jueves, 28 de julio de 2022

Aborto en EEUU: Una Guerra Civil

 

"...y la Historia aún muestra
las cicatrices de nuestra Guerra Civil"

Civil War (Guns N' Roses, 1993)

 

EEUU muestra los efectos de un mal orden constitucional

Casi la mitad de los norteamericanos cree que es inminente una segunda Guerra Civil. Los dos libros súper-ventas en estos momentos llevan por título "La próxima Guerra Civil" y "Cómo Empiezan las Guerras Civiles". Chucha. Una turba asaltó el Capitolio para impedir que se nominase al presidente electo, Joe Biden, en la práctica causando un golpe de Estado técnico. Con 393 millones de armas en manos de civiles, y grupos paramilitares amparados en la Constitución, la reciente decisión de la Corte Suprema de suspender el derecho al aborto ⎯el tema más explosivo de nuestra época⎯ puede tener consecuencias devastadoras en la primera potencia mundial, y por consiguiente, en el mundo.

¿Puede estallar una nueva Guerra Civil? Sí, de hecho, el país ya está en estado mental de guerra. ¿Cómo se llegó a esto en la democracia moderna erigida como paradigmática? Debemos entender el mecanismo que llevó a este descalabro si queremos, de paso, salir airosos del embrollo constitucional al que nos arrojó la Convención Constitucional en Chile.

No hubo debate

La raíz del problema en EEUU es simple. EEUU nunca tuvo un proceso deliberativo, realmente democrático, para zanjar la cuestión del aborto. Es, de hecho, la única nación industrializada que aún sigue empantanada en este marasmo. 

Comparemos con lo que ocurrió en Francia. La adalid del movimiento pro-elección en el país galo fue Simone Veil, miembro de l'Académie Française, intelectual de envergadura universal, sobreviviente de los campos de concentración nazi, quien realizó un histórico discurso en la Asamblea Nacional francesa en favor del derecho al aborto. Este documental muestra el minucioso trabajo para componer e incluso declamar su alocución. Ésa es la instancia representativa que corresponde para tomar las grandes decisiones: el Congreso de representantes. Pasado el proceso de deliberación, la sociedad francesa dio vuelta la página. El aborto ya no es tema.

En EEUU, en cambio, donde son herederos de la tradición jurídica de la Common Law, la cosa es bien distina. Si bien no han tenido 14 constituciones como en Francia (les gusta el hueveo a los franceses), su único texto escrito muchas veces hace agua. La ley es lo que establece la Constitución, y luego, mediante actas del Congreso pero también con resoluciones judiciales que se enmarcan en la Constitución, se constituye el resto de las leyes. Cuando Simone Veil se dirigía a los diputados franceses, en EEUU una mujer llamada Norma McCorvey, bajo el seudónimo de "Jane Roe",  interpuso una acción judicial para practicarse un aborto, amparándose en el "derecho a la privacidad" que emanaría, según leguleyadas ininteligibles, de la 14a Enmienda de la Constitución de EEUU. La corte resolvió que efectivamente así es.

Sin mediar un proceso de debate, en la ausencia de deliberación, sin discusión pública necesaria en estos cambios en las normas morales de una sociedad, un grupo de jueces estableció, en la práctica, el derecho al aborto.

Pero la estridencia y los desencuentros continúan porque a diferencia del caso francés, la cuestión nunca se zanjó. De hecho, ahí empezó una verdadera guerra entre el campo pro-vida y el pro-elección. Y en una extraordinaria vuelta de tablero, después de nominaciones de jueces de dudosa imparcialidad, la Corte Suprema revertió la icónica resolución Roe Vs Wade, en lo que podemos analogar a una sesión de espiritismo donde un grupo de sujetos invocan desde el más allá a Thomas Jefferson, Benjamin Franklin, George Washington y compañía, para entender qué demonios quisieron decir en 1787.

Esto toma ribetes alarmantes cuando comprobamos que los Estados pueden acoger de distintas maneras esta resolución federal en sus leyes locales, y algunos estados prohiben de rompe y raja el aborto mientras otros lo mantienen (ver mapa abajo - fuente: BBC). Considerando que la división geográfica del país responde a sus humores políticos-sociales, no es muy descabellado creer que el Norte y el Sur, más el Lejano Oeste, se dividirán sobre esta cuestión, tal como lo hicieron antes durante la Guerra de Secesión. ¿Qué les impide hoy agarrarse a balazo limpio?

Ya sé qué me dirán, ¡esto no será como la Guerra entre el Norte y los Confederados! OK. Desde luego no será así. No tendremos tampoco esas grandes obras de la literatura que testimonian los cruentos enfrentamientos. No tendremos esas conmovedoras referencias literarias, como Mr March en la maravillosa novela Mujercitas, de Louisa May Alcott, en la que el padre deja a su familia para ir a pelear contra los del Sur. No veremos otra Scarlett O'Hara en Lo que El Viento Se Llevó. Para qué vamos a seguir. No debemos jamás romantizar la guerra, porque la guerra es algo horrible.

 Todo lo anterior resuena en Chile porque absurdamente la Convención Constitucional metió a la mala muchos temas altamente polarizantes que causarán una división imposible de subsanar en la sociedad chilena. La Constitución debe establecer el marco legal. No debe permitir legislación que no pasará por los procesos de deliberación. Menos aún, empezar a trazar naciones dentro de un país, y luego arrojar un texto a la masa para que lo apruebe, considerando sus muchas falencias. La debacle de EEUU debe servirnos de alerta. Pretender saltarse una debida y saludable argumentación es crear una guerra civil.

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