lunes, 30 de septiembre de 2013

Nuestro total apoyo a Sebastián Piñera


El cierre del penal Cordillera es una medida acertadísima
"Delincuentes, se les acabó la fiesta", fue uno de los muchos eslóganes desproporcionados de Piñera. Pero tal como la creación de un millón de empleos, Piñera derrotó nuestro escepticismo y nos sorprendió cumpliendo. La fiesta no se le acabó a los delincuentes comunes o de alta peligrosidad, para esto se requiere medidas laterales más que represivas, pero claramente la fiesta, los almuerzos de camaradería, las tardes de jacuzzi se le acabaron a los delincuentes que han vestido uniforme militar que perpetraron las peores atrocidades de las que nuestro modesto país tiene memoria.

El cierre del spa-resort-penal Cordillera, donde se encuentra recluida la crème de la crème de los chacales, le ha valido al Presidente feroces críticas del ultraconservadurismo, tanto así que un quiebre en la derecha es inevitable.

Los exaltados afirman que Piñera ha cerrado esa escandalosa cárcel sólo por congraciarse con el electorado con el objetivo de buscar la reelección. Obnubilados por la estupidez inherente de sus psicopatías, son incapaces de entender que Sebastián Piñera —como cualquier ciudadano de a pie— se indigna al ver criminales convictos vivir como Luis XV en Versalles. 

Cerrar esa ignominia es un acto más bien de sentido común que garantiza el resguardo del principio de igualdad ante la ley. Esos individuos son reos, y como tales, no deben tener privilegios. Piñera ante todo se debe a sus gobernados, no a una cúpula partidista de dudosos principios éticos.

Vemos que el Mamo Contreras da entrevistas a la televisión, incluso profiere amenazas contra Piñera. No entendemos por qué ese señor habla como si estuviera en su casa. No entendemos por qué el señor Mena, ex director de la Gestapo chilena —la CNI—, se suicida à la Himmler pero en la comodidad de su hogar. Como en las películas gringas, debiesen vestir un uniforme de reos y permanecer en sus celdas. No merecen beneficios de esta especie. 

Mena se ha suicidado lo que es lamentable ya que debió continuar en la cárcel cumpliendo su sentencia. Un sujeto como este además tenía permiso para portar armas, lo que abre serias dudas sobre la reglamentación en estas cárceles.

Sin prisa, pero sin pausa
Gobernar es un arte, no una ciencia. Y gran parte del arte de gobernar se ejerce mediante simbolismos. Por supuesto que el cierre del penal Cordillera es más que una mera cuestión administrativa o de principios legales ya que simboliza la ruptura, al final de su cuatrienio, con esa caterva insoportable que desde antes de asumir le ha hecho la vida imposible al mandatario, quien fue elegido a pesar de la UDI, no por ser aliado de la UDI (o de RN, el hermano pobre de la UDI). Esta vez Piñera reacciona con extraordinario liderazgo en un gesto que hasta hace muy poco habría parecido imposible.

Sin duda, Chile Liberal no titubea en aplaudir al Presidente Sebastián Piñera, quien ha conducido al país a una era en que podrá prevalecer la justicia por sobre el la impunidad del olvido y la justicia a medias, que pretendían los defensores del despotismo cívico-militar.

Esta cárcel quizás alguna vez respondió a la necesidad de dar apariencia de justicia. No juzguemos ahora a la Concertación, porque su trabajo fue extraordinario en mantener los difíciles acuerdos con el bloque ultraconservador asegurando la estabilidad y la gobernabilidad. Piñera hoy da vuelta la página y nos lleva a otro capítulo de esta historia. Lo felicitamos. Nada le impide ahora regenerar la derecha purgando todo lo podrido.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Alemania, un ejemplo que no debemos seguir


Las elecciones alemanas nos demuestran la importancia de no adoptar un sistema electoral proporcional

Alemania es no sólo una democracia joven, sino un país joven, algo que para muchos puede no parecer obvio detrás de su relativo éxito económico de la post-guerra. Su forma actual recién la adoptó en 1990, cuando el sector este, ocupado por la Unión Soviética, logró reunificarse con el sector oeste, bajo la ocupación franco-anglosajona. 

