jueves, 31 de octubre de 2013

Derogar el Feriado Canuto

Desde su instauración por Michelle Bachelet fue un despropósito. Debe derogarse


Martín Lutero dio en el clavo

El 31 de octubre de 1517 el teólogo Martín Lutero clavó en las puertas del Palacio de Wittgenberg sus famosas 95 Tesis y con ellas causó el mayor cisma de la iglesia romana. Lutero cuestionaba la venta de indulgencias, es decir, el pago de dinero a cambio del perdón de los pecados durante la confesión ante un cura, práctica repugnante cuyo objetivo final era reunir fondos para financiar la construcción del Vaticano. Mediante edictos imperiales Lutero y sus seguidores fueron condenados y obligados a retractarse. Debido sus protestas, particularmente cuando fue convocado a la Dieta de Worms, a estos reformistas se les llamó protestantes.

Considerados herejes, asesinados, perseguidos, exiliados, los protestantes comenzaron a imponer su doctrina. El odio entre ellos y los romanos ha visto su expresión más horrorosa en la Guerra de los Treinta Años, considerada la más cruenta de la historia de occidente, mucho más que la Primera Guerra Mundial o la Segunda. La guerra civil inglesa, las Guerras de Religión de Francia, la expulsión y exterminio de los Hugonotes, hasta el conflicto armado actual en Irlanda del Norte nos muestran hasta qué punto la fe es sinónimo de odio, violencia e intolerancia.

En Chile desde nuestra emancipación que las numerosas constituciones políticas han declarado a la religión romana como la única en el país y el derecho de patronato ha sido la triste constante. Cuando los gobiernos del siglo 19 alentaron la inmigración hacia Chile —conscientes de las gravísimas dificultades de nuestra república para poblar y ejercer soberanía sobre el territorio—, la iglesia romana hostigó a los colonos protestantes, particularmente los alemanes en el sur y los británicos en Valparaíso, por traer consigo la religión herética o, peor aún, el ateísmo.

En una espectacular vuelta de tablero, hoy la iglesia romana comprueba su inexorable decadencia mediante el desplome de las órdenes sacerdotales y la escasez de fieles; es flagrante su imagen de mafiosa, esclavista, colaboracionista y pedófila mientras ven con impotencia la irrupción de las iglesias protestantes y evangélicas.

Increíblemente, a pesar que en teoría desde 1925 se separaron iglesias de Estado, el gobierno de Michelle Bachelet impulsó, sin que nadie se lo pidiese, un día feriado llamado pomposamente Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes, más conocido como Feriado Canuto, en vigor desde el año 2008.

¿Por qué transcurridos 83 años desde que el Presidente Alessandri instaurase la separación iglesias-Estado se insiste con obligar al país a exaltar cuestiones de índole religioso? Es un misterio. O quizás no. No es sólo estupidez, sino que primero, vagancia. En un país con extenuantes jornadas laborales —y espectacularmente improductivas—, cualquier feriado es aplaudido por el electorado bobo y así los políticos logran vítores fáciles de la chusma. Segundo, está claro que nuestros políticos, bastante brutitos, jamás han entendido en qué consiste el laicismo ni la separación iglesias-Estado. Para ellos meter las religiones es bonito, es como lindo, es moral, es simpaticón y choriflay. La ignorancia está a la orden del día.

En otra de las vueltas que da la vida, ahora la ex promotora del Feriado Canuto se apresta para volver a la presidencia. Y esta vez su plato fuerte es escribir una Nueva Constitución en la que —nos aseguran— se precisará el carácter laico de nuestra república.

De ser así, debe derogarse ipso facto el Feriado Canuto, y otros como el día de la Virgen Carmen, la Asunción de la Virgen, y el más absurdo de todos, la Inmaculada Concepción. Éste último, recién declarado dogma por el Papa romano Pío IX en 1854 mediante la bula Ineffabilis Deus, es completamente ajeno a cualquier tradición cultural como por ejemplo Navidad o Semana Santa, que tienen su origen en el zoroastrismo persa o el judaísmo respectivamente. Sus orígenes son ancestrales y su celebración más folclórico que religioso. Esos pueden mantenerse. Los otros, no.

Cuando escudriñamos el programa de Michelle Bachelet nos encontramos con algunos principios rectores de su futuro gobierno. Nos dice textualmente:

Asimismo, deberán suprimirse de la ley y de las reglamentaciones relativas a poderes del Estado toda referencia a juramentos, libros o símbolos de índole religiosa. 

Si lo anterior es recogido en la Nueva Constitución, será urgente eliminar la celebración nacional del canutaje (500 millones de dólares nos cuesta la gracia). Si ellos quieren ese día acudir a sus templos, las leyes deben garantizar la libertad de culto y los canutos podrán pedir permiso laboral, siempre que esto no afecte la labor de los empleadores, después de todo, la religión no es un valor absoluto. Pero es inaceptable imponer símbolos, como un feriado, a todo el país. Menos aún podrá aceptarse que el Presidente de una República genuinamente laica celebre este día en La Moneda, ni el día de la Virgen Carmen ni ningún otro. Así como tampoco un peso del erario público debe destinarse a reconstruir iglesias.

Esperamos que el comando de Michelle Bachelet así lo entienda y pronto empecemos a ver los resultados. Eliminar el Feriado Canuto será un primer gran paso.

lunes, 28 de octubre de 2013

¿Votar por Michelle Bachelet?


