domingo, 20 de enero de 2013

Las Dos Torres


El sistema de pensiones y de salud necesita reformarse y responder ante el electorado. Andrés Velasco debiese liderar la discusión

Siguiendo la idea de nuestro post anterior, el modelo chileno necesita —como todo— someterse a un proceso de permanentes reformas. El vilipendiado modelo sin duda ha sido extraordinariamente exitoso al situar a Chile en una posición de liderazgo casi incontestable en la región. Pero sin reformas sensatas,  el modelo no logrará que el país trepe en la OECD, sino que lo mantendrá de colista. 

El mentado modelo está lejos de ser el capitalismo salvaje que algunos tanto critican, al contrario, es un modelo asistencial-socialista, con algunos visos de capitalismo de amigotes. Las Dos Torres del modelo, las AFP (pensiones) y la salud (ISAPRE), exhiben grietas estructurales que demuestran con nitidez lo que sostiene Chile Liberal: el modelo de capitalismo de amigotes de Pinochet no corresponde a un modelo de genuino libre mercado.

El derrumbe de las AFP
Los sistemas de pensiones son una bomba de tiempo en todos los países con un sistema de cajas, o de reparto, donde el Estado quita recursos a la fuerza laboral y se los entrega a los jubilados. Algunos insisten en poner como ejemplo a varios países europeos donde las pensiones se siguen pagando a pesar de la crisis, olvidando, convenientemente, que estas jubilaciones se pagan con deuda, es decir, sin liquidez, los gobiernos usan su tarjeta de crédito para continuar los pagos. Piensa tú mismo qué harías si no tienes uno en la cuenta corriente y sigues usando la tarjeta de crédito. El sistema de reparto está exangüe y su colapso es inminente.

La realidad de Chile no podría ser, en apariencia, más prometedora. El país goza de niveles de deuda bajísimos, está capitalizado robustamente, y dispone de generosas reservas en el extranjero (si bien, gracias a Sebastián Piñera, son menos generosas que antes). El sistema de pensiones se impuso a culatazos durante los lúgubres años de Pinochet, y peor aún, la idea es relativamente similar a lo que propondría Chile Liberal: un sistema de capitalización individual. Es decir, al contrario del reparto estatal, el trabajador cotizaría sus propios recursos (un 10% de lo que gana), que son gestionados por administradoras privadas, y al retirarse del mercado laboral el trabajador percibe una pensión que proviene de sus propios recursos, más las ganancias que haya logrado la administradora de su fondo. 

La promesa hace más de 30 años fue que al jubilarse en este sistema privado, el trabajador percibiría al menos un 70% de las últimas remuneraciones imponibles. Para que esto fuese realidad, el Estado debió compensar a los afiliados de las AFP, ya que hoy sabemos que el 60% de ellos ni siquiera recibe el sueldo mínimo. Cuando el Estado, con el beneplácito de las AFP, debió aportar a la pensión de los jubilados, el fracaso de las AFP ha sido casi total.

Por otro lado, las utilidades de las AFPs son jugosas. El fracaso de las AFP más que ideológico, es técnico. Se arguye que los trabajadores tienen sueldos imponibles demasiado bajos, que no cotizan la cantidad de años esperada, etc. Lo cierto es que el sistema fue impuesto para no depender del Estado, pero el sistema depende del Estado. La situación es insostenible y requiere que ahora los políticos entren en acción.

Hacia reformas sensatas
En el capítulo anterior, dijimos que Chile Liberal quiere ver a los capitales privados al servicio de la sociedad. Lo que ahora planteamos es que la clase política debe exigirle a las AFP que cumplan su palabra. Si las AFPs siguen llenándose los bolsillos, pero es el contribuyente el que paga las pensiones, tenemos un problema. Y grave.

Los costos de las comisiones y de administración, los constantes cambios de los afiliados entre distintos, fondos, la aparente falta de control sobre sus utilidades, contribuye a la furia del electorado. Furia, por cierto, completamente justificada.

