sábado, 24 de octubre de 2020

Un voto Apruebo: Por una Democracia Total

 

I'll tip my hat to the new Constitution
Take a bow for the new revolution
Smile and grin at the change all around

 

–“Won’t Get Fooled Again” (The Who, 1971)

 

 

Urge una Constitución post-socialista que resuelva la brega entre el pueblo y las élites

 

La Constitución de 1980 resolvió mediante la fuerza bruta el gran conflicto ideológico del siglo 20, que fue la pugna entre el socialismo y  la libertad, con la consagración constitucional del rol subsidiario del Estado. Pero a pocos años de su promulgación cayó el Muro de Berlín, colapsó estrepitosamente la Unión Soviética, hubo una estampida de balseros cubanos hacia Miami, y el socialismo real llegó a su fin. De paso, la Constitución chilena que impedía el socialismo quedó obsoleta.

 

Pero eso poco importó. Se  hizo un recauchaje a la Constitución y recuperaríamos la democracia -- o un sucedáneao. Comenzaban los años ’90 y EEUU se erigió como el gendarme del mundo. Francis Fukuyama anunció el fin de la Historia, y el autor francés Philippe Muray famosamente declaró el nacimiento del Homo festivus y la "salida de la Historia". Tuvimos Internet con módem y Napster. Estábamos de jauja. En Chile, de hecho, con la Concertación capturamos el zeitgeist e inventamos la Tercera Vía antes que Bill Clinton y Tony Blair. 

 

Pero el conflicto de nuestra era ya no es la brega entre la tribu ideólógica que pregona el control totalitario del Estado versus los otros que buscan abolirlo. Hoy, lo que define a nuestra era es la lucha entre el pueblo y las élites.

 

El orden constitucional actual no logra resolver este problema, que nos acompañará por un buen tiempo. Antes podías llamar a la cúpula sindical o hacerle guiños a los líderes de la izquierda dura y apaciguabas los ánimos. El ciudadano de a pie en la actualidad no se siente identificado con ellos, al contrario, los aborrece.

 

El quid del asunto es cómo distribuir el poder para que las leyes del mercado no se conviertan en la ley. Cómo devolverle poder a la ciudadanía, que ya está empoderada. Cómo hacer que las elecciones sean reales y no una coreografía dirigida por los dueños del dinero, que como titiriteros manejan a los legisladores y a la opinión pública con los medios de comunicación.

 

La Constitución actual es un entuerto que sobrevivió su fecha de vencimiento. En Chile Liberal queremos un balance de poderes para que el Congreso no sea una escribanía del Presidente, para que el poder no resida en una fantasía etérea  sino que en un ente real como el Parlamento. La destrucción schumpeteriana debe ser institucionalizada.

 

El Brexit en el Reino Unido fue una rebelión popular, pero civilizada. Los británicos no arrancaron los leones de Trafalgar Square, ni botaron la columna de Nelson, ni pintarrajearon la National Gallery. A la señora Theresa May la echaron de una merecida patada en el poto sin Hawker Hunters bombardeando 10 Downing Street. A eso debemos aspirar. Y noten que en el Reino Unido no hay una Constitución escrita como tal.

 

Sinceramente, subyace algo grotesco y absurdamente cartesiano en querer escribir las leyes de un país y luego pasar años, décadas, o siglos discutiendo si el texto dice esto o lo otro. EEUU aún se desangra por el derecho a portar armas como si aún fuesen una tierra salvaje donde la ley la hace el más rápido del Oeste. Una Constitución debe ser flexible y capaz de adaptarse a su era.

 

Más aún, otro gran problema de nuestra época, como incluso lo vemos en la designación de un nuevo juez de la Corte Suprema de EEUU por parte de Trump, es que hoy en día también gobiernan los jueces mediante su inventiva para tomar textos legales, retorcerlos y hacerlos hablar y decir lo que ellos quieren que digan. Si hay algo tan terrible como el gobierno de los dueños del dinero es el gobierno de los jueces. Ambos son inherentemente antidemocráticos, porque lo ejercen quienes no han sido elegidos.

 

El gobierno debe ejercerlo la ciudadanía mediante sus representantes, sin las tutelas y cortapisas que por años toleramos pero que ya se volvieron intolerables. Se nos dice que la Constitución de 1980, que contenía el nefasto Artículo 8º entre otras bazofias, ya ha sido reformada 500 veces. Bueno, si el texto necesita tanto arreglo es porque en esencia es penca. Hay que cambiarlo. Necesitamos una democracia total.

 

Para eso, Chile Liberal vota Apruebo. Para producir una Constitución breve, neutra y duradera por al menos 40 años, y esperamos que una Convención Mixta obligue a los políticos  trabajar por los ciudadanos que los eligieron.

lunes, 28 de septiembre de 2020

Un voto por Joe Biden

Mira los políticos que seguimos

Mira las mentiras que nos tragamos

Y ya no quiero más tu Guerra Civil

 

"Civil War" (1991, Guns N’Roses)

 

 


Joe Biden es mal candidato pero urge echar a Trump como sea

 

Alguna vez vimos a EEUU, una de las democracias occidentales más sólidas, con admiración. Presenciamos hoy absortos cómo ha caído más bajo del fondo con un Presidente más propio de las repúblicas bananeras del sur del Río Grande.