Habemus programam... por fin
En un mundo ideal los postulantes a la presidencia inscribirían sus candidaturas junto con un programa de gobierno, que sería requisito indispensable ante el registro electoral, y luego, en las cuatro semanas siguientes, cada aspirante a La Moneda haría campaña para publicitar las ideas plasmadas en su texto, y las debatiría con sus adversarios. El mundo real es bastante distinto. Una plétora de candidatos defiende una que otra medida, todas convenientemente ambiguas, casi todas charlatanería de fácil combustión, y los programas son considerados como deseables pero no obligatorios.

Faltan pocas semanas para que los chilenos vayamos a las urnas para elegir nuestro próximo presidente/a y recién vemos el programa de la candidata con más posibilidades concretas de ser elegida.

¿Es bueno? ¿Es malo? ¿Es "ahí nomás"? La cuestión no es tan simple. La candidata del pacto Nueva Mayoría (=Concertación + Partido Comunista) sabe que salvo un exabrupto será ella la elegida—el exabrupto no ocurrió ni ocurrirá. Por tanto, su programa reviste una importancia inusitada para una campaña. Dicho de otro modo, esto no es sólo un programa de una candidata, sino prácticamente la hoja de ruta del próximo gobierno. En una democracia joven e inmadura, con un electorado empoderado pero no muy bien formado, era imprescindible tomarse un tiempo y ser cauto. El resultado de tan impaciente espera no es un listado de ofertones, sino un documento inclusivo, convocante, y por sobre todo, responsable.

Al grano
Hay grandes temas que quedan zanjados, lo que es excelente porque evita incertidumbre. La Nueva Constitución va. Esto es seguro. El método no sería una Asamblea Bolivariana, sino un mecanismo institucional. Nos parece muy bien. El país ha remozado la Constitución de 1980 —lleva la firma de un Presidente legítimo y no de un Presidente de facto—, pero necesitamos un documento que concite la unidad nacional y que en la siquis del electorado sea el pilar de nuestra república. Una Constitución es en sí una cuestión estúpida (el Reino Unido ni siquiera tiene una, la de EEUU es apenas dos páginas), por tanto se evita el extraordinario desgaste de una Asamblea en que los autodenominados mesías del pueblo redactarán una letanía de derechos de extensión dickensiana.

Muchos temas los aprobamos. Por ejemplo, nuestra república será laica, sólo esperamos que la separación de iglesias-Estado sea total. Aspiramos una laïcité á la française, o algo como la gloriosa Primera Enmienda de la Constitución Gringa la cual establece de manera taxativa que no habrá leyes basadas en religión alguna.

En cuanto a drogas, pareciera dejar espacio de maniobra para el consumo personal, y cierto avance hacia el tratamiento médico de la adicción, y no tratar el tema como mera cuestión de represión policial, sin olvidar la necesaria prevención y educación. Michelle da luz verde a reclasificar la marihuana no como droga dura, con lo que rectifica una de las mayores brutalidades de su primera administración. Bachelet 2.0 corrige un bug de Bachelet 1.0

Tristemente, frente al matrimonio homosexual sólo se nos asegura una discusión y no un proyecto de ley como el país esperaría. Considerando la sublevación interna que sufrió en carne propia Sebastián Piñera en esta materia, creemos que Michelle ha sido responsable y ha evitado un quiebre con la Democracia Cristiana, agrupación que arrisca la nariz ante el tema y al parecer prefiere que los homosexuales sean ciudadanos de segunda clase. En fin, al menos que siga la discusión.

Aborto. La ley dictada por la Junta Criminal a pocas horas de abandonar el poder será rectificada por Bachelet 2.0. Enhorabuena. Como cualquier país civilizado, una mujer violada podrá optar a un aborto legal y seguro. Además, cuando un feto sea inviable se procederá a interrumpir el embarazo si la mujer lo desea. Esto no debe entenderse como un paso hacia la interrupción voluntaria del embarazo, que como sabemos, según la Constitución de EEUU es perfectamente legal hasta que el feto sea viable por sí mismo. Sino más bien se busca corregir la legislación más neandertal del mundo.

Otros temas nos producen menos entusiasmo. La "función social" de la propiedad privada abre la puerta a expropiaciones kirchneristas. O el reconocimiento constitucional a esa tribu urbana post-soviética llamada "los Mapuche", cuestión loquísima. 

Pero en fin, lo importante es que tenemos paño que cortar. Ciertamente, no esperábamos un mamotreto de 200 páginas, que al menos en mi veloz MacBook tarda 5 minutos en descargarse. Sólo en imprimirlo se me agotó la tinta y me quedé sin papel. Imposible que el ciudadano de a pie lo lea de una pasada, más aún cuando es más valioso por lo que sugiere que por lo que dice. 

Valoramos el esfuerzo y seriedad del equipo de Michelle Bachelet y pensamos que, a pesar de haber asegurado que no votaríamos por ella, algunos temas acá expuestos van en línea con lo que por años ha propuesto Chile Liberal, y los liberales debiesen seriamente considerar darle una oportunidad a la ex Presidenta. Corresponde citar a la gran pensadora contemporánea y filósofa Rihanna: 'We found love in a hopeless place'.

viernes, 25 de octubre de 2013

Defendamos Starbucks


En Chile Liberal desde hace mucho tiempo venimos advirtiendo sobre el peligro público que representa la epidemia sindical. Ahora, los sindicatos vuelven a embestir y esta vez su blanco es Starbucks—nuevamente. Acusan a la empresa de no respetar prácticas sindicales, en particular la negociación colectiva.