En la Alemania del este se impuso un sistema totalitario en que el Estado lo controla todo y donde no hay elecciones. En el oeste, infinitamente más próspero y libre, se intentó adoptar la democracia occidental en la modalidad practicada en el Reino Unido, EEUU o Francia, pero el resultado fue un tortuosamente complicado sistema que da paso a interminables coaliciones parlamentarias y tóxicas "grandes coaliciones". 

El  primer intento democrático germano fue recién en 1918, que dio paso a la caótica República de Weimar donde la fragmentación política dio paso a la hiperinflación y la destrucción económica que fue el caldo de cultivo del nazismo.

Se nos dice que ganó Angela Merkel, por paliza. Pero no obstante, no obtiene mayoría y ahora debe empezar las negociaciones para formar un gobierno. Esto es producto del incomprensible sistema proporcional alemán, que no guarda relación alguna con el sistema uninominal mayoritario propio de las democracias añosas de occidente el cual consiste en elegir sólo un representante por cada distrito, el elector marca sólo un voto, y el que obtiene la mayoría, gana. Simple, bonito, fácil.

El sistema alemán se describe en el gráfico a continuación. Sólo con decirles que el elector marca más de un voto ya es suficiente para entrar a sospechar. La mayoría de los alemanes no sabe si el primer voto es más importante que el segundo, ni entiende bien cómo se eligen sus parlamentarios. Esto es gravísimo. Aproximadamente la mitad de los miembros del Bundestag son elegidos por los electores con el primer voto, luego los partidos eligen sus representantes con el segundo voto, con reglas intrincadas que, para colmo, pueden cambiar incluso la cantidad de parlamentarios (Alemania tiene más parlamentarios por votantes que China, país de una burocracia comunista descomunal).
Ich nich comprender nada ya
¿Qué tiene esto que ver con Chile? Mucho. Tal como en Alemania, nuestro sistema es incomprensible por culpa de complejas aritméticas que no significan nada para el votante, al punto de erosionar la representatividad y arruinar la vida cívica. Cuando el elector no entiende por qué ganó el que ganó, por qué el que perdió ganó, por qué el que ganó perdió, no sabe quién carajo lo representa ni por qué están ahí deliberando los que no sabemos cómo ganaron. En Chile lo vivimos en carne propia gracias al infame sistema binominal y sus doblajes.

Si bien existe consenso en Chile que esta estupidez ya es insostenible, es francamente preocupante que se juguetee con ideas peligrosas para reemplazarlo. Se quiere imitar modelos como el alemán, a lo que Chile Liberal opone su más férrea resistencia.

La idea es darle representatividad a la mayor cantidad de grupos, partiendo de la base absurda que cualquier grupo por el mero hecho de existir merece ser representado. Esto es antidemocrático. La esencia de la democracia es que representen a los electores aquellos que cuentan con la mayor aprobación, así el electorado es capaz de filtrar las ideas desquiciadas y privilegiaría las ideas más moderadas.

En un sistema proporcional, inevitablemente los locos, los hotheads, los irresponsables terminan ocupando escaños y votando por las leyes que rigen a todos. Cuando a ustedes les digan que la democracia no es el mejor sistema porque "Hitler fue elegido democráticamente", sepan que detrás de estas barbaries siempre hay un sistema proporcional. Cuando no logren entender por qué en Italia Berlusconi sigue ganando elecciones, es también porque un incomprensible sistema electoral lo permite. En Chile, la UDI sigue siendo el mayor partido en el Congreso porque el sistema lo hace posible.