 

Se espera del Presidente que esté por sobre las circunstancias y más allá de las pequeñeces bipartisanas. Trump ha exacerbado el odio. Ha estallado la violencia en un país que ya es de por sí extremadamente violento. El electorado está polarizado en extremo. Su retórica incendiaria y el estilo circense puede ser gracioso pero nunca hubo alguien más nefasto para liderar durante una crisis tan enorme como la del Covid. 

 

Trump es como mandatario un incompetente. Como persona, un hijo de puta. Hay que sacarlo.

 

En Chile Liberal desde siempre añoramos ver a Mike Bloomberg como candidato. Nuestra aspiración se vio casi cristalizada pero su desempeño fue patético. Luego, ha sido doloroso comprobar que el establishment Demócrata ha sido incapaz de presentar un candidato sólido y nos han puesto a un señor respetable pero senil, soporífero e incapaz de conectar frases.

 

Trump ha dejado entrever que si pierde no dejará el poder poniéndose al mismo nivel de los Kirchner, los Evo Morales, y de todo el resto de los presidentes latinoamericanos que aspiran a ser presidentes vitalicios. El browning of America ya es una realidad. Gente como la señora Ocasio-Cortez se declara "socialista" en un país donde dicha palabra es un insulto, exige viviendas sociales y se compra un departamento de lujo en Washington, como el chalet del luchador social Pablo Iglesias en España. Mientras más se latinoamericaniza la población norteamericana, más se diluye la base anglosajona protestante y los vicios del sur también migran al norte, incluida la decadencia política.

 

EEUU está en su ocaso y cabe preguntarse cuál habrá sido su legado. Los británicos se jactan de haber dejado sus grandes obras de infraestructura. Los franceses creen haber dejado sus escuelas. Quizás la gran contribución de EEUU haya sido su Constitución, la misma que reconoce el derecho del pueblo a formar una milicia y derrocar al Presidente si se vuelve un tirano. Si Trump se niega a abandonar el poder, acusando fraude o extralimitándose en sus poderes con la excusa chanta de la pandemia, la magia del sistema norteamericano ya contempla en su carta fundamental la forma de sacarlo, muy à la americaine, es decir, a balazo limpio.

 

Si hay algo inspirador en EEUU es esa frase extraordinaria en su Declaración de Independencia: la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad. Por tanto tiempo ha fascinado a expertos, constitucionalistas, filósofos y ciudadanos comunes y corrientes que nos maravillábamos con esa gran potencia a la que podías emigrar para hacer realidad tus sueños de prosperidad y libertad, y en una de esas encontrar esa ansiada felicidad.

 

La realidad es otra. La clase media norteamericana está en ruinas. El país vive un declive irreversible que Trump sólo ha intensificado. Cualquier cifra que saque el gobierno es inverosímil. Trump es un mentiroso y su gestión ha sido un fracaso.

 

Si hacemos un esfuerzo en encontrar algo bueno podemos decir que Trump no ha ordenado bombardear ninguna parte de ese lugar lejano y desconocido llamado “el resto del mundo”. Ha sacado a la luz el “Estado Profundo”, el Deep State, una cuestión de extraordinario interés para quienes somos de persuasión liberal.

 

Pero nada puede justificar continuar la falta de honestidad y la incompetencia extrema. Biden es un candidato muy malo pero es menos malo que seguir con Trump. Nuestro endorsement esta vez va hacia el candidato Demócrata.

domingo, 30 de agosto de 2020

Retiro del 10%: Una nueva era

 

Money's too tight to mention

I can't even qualify for my pension

"Money's Too Tight To Mention" (1985, Simply Red)

 

"Los comedores de papas" (1885, Vincent Van Gogh)

El retiro del 10% de los fondos de las AFP ha sido algo bueno

La estrategia para contener la pandemia ha sido un fracaso relativo. La idea era evitar que la crisis sanitaria se convirtiera en una crisis social y económica. En esto el país falló. Después de anuncios bastante correctos por parte del gobierno, la implementación fue titubeante y tardía. Un aparato estatal sedentario y flatulento fue incapaz de traducir las decisiones de gobierno en medidas concretas en beneficio de los gobernados. 

 

El confinamiento debía reducir la movilidad un 90% para así disminuir drásticamente el contacto entre personas y la tasa de reproducción (R0) bajaría a 1, con lo que deteníamos la propagación exponencial, y además evitábamos tanto el colapso del sistema de salud como muertes en el personal médico. 

 

Para que la gente se quedase en sus casas era necesario que el Estado el mismo que decretó el encierro y que dejó sin ingresos a miles – entregase un cheque a cada ciudadano para se abasteciese de alimentos y pagara las cuentas básicas. Así sería factible quedarse en casa y no morir por inanición. Una baja tasa de bancarización y una alta cantidad de trabajadores informales, además del Estado esclerótico, hicieron la tarea bastante compleja.

 

Seamos claros: retirar el 10% de los fondos de las AFP es una pésima idea – desde una perspectiva económica, al menos. Cada cual es dueño de sus fondos, sí, pero de forma retórica, es decir, del mismo modo que todos somos dueños de Codelco. Esos dineros están ahí con el objetivo de rentar y entregarse al momento de la jubilación, no para hacer uso de ellos durante zozobras. 