Los trabajadores de Starbucks vuelven a hacer el ridículo tal como el 2011 cuando se declararon en huelga de hambre. Si a ellos no les satisfacen las condiciones laborales de esta empresa —muy apreciada por todos— lo que corresponde es invitarles a buscar empleo en otro lugar. La función principal de Starbucks es vender café y no actuar como programa de empleo.

En vez de absurdas movilizaciones, los trabajadores pueden todos irse de una vez lo que haría sucumbir a la empresa ya que sería imposible que lograse reemplazar y formar a todos sus nuevos partners en pocos días. ¿Por qué no hacen eso? Porque apenas 56 de los más de mil empleados forman parte del sindicato.

El puñado de trabajadores arguye cuestiones irrisorias. Por ejemplo, que muchos locales se encuentran en zonas peligrosas. Ridículo, considerando que la empresa abre sus cafés en barrios aburguesados o aspiracionales. Sería estúpido que abriese locales cerca de los trabajadores, cuando la finalidad de la empresa es estar cerca de sus clientes. La finalidad de toda empresa es satifacer a sus clientes, para eso contrata trabajadores, no viceversa.

Vemos que si se implantase la sindicalización automática, la infame práctica llamada closed shop en inglés, los 56 sindicalizados llevarían a huelga a los mil empleados, pondrían a la empresa de rodillas y los consumidores nos quedaríamos sin el latte nuestro de cada día. Chile Liberal no está dispuesto a votar por ningún candidato que promueva la sindicalización automática así que esta vez sonaste con nosotros Marco

Aducen que las condiciones laborales son duras. Para los mineros del carbón las condiciones eran duras, no para los que operan una máquina de café y te escriben tu nombre en un vaso de plástico. Se jactan de tener el apoyo internacional de multisindicales como la CGT francesa (versión gala de la CUT), que es con toda seguridad la mafia más detestada de Francia, deplorada incluso por los trabajadores.

Urge poner a raya al sindicalismo. No vaya a ser cosa que los delirios altermundistas de unos pocos empiecen a ahuyentar la inversión extranjera. Defendamos a Starbucks y vayamos hoy mismo a tomarnos un café.

domingo, 20 de octubre de 2013

La vie d'Adèle, II parte: Véanla



Chile Liberal recomienda presentar en las salas nacionales esta maravillosa historia de amor lésbico

Ya chiquillos. Después de meses de impaciente espera y en medio de controversias mayores que ya explicamos, llegó finalmente la hora de apreciar la obra elegida unánimemente por el jurado de Cannes 2013 como la mejor película en competencia. A La Vide d'Adèle en nuestro sitio sólo podemos calificarla como chef-d'œuvre, simplemente una obra maestra del séptimo arte que no deja a nadie indiferente, y que Chile Liberal por supuesto recomienda vivamente.

Estamos, ante todo, frente a una historia de amor. Es secundario que sea entre dos mujeres, con cierta diferencia de edad, de dos estratos socioculturales contrapuestos, con dos visiones sobre la vida disonantes. Si triunfa el amor por sobre las conspiraciones del destino es cuestión que no abordaremos para no arruinar las expectativas de los lectores. Las largas escenas de sexo lésbico explícito no son un detalle, son parte esencial de la trama, y por cierto, un elemento de provocación que los franceses tanto exaltan.

La historia se inspira libremente en un cómic llamado "Blue is the warmest colour", título con que La vida de Adèle será lanzada en los países angloparlantes, al menos donde la censura de los neopuritanos y su Inquisición chanta no la sabotee. Contiene críticas al embrutecedor sistema escolar francés (paradojalmente exaltado en Chile), al clasismo y a la homofobia, y también es una elegía a las marchas por los derechos de los homosexuales. Bastante conmovedor es haber visto la película en mi barrio, Montparnasse, desde donde cada año empieza la Gay Pride francesa, que próximamente podrá jactarse de haber presionado a las autoridades para legalizar el matrimonio del mismo sexo. Para los espectadores es emocionante saber que muchos participamos en estas marchas y ahora vemos en el mismo barrio en que protestábamos el fruto de nuestra movilización.

Dos puntos destacamos. Primero, la monumental solidez de las interpretaciones de Adèle Excarchoupulos y de Léa Seydoux. En ningún caso uno cree estar viendo un film sino más bien imágenes de la vida real. Justamente, es este ultra-realismo una cuestión que impacta, un estilo heredero del estilo narrativo de Flaubert o Balzac.

Por otro lado, y siguiendo lo anterior, esta es una cinta de alta sofisticación, con referencias a la literatura y las artes. Gran parte de la vida emocional de la joven protagonista se forja en sus clases de literatura: desde La vida de Mariana (de Pierre de Marivaux), donde Adèle aprende qué es el amor a primera vista —el coup de foudre como le llaman en francés—, hasta Antígona, que es el preludio a la tragedia que le espera, pasando por el existencialismo sartriano entre muchos otros.

Gracias a una fotografía magnífica, la película recurre a las composiciones de Johannes Vermeer. El picnic donde ambas se dan su primer beso es una clara alusión al Almuerzo sobre la hierba de Édourad Manet, con más préstamos de Egon Schiele y menciones por ejemplo al Salón de Refusés de 1863. 

