cuarentena”, suenan los Rolling Stones una y otra vez.

Veo el video de los Stones. Pienso en las imágenes escalofriantes de los lugares más ajetreados del mundo ahora completamente desiertos. Oxford Street sin bullicio, Trafalgar Square, un terreno baldío. Un vértigo me viene al estómago de pensar en mi lugar favorito de todo el mundo, la librería Waterstones en Piccadilly, sumida en la oscuridad, en espectral silencio, con los libros polvorientos en los estantes sin que nadie los hojee, las cajas cerradas, sin té ni café siendo consumido en el quinto piso (o sexto, como sea que cuenten). La coronacrisis en todo su lúgubre esplendor.

¿Cómo salir de este atolladero? “Si todo lo demás falla, prueben tirar dinero desde un helicóptero”, es un frase que se le atribuye a Milton Friedman, un teórico monetarista. Con la gente encerrada en sus casas—los que tienen o los que pueden—se desploma la actividad económica. Hay servicios no proveídos. La prioridad es salvar vidas pero ya empezamos comprobar que la crisis sanitaria muta rápidamente a crisis económica, que puede ser más letal que el virus mismo.

Para ser exactos, como es tradición en Chile Liberal, Friedman no pronunció esa frase. Lo que sí dijo fue:

« Supongamos que un día un helicóptero vuela sobre un poblado y lanza billetes de 1.000 dólares desde el cielo. Desde luego, la gente se agolpará para ir a recogerlos. Supongamos, más aún, que todo el mundo está convencido que es un evento excepcional y que no volverá a ocurrir.  »

Es brutal pero es lo que recomienda Chile Liberal y ya lo esbozamos en nuestro primer post en esta serie sobre el maldito Covid-19. El gobierno debe empezar a arrojar plata no desde un helicóptero para comenzar a inyectar liquidez a los consumidores para que, primero, se queden en casa lo más posible, y segundo, para revivir la actividad económica con celeridad apenas se aplane la curva de muertes y contagios.

El gobierno de Emmanuel Macron diseñó un programa de cesantía parcial y otras formas de ayuda a las pequeñas empresas. Compañías grandes en dificultades, como la emblemática Air France, serán semi-nacionalizadas—Air France deberá implementar, a cambio de la ayuda, un esquema de uso de combustibles limpios.

En EEUU, Donald Trump anunció un paquete de estímulo de $2 trillion, en castellano son $2 billones, o sea, 1012, con doce ceros. Dicho en sencillo, más plata que la chucha.

Todo esto implica lanzar billetes desde un helicóptero. El helicopter money por supuesto que tiene detractores pero Chile Liberal sostiene que las ventajas son superiores a los inconvenientes. Una economía en panne necesita dinero para volver a funcionar. Esto es lo que el gobierno puede solucionar y para eso debe reactivar la demanda. La idea es distribuir la mayor cantidad de dinero a la mayor cantidad de gente a la mayor velocidad posible.

El dinero de helicóptero tiene la ventaja de no aumentar el déficit ni la deuda ya que es una política monetaria y no una política presupuestaria. El Banco Central, sea el BC de Chile, la Fed, el BoE o el BCE, lo distribuyen sin contrapartida. En Chile más aún tenemos la ventaja de contar con fondos externos a los cuales urge echar mano: las vicisitudes de la coronacrisis serán las más violentas desde 1929 y no hay que ser tímidos en su mitigación.

En términos político-ideológicos, este concepto concita el acuerdo de liberales, socialistas y keynesianos.

Tampoco es una cuestión particularmente estrafalaria. El dinero de helicóptero es la otra cara de la política ya aplicada el 2008 para salir de la Gran Recesión, el Quantitative Easing, o expansión cuantitativa. No por nada, al dinero de helicóptero se le llama “Quantitative Easing para el pueblo”.

Cuando las tasas de interés ya están muy bajas, como en la actualidad, los banqueros centrales ven reducido su radio de maniobra. A diferencia del QE, ahora ya no se puede ir a comprar títulos para crear dinero e inyectarlo a la economía. Es el momento de poner plata real en la economía real.

Bajemos del helicóptero a la triste realidad
Comprobamos que si bien las medidas del gobierno de Piñera son muy adecuadas, con el bono Covid-19 y los préstamos a tasa cero, entre otras, el gran talón de Aquiles es la baja bancarización de los ciudadanos.

Chile Liberal desde siempre ha propuesto la masificación de las cuentas RUT y la implementación y como corolario la puesta en marcha de la renta básica universal. Con esta infraestructura en práctica, bastaría que el ministro Briones haga un clic y traspase el dinero desde la billetera del país a la billetera de la gente de manera expedita.

No sólo en Chile esto es un problema. Como destaca el economista francés Thomas Piketty—en la antípodas ideológicas de Chile Liberal—el gobierno dispone de los datos de todos los ciudadanos para extraernos los impuestos y se sirve de una eficiente maquinaria con este fin, pero cuando se trata del movimiento contrario, es decir, para devolver el dinero a los ciudadanos, resulta que la logística no está disponible.

Si esto ocurre en el país que trajo la burocracia a Occidente (inventada en China y replicada bajo el gobierno de Luis XIV en Francia) imaginémonos las dificultades en nuestro país donde el trabajo informal se eleva al 30% y se ha justificado todos estos años en nombre de una tergiversada libertad de emprendimiento. En la era de la uberización del empleo debemos preguntarnos si acaso este modelo requiere una reingeniería o no.

Más aún, no se ha desplegado la bancarización universal. Bancarizar hoy es equivalente a alfabetizar ayer. El dinero podría distribuirse fácilmente y las tarjetas cuenta RUT podrían usarse para que los beneficiarios abastezcan y compren alimentos en los supermercados y en las ferias libres.

En Francia, por ejemplo, el cheque restaurant—Sodexo como existe en Chile—se  puede emplear para comprar verdulerías pequeñas, ferias libres, panaderías y almacenes de barrio. Es fácil bloquearlas para la compra de alcohol, tabaco o comida chatarra. Una tarjeta cuenta RUT así al menos facilita la adquisición de frutas y hortalizas frescas y de paso mejorar la salud y productividad. La misma tarjeta RUT ya sirve para pagar el transporte público. Es cosa de unir los puntos.

Contar con esta logística habría permitido bajar a la realidad el bien pensado paquete de estímulo del gobierno, sin contratiempos. Nos encontramos con la paradoja de que el plan de gobierno es excelente pero su aplicación es torpe o incluso imposible. Si todo esto es impracticable, entonces, parafraseando a Friedman, simplemente agarren helicópteros de la Fach y vayan a tirar billetes sobre la gente.