domingo, 9 de julio de 2017

Bloody Sunday

Fuente: BBC Sports

El domingo 2 de julio de 2017 es una fecha que no olvidaremos

El domingo pasado, hace exactamente una semana, vivimos uno de los días pivotales en nuestra historia. Al ver el gráfico (arriba) un observador desprevenido concluiría que la Selección de Chile habría ganado la final de la Copa Confederaciones en su versión 2017. Lamentablemente, La Roja cayó por la cuenta mínima. Por otro lado, y de manera igualmente lamentable, en las elecciones primarias celebradas ese mismo domingo se impuso holgadamente el ex presidente Sebastián Piñera. Convengamos que lo segundo es muchísimo más grave que lo primero.

Cuando Chile se adjudicó la Copa América 2015 concluimos lo siguiente: "saquen a Sampaoli hoy por la puerta ancha, y busquen un reemplazante para la nueva etapa". Nadie nos hizo caso. A Chile Liberal, como es su costumbre, le asistió toda la razón. El ex manager de Chile abandonó el cargo de manera brutal dejándonos en la incertidumbre. Nos expuso a una derrota humillante en Uruguay (se negó a hacer reconocimiento de cancha y a Chile le anotaron un humillante gol sin que siquiera el balón tocase el terreno de juego), y luego pasó a comandar a nuestro rival directo en las Eliminatorias a Rusia 2018, Argentina.

En lo político ⎯ciertamente mucho más trascendental que el football⎯ hoy alertamos sobre otro peligro que causará igual incertidumbre: que el magnate y ex presidente vuelva a colgarse la piocha de O'Higgins, generando un estancamiento en la consolidación política de Chile.

El gobierno de Piñera 1.0 no fue no bueno ni malo. El gobierno de Piñera simplemente fue. Es odioso pretender ahora emitir juicios sobre la calidad de la gestión anterior de Piñera. Por un lado, los indicadores fueron buenos. Por otro, su torpe manejo político más la falta de una maquinaria partidista adecuada le impidieron gobernar correctamente. Pero la esencia del Piñera 2009 fue que nos permitió efectuar un ejercicio arriesgado pero necesario para comprobar de veras si todo lo que empezamos a construir desde el 11 de marzo de 1990 era sólido. Y Chile cumplió.

En vez de cimentar su legado potenciando a figuras emergentes en la centro derecha y en los grupos conservadores moderados (como Felipe Kast, por ejemplo), el ex presidente ha cedido a sus irrefrenables ansias de poder y vuelve ahora para pretender un segundo periodo.

¿Es conveniente que un hombre tan acaudalado como Sebastián Piñera sea presidente? No, no lo es. Las grandes fortunas de Chile constituyen en sí mismas unas formidables maquinarias de poder lo que deja al desnudo una situación anómala que aún no corregimos y que impide que nuestra república sea genuinamente democrática. Piñera 1 había sido una excepción. Pretender repetirse el plato es una mala idea.

Piñera nos mintió cuando aseguró que su fortuna quedaba administrada bajo un fideicomiso ciego mientras él se ocupaba de dirigir el país. En un estilo típicamente piñerístico, esto fue cierto para su fortuna en Chile. Pero su fortuna fuera de Chile siguió bajo su mando ⎯ mientras ocupaba el sillón presidencial. El candidato Ossandón acertó cuando atacó este flanco de Piñera (si bien su estilo fue lastimoso y dio vergüenza ajena).

El Caso Exalmar requiere una digresión. Veamos. El presidente de Chile era el encargado de coordinar el equipo jurídico que defendió nuestras fronteras marítimas en la Corte de La Haya durante la disputa con Perú. En las aguas en disputa ⎯ricas en recursos pesqueros⎯ Piñera poseía inversiones. El fallo finalmente fue más bien adverso. Se abre la suspicacia de que Piñera-presidente haya deseado que los jueces fallaran contra nuestros intereses y así el Piñera-magnate vería resguardada sus inversiones, para ello le convenía no esmerarse mucho en que el equipo chileno estuviese muy bien preparado.

Desde luego, nadie sensato podría creer semejante infamia. Si así fuese, Piñera sería el más grande hijo de puta que jamás ha gobernado el país ⎯ superando incluso al Carnicero. Si este fuese el caso, Piñera debiese declarar ante una corte marcial y acabar ante el pelotón de fusilamiento. Pero lo llamativo del caso es que un hombre cuyas inversiones sobrepasan nuestras fronteras es un sujeto extremadamente poderoso. Y si además ostenta el poder político entonces la situación es explosiva. Fue excepcional en la coyuntura del 2009 ⎯ no por nada, Chile Liberal votó por Piñera en ese entonces. ¿Hacer lo mismo hoy? No, no amigos. Hoy no estamos para apoyar a Piñera.

La preocupación, más allá de las cavilaciones sobre quién debe ser presidente, es continuar consolidando nuestra democracia y cultivando las virtudes republicanas. La derecha logró superar ampliamente sus expectativas (que así todo eran relativamente modestas) y la verdad sea dicha, le voló la raja a la Nueva Mayoría y a su vástago dislocado, el Frente Amplio. Con una Carolina Goic (candidata respetable) mostrando cifras enjutas y propuestas minimalistas, más un Guillier que sigue durmiendo la siesta, nadie ha sido capaz de contrarrestar la acometida de Piñera.

El hombre de negocios en su versión 2.0 ha dado un extraño e inquietante giro ultraconservador. No lo reconocemos del moderado que se presentó dos veces en la década pasada. Se especula que ahora hará un cambio de carril y se situará más al centro en el tramo post primarias. No estamos para otorgarle el beneficio de la duda.

Si bien sabemos que Piñera en esta oportunidad ha convocado y movilizado a muchos en su sector simplemente porque para los pragmáticos votantes de derecha no hay nadie más, y si sumamos la estupidez e incompetencia de la Nueva Mayoría más el infantilismo y amateurismo del Frente Amplio, visualizamos un desenlace que parece cada vez menos fantasioso: que Piñera gane en primera vuelta.