Adèle estremece al espectador gracias a unos primeros planos maravillosos que explican las arduas horas de rodaje. El resultado es glorioso. No es posible quedar impasible ante la historia que Abdellatif Kéhiche nos relata con talento desbordante y una honestidad chocante. 

El único reproche de algunos fue tener que pasar más de 3 horas en una historia desgarradora. Para otros, es parte de la genialidad de Kéchiche el hacernos sentir física y síquicamente la historia que se muestra en la pantalla. Hay que verla, hay que mostrarla.

viernes, 18 de octubre de 2013

Affaire Leonarda: Conmoción en Francia


La expulsión de la adolescente Leonarda (15), de origen gitano, ha causado una crisis en el gobierno socialista, ha dejado a la sociedad francesa en shock y ha generado una oleada de manifestaciones callejeras por parte de estudiantes

La expulsión de gitanos es un tema gravísimo. Por un lado, en un país donde el partido fascista Frente Nacional aumenta su votación, vuelven como zombies los peores fantasmas que aterran a Europa: la deportación masiva de gente que acabó con los campos de exterminio nazi. Por otro lado, tenemos la pauperización de la población de origen gitano que sin educación no tiene posibilidad alguna de insertarse al mercado laboral. Hay que hacer algo, pero, ¿qué exactamente?

La mayoría de los parisinos vive este problema de primera mano porque se ven acosados por los gitanos que, en el mejor de los casos mendigan por las calles, en el peor, se dedican al crimen. 

No obstante, Francia es un país que tiene una larga trayectoria democrática, es una nación que ha estado a la vanguardia del pensamiento y que fue la tierra de las Luces. A la nación heredera de los próceres de 1789, tierra de los derechos del hombre por antonomasia, se le exige una solución humana, ajustada a derecho y a su tradición valórica. No por estar sumida en una horrible crisis económica ahora vamos a olvidar los pilares fundacionales de esta nación.

Francia ha hecho muchísimo por acoger a los Romani, una de las principales etnias gitanas. Camiones especialmente acondicionados como salas de clases llegan a los campamentos, se registra a los niños y se hace seguimiento de su progreso educacional. La idea misma de la educación republicana francesa consiste en que la escuela sea el instrumento de integración. Noten que en Francia es ilegal el negarse a enviar a los niños a la escuela (obligatoria desde los 3 años). La educación universal de hecho es una de las más grandes herencias de Francia al mundo.

La cuestión es muy clara: el que quiera vivir en Francia debe respetar la ley. La ley exige enviar a los niños a la escuela para que sean letrados y adquieran habilidades numéricas, con esto lograrán convertirse en ciudadanos y podrán ganarse la vida dignamente. Los padres que se nieguen a enviar sus hijos a la escuela debe ser expulsados, y sus hijos junto a ellos, porque sería inaceptable separar familias. Así de tajantes. El que no quiera integrarse, el que no desee adoptar los valores franceses, no tiene cabida en el país. Expúlsenlos. 

No obstante, sí tienen cabida los que deseen integrarse. ¿Llegaron ilegalmente? Pues eso es una falta, no un crimen. Una multa es necesaria, luego habrá que regularizar su situación. Pero no merecen la expulsión salvaje y masiva que está llevando a cabo el gobierno socialista de François Hollande.

Las tensiones étnicas han sido desde hace varios años un polvorín y la mediática expulsión de Leonarda ha sido la chispa que lo hizo detonar. Miles de jóvenes parisinos en estos momentos salen por segundo día consecutivo espontáneamente a protestar ante estas arbitrariedades y para exigir el retorno a Francia de Leonarda. Chile Liberal se une a ellos y exigimos que la joven Leonarda vuelva al país, retome su educación y pueda optar a la residencia legal.

Este incidente no menor ha puesto de cabeza a toda la prensa, y ha sido cubierta por El País y CNN Chile. Invitamos a conocer los detalles.

La deportación de Leonarda causa polémica en Francia

lunes, 14 de octubre de 2013

La vie d'Adèle, I parte: La polémica

Que empiece el tortilleo
Se estrena en Francia la cinta galardonada con la Palma de Oro 2013 en el Festival de Cannes, obra calificada por la crítica como un verdadero chef d'ouvre y aclamada por la unanimidad de los especialistas. En situaciones normales Chile Liberal dedicaría un post con nuestra apreciación del trabajo del realizador Abdellatif Kéchiche, lo haremos esta vez pero dividido en dos partes: esta primera entrega dedicada exclusivamente a la extraordinaria controversia que rodea al film, y la segunda, con nuestra crítica, una vez que hayamos visto las más de 3 horas de esta producción francesa.

Steven Spielberg, presidente del jurado de Cannes, anunció en mayo pasado que la obra ganadora sería La vie d'Adèle, y que las premiadas con la palma de oro a mejor actriz serían ambas protagonistas del film, las jóvenes Léa Seydoux (28) y Adèle Exarchopoulos (19), quienes excepcionalmente fueron premiadas ya que una extraña regla del certamen impide a los protagonistas de la mejor película ser también los ganadores en la categoría mejor intérprete. Se desató el furor. Exultantes, las dos actrices lloraron en la ceremonia, el realizador las abrazó, la imagen fue emotiva más aún por ahondar en la temática de las relaciones homosexuales adolescentes en momentos que Francia debatía el marriage pour tous, es decir, el matrimonio del mismo sexo (finalmente promulgado como ley).