Por el momento, las AFP están en un proceso de soul searching, y al parecer a fines de este verano emitirán un plan de acción. Esta es una oportunidad de oro para que un tema tan vital como este sea discutido en un año electoral.

Algunos propondrán una AFP estatal, lo que es un oxímoron. Otros, llamarán a desmantelar las AFPs, lo que será interesante si es que el objetivo es convertirnos en España o Grecia. Todo esto será inevitable si las propias AFP no proponen un plan sensato.

Nos gustaría una propuesta enjundiosa y potente de Andrés Velasco, que trabaje en conjunto con las AFP para asegurarse que los jubilados chilenos puedan recibir una pensión digna sin desangrar al país. Un new deal con las AFP urge. Si no es posible una tasa de reposición de 70 u 80%, las AFP no pueden esperar que los sans-culottes no los agarren y los manden a la guillotina.

No necesitamos un sistema de cajas, que habría colapsado por completo. Necesitamos reformas al sistema actual. No es necesario antagonizar con las AFP ni hacer llamados incendiarios en su contra. El país tiene los recursos para costearse un excelente sistema de pensiones. Sólo falta voluntad política.

(Continuaremos en un próximo post con las Isapres.)

sábado, 5 de enero de 2013

Los desafíos de Andrés Velasco

La Concertación debe acoger la candidatura de Andrés Velasco y de todos quienes quieran participar, y proponer de una vez algo de ideas

En momentos en que Chile llega al mejor momento de su evolución, los antediluvianos vociferan el colapso social-político-moral-económico-y-anda-tú-a-saber-cuanto-más. Nunca en Chile hubo mayor alfabetización, ni más apertura económica; hoy nadie cuestiona la democracia como sistema, jamás tantos inmigrantes llegaron a Chile atraídos no por sus promesas, sino por sus logros. No obstante, persisten bolsones de pobreza dura, desigualdades asquerosas, un sistema de educación aún rezagado, y falencias de infraestructura.

El gobierno de Piñera ha sido en apariencia exitoso, lo que generó feroces críticas de sus enemigos (el hombre despierta igualmente aguerridos anticuerpos) que desataron pasiones el año 2011, que el 2012 recularon exhaustas. La deuda chilena ha logrado la mejor nota jamás registrada en la región en parte por la forma en que manejó la apremiante situación. Fue justamente a raíz de las protestas que han surgido dos escuelas de pensamiento. Una, sostiene que el modelo chileno es un fracaso estrepitoso y debe ser desechado, para ello debe implantarse un gobierno estatista, fuertemente distributivo, que aplique una pesada carga impositiva. La otra, arguye que todo va sobre ruedas y que cuando hay crecimiento, el resto viene por añadidura, por tanto, la derecha debe continuar en el poder.

Un justo medio
Ambas contienen algo de verdad, pero están profundamente equivocadas. En Chile Liberal creemos, como lo hemos argumentado todo este tiempo, que Andrés Velasco es la persona más capacitada para formar el próximo gobierno, y queremos exponer aquí qué tipo de reingeniería debe aplicar para reinventar el modelo, y cuáles son los escollos que debe sortear. El modelo nos sirvió para dejar de ser un país pobre y pasar al liderazgo regional. Pero ahora campeones de la segunda división, debemos pensar en como pasar a la primera, y no para terminar de colistas. 

Primero, la "escuela derrumbe-del-modelo" subraya las enormes desigualdades en Chile. Dándose un aire tecnócrata, citan a la OCDE como el oráculo que los reafirma. La brecha entre ricos y pobres ciertamente es enorme. ¿Qué hacemos? Esta escuela, escandalosamente ramplona, sugiere que deben subirse impuestos a los más ricos, y el Estado le debe entregar ese dinero a los más pobres. Así la desigualdad se mitiga, si es que no, desaparece. Si esto fuese tan simple como quitarle a los ricos para darle a los pobres, la humanidad habría solucionado sus problemas hace rato.