 

No obstante, desde una perspectiva política, el retiro del 10% ha sido una medida excelente. Se logró con celeridad entregar dinero a los chilenos. Se aprecia ya una reactivación económica. Se evitó el hambre: las ollas comunes son incompatibles con el distanciamiento social y las cuarentenas. Se entregó algo de liquidez para mitigar el sufrimiento en medio de la peor crisis que veremos en nuestras vidas. 

 

El problema de las AFP es su diseño, como hemos abordado antes en Chile Liberal. Se cotiza muy poco, por parte de muy pocos, y la gente ahora vive mucho. Nadie contempló un aumento gradual del monto de la cotización, ni nadie pensó que en los periodos de desempleo el afiliado debía recibir un mínimo de ayuda estatal para evitar lagunas. Aún nadie logra arreglar el problema de las comisiones. 

 

El artífice del sistema de AFP lo concibió imitando el Plan 401k, un sistema de ahorro por capitalización individual, inventado en le década '70 en EEUU para actuar como sistema de jubilaciones de facto (el sistema de pensiones real está en la ruina). Pero al menos allá se establecieron reglas para normar el retiro anticipado de fondos. En Chile ni siquiera han pensado cómo reponer el 10% retirado cuando recuperemos la normalidad.

 

Así todo, para Chile Liberal lo más preocupante de las AFP es que apenas un puñado de empresas controla casi todo el PIB de Chile lo que representa un riesgo sistémico intolerable. Desde la crisis 2008 que "too big to fail" ya es inaceptable. Cómo hemos podido soportar esto es un misterio. Es equivalente a no fiscalizar las normas de construcción antisísmicas.

 

Y como corolario, concentrar tanto el poder económico es antidemocrático, porque se supone que el poder reside en los electores y cada voto cuenta, pero en la práctica, los dueños del dinero financian la política y aparte de controlar el PIB controlan además quien llega al gobierno: las elecciones se vuelven una mera coreografía, un simulacro inútil y grotesco. La desafección aumenta. La decepción fermenta en los votantes y es el caldo de cultivo del populismo. 

 

Gracias al retiro del 10% en cierta forma las AFP han ganado en estatura y han logrado un nivel de legitimidad que no tenían. Desde un ángulo institucional hemos comprobado que la institucionalidad política puede destruirlas, y por consiguiente, su existencia depende de la política. A las AFP ahora corresponde transparentar sus actividades y presentarse como un elemento benefactor en la sociedad a la cual pertenecen. Este es un trabajo que nunca antes hicieron. 

 

Eliminar las AFP es imposible si bien el sistema como tal debe refundarse. Un gran paso será lanzar una AFP Estatal, o algún sistema que reparta todas sus utilidades entre los afiliados. Si la Constitución es un escollo, pues entonces esto puede solucionarse con una nueva carta magna donde el debate no esté amordazado. Tocar las AFP ya no es tabú y eliminar tabúes siempre es beneficioso. Ahora depende de los chilenos hacer una buena reforma y no cagarla.

 

domingo, 17 de mayo de 2020

Coronvirus: Sí a la cloroquina


Girl, 
You have no faith in medicine 
Is there a way to find a cure for this
Implanted in a pill?
 
"You Have No Faith In Medicine" (2003, The White Stripes)


El inminente fracaso frente al Covid-19 es mitigable con cloroquina

La idea siempre fue imponer confinamientos para que el aislamiento social ralentice el contagio y así se evitaría saturar al sistema de salud. Como recomendó Chile Liberal, se implantaron cuarentenas progresivas y sectorizadas, con cordones sanitarios para acorralar al bicho y frenar su propagación. Era vital el timing preciso y el buen criterio, aparte de la cooperación de la ciudadanía.

La clave de los países exitosos ha sido el actuar robusto y precoz. Acá la administración de Piñera no falló. “Gripecita”, dijo Bolsonaro. “Hay que ir al teatro”, dijo Macron. “Abrácense”, AMLO. “Igual le doy la mano a la gente”, Boris Johnson. “Va a desaparecer pronto”, Trump. Piñera—a pesar de sus recurrentes gaffes verbales—se lo tomó en serio desde un principio. Asegurar que la pandemia se inició en la ciudad china de "Yahoo" fue una nimiedad perdonable.

Pero las cuarentenas fallaron en el timing. Además fueron laxas, y los cordones sanitarios porosos. En vez de mostrar humildad ante una realidad que desconocemos, en el gobierno han sido fanfarrones. Ser equívocos, cambiar de parecer, hacer giros en U, descoordinaciones, todo eso es esperable y ninguna oposición leal puede alegar por todo aquello en un gobierno. Pero las chorezas son imperdonables en una guerra que probablemente íbamos a perder igual, a lo sumo sería una victoria pírrica, lo único esperable en este combate es declarar tablas con un  saldo de muertos lo menos elevado posible.