Un hecho que no pasó inadvertido fue que la película fue presentada sin los créditos. En represalia por las quejas del equipo técnico sobre el comportamiento del director, éste último dejó la versión en competencia sin siquiera mencionarlos. Pero no pasó a mayores.

Diligentemente, las actrices comenzaron el arduo trabajo publicitario, como de costumbre agradeciendo el excelente trabajo del realizador tunecino-francés que le valió a Léa Seydoux su consagración final como la estrella francesa del momento, y a la jovensísima Exarchopoulos ser declarada la próxima gran estrella gala.
Todos felices en Cannes
Pero de gira por norteamérica, y cuando ya se acercaba la fecha del estreno, Léa Seydoux declaró en una entrevista que nunca volvería a trabajar con Kechiche, y que las condiciones del trabajo fueron no arduas, sino de "abuso sicológico". 

La joven Exarchopoulos añadió detalles perturbadores como por ejemplo que el director la obligó a comer hasta hacerla vomitar y que la filmó. Incluso, las filmó haciendo pichí. 

La película contiene una controversial escena de 8 minutos de cunnilingus en primer plano, inédito en una película mainstream, cuya filmación duró 10 días seguidos, bajo continuas descargas de ira del director. En una escena ellas se van a golpes. Kechiche las obligó a golpearse hasta quedar sangrando. Pidieron no continuar filmando por la sencilla razón que físicamente no resistían el dolor. Esto entre otras torturas síquicas que aplicó Kechiche hasta extenuar por completo a las actrices, que a semanas del estreno sacaron la voz para expresar sus propias quejas. Por su parte, también volvió a la carga el equipo técnico.

Incluso algunos dirigentes sindicales llamaron la atención sobre las condiciones inhumanas del trabajo. Kechiche, furioso, denunció a Léa Seydoux como una niña malcriada —es de una familia muy adinerada— que por primera vez trabajaba de verdad. Nieta del propietario de la mayor productora francesa, fue blanco de más ataques de Kechiche, quien la acusó de ser parte del linaje artístico francés que "toda la vida me ha cerrado las puertas". Trascendió que las disputas en el set llegaron a tal extremo que el propio Kechiche le pidió que abandonara el proyecto, pero al parecer Seydoux aceptó continuar.

Un crítico llegó al extremo de afirmar que las querellas son el reflejo de las tensiones raciales y socioculturales de la Francia actual: el director inmigrante que lucha tenazmente por abrirse camino versus la niña aristócrata malcriada—lo que es injusto, a decir verdad, Léa Seydoux es una actriz de extraordinario talento.

Nada es antojadizo. El director a tal extremo se comprometió con su trabajo que por ejemplo llamó "Adèle" al personaje de Adèle Exarchopoulos, actriz de origen modesto, para que fuese total su encarnación con el personaje. El personaje de Seydoux es, a su vez, una niña pudiente de dotes artísticos que se enamora de una niña liceana de clase trabajadora. El acoso mental tenía como objetivo hacer de este un film ultrarealista y provocarles casi un quiebre nervioso, tal como ocurriría en la tortuosa trama de la obra.

Censurada en algunos estados de EEUU, criticada en ese puritano país donde es inconcebible que en plena gira publicitaria estalle un escándalo de estas proporciones, y víctima de ataques de sectores ultraconservadores franceses, sin olvidar la disputa con los técnicos, todo esto derivó en un arranque de ira en que Abdellatif Kechiche buscó abortar el estreno alegando que después de las declaraciones de las protagonistas y de los técnicos la película había sido "ensuciada". La idea era presentarnos una historia tormentosa entre una artista bohemia y una joven de clase trabajadora que debían enfrentarse a la sociedad por el crimen de vivir su historia de amor, pero que ante todo, es una historia de amor. Pero acabó como una película porno dirigida por un tirano, alegó Kechiche. Su obra maestra ha sido arruinada.

Los más cínicos aducen que esto es una maniobra publicitaria. Lo dudo.

La verdad es que si fue estrategia publicitaria, fue bastante mala, ya que ciertamente esta debía ser una historia de amor no un porno barato dirigido por un desgraciado. 

Haré el esfuerzo por hacer abstracción de toda la chimuchina inútil e ir al cine a ver una película que, como han dicho los críticos, amerita traer muchos pañuelos porque nos va a estremercer y nos hará llorar. 

Cuando la vea y logre metabolizarla les contaré qué tal es. Y ojalá que entre tanta basura que se muestra en Chile, hagan un espacio para difundir La vie d'Adèle no sólo en El Biógrafo o el Normandie, si es que aún existen, sino en los multiplex también. 

Por mientras los dejo con el tráiler oficial, que viene acompañado del hipnótico tema "I Follow Rivers" de la sueca Lykke Li.




martes, 8 de octubre de 2013

Economicidio a la francesa

El sindicalismo es el enemigo número uno de la innovación, la productividad, la inversión, e incluso de los intereses de los propios trabajadores



Francia cuenta con industrias de prestigio tales como su perfumería, siendo las fragancias francesas las más renombradas y reconocibles del planeta. El país además recibe anualmente más de 60 millones de turistas convirtiéndolo en el destino turístico número uno a nivel mundial. Visita obligada de todos los visitantes es la capital, París. En la Ciudad Luz, los millones de viajeros no pueden dejar de conocer su avenida más famosa, los Campos Elíseos. 