La desigualdad en Chile está ligada a otros dos indicadores, que también nos entrega la OCDE, y que curiosamente jamás se mencionan en el discurso de la escuela del derrumbe. Y es que Chile, junto con ser el más desigual, exhibe la más baja productividad de la OCDE. O sea, el trabajador Chileno, en comparación con el resto, produce menos output con el mismo input.

Corea del Sur es un país altamente productivo, y de bajísimos impuestos. Es, del mismo modo, un país tan igualitario como los más avanzados, a pesar que hace unas pocas décadas tenía niveles subsaharianos de pobreza. ¿Cómo lo hizo, si no subió impuestos ni formó un Estado-providencial? Pues se dedicaron a fomentar la productividad de su fuerza laboral hasta igualarse a los países más desarrollados. La batalla de Samsung y Apple es el epítome de nuestro punto.

¿Cómo mejorar la productividad? Encontrar la fórmula ha desatado tantas leyendas como la búsqueda del Santo Grial. Piñera dio un gran paso al eliminar las trabas para iniciar una empresa. Esto implica enfrentarse al aparato y sindicatos estatales que desde luego viven de la burocracia. El próximo paso lógico —completamente ignorado por la clase política—, es agilizar el cierre de empresas. De nada sirve mantener empresas zombies, altamente improductivas, como ocurrió en Japón, que ve cómo Corea los iguala. Por consiguiente, es también esencial facilitar la contratación y el despido de trabajadores, de modo que se cierren emprendimientos y rápidamente la mano de obra sea absorbida ahí donde se require. Estamos seguros que Velasco y su comando comprenden exactamente a qué nos referimos.

Un Estado-Providencial y dadivoso puede erigir un sistema de seguridad social para contener la mano de obra no utilizada. Pero esto es caro y engorroso, ya que tiende a la exhuberancia. Nuestro sitio quiere ver que los capitales privados se pongan, como debe ser, al servicio de la sociedad y que sean las aseguradores privadas las que estèn a cargo de la seguridad social, de modo que cada trabajador cotice en la aseguradora de su elección y que pueda continuar percibiendo un ingreso mientras busca otro empleo, sea por necesidad o por opción. El Estado debiese limitarse a crear un rayado de cancha y un marco jurídico para que el mercado de los seguros sea accesible a todos. A no ser que quieran tener un enorme  e impagable sistema como el francés, que sólo vive del déficit fiscal y que puede hundir a todo el país.

La educación es cara, pero más cara es la ignorancia
Otras medidas fundamentales para la productividad son mejoras en la educación. Una educación en los valores cívicos y republicanos es algo muy lindo, estamos de acuerdo, pero de nada sirve la cacofonía entre la educación y los creadores de empleo. El gobierno tiene mucho que aportar en la simbiosis de ambos.

La educación gratuita es una estupidez populista y descarada que aparte de insostenible es avergonzante. Sin embargo, el gobierno sí debe terminar de otorgar créditos que sólo generan inflación educacional, lo que hizo reventar los aranceles. A las universidades se les debe fijar los precios de sus aranceles. Y las universidades tampoco pueden fijar sus propios parámetros: acortar las carreras a 4 años es urgente. El sistema de acreditación debe limitarse a exigir que los establecimientos informen a sus postulantes, y no que el Estado se haga cargo de la calidad de la educación, porque no hay mejor fiscalizador que los propios estudiantes.

En cuanto al sistema primario y secundario, hay acuerdo que el Estado sí puede contribuir mucho en la educación preescolar, que es un área clave. Y no por los motivos netamente académicos, que si bien son importantísimos, ya que el futuro rendimiento escolar depende del trabajo hecho los primeros años, no debe olvidarse que detrás de la educación preescolar hay otro factor crucial en la desigualdad que se expresa en otro índice otorgado por la OECD, donde Chile tiene el triste honor de ser el peor del curso: la falta de empleo femenino.