De la ciudadanía no se puede esperar mucho. Decenas de miles de peticiones de salvoconductos hicieron colapsar las comisarías virtuales. Vimos interminables filas de vehículos tratando de salir de la capital para ir a la costa. Un palurdo esquiva los controles en helicóptero. Toda la estupidez se cristaliza en la tontona a quien le preguntan qué trámite urgente iba a hacer en vísperas de Semana Santa: “voy a  dejarle huevitos de chocolate a los hijos de mi pololo”, contestó. A dónde la vio. Iba a culiar, a eso iba. “Voy a echar la última cachita”, habría sido más honesto y hasta entendible.

Uno de los motivos principales para no decretar cuarentenas brígidas como se hizo en Argentina es porque la dosis de este fármaco debe ser progresiva, porque puede resultar contraproducente, y porque siempre había que guardar el confinamiento total como último recurso—en caso de que la infección estallase en invierno. Probablemente ya estamos en el peak, uno vertiginosamente alto, con la ocupación de los servicios de reanimación a un 90%. Ahora llegó el momento del último recurso: la cuarentena total.

En nuestro post anterior dejamos abierta la posibilidad de que el virus sí tenga un comportamiento estacional y que sea necesario volver a confinar. Así ocurrió.

Si falla ahora, habremos pasado de la medianía de la tabla—donde siempre estuvimos salvo que crean los absurdos tweets de Mauricio Rojas—a la lista negra de países que fracasaron. Simplemente, llegó la hora de la verdad.


¿Y si fallamos?
“Si la mierda llega al ventilador”, como dicen los gringos, nuestro sitio propone aplicar la biterapia que mezcla hidroxicloroquina, un derivado de la cloroquina, con azitromicina, un antibiótico. Este tratamiento, propuesto por el profesor Didier Raoult en Marsella, en el sur de Francia, administrado correctamente, puede ser altamente efectivo en reducir la carga viral de los enfermos de Covid-19.

El mentado procedimiento es controversial y de hecho acaba de causar la renuncia del ministro de salud de Brasil porque Bolsonaro aprueba su aplicación pero el ministro no. En Chile Liberal somos responsables y queremos indagar más al respecto.

Breve historia de la cloroquina
Para conocer la cloroquina debemos remontarnos al año 1638, en el Perú colonial. La condesa de Chinchón, esposa del virrey (no confundir con la otra condesa, retratada por Goya) se enferma gravemente. Sufre de fiebre y de todos los síntomas de una enfermedad que conocían los indios y que con el tiempo se le llamaría paludismo, o malaria. Los jesuitas, que cuando no estaban chiflándose niños se dedicaban a conocer las costumbres de los autóctonos, supieron que de la corteza de un árbol de la maraña andina se extraía una sustancia que curaba esa enfermedad tan rara para los europeos. El resultado fue espectacular: la condesa de Chinchón se recuperó.

Atónitos, mandaron esta pócima en forma de polvo a Europa, la cual se acabó conociendo como “polvo de la condesa”.  En realidad proviene de la corteza de un árbol andino llamado quino, de donde se extrae la quinina. Se ha afirmado que su importancia fue mucho mayor que todo el oro extraído del Perú. De hecho, sus hojas forman parte hoy del pabellón patrio del país hermano.

En Europa continuaron investigando las propiedades de la quinina hasta que la sintetizaron e inventaron la cloroquina. En la Francia colonial se usó de forma masiva en los hospitales militares para tratar a los soldados  que se contagiaban de malaria durante las aventuras expansionistas en África. Sus resultados fueron asombrosos.

Es decir, la cloroquina está lejos de ser un exótico remedio propuesto por un científico loco. Se conoce desde siglos. Se suministran más de 60 millones de dosis cada año. Didier Raoult alcanzó notoriedad mundial cuando propuso apenas se declaró la pandemia que el tratamiento esté disponible, y afirmó que él lo aplica en Marsella con buenos resultados. Macron fue a visitarlo en Marsella y desató una batahola de críticas e histeria colectiva. Marsella es una ciudad conocida en Francia por estar llena de locos, no se extrañen que allí hayan contratado a Marcelo Bielsa. Al profesor Raoult, conocido disidente del establishment científico parisino, lo han ignorado a él y ninguneado su tratamiento  tachándolo de “controversial” y levantando suspicacias sin que nadie, en estos eternos dos meses, haya testeado el tratamiento.

¿Por qué tanta controversia?

Primero, porque ha alimentado teorías conspirativas. El mundo entero aguarda con desesperación un tratamiento para el Covid-19 y los grandes laboratorios trabajan en ello y cuando salga al mercado costará una fortuna y se venderá como pan caliente. La modesta cloroquina es genérica y cuesta lo mismo que una aspirina. Es baratísima.

Segundo, se alega que no conocemos sus efectos colaterales. Con 60 millones de dosis vendidas cada año, este fármaco conocido desde el Perú colonial es difícilmente algo novedoso. De hecho, con esto trataron a Tom Hanks y su esposa y hoy están más frescos que una lechuga.

Tercero, y este es el punto central de este post, si colapsan los servicios sanitarios no queda alternativa sino curar con el famoso tratamiento con cloroquina si no queremos vernos en la triste disyuntiva de empezar a dejar morir a los abuelos para salvar a los jóvenes. Evitar el triage era el motivo para aplicar cuarentenas—aunque implicase pitearse la economía y matar gente de hambre.