No es de extrañarse que la más grande cadena francesa de perfumes, Sephora, haya instalado su tienda más emblemática en los Champs Elysées, para delicia de sus clientes locales e internacionales, y también de sus accionistas. 

Un tema menos glamoroso es el desempleo francés, que ha llegado a un récord histórico que ya supera el 11%. Dentro de las medidas necesarias para paliar la endémica cesantía los franceses deberían sacar provecho de sus productos de impresionante valor agregado vendiendo cada vez más perfumes a los millones de turistas que pasean por “la avenida más bella del mundo”. Excepto un detalle: la más poderosa agrupación sindical llevó a tribunales a Sephora para denunciar sus largas jornadas de abertura. 

"Numerosos empleados de Sephora decepcionados
 por la prohibición de abrir de noche"
La justicia ha ordenado que Sephora —la perfumería más reconocible del mundo en la capital del país de los perfumes—, cierre sus puertas a las 21 hrs y venda menos. El 20% de sus ventas esta tienda las realiza después de las 21 hrs. Francia, también reconocida por su producción literaria, ha dado al mundo grandes novelas fantásticas, como por ejemplo las narraciones de Jules Verne. Pero la realidad supera cualquiera de las ficciones más alocadas de Verne cuando los propios trabajadores de Sephora organizan una manifestación tanto fuera de la tienda como en los tribunales, para denunciar la intromisión de la poderosa CGT, la multisindical culpable del cierre nocturno de Sephora. Los trabajadores ahora se exponen a una pérdida del 30% de su ingreso mensual ya que los patrones sindicales quieren que los empleados trabajen menos.

Prohibido el DIY los domingos
La trifulca entre los trabajadores de Sephora y las cúpulas sindicales escaló aún más cuando los empleados de Leroy Merlin y Castorama, dos grandes cadenas de bricolaje (equivalentes al Easy y Sodimac), decidieron organizar su propia revuelta contra el Soviet Supremo sindical y portando camisetas con la consigna “Yes Weekend” —parodia de Yes We Can— exigieron que sus empleadores abrieran los domingos.

Sí, en Francia gran parte del comercio cierra los domingos gracias a las luchas en las calles y las reivindicaciones del pueblo unido que jamás será vencido. Una insensatez como pocas. “Conquista social” le llaman a esta estupidez.

En plena crisis económica, con pérdida del poder de compra, aumento de impuestos y menos comercio, los trabajadores galos buscan trabajar los domingos para lograr la odisea de llegar a fin de mes. Los gerentes de estas cadenas anunciaron que desafiarían a la ley y al establishment sindical y que abrirían sus tiendas a pesar de la prohibición. 

¿Resultado? Los clientes hacían fila para ir a comprar los materiales que les permitieran enchular sus hogares. Con café y galletas los trabajadores recibían a los clientes, portando sus camisetas “Yes Weekend” y desplegando lienzos a favor de trabajar los domingos.  150 mil euros de multa le cursaron a los cochinos y explotadores empresarios cuyo gran pecado es vender materiales al público y crear fuentes de empleo. Malditos. Eso no corresponde. Debe multarse. Los gerentes y trabajadores calificaron como un éxito la jornada de movilización. Al día siguiente, una reunión de emergencia en Matignon, la casa de gobierno, fue el resultado de esta verdadero acto de desobediencia civil.

Cuando las mafias sindicales se ven amenazadas, golpean con todo. La respuesta no se hizo esperar. A los pocos días del fiasco de Sephora y de las cadenas de bricolaje, otra denuncia de los mandamases sindicales logró que los supermercados Monoprix cerrasen a las 9 de la noche. Nuevamente, los trabajadores ven mermadas sus horas laborales, disminuyen sus ingresos, con todo lo que eso implica. “En Monoprix ganamos las elecciones”, arguyó un mandamás sindical. Los trabajadores ni siquiera recuerdan haber votado por esos sujetos, menos aún han aprobado el cierre los domingos. 

Todas estas tonterías sólo son posibles en un país donde el sindicalismo es una fuerza paralela que eclipsa incluso a las autoridades elegidas. Es letal que gobiernen grupos paralelos: es antidemocrático. 

En Francia —como en cualquier otro país— desregulaciones, liberalizaciones y reformas estructurales permitirían mejorar la productividad y mitigar el altísimo desempleo. Los fiascos de Sephora, Leroy Merlin-Castorama y Monoprix son crímenes de lesa economía. Podemos llamarles “economicidio”.

La situación es acuciante pero el sindicalismo está dispuesto a poner al país de rodillas con tal de imponer sus retorcidos términos para así anteponer sus intereses a los de los trabajadores, y de paso, roncar fuerte para mostrar que el poder lo tienen ellos, los reivindicadores sociales, y no los empresarios, que son unos cochinos, ni menos los trabajadores, que son unos idiotas que prefieren trabajar en vez de exigir derechos, lo que es mucho más fácil, y digno de un verdadero proletario. 

Es triste ver Francia con un desempleo de dos dígitos porque es, además, completamente evitable. Es imposible encontrar un puto taxi porque es tal la regulación de los taxistas que al final son un cartel: cualquier intento de reforma y paralizan las calles, aeropuertos y carreteras. Imposible encontrar un gásfiter. Imposible encontrar alguien que te pasee el perro o te pinte el departamento. El código del trabajo francés es un mamotreto que pesa 3 kg, contiene más de 10 mil complejas regulaciones que nadie, salvo un abogado especializado, es capaz de comprender. A esto, los pelotudos también le llaman “conquista social”. 