El sometimiento de las mujeres
Lo cierto es que los impuestos tienen poco que ver en la brecha. Lo que ocurre, principalmente, es que los pobres en Chile son muy pobres y no pueden profitar del modelo como lo hacen los ricos. La brecha se reduciría a niveles normales no emprobreciendo a los ricos, sino que incorporando a los pobres al mercado laboral. ¿Y por qué esto no ocurre, si el país crece y cada vez es más expedito abrir empresas que contratan mano de obra? Esto no ocurre porque en Chile las mujeres están marginadas del mercado laboral, la participación femenina es paupérrima, incluso para estándares latinoamericanos.

Por tanto, si se incorpora la mujer al trabajo, aumentan los ingresos, se reduce la pobreza, aumenta el empleo y su consecuente consumo interno y se produce un círculo virtuoso. Una de las mayores trabas para que las mujeres pobres y de clase media se incorporen al trabajo es que no tienen cómo cuidar los niños. O si trabajan, todo el ingreso se gasta en las guarderías infantiles, "mejor me quedo en la casa", con lo que la economía pierde mano de obra y se calsifica la brecha social.

Por lo que hemos visto, la gran diferencia entre ricos y pobres tiene menos que ver con los impuestos que con la productividad, la innovación en el mundo privado, y la incorporación de la mujer al mercado laboral.

Noten que si en una pareja el padre y la madre trabajan ganando el sueldo mínimo, si tienen dos hijos, están por sobre la línea de la pobreza. Es lamentablemente entre los pobres donde hay menos parejas, hay más mujeres solteras sin trabajo y con más hijos de los que puedan cuidar, lo que aumenta la pobreza y, de hecho, la perpetúa.

Ahora, la política
Nada de lo aquí expuesto es sexy, es decir, no requiere de grandilocuentes discursos sobre los ricos versus los pobres, los derechos de los trabajadores, los discursos sindicales, ni rimbombantes anuncios ni grandes leyes refundacionales. Pero a la larga, son medidas que cambiarán por completo al país.

Lo que hemos visto estos últimos años no es ni el colapso del modelo ni los reclamos injustificados de la masa, sino que los síntomas de que algo nuevo está surgiendo. Lo que proponemos es un modelo social centrado en la autonomía y libertad individual, los impuestos justos y no confiscatorios, el Estado mínimo y el gobierno reducido, en una economía sustentada sobre la destrucción schumpeteriana y no el sindicalismo ni el capitalismo de amigotes. 

Hoy vivimos el pleno auge del ciclo económico, y el gobierno de Piñera está gastando cada vez más. Se han hecho cuestiones extravagantes como aumentar los impuestos a las utilidades o dar más beneficios de post-natal que en Francia. Esto fue posible porque estamos en el auge del ciclo económico... que ya se recalienta.

El problema será que el próximo gobierno tendrá que hacerse cargo de los excesos, cuando el ciclo entre en recesión. Las correcciones necesarias serán innecesariamente dolorosas, y lo que fue un aparente éxito de Piñera, se convertirá en un fracaso, por haber sembrado las semillas del desastre. Será ése el momento de las recriminaciones, y seguro será el momento en que Piñera querrá volver a presentarse como candidato. Tendremos que volver a insistir que no queremos a un ex presidente de regreso, tal como lo hicimos ante Frei y como hoy frente a Bachelet, o al menos, ante quienes la quieren de vuelta en medio de su ensordecedor silencio.

Lo que corresponde es sacar lecciones de la elección municipal y que la Concertación convoque a una Gran Primaria, abierta tanto a la ultra-izquierda como a los centristas que no queremos ver a la Alianza en el poder ni con Allamand ni menos aún con Golborne. Desearíamos que fuese Andrés Velasco quien gane, pero esa decisión corresponde a los electores que participen de la primaria. ¿Por qué no una primaria abierta como lo hace la izquierda francesa? No debiesen marginar a nadie, ni menos aún obnubilarse por las encuestas y coronar por secretaría a Bachelet.

Si la maquinaria de la Concertación logra convocar a todos en torno a un programa moderado de reformas, y puede alinearse detrás de Velasco, será un gusto para Chile Liberal votar por ellos.