Si no se logra contener el número de enfermos y escasean ventiladores y camas, pues hay que tomar decisiones difíciles. Someterse voluntariamente al tratamiento con cloroquina quizás sea mejor que una muerte segura, para además dejar libres preciosas camas que pueden salvar vidas de padres o madres de familia. Chile Liberal no se opondría.

domingo, 3 de mayo de 2020

Coronavirus: Dinero desde un helicóptero


Life was so beautiful
Then we all got locked down

Living In A Ghost Town” (2020, The Rolling Stones)

No escatimen esfuerzos en la recuperación económica

La coronacrisis es el evento Deus ex machina que va a marcar los nuevos “locos años 20”. Acá, desde mi balcón, entre interminables sorbos y más sorbos de 1664, y picoteando aceitunas griegas kalamata, extrañando las aceitunas de Azapa de mi Norte natal, veo la ciudad completamente vacía. “Soy un fantasma en una ciudad fantasma, la vida era hermosa pero nos pusieron en cuarentena”, suenan los Rolling Stones una y otra vez.

Veo el video de los Stones. Pienso en las imágenes escalofriantes de los lugares más ajetreados del mundo ahora completamente desiertos. Oxford Street sin bullicio, Trafalgar Square, un terreno baldío. Un vértigo me viene al estómago de pensar en mi lugar favorito de todo el mundo, la librería Waterstones en Piccadilly, sumida en la oscuridad, en espectral silencio, con los libros polvorientos en los estantes sin que nadie los hojee, las cajas cerradas, sin té ni café siendo consumido en el quinto piso (o sexto, como sea que cuenten). La coronacrisis en todo su lúgubre esplendor.

¿Cómo salir de este atolladero? “Si todo lo demás falla, prueben tirar dinero desde un helicóptero”, es un frase que se le atribuye a Milton Friedman, un teórico monetarista. Con la gente encerrada en sus casas—los que tienen o los que pueden—se desploma la actividad económica. Hay servicios no proveídos. La prioridad es salvar vidas pero ya empezamos comprobar que la crisis sanitaria muta rápidamente a crisis económica, que puede ser más letal que el virus mismo.

Para ser exactos, como es tradición en Chile Liberal, Friedman no pronunció esa frase. Lo que sí dijo fue:

« Supongamos que un día un helicóptero vuela sobre un poblado y lanza billetes de 1.000 dólares desde el cielo. Desde luego, la gente se agolpará para ir a recogerlos. Supongamos, más aún, que todo el mundo está convencido que es un evento excepcional y que no volverá a ocurrir.  »

Es brutal pero es lo que recomienda Chile Liberal y ya lo esbozamos en nuestro primer post en esta serie sobre el maldito Covid-19. El gobierno debe empezar a arrojar plata no desde un helicóptero para comenzar a inyectar liquidez a los consumidores para que, primero, se queden en casa lo más posible, y segundo, para revivir la actividad económica con celeridad apenas se aplane la curva de muertes y contagios.

El gobierno de Emmanuel Macron diseñó un programa de cesantía parcial y otras formas de ayuda a las pequeñas empresas. Compañías grandes en dificultades, como la emblemática Air France, serán semi-nacionalizadas—Air France deberá implementar, a cambio de la ayuda, un esquema de uso de combustibles limpios.

En EEUU, Donald Trump anunció un paquete de estímulo de $2 trillion, en castellano son $2 billones, o sea, 1012, con doce ceros. Dicho en sencillo, más plata que la chucha.

Todo esto implica lanzar billetes desde un helicóptero. El helicopter money por supuesto que tiene detractores pero Chile Liberal sostiene que las ventajas son superiores a los inconvenientes. Una economía en panne necesita dinero para volver a funcionar. Esto es lo que el gobierno puede solucionar y para eso debe reactivar la demanda. La idea es distribuir la mayor cantidad de dinero a la mayor cantidad de gente a la mayor velocidad posible.

El dinero de helicóptero tiene la ventaja de no aumentar el déficit ni la deuda ya que es una política monetaria y no una política presupuestaria. El Banco Central, sea el BC de Chile, la Fed, el BoE o el BCE, lo distribuyen sin contrapartida. En Chile más aún tenemos la ventaja de contar con fondos externos a los cuales urge echar mano: las vicisitudes de la coronacrisis serán las más violentas desde 1929 y no hay que ser tímidos en su mitigación.

En términos político-ideológicos, este concepto concita el acuerdo de liberales, socialistas y keynesianos.

Tampoco es una cuestión particularmente estrafalaria. El dinero de helicóptero es la otra cara de la política ya aplicada el 2008 para salir de la Gran Recesión, el Quantitative Easing, o expansión cuantitativa. No por nada, al dinero de helicóptero se le llama “Quantitative Easing para el pueblo”.

Cuando las tasas de interés ya están muy bajas, como en la actualidad, los banqueros centrales ven reducido su radio de maniobra. A diferencia del QE, ahora ya no se puede ir a comprar títulos para crear dinero e inyectarlo a la economía. Es el momento de poner plata real en la economía real.

Bajemos del helicóptero a la triste realidad
Comprobamos que si bien las medidas del gobierno de Piñera son muy adecuadas, con el bono Covid-19 y los préstamos a tasa cero, entre otras, el gran talón de Aquiles es la baja bancarización de los ciudadanos.