Mientras tanto, millones de personas de baja calificación no encuentran trabajo. Es completamente estúpido. Pero el culpable número uno es la obstinación de los sindicatos y su manía por hacer demostraciones de fuerza. “Nosotros queremos comprar y ellos necesitan trabajar”, es el comentario que hace todo el mundo en estos días. ¿Quién se interpone entre quienes quieren hacer sus compras y quienes quieren trabajar? Quién más sino los mandamases de los sindicatos.

Destrúyanlos
Sarkozy prometió enfrentar de una vez y para siempre a los sindicalistas, pero no pudo. Hollande ni siquiera lo ha intentado, y cómo iba a hacerlo, si incluso han cometido otro economicidio: cobrar impuestos por las horas extras trabajadas. 

El sindicalismo es a la economía como el virus del VIH al sistema inmune: un descuido y ataca, dejando vulnerable al sistema inmune para que se declare el SIDA. En el Reino Unido, sólo la férrea Margaret Thatcher logró romper al sindicalismo para siempre. En Francia, aún pena tener una Dama de Hierro que barra con esta epidemia. 

En el colmo de la insensatez, en Chile gente como Marco Enríquez-Ominami propone la letal “sindicalización automática” (el infame closed shop, como se conoce en inglés) entre otros disparates. Es deber de Chile Liberal advertirle a sus lectores que muy bien hacen en no escatimar recursos en la lucha contra el sindicalismo. El país entero lo agradecerá, pero ante todo, los trabajadores serán los primeros beneficiados.

"¡Trabajar el domingo es mi decisión!"

Addenda (9/10/2013): Anoche llegó el plazo final y la tienda Sephora debió cerrar a las 21 hrs. Claro que antes de cerrar las puertas los trabajadores organizaron un acto de protesta bastante festivo y que apareció en los principales noticieros. A continuación pueden ver un breve video con la manifestación y las declaraciones de los trabajadores

domingo, 6 de octubre de 2013

De ratificación ciudadana a Plebiscito

Han transcurrido 25 años desde que Chile recuperó su democracia. Hoy necesitamos avanzar a una democracia plena

Una frase cliché dice que "las palabras crean realidad", y como todo cliché, contiene algo de cierto. No da lo mismo decir "golpe" que "pronunciamiento", "dictadura" o "gobierno cívico militar de reconstrucción nacional". Del mismo modo. "plebiscito de 1988" es uno de los más extraordinarios triunfos lingüísticos.

Siguiendo las disposiciones transitorias del Constitubodrio de 1980, los comandantes en jefe de las fuerzas armadas y de orden debían designar en 1988 un candidato para continuar la dictadura después de ese año, en que vencía el primer octenio de la dictadura. La disposición transitoria vigésimoséptima establecía:
Corresponderá a los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y al General Director de Carabineros, titulares, proponer al país, por la unanimidad de ellos, sujeto a la ratificación de la ciudadanía, la persona que ocupara el cargo de Presidente de la República en el período presidencial siguiente al referido en la disposición decimotercera transitoria, (...)
A los ilusos se les hizo creer que el candidato no sería Pinochet sino un civil. Para sorpresa de nadie, el candidato anunciado fue... ¡el Pinocho! Con las siguientes palabras (ver video) se anunció tan predecible acontecimiento:
Propónese al país, sujeto a la ratificación de la ciudadanía, al Capitán General don Augusto Pinochet Ugarte, para ocupar el cargo de Presidente de la República en el periodo presidencial siguiente al que está rigiendo.
En el primer capítulo de la ahora mítica franja del NO, el destacado comunicador Patricio Bañados también menciona esta anomalía cuando nos presenta (ver video) una narrativa más honesta de la extraña situación:
Los chilenos hemos sido convocados a "ratificar," mediante un plebiscito, al candidato único propuesto por los comandantes en jefe. En las democracias no es así, allí se elige entre varios candidatos.
Desde luego que no es lo mismo ratificar que plebiscitar. La magia de lo que finalmente ocurrió en 1988 reside justamente en convertir esta mera formalidad, una ratificación del candidato propuesto por la junta militar, en un acto plebiscitario propiamente tal, que de perderlo, significaría en la práctica derrocar a Pinochet y su ignominiosa tiranía. Y de paso, impedir que una autocracia con poderes absolutos nos hubiera regido vergonzosamente por un cuarto de siglo, algo inédito en nuestra trayectoria democrática iniciada casi desde nuestra emancipación. 

Los pinochistas recalcitrantes desde luego creen que en un acto magnánimo el autodesignado Capitán General (sólo Bernardo O'Higgins empleó semejante título) y presidente de facto habría demostrado su compromiso democrático y se había sometido, sólo, sin que nadie lo presionara, a un plebiscito, y que en caso de perderlo acataría el resultado sin chistar, como honorable y valiente soldado.

¿Someterse sólo a un plebiscito? Mis polainas. La idea era sólo ratificar al candidato, no plebiscitar la dictadura. O sea, seguir la misma trampa con la que se ratificó el Constitubodrio de 1980: no contar con un Tribunal Calificador de Elecciones de modo que se lograra mediante el fraude lo que no podían por las urnas.