Si Francia tuviese un sistema como el alemán, el ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen tendría sus dementes en la Asamblée nationale. Esto no ocurre porque el sistema mayoritario, de dos vueltas, lo impide. Dicho en sencillo: es imposible que una mayoría de franceses vote por idiotas. Pero si empezamos a juguetear con las proporciones, sería posible. Lo mismo en el Reino Unido y Estados Unidos, que no por nada son los tres países "grandes" que exhiben una larguísima trayectoria democrática.

A pesar de su alta votación, Merkel debe negociar por los cinco escaños que le faltaron, y formar una difícil coalición ya que inevitablemente se dan los "parlamentos colgados", en que nadie goza de una mayoría. Esto es algo que debemos evitar. 

El electorado debe ser capaz de entregarle un mandato a un sector, y no necesitamos más que dos: uno a favor de la estabilidad y la tradición, y uno a favor del progreso y las reformas. En los parlamentos los primeros tradicionalmente se sientan a la derecha, los segundos a la izquierda. Después de sus pugnas entre ellos tendrán que arreglárselas para forjar alianzas y acuerdos, es la esencia de la política. Evitemos la fragmentación.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Siria: las razones para una intervención militar

El siguiente post es una colaboración de Chile Liberal con el sitio Ciudad Liberal, donde fue publicado originalmente. Lo colgamos aquí para su difusión con nuestros distinguidos lectores.


Las fuerzas democráticas de occidente no deben permanecer impasibles ante el masivo asesinato de civiles con armas químicas


Tratar de entender el actual conflicto en Siria es de una complejidad similar a entender los personajes y la trama de Cien años de soledad. Estudiemos fríamente los hechos y analicemos sus componentes para demostrar que a fin de cuentas la situación es menos complicada de lo que parece, esto nos permitirá explicar nuestra tesis: Francia, con o sin EEUU y el Reino Unido, debe atacar las instalaciones militares sirias para castigar el ataque químico a civiles perpetrado en agosto por orden de Bashar Assad.

El problema para nosotros los chilenos, y para los analistas del país, es que nuestra nación tiene apenas 200 años. Es inconmensurable la complejidad de naciones que se han forjado desde el origen mismo de la civilización, como lo es Siria.

La capital de ese país es Damasco. Ya conocemos esta ciudad desde que Pablo de Tarso, según la mitología crística, tuvo una visión del gurú cristiano mientras iba camino de Damasco. Baste recordar que aún persisten en aquel país hablantes de arameo, lengua nativa de Jesús de Nazaret —si es que existió—, para apreciar la dificultad en comprender cabalmente el conflicto.

Remontémonos a los orígenes de la primera civilización, Mesopotamia. Como sabemos, los judíos no estaban tan perdidos cuando situaban, mediante el Génesis (un texto místico abrahámico), el paraíso entre los ríos Eufrates y Tigris. Esa es una tierra fértil, cálida, que bajo el embrujo de Babilonia (donde sí se erigió la famosa torre) vio florecer los primeros humanos que emplearon el arado, la irrigación, la escritura cuneiforme, la literatura, los cultos religiosos organizados, etcétera. La Epopeya de Gilgamesh, —la narración escrita más antigua del mundo—, relata un devastador diluvio que no es sino el antecedente del Diluvio del Génesis (la Biblia a fin de cuentas es una mala copia tardía de la mitologías mesopotámicas). Descubierta la obra en 1872 fue traducida por el asiriólogo británico George Smith. ¿Por qué mencionamos esto? Porque es en el imperio de Asiria, que alcanza las tierras mesopotámicas y culturas mespotámicas, donde se gesta la historia de este país, que cuatro milenios más tarde caería bajo los imperios británico y francés pasando por la dominación asiria, babilónica, egipcia, fenicia, romana, bizantina,  otomana (turca) y finalmente francesa. Estamos en un territorio que desde siempre ha sido disputado.

