domingo, 22 de marzo de 2015

Apocalipsis ahora

La probidad sigue siendo tarea pendiente

Una de las ideas centrales de la ideología avanzada desde esta tribuna es la destrucción schumpeteriana, es decir, purgar todo lo podrido para así construir algo nuevo y mejor. A diferencia de los conservadores, cuyo objetivo es persuadirnos de que vamos rumbo al despeñadero, un liberal busca la emancipación del individuo porque sabe que la clave del verdadero orden social reside en un esquema bottom-up, donde cada cual toma sus decisiones, y no en un diseño top-down, donde las decisiones se imponen a las personas. A partir de aquello es necesario destruir los vestigios del antiguo orden e imponer uno nuevo. 

El pasado mes de febrero, normalmente soporífico en pleno asueto estival, hemos visto una fuerte dosis de destrucción creativa gracias a uno de los hechos más extraordinarios de la historia reciente de Chile: hombres de negocios han sido imputados por fraude y han acabado en la cárcel. Estalló a la luz pública la consanguinidad entre los negocios y la política. Y más aún, lo que antes se solucionaba con arreglines entre el Presidente de turno y el líder opositor circunstancial, o amenamente se  conversaba en las cocinas de unos u otros, ahora acabó como en cualquier país institucionalizado.

Dos narrativas surgen. Una, que somos una Argenzuela no embrionaria sino declarada y nos hemos convertido en gloria y majestad en una cleptocracia ingobernable y corrupta hasta el tuétano, parida por una sociedad irremediablemente ignorante e intrínsecamente bruta. Otra, que este es el momento de hacer un borrón y cuenta nueva y urge un New Deal para rayar la cancha a empresarios y políticos ⎯ambos vilipendiados por igual⎯ y así a partir de esta hojarasca florecerá una institucionalidad eficiente y justa. Como sostendrá este post, es mejor avanzar con calma ya que el escenario es propicio para un rebrote populista.

No exageremos
Nuestro sitio sugiere la segunda narrativa ⎯ bajo condición que acá rueden cabezas. Los imputados en el Pentagate, de comprobarse correctamente sus responsabilidades, deben ser condenados a penas privativas de libertad. Durante el escándalo de Pinocheques en los años 90 se adujo "razones de Estado" para abandonar las investigaciones. Éramos entonces una democracia enclenque con el amenazante Gorila aún proyectando su sombra autoritaria. Sólo el tiempo dirá si eso fue estúpido e inevitable, o simplemente estúpido. Hoy, en cambio, somos una democracia consolidada. Argüir razones de Estado sería inaceptable e injustificable.

Los eventos que hemos visto (Soquimich, Pentagate, Nueragate) son parte de otra cadena de eventos que responden a la modernización del país y a un cierto funcionamiento democrático equitativo que exige la ciudadanía empoderada. Si no pagas tus contribuciones te quitan tu casa, que para le nueva clase media constituye su "fortuna". Asimismo ⎯razona el votante medio⎯ es legítimo exigirle el mismo rigor a un rico que no paga sus impuestos. Arreglos estilo Mop-Gate están passé. Los sains culotte alzados quieren bajo la guillotina a los aristócratas y a cualquiera del bajo pueblo que haga causa común con ellos. Chile Liberal, como dijimos, también quiere que rueden cabezas y sentar un precedente histórico.

Los cheerleaders de cualquier cosa están listos para ser defraudados. Nadie es impoluto. Los fans de los milicos creían que Pinochet era un criminal pero al menos fue honesto. El Riggs Bank los devolvió a la sobriedad. Los milicos, de hecho, ya con el Carnicero bien muerto hace años, se han dedicado a defraudar al Fisco como condenados. Si son unos incompetentes incapaces de salir a dar una vuelta por Antuco, pilotear un avión o evitar una bruja en un barco es anecdótico. Ni el UDI más fanático de los pantalones khaki y la chaqueta azul con botones dorados es capaz de defender la supuesta pureza incorruptible de los ex represores. Ni los lectores de Hermógenes ya son capaces de persistir en su recalcitrante imbecilidad.

Los fans de esos nobles hombres de chaleco tejido a mano, que lograron la transición y se volvieron parte del establishment, ya no logran defender lo indefendible. El caso Caval demuestra que ser hijo de la Presidenta y tener 3 millones de capital te permite una entrevista con uno de los monied men y obtener un préstamo por... redoble de tambores.... cha chaaaan: 6500 millones. De pasadita, mediante el uso de información privilegiada, suben de precio unos predios y se llevan para la casa 3000 millones. Es, extrañamente, lo que cuesta una campaña presidencial. La Presidenta asegura después de agonizantes 3 semanas de silencioque se enteró por la prensa de las actividades de su niñito. O es mentirosa, o es tonta. Los que votaron por Bachelet, incluido este sitio, ven que una figura hasta hace poco ajena a la corrupción no se ve libre del lodo. 

Los más fanáticos del mercado ahora ven que el laissez faire tiene un límite. La colusión de buses, de productores avícolas, o peor aún, de farmacias, les devuelve a la sensatez desde su anarquismo ultraconservador post-Pinochetista. Y los comunistas, que en Chile venden la pomada de ser incomprendidos luchadores sociales, lucran con la educación, y el Partido Comunista con la UDI se asocian para eludir una comisión investigadora.

Ni hablemos de la iglesia Católica. Pensemos en las adopciones irregulares del cura Joannon. O la iglesia torciéndole el brazo a la justicia hasta cerrar el caso del asqueroso cura Karadima, un pedófilo defendido con uñas y dientes por José Osandón, o el cura violador O'Reilly, todo bien escondido por el cardenal Errázuriz. Ya ni el católico más devoto puede matizar con que la iglesia es "santa y pecadora", porque es una institución repulsiva, la cual hasta hace un par de años podía doblegar la justicia tal como un político o un empresario.

A todos se les acabó la fiesta. Ahora depende de las virtudes políticas y el civismo de cada uno el lograr que Chile sea un país donde impere la probidad y la transparencia. El gran temor es que el basureo al establishment cree un caldo de cultivo propicio para que emerja un Hugo Chávez, o como ya lo hemos visto, un Carlos Ibáñez del Campo. Después de la elección de Sebastián Piñera, primer presidente de derecha en medio siglo y el primero después de Pinochet, la contingencia actual es la mayor prueba que vive nuestra institucionalidad.