En efecto, la disposición transitoria decimoprimera establecía que el Tricel recién se constituiría antes de la primera elección parlamentaria, vale decir, con posterioridad a la ratificación. Tratando de persuadir al país que sí habría un plebiscito, la gente le llamaba "plebichiste". Si Pinocho se hubiese salido con la suya, no habría Tricel el 5 de octubre de 1988, y la ratificación se lograría fácilmente: mediante el robo de la consulta popular.

Como sabemos, en 1982 gracias a la ineptitud de su equipo económico el país no resistió la crisis petrolera internacional y sufrimos la peor crisis económica de nuestra historia. El PEM y el POJH, las ollas comunes, el rescate de la banca y la deuda subordinada, la deuda externa, la caída del PIB de un astronómico 14,1%, la cesantía a un récord superior al 20% dio paso a un estallido social que exigía el fin de Pinochet y su dictadura. La represión pinochetista no podría apaciguar los ánimos por siempre (en 1986 se probó el tiranicidio, sin efecto).

Sólo en 1983, 30 personas fueron abatidas en las calles en el contexto de las jornadas de protesta, para lo que Pinochet debió sacar hasta 18 mil soldados a las calles para reprimir las manifestaciones. Desde el extranjero empezaron a llegar donaciones a los disidentes chilenos, especialmente de los países que habían asilado a los exiliados por la junta. 

Lo anterior redundó en que el régimen debió aceptar la conformación de estándares mínimos que permitieran un verdadero Plebiscito. En 1985 debieron proceder a examinar la artimaña fraguada y finalmente el Tribunal Constitucional declaró que eran necesarios estos estándares. Políticos de las más variadas corrientes convergieron en el llamado "Acuerdo Nacional" para convencer a la población que sí se trataba de un acto legítimo y no otra maniobra del régimen. Pinochet lo rechazó, pero el país continuó las manifestaciones para lograr el restablecimiento democrático.

En un principio, Richard Nixon y Henry Kissinger, mediante la CIA y en estrecha colaboración con Agustín Edwards y otros elementos reaccionarios, desestabilizaron a Chile hasta que el Golpe fue inevitable. La ONU entre otras organizaciones comenzaron a subir el diapasón en sus condenas a la dictadura chilena. La administración Carter endureció su postura contra Pinochet pero luego de su abrupta salida, Ronald Reagan revirtió los castigos. 

Pero finalmente, la maniobra de Pinochet de aceptar un Plebiscito —con padrones electorales, Tricel, etc.— ya estaba en marcha. En 1986, ya ni siquiera Reagan fue capaz de sostener el desquicio de Pinochet cuando recibió los informes de la CIA que demostraban inequívocamente que Pinochet desconocería los resultados del Plebiscito en caso de un resultado adverso. Hasta Milton Friedman llamó a los chilenos a "deshacerse de la junta".

Todos sabemos qué ocurrió el 5 de octubre. El país respondió con un categórico NO. Pinochet ordenó sacar los tanques, pero sus subordinados se negaron.

Aquellos que cultivan los clichés dicen que la alegría nunca llegó. Esto es falso. El país ha avanzado como nunca antes. Una feroz crisis golpeó al país hace pocos años no obstante hoy persiste el crecimiento y el desempleo se desploma gracias a los mecanismos aplicados en democracia. Pasamos de una coalición de centro-izquierda a una de centro-derecha la cual en gran parte abjura de su pasado golpista. Aunque persiste un esquema económico rentista, una institucionalidad extractiva y un régimen democrático con fallas, el país es capaz de corregir sus errores y se apresta a hacerlo. 

Desde 1990 se ha reducido la pobreza, la desnutrición prácticamente ha desaparecido, y de un 10% de analfabetismo en 1970 hoy contemplamos una jornada escolar completa casi universal. El espíritu cívico de 1988 nadie lo cuestiona, ni siquiera quienes erróneamente votaron Sí. El desprecio a Pinochet es unánime.

En 1988, después de censura y amedrentamiento, sorprendió la franja del NO por carecer de descargos de ira, sino que magistralmente nos inspiraba a creer en un futuro promisorio. La idea era fortalecer la confianza y estimular a que la gente venciera el miedo y fuera a votar, sin prestarse para enquistar más a Pinochet y su irrefrenable ansia de poder. Era la oportunidad de demostrarle al mundo que somos un país modesto pero orgulloso de nuestra tradición, y que podíamos volver a la normalidad de forma pacífica, incluso con elegancia.

Hoy, la cancioncita pegajosa ya es mejor dejarla confinada a la historia. El país necesita un nuevo estilo de campaña electoral que muestre contenidos y discusiones de fondo. La candidata Michelle Bachelet no puede continuar basando su popularidad en el silencio, eludiendo los temas que inquietan a la población. Ya no tenemos un candidato único al cual todos tememos y que nos amenaza por los medios de comunicación y censura cuando se le antoja. El país discute sus modernizaciones pendientes desde 1988, no se debate entre debacle o no debacle. Ni la derecha sería capaz de una campaña del terror, como lo hizo absurdamente en 1988. Nada justifica seguir con la mentalidad de la campaña del NO. 

Si se trata de revivir el espíritu cívico y la épica de 1988, exigimos que haya debates de verdad entre los candidatos, transparencia en saber quiénes financian sus campañas, propuestas concretas e ideas dignas de rebatirse. Convertimos una ratificación de un candidato único en un plebiscito que derrocó a una dictadura infame en el mundo entero, siguiendo su propias reglas. Si los chilenos fuimos capaces de esta hazaña, hoy nos merecemos una política que esté a la altura de la madurez de nuestros votantes.