Chile Liberal desde siempre ha propuesto la masificación de las cuentas RUT y la implementación y como corolario la puesta en marcha de la renta básica universal. Con esta infraestructura en práctica, bastaría que el ministro Briones haga un clic y traspase el dinero desde la billetera del país a la billetera de la gente de manera expedita.

No sólo en Chile esto es un problema. Como destaca el economista francés Thomas Piketty—en la antípodas ideológicas de Chile Liberal—el gobierno dispone de los datos de todos los ciudadanos para extraernos los impuestos y se sirve de una eficiente maquinaria con este fin, pero cuando se trata del movimiento contrario, es decir, para devolver el dinero a los ciudadanos, resulta que la logística no está disponible.

Si esto ocurre en el país que trajo la burocracia a Occidente (inventada en China y replicada bajo el gobierno de Luis XIV en Francia) imaginémonos las dificultades en nuestro país donde el trabajo informal se eleva al 30% y se ha justificado todos estos años en nombre de una tergiversada libertad de emprendimiento. En la era de la uberización del empleo debemos preguntarnos si acaso este modelo requiere una reingeniería o no.

Más aún, no se ha desplegado la bancarización universal. Bancarizar hoy es equivalente a alfabetizar ayer. El dinero podría distribuirse fácilmente y las tarjetas cuenta RUT podrían usarse para que los beneficiarios abastezcan y compren alimentos en los supermercados y en las ferias libres.

En Francia, por ejemplo, el cheque restaurant—Sodexo como existe en Chile—se  puede emplear para comprar verdulerías pequeñas, ferias libres, panaderías y almacenes de barrio. Es fácil bloquearlas para la compra de alcohol, tabaco o comida chatarra. Una tarjeta cuenta RUT así al menos facilita la adquisición de frutas y hortalizas frescas y de paso mejorar la salud y productividad. La misma tarjeta RUT ya sirve para pagar el transporte público. Es cosa de unir los puntos.

Contar con esta logística habría permitido bajar a la realidad el bien pensado paquete de estímulo del gobierno, sin contratiempos. Nos encontramos con la paradoja de que el plan de gobierno es excelente pero su aplicación es torpe o incluso imposible. Si todo esto es impracticable, entonces, parafraseando a Friedman, simplemente agarren helicópteros de la Fach y vayan a tirar billetes sobre la gente.

domingo, 26 de abril de 2020

Coronavirus: Fin de la cuarentena


Isolation… it’s not good for me
Lemon Tree” (1995, Fool’s Garden)


Es hora de levantar las restricciones
Florence Nightingale fue la fundadora de la enfermería profesional, ícono de la Inglaterra Victoriana, y precursora del feminismo. Además, pionera en el uso de la estadística. Durante la Guerra de Crimea logró demostrar con gráficos —algo inédito en aquel entonces— al alto mando militar que más soldados morían por la insalubridad en las trincheras y hospitales de campaña que en combate. Las enfermeras han sido las heroínas del NHS, el servicio nacional de salud del Reino Unido, el sistema sanitario más venerado del mundo (recordemos el homenaje durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012).

Era previsible la conmoción pública que causaría la muerte de enfermeras luchando contra el Covid-19. Los dedos acusadores de inmediato se dirigirían al gobierno de Boris Johnson. Este último había dicho en su famoso estilo circense que le daba la mano a los enfermos de Covid-19. Argumentó a favor de la inmunidad colectiva, asesorado por Sir Patrick Vallance y otros respetables miembros del establishment médico. Johnson terminó decretando una cuarentena draconiana, con él mismo en la UTI (agradeció al personal de enfermería), y la inmunidad colectiva se desechó como “basura”.

En el Reino Unido la situación es un desastre. En Chile estamos contentos que a pesar de también tener un clown en el gobierno, Piñera no fue ni al teatro como Macron ni relativizó la amenaza del Coronavirus como Johnson, o como Bolsonaro, AMLO, y tantos otros.

Mejor aún, tal como le sugirió Chile Liberal, no cedió a la histeria de los alcaldes y del sindicato de médicos y decretó confinamientos progresivos, parciales, selectivos, con cordones sanitarios en lugares estratégicos. Sin dejar de informar a la comunidad para que responsablemente practique el self-isolation o cuarentenas voluntarias.

El remedio peor que la enfermedad
Tal como en la Guerra de Crimea, o como ocurrió al final de la Primera Guerra Mundial con la influenza española, más gente muere por pobres condiciones de salud que en combate.

Las cuarentenas draconianas, tal como adelantamos en esta tribuna, son contraproducentes, y pueden causar más daño que la enfermedad misma. Conllevan no sólo pobreza y desempleo, sino además falta de higiene, trastornos sociales que van desde una ola de divorcios hostiles hasta violencia intrafamiliar, maltrato infantil, pasando por depresión y suicidios.

Además exacerba la lucha de clases cuando los pobres ven a los más acomodados trabajar en sus oficinas instaladas en el hogar y en cómodos departamentos, con la despensa llena de cositas ricas, mientras ellos sufren el rigor del enclaustramiento y de verse forzados a romper la cuarentena y salir para no morir de hambre. El total lockdown fue una idea estúpida propia de la Edad Media.