En 1916, británicos y franceses firmaron el Acuerdo Sykes-Picot con el que elegantemente se repartieron el medio oriente tirando líneas en mapas trazados entre el Foreign Office y el Ministère des Affaires étrangèrs, en función de sus intereses económicos y la viabilidad de extraer recursos naturales, con total desprecio por las rivalidades religiosas y étnicas de los habitantes de la región, dejando bajo unas administraciones comunes a bandas irreconciliables.

Las guerras mundiales harían colapsar las potencias imperialistas y estos países ganarían su independencia. En 1946, un año después del fin de la II Guerra Mundial, Siria obtiene su independencia de Francia. A partir de entonces todo sería lindo: libertad, progreso, fraternidad, independencia. Eso es en teoría. Lo concreto es que después de milenios de ocupación extranjera, el conflicto actual demuestra que estas naciones dejadas a su propia merced son capaces de las peores matanzas.

Como deducirán, desde su emancipación en 1946 Siria conoció innumerables golpes de Estado y caudillismos. En 1957, se pliegan al Egipto del carismtático y controversial Gamal Abdel Nasser para colaborar en la Crisis del Canal de Suez. Otro golpe de Estado vería el surgimiento de Hafez Assad, padre del actual mandatario, Bashar Assad. Nasser, de inspiración pan-arabista y socialista, quiso formar una clase media para lo que decretó una reforma agraria, y nacionalizó las industrias extranjeras, lo que gatilló la crisis de Suez, en que Francia (con la complicidad del Reino Unido) desestabilizó la región para reconquistar sus inversiones. Famosamente, Nasser invitaría al Che Guevara a su país y lo nombraría el "gran libertador de los oprimidos". Unidos Egipto y Siria, encontrarían en la Unión Soviética un gran aliado, cuestión que hasta hoy perdura en la alianza de Bashar Assad con Vladimir Putin.

Pero el hecho que golpeó profundamente al país, y a todo el mundo árabe, fue un incidente anterior. Por supuesto nos referimos a la espectacular derrota del mundo árabe en 1967 ante Israel en la llamada Guerra de los seis días. El territorio conocido como Alturas del Golán fue la porción que debió ceder Siria a Israel. En 1970, luego del Septiembre Negro  —una guerra civil en Jordania—, tomaría el poder Hafez Assad. Lo que nos concierne en estos momentos es básicamente entender los hechos desde la guerra con Israel y la irrupción de Hafez Assad, quien finalmenente entregaría el poder a su hijo Bashar el año 2000.

Las piezas de este complicado tablero
En Siria es tal la chancaca que debemos necesariamente empezar por identificar a todos los participantes. Tenemos en primer lugar a los musulmanes sunitas, la variante ortodoxa de esta religión, a la vez la predominante y la más belicosa. Luego, los musulmanes chíitas, que dominan en Irán. Los alawitas, una secta sunita casi desconocida que cuenta adeptos en Siria, principalmente la familia gobernante, los Assad. Tenemos a Hizbolá, una organización terrorista chíita basada en el Líbano, financiada y apoyada por Irán —chíita también, que ha estrechado lazos con Bashar Assad. Los baathistas, una ideología socialista, más bien secularista, cuyo sustrato ideológico consiste en unir a todos los árabes en una gran república socialista, entre sus militantes encontramos luminarias como Saddam Hussein y por supuesto los Assad. No olvidemos a los kurdos, una etnia repartida entre Siria, Irán, Irak y Turquía, de variadas religiones, y también cristianos (ortodoxos), básicamente concentrados en la ciudad nortina de Aleppo.

Como si fuese poco, también notamos elementos externos. Los salafistas, una secta demencial (dentro de una religión desquiciada, o sea noten eso) predominante en las riquísimas Arabia Saudita (aliado de EEUU) y el emirato de Qatar (sede del mundial de fútbol 2022). Estos dos han forjado una alianza, aunque reinan las suspicacias, con los Hermanos Musulmanes, de fuerte presencia entre los precursores de la Primavera Árabe, Túnez, Libia y Egipto. En este último los Hermanos fueron recientemente derrocados en un golpe de Estado. 

