domingo, 10 de noviembre de 2019

Crisis en Chile: Sí a una Nueva Constitución

"We the People fight for our existence
We don't claim to be perfect, but we're free"

Little By Little (2002), Oasis.


La Nueva Constitución debe cumplir con tres requisitos:  desideologizada, duradera, y breve.

Nuestro sitio hace ya muchos años hizo un llamado a proclamar una Nueva Constitución, aunque acabamos horrorizados con el curso bolivariano que el proceso tomó. Nuestro paradigma es, desde luego, la Constitución de EEUU, una de las obras maestras de la humanidad junto a las Pirámides de Egipto o los Jardines colgantes de Babilonia. Sebastián Piñera, no obstante, debe encauzar hoy el descontento social y garantizar una Constitución sensata.

"We the People..." es una obra maestra que sobrepasó por lejos las expectativas de los universalmente célebres framers de la Carta Magna americana: Benjamin Franklin, Thomas Jefferson, George Washington, John Adams, Alexander Hamilton, John Jay, James Madison. Siete hombres que soñaron un mundo libre lejos de las monarquías absolutistas europeas y lo plasmaron en un texto.

En Chile, y en América latina en general, cambiamos de Constitución como quien cambia de camisa. No ha habido ningún momento en nuestra historia en que no queramos modificar o abolir la constitución vigente. El error han sido pretender que el texto acabe el debate y derrote al adversario. 

Los framers de la Constitución de EEUU procuraron un texto breve, fácil de digerir para el ciudano de pie, que asegurase la libertad individual y los necesarios chequeos y balances de la naciente república. Su temor fundamental era que alguno de los americanos se proclamase rey y deviniese en tirano. Las tiranías, al sur del Río Grande, han sido demasiadas.

No todo es perfecto ni mucho menos. Los redactores de la American Constitution temían que los muertos terminasen gobernando a los vivos y por lo mismo avizoraron una vida más bien corta a su obra. No obstante, a pesar de la esclavitud, la terrible Guerra Civil Norteamericana, la Ley Seca, el Black Thursday, los presidentes asesinados, Vietnam, la renuncia de Nixon, Guantánamo y el Patriot Act, o los miles de muertos en tiroteos masivos, sigue vigente la constitución de los Padres Fundadores por varios motivos que pasamos a examinar.

Primero, porque está escrita en un lenguaje sencillo, libre de jerga leguleya, es digerible para el norteamericano de a pie, incluso en la época en que la alfabetización no era universal (digamos que en las sociedades protestantes, tal como en las comunidades judías, el alfabetismo es esencial para practicar la religión y por eso son sociedades más cultas). La gente comprende y defiende el orden político imperante.

Segundo, porque su estructura es maleable, justamente porque entendieron que el paso del tiempo requeriría flexibilidad, y que la fundación del país demandaba un sistema político que sería distinto en el futuro, cuando la república estuviese consolidada. Consta básicamente de tres partes: un préambulo, los artículos, y luego, casi como un juguete Lego, las famosas Enmiendas, que permitirían a los norteamericanos de las generaciones venideras ir añadiendo partes o aclaraciones para ir adaptándose a las nuevas épocas.

Tercero, porque el texto es breve. Con 4,543 palabras, no es una letanía de derechos ni un desiderátum interminable. De hecho, la idea era que el texto pudiese ser colgado en todas las oficinas y escuelas públicas, tal como pretendieron los Revolucionarios Franceses con su igualmente célebre Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Y relacionado con el punto anterior, los principios de la Federación se irían declinando en las constituciones de cada estado de la Unión, según las necesidades locales.

Una Constitución para Chile
Hoy se cumplen 30 años de la caída del Muro de Berlín, antesala del colapso estrepitoso de la Unión Soviética, y con ello, el fin del socialismo. En ese momento quedó completamente obsoleta la Constitución de 1980, creada para impedir que se adoptase en Chile el principio marxista de traspasar al Estado los medios de producción, dejando incrustado en la Carta Magna el principio del "Estado subsidiario".

Aprobada dicha Constitución en una elección estilo soviético (una pantomima en que la gente vota pero el resultado se sabe de antemano, también se les denomina "sham election"), está más que claro que ya no resiste otro upgrade. Es hora de formatear el sistema operativo.

En otras palabras, es hora de darnos una Nueva Constitución. En la ausencia de un Franklin o un Washington, tendremos que conformarnos con lo que hay. Empecemos por revisitar los apuntes del proceso iniciado por Bachelet, pero antes convoquen a un plebiscito para saber si realmente hay apetito constitucional en el electorado.

Si es así, Piñera debiese tomar el liderazgo y revivir su gobierno, actualmente en la UTI. Es necesario si queremos una Constitución que haga el rayado de cancha, y no que elimine al adversario por parte de la ideología circunstancial que esté gobernando por accidente o por capricho del electorado.

El Estado, instancia desde donde emana la fuerza, debe tener el tamaño que los electores decidan en un marco normativo de gobierno limitado. No podemos seguir con un Tribunal Constitucional y una Corte Suprema, situación anómala que vimos hace unas pocas semanas. Necesitamos chequeos y balances y no un Congreso reducido a una escribanía de la presidencia: una mera oficina de timbres y estampillas. No poder legislar sobre el aborto porque ya cerró el debate la Constitución es fuente de fricciones intolerables.

El populacho podrá ser extremadamente inculto pero más o menos intuye que existe la Pirámide de Kelsen, y quiere que desde la cúspide un texto constitucional haga por fin que las leyes estén al servicio del ciudadano de a pie y no de corporaciones, plutócratas o caciques. Un proceso constitucional debe ser el primer paso para fundar el país en el que realmente queremos prosperar y ser libres.

1 comentario:

Su Excelencia dijo...

Chile necesita a gritos una Constitución que reemplace el engendro que nos legaron Pinochet y su Goebbels, Jaime "Gusanito" Guzmán. Pero la estadounidense, revolucionaria en su tiempo, no es un ejemplo a seguir. Más bien es la causa de la parálisis política que garantiza que EE.UU. siga degenerando en una plutocracia corrupta.

Mi Excelencia se inclina por la Constitución suiza, cuya combinación de derechos individuales, federalismo y democracia directa podría lograr que Chile se transforme en la "democracia de los pueblos" de soñaron los pipiolos.

Tampoco son Piñera y su corte los indicados para llevar a cabo este proceso. Ya han demostrado ad nauseam la brutalidad y corrupción que les enseñó Daniel López. Además, cualquier cambio en beneficio de la población afectaría sus posiciones y sus posesiones. Deben irse (a la cárcel).