Se ha dicho mil veces pero debemos insistir: las cuarentenas no sirven para eliminar al bicho. Las cuarentenas sirven para ralentizar y espaciar la infección, de modo que los servicios de salud no colapsen.

La mortalidad del Covid-19 sigue siendo baja con las precauciones sanitarias correctas. Es contenible perfectamente, bajo condición de no agobiar las capacidades del sistema de salud.

La inmunidad colectiva sigue siendo la estrategia que puede debilitar y erradicar al virus. Pero aún sabemos demasiado poco. Si la tasa de contagio del Coronavirus es 1:2, es decir, 1 persona infecta a 2, pues debemos contaminar al 60% de la población para que el virus finalmente ya no pueda propagarse más. Si es superior a esa tasa, debemos contaminar al 90%, como en el caso de la varicela. Si la letalidad del Covid-19 es apenas 1%, pues saquen la cuenta de cuánta gente va a morir si a propósito contagiamos en Chile al 60% de 18 millones. Con sectores del electorado confinados en hogares hacinados y con un 30% de trabajadores informales, la cuestión es más encima políticamente explosiva.

Si ya vimos que ningún gobierno debe jugársela por un total lockdown extendido sin causar horrendas consecuencias sanitarias y sociales, tampoco se puede pretender una inmunidad colectiva sin esperar que la masa furiosa entre a los palacios de gobierno para guillotinar al gobernante.

En Chile se aplicaron correctamente las cuarentenas parciales y dinámicas, dejando que el virus se propague lentamente con una sociedad que sigue funcionando. Es esencial que las escuelas vuelvan a abrir sus puertas. La cuestión ahora es, justamente, cómo salir del confinamiento sin dejar la cagada.

Normalidad en la medida de lo posible
Aparte de las escuelas, que nunca debieron cerrar, supimos a medio camino, en el frenesí de nuevos datos y el torbellino de lecciones de otros países, que es posible continuar una vida con un mínimo de normalidad portando mascarillas y aplicando rigurosamente las medidas de distanciamiento social. Una vida cotidiana normal es factible en los lugares menos afectados, y podemos continuar bloqueando las zonas críticas con cordones sanitarios para seguir matando al bicharraco ahí donde la pestilencia es peor.

Es posible incluso que la cuarentena no haya servido mucho y hayamos causado la peor crisis económica desde 1929 (que llevó a los fascistas al poder en Europa y a las juntas militares en América latina) por no entender las palabras de un científico francés disidente, el profesor Didier Raoult en Marsella, Francia:

Le puedo confirmar los datos que tenemos. Observamos una disminución constante de casos diagnosticados y en reanimación (…). Observamos lo mismo en el resto de Francia y en Norteamérica. La ola está descendiendo. No hago predicciones pero si todo continúa así (…) es posible que esta enfermedad sea estacional y esté llegando a su fin, y que de aquí a un mes no haya más nuevos casos en los países de temperaturas templadas. Es una posibilidad no menor.

De hecho, vía Twitter nos dice:

Es una de las posibilidades que evoqué, entre otras, que la epidemia desaparezca en la primavera, y que dentro de algunas semanas no haya más casos, por razones aún muy extrañas, pero son cosas que vemos habitualmente en las enfermedades virales respiratorias.



En estos momentos el ministro de salud chileno Jaime Mañalich está en PuntaArenas, el lugar más frío de Chile continental, donde la enfermedad está causando más estragos que en el resto del territorio. No creemos que sea azar.

Muchos se felicitan por el buen trabajo hecho y respiran aliviados al ver el positivo contraste con el hemisferio norte. Pero si el profesor Raoult, quien fue visitado por Emmanuel Macron (causando una batahola de comentarios, columnas, rumores y gritos) tiene razón, ahora que comienza el invierno y la gente se empieza a achoclonar y a toser más, y con una temperatura propicia para el virus, podemos decir que el de-confinamiento debe ser igualmente progresivo y sin dejar de estar preparados para volver a aplicarlo en casos de rebrotes.

Macron cambió su discurso belicista a uno humilde porque sabe muy poco y todo gobierno está expuesto a errores porque las decisiones son drásticas y se toman con pocos datos fiables. Bien hará Piñera y Mañalich en no cantar victoria antes de que llegue la primavera. Por ahora, levanten las restricciones antes que nos matemos todos.

sábado, 18 de abril de 2020

Coronavirus: El fin del mundo


It’s the end of the world, as we know it
And I feel fine.



El día 7 de marzo, Emmanuel Macron y su esposa Brigitte se dirigían a disfrutar una refinada velada en el teatro e incitaban a sus compatriotas a no temer al Coronavirus. Días más tarde, con rictus de circunstancia, el presidente francés se dirigía a esos mismos compatriotas para pedirles que ahora todos queden confinados en sus hogares ante el peligro de la pandemia. “Estamos en guerra”, declaró, tal como recogió Chile Liberal en el post anterior.

No han transcurrido aún dos meses y el mundo es otro. Macron en otra cadena nacional ha empleado el término humildad cuatro veces, en desmedro del lenguaje bélico, y ha ofrecido un mea culpa. Ahora ha concedido una entrevista por videoconferencia al prestigioso Financial Times y queremos acá desmenuzar algunas de sus declaraciones.