Añadamos a esta explosiva mezcla a los al-Nusra, jihadistas sirios seguidores de al-Qaeda, quienes hacen a todos los anteriores parecerse a Mahatma Gandhi en su pacifismo y no-violencia.

Las facciones anteriores todas se desprecian entre ellos y se matan, lo que no impide las alianzas estratégicas por conveniencia. No obstante, un factor los aglutina: su odio declarado e irrefrenable a Israel, y su aliado El Gran Satán (Estados Unidos). Mención aparte merece Turquía, antigua potencia imperialista local cuyo secularismo y pertenencia a la OTAN los convierte prácticamente en un enemigo común (excepto cuando estallan disputas con Israel).

La Primavera Árabe vio levantamientos civiles en todos estos países contra los autócratas que los gobernaban, todos secularistas. En Libia, franceses e ingleses se unieron para defender a los civiles de los ataques de Gadafi, ajusticiado en una revuelta popular. Túnez cayó ante el dominio de los Hermanos Musulmanes, al igual que en Egipto, donde vimos a Mohamed Morsi sucumbir ante "la presión de la calle", que dio paso a una Junta Militar. Hasta ese momento, gracias a los Hermanos, Egipto recibía más dinero desde Arabia Saudita que de Occidente.

En Siria también arribó la Primavera Árabe y sus consabidas oleadas de manifestaciones, que empezaron en el sur. Bashar Assad hasta entonces había mostrado cierta abertura. Educado en Londres, habla un inglés razonable y entiende el francés, mostró un mínimo de apertura política y ofreció colaborar en la lucha con al-Qaeda (lo mismo hizo Gadafi). En una acto de estupidez inverosímil, fue invitado por Nicolás Sarkozy a presenciar el desfile militar en los Campos Elíseos, lo que le valió cierto prestigio. Pero Bashar no dudó en aplastar como el peor Augusto Pinochet a los "indignados" de la Primavera Árabe. La excusa para su brutalidad es que sólo él puede mantener lejos del poder a los jihadistas y simpatizantes de al-Qaeda, quienes emergerían como ganadores de los hechos luctuosos en Siria.

Pero en agosto de este año, el señor Bashar Assad, en su intento por aplastar a los indignados (que dieron paso a un completo despelote) sobrepasó todos los límites de lo tolerable al lanzar un ataque con gas sarín contra la población civil, que vimos en todo su horror en YouTube. Mujeres, niños, bebés, todos muertos. En la década 80 ya vimos ataques químicos en la guerra Irán-Iraq (chíitas versus sunitas), y por parte de Sadam Husseim contra los kurdos. Ahora vuelve el fantasma de estos ataques completamente asquerosos. E inaceptables.

Háganlo añicos
La mayoría del electorado occidental se muestra reacia a un ataque. A diferencia de Libia, donde se buscaba defender a los buenos (los rebeldes) contra los malos (Gaddafi y sus mercenarios), el escenario sirio es demasiado complejo, arguyen algunos. En Siria no son los buenos contra los buenos, sino los malos contra los malos. Déjenlos que se hagan pedazos entre ellos, pareciera ser la consigna.

Llegó la hora de tomar decisiones difíciles. Occidente debe decidir si está a favor de defender los principios universales de libertad y si está preparada para usar su superioridad técnológica y filosófica ante la tiranía que lanza gas sarín a su propio pueblo, o si está por limitarse a comentar los horrores que estallas en sus narices. 

Francia dijo estar lista para "castigar" el régimen de Bashar Assad. En un mariconeo impresentable, el Reino Unido retiró su apoyo. En EEUU, otro mariconcete, el presidente Obama, busca ser visado por el Congreso, sabiendo que esta no es una cuestión que necesite ser refrendada por políticos. Esto no es una declaración de guerra, sino una acción militar puntual.

