sábado, 24 de octubre de 2020

Un voto Apruebo: Por una Democracia Total

 

I'll tip my hat to the new Constitution
Take a bow for the new revolution
Smile and grin at the change all around

 

–“Won’t Get Fooled Again” (The Who, 1971)

 

 

Urge una Constitución post-socialista que resuelva la brega entre el pueblo y las élites

 

La Constitución de 1980 resolvió mediante la fuerza bruta el gran conflicto ideológico del siglo 20, que fue la pugna entre el socialismo y  la libertad, con la consagración constitucional del rol subsidiario del Estado. Pero a pocos años de su promulgación cayó el Muro de Berlín, colapsó estrepitosamente la Unión Soviética, hubo una estampida de balseros cubanos hacia Miami, y el socialismo real llegó a su fin. De paso, la Constitución chilena que impedía el socialismo quedó obsoleta.

 

Pero eso poco importó. Se  hizo un recauchaje a la Constitución y recuperaríamos la democracia -- o un sucedáneao. Comenzaban los años ’90 y EEUU se erigió como el gendarme del mundo. Francis Fukuyama anunció el fin de la Historia, y el autor francés Philippe Muray famosamente declaró el nacimiento del Homo festivus y la "salida de la Historia". Tuvimos Internet con módem y Napster. Estábamos de jauja. En Chile, de hecho, con la Concertación capturamos el zeitgeist e inventamos la Tercera Vía antes que Bill Clinton y Tony Blair. 

 

Pero el conflicto de nuestra era ya no es la brega entre la tribu ideólógica que pregona el control totalitario del Estado versus los otros que buscan abolirlo. Hoy, lo que define a nuestra era es la lucha entre el pueblo y las élites.

 

El orden constitucional actual no logra resolver este problema, que nos acompañará por un buen tiempo. Antes podías llamar a la cúpula sindical o hacerle guiños a los líderes de la izquierda dura y apaciguabas los ánimos. El ciudadano de a pie en la actualidad no se siente identificado con ellos, al contrario, los aborrece.

 

El quid del asunto es cómo distribuir el poder para que las leyes del mercado no se conviertan en la ley. Cómo devolverle poder a la ciudadanía, que ya está empoderada. Cómo hacer que las elecciones sean reales y no una coreografía dirigida por los dueños del dinero, que como titiriteros manejan a los legisladores y a la opinión pública con los medios de comunicación.

 

La Constitución actual es un entuerto que sobrevivió su fecha de vencimiento. En Chile Liberal queremos un balance de poderes para que el Congreso no sea una escribanía del Presidente, para que el poder no resida en una fantasía etérea  sino que en un ente real como el Parlamento. La destrucción schumpeteriana debe ser institucionalizada.

 

El Brexit en el Reino Unido fue una rebelión popular, pero civilizada. Los británicos no arrancaron los leones de Trafalgar Square, ni botaron la columna de Nelson, ni pintarrajearon la National Gallery. A la señora Theresa May la echaron de una merecida patada en el poto sin Hawker Hunters bombardeando 10 Downing Street. A eso debemos aspirar. Y noten que en el Reino Unido no hay una Constitución escrita como tal.

 

Sinceramente, subyace algo grotesco y absurdamente cartesiano en querer escribir las leyes de un país y luego pasar años, décadas, o siglos discutiendo si el texto dice esto o lo otro. EEUU aún se desangra por el derecho a portar armas como si aún fuesen una tierra salvaje donde la ley la hace el más rápido del Oeste. Una Constitución debe ser flexible y capaz de adaptarse a su era.

 

Más aún, otro gran problema de nuestra época, como incluso lo vemos en la designación de un nuevo juez de la Corte Suprema de EEUU por parte de Trump, es que hoy en día también gobiernan los jueces mediante su inventiva para tomar textos legales, retorcerlos y hacerlos hablar y decir lo que ellos quieren que digan. Si hay algo tan terrible como el gobierno de los dueños del dinero es el gobierno de los jueces. Ambos son inherentemente antidemocráticos, porque lo ejercen quienes no han sido elegidos.

 

El gobierno debe ejercerlo la ciudadanía mediante sus representantes, sin las tutelas y cortapisas que por años toleramos pero que ya se volvieron intolerables. Se nos dice que la Constitución de 1980, que contenía el nefasto Artículo 8º entre otras bazofias, ya ha sido reformada 500 veces. Bueno, si el texto necesita tanto arreglo es porque en esencia es penca. Hay que cambiarlo. Necesitamos una democracia total.

 

Para eso, Chile Liberal vota Apruebo. Para producir una Constitución breve, neutra y duradera por al menos 40 años, y esperamos que una Convención Mixta obligue a los políticos  trabajar por los ciudadanos que los eligieron.