Macron continúa colocando el sustantivo humilité en su discurso. Efectivamente, este bicho repugnante del Coronavirus aún es desconocido y sabemos de él muy poco. La estrategia para enfrentarlo se ha ejecutado sobre la marcha, a un ritmo frenético, conforme vamos, a tientas, aprendiendo más sobre esta pestilencia asquerosa.

Autoritarismo versus sociedad abierta
Cada país ha reaccionado según sus propias necesidades con medidas que responden a sus valores e idiosincrasia. Las tiranías de China y Rusia aplican la fuerza bruta. Las democracias occidentales, constreñidas por sus chequeos y balances, confrontadas a una prensa libre y sustentadas en la libertad de expresión, se muestran dubitativas, lerdas, inadecuadas.

La periodista del FT le pregunta al mandatario francés:
FT: C’est vrai que les démocraties en Occident ont apparus les plus vulnérables, les moins préparés – l’Europe, les Etats Unis, par exemple. Ça ne va pas donner raison à ceux qui disent que les systèmes autoritaires sont les mieux pour gérer des crises existentielles ?

Emmanuel Macron : Vous ne pouvez pas comparer la situation de la France, de l’Allemagne ou de l’Italie avec celle de la Chine ou la Russie, c’est une évidence. La transparence qu’il y a,  l’immédiate de cette information n’a rien à voir. Les réseaux ne sont pas libres dans ces pays. Vous n’avez pas les réseaux sociaux.  Vous ne savez pas ce que se passe, vraiment.

[FT: Es cierto que las democracias occidentales han parecido más vulnerables y menos preparadas, Europa y EEUU, por ejemplo. ¿No da esto razón a quienes dicen que los sistemas autoritarios son mejores para enfrentar crisis existenciales?

Emmanuel Macron: Usted no puede comparar la situación en Francia, en Alemania o en Italia con China o Rusia, es evidente. La transparencia, la inmediatez de la información, no tiene nada que ver. Las redes no son libres en esos países. Usted no tiene acceso a las redes sociales. Usted no sabe qué pasa, realmente.]

Nuestro siglo vive una nueva Trampa de Tucídides (en francés: Piège de Thucydide; en inglés Thucydides Trap), situación en la cual una potencia emergente desafía a la potencia establecida. Lo vimos cuando Francia desafió al Imperio Otomano de Soliman el Magnífico. Luego Gran Bretaña se impone a Francia y crea el Imperio Británico. Alemania quiso destronar a Gran Bretaña cuando el Káiser Guillermo II pretendió formar una flota naval superior a la británica, lo que desembocó en la Primera Guerra Mundial, y también en la Segunda Guerra. Británicos y franceses asumieron su ocaso en el fiasco de Suez, recordarán ustedes si han visto la serie The Crown en Netflix.

De la Segunda Guerra, EEUU surgió como la gran potencia, desafiada luego por la Unión Soviética. El colapso de ésta última y la caída del Muro de Berlín consagraron a EEUU como la potencia hegemónica, al parecer sólo contrariada por el terrorismo.

Pero el siglo 21 ya está en curso y vemos que está marcado por ascenso del antiguo Imperio del Centro y las bregas sino-americanas serán una constante. En El Mercurio presenciamos un round de este nuevo choque de civilizaciones en este cáustico intercambio epistolar entre Guy Sorman, un pensador liberal, y Xu Bu, un funcionario de la representación china en Chile.

La migración a la tecnología 5G puede de facto llevarnos a vivir segregados por una nueva Cortina de Hierro: si en tu bolsillo llevas un iPhone o un Huawuei estás de hecho a un lado u otro del Muro.

La disputa por la hegemonía mundial implica, como se ha dicho mil veces, que el fin de la historia fue una ilusión que nos deslumbró en los años 90. Continuaremos siendo testigos de una lucha entre un régimen autoritario, centralizado, una sociedad de vigilancia sin libertades individuales, y otro, que procura la apertura y el individualismo.

Mucho basureamos a Donald Trump pero este tipo debe batirse en cada rueda de prensa contra el feroz escrutinio de los medios de comunicación y contra una opinión pública fundada sobre el freedom of speech de la Primera Enmienda. Cosas desconocidas en China o Rusia.

Algunos destacan la respuesta rápida de China y Rusia ante la pandemia. Un hospital construido en una docena de días, algo que en Chile tardaría 20 años. Obnubilados, algunos elogian a Putin quien para hacer cumplir la cuarentena sólo dijo: “o pasan 15 días en casa o 2 años en la cárcel, punto” (la historia debe ser apócrifa). Pero el secretismo y el despotismo causaron esta pandemia. La falta de transparencia y la opacidad de la información. Y detrás de esto sólo se esconde la irreprimible voluntad de un régimen tiránico de mantenerse en el poder para conservar sus privilegios, aunque sea arrojando a todo el planeta a la muerte.

Creímos que el multilateralismo, las fronteras abiertas y la libertad de circulación inexorablemente se traducen en democracia y prosperidad y nadie podría oponerse a esto. Pero resulta que el autoritarismo y la vigilancia están de regreso. La democracia liberal pasó de ser un ideal noble a una ideología abyecta que el populacho exige superar.