Francia, que arrastra la culpa del desastre post-colonial, quedó sola, con los Rafale listos para despegar y los misiles Scalp a punto de ser disparados para arrasar con las instalaciones militares y gubernamentales de la tiranía siria.

Algunos temen las consecuencias de un ataque. Dicen que de recibir los primeros bombardeos, de inmediato Hizbolá, como represalia, lanzará rockets contra Israel. Estos últimos ya aseguraron que responderán de inmediato, tal como lo hicieron el 2006. Si esto ocurre, Irán, aliado de Hezbolá, y que probablemente cuenta con arsenal nuclear, podrá bombardear Israel, que sí cuenta con armas nucleares, e incluso Irán podría atacar Turquía, lo que gatillaría una respuesta de la OTAN. Los Hermanos Musulmanes, aliados con Qatar y Arabia Saudita (este último, aliado de EEUU), entrarían al conflicto, lo que agitaría Egipto aún más, y que incluso podría repercutir en Túnez y Libia. Sin olvidar que Siria extendió lazos con la Unión Soviética y aún los mantiene con la Rusia de Vladimir Putín, lo que podría instar a este último a involucrarse en el conflicto en su afán por denostar la hegemonía occidental.

En resumen, puede quedar la mansa cagada.

Los símiles entre este polvorín y los balcanes no son inexactos. No obstante, ya EEUU con Bill Clinton, y la OTAN, lograron defender a los kosovares, y los balcanes no estallaron como se temía. Hoy vemos que Croacia se une a la Unión Europea y el resto hace fila. El mismo argumento sirio se usó en aquella época y hoy todos reconocen que Kosovo fue un ejemplo de una intervención occidental exitosa.

Pero está claro que Bill Clinton —el mejor político del que tenemos memoria viva— no tiene parangón con el timorato Barack Obama. Por otro lado, Europa Occidental está sumida en una enorme crisis económica que ha dejado a los votantes con pocos profesores y menos enfermeras, ¿qué sentido tiene para ellos gastar plata en la guerra de "los malos contra los malos" y no en cuestiones apremiantes?

El sentido es sentar un precedente. El sentido es que de negarse a invadir, los tiranos creerán que pueden gasear civiles y salirse con la suya. Esto es inaceptable. Y pone en peligro los fundamentos mismos de las democracias liberales occidentales y la tarea inevitable de expandir estos principios por el mundo.

Persiste un peligro incluso mayor, que es pedir autorización por todo a los burócratas no elegidos de las Naciones Unidas. La ONU no puede convertirse en un gobierno mundial. Esto es algo que el Senado chileno no entiende, ya que negó una acción unilateral sin el visado de la ONU. Eso es inquietante. Si van a tener un gobierno mundial, hay que votar por ellos. Un gobierno mundial sería hacer realidad las peores profecías de George Orwell. Un gobierno mundial de burócratas no elegidos es tan letal como gasear civiles con gas sarín.

Francia debe atacar, unilateralmente si es necesario. Se dice que no tiene la potencia técnica, ni los soldados suficientes. Pues tendrá que hacer algo porque no hacer nada es incluso peor. Una unidad de comandos debiese luego ir a apresar a Bashar Assad y someterlo a un juicio internacional, que debiese terminar con el mismo resultado que otro político baathista que usó armas químicas, Saddam Hussein.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Los ecos aún reverberan


En el día de las glorias del ejército, Chile Liberal pasa revista a las fuerzas armadas. Para ello, vamos a desmenuzar la excelente serie chilena Ecos del desierto y esperamos que sea el paso decisivo hacia el juicio y castigo a las atrocidades de la dictadura cívico-militar. Nuestra recomendación al próximo gobierno de Michelle Bachelet será derogar la ley de amnistía.

Si alguien aún no ha visto Ecos del deiserto, véanla. La calidad técnica, el guión, la interpretación y el contenido coronan a Andrés Wood como uno de los grandes realizadores chilenos. Felicitamos a Chilevisión por transmitir esta miniserie que sin duda será vista en Europa y el mundo para testimoniar las fechorías inaceptables de los represores chilenos.

La tesis de la serie sigue la línea que ha propuesto Chile Liberal. Los supuestos "excesos" o "confusos incidentes" ocurridos desde 1973 son insuficientes para explicar órdenes directas emitidas por el propio Augusto Pinochet para exterminar a destajo a quien fuera que fuese con el objetivo de amedrentar a la población, y todo sin un ápice de legalidad, constituyendo una doble falta en unas fuerzas armadas que se jactan de profesionalismo y de guardianas del orden legal.

El crimen relatado en la serie no guarda relación con el relato oficial de los polemistas ultraconservadores (porque no pasan de polemistas, jamás han sido comentaristas ni analistas) tipo Gonzalo Rojas o, principalmente, Hermógenes Pérez. Se ha hecho creer a algunos que en el esfuerzo por desarmar al país de los supuestos elementos extremistas se desataron tiroteos por parte de solados conscriptos o efectivos de menor rango y que producto del caos del estado de guerra sólo podemos hablar ya sea de daño colateral o de peligrosos asesinos abatidos correctamente en combate, hechos que difícilmente podrían constituir crímenes de lesa humanidad.

Completamente falso, como lo sabe la mayoría de los chilenos que ha rechazado desde siempre tanto a la dictadura militar como a los civiles que adularon al régimen y de pasadita ganaron no poca plata con las privatizaciones truchas y la corruptela generalizada que propició el mitómano y cleptómano Capitán General Augusto Pinochet.

El caso de Carlos Berger está plenamente documentado en la investigación del caso Caravana de la muerte, mundialmente infame, que finalmente significó el desafuero del autodesignado senador Pinochet luego de su orden de arresto en Londres, Reino Unido.

Lejos de ser una confusa balacera en que un conscripto de Pelotillehue portando un fusil más grande que él dispararía asustado al ver un guerrillero cubano armado hasta los dientes con explosivos y una Kalashnikov, Carlos Berger fue detenido en una radio de Calama por no cesar las transmisiones el día del Golpe, desobedeciendo el Bando nº 5 que ordenaba el cese de actividades comunicacionales. Berger continuó transmitiendo, por lo que fue detenido por una patrulla militar. Sin oponer resistencia, se entregó y fue sancionado con 60 días de reclusión en el regimiento de Calama, como dictó el tribunal militar y el consejo de guerra de la zona. Después de todo, la Junta Militar había declarado Estado de guerra en el país por lo que civiles eran juzgados bajo las leyes militares.

Hasta acá todo clínicamente perfecto: los militares siguen los procedimientos de sus superiores, la ley marcial se aplica correctamente. Cuando se acerca el fin de la condena, la mujer de Berger, la abogada Carmen Hertz, comienza a tramitar la excarcelación. Un misterioso helicóptero aterriza en la ciudad, Berger y otros detenidos son trasladados a un supuesto interrogatorio fuera del regimiento. Inexplicablemente fueron ejecutados, sus cuerpos no aparecerían nunca más.

La serie nos muestra varias ejecuciones profesionalmente frías, rigurosas, conforme a las leyes militares. Convengamos que si tú amiga o amigo lector portas armamento militar, corresponde que seas enjuiciado en tribunales militares. Ni hablar si disparas contra personal militar, éstos están plenamente autorizados a repeler el ataque. Alguien detenido o abatido en estas condiciones no tiene nada que alegar. La serie de Andrés Wood nos muestra un caso de personas transportando explosivos en una ambulancia. Como correspondería, fueron ejecutados, sin chistar.

Inglorious bastards
Pero lo que ocurrió con la comitiva encabezada por el general Arellano Stark está fuera de cualquier reglamento. La tesis y el conflicto que plantea la serie es brillante. Acá no hubo ni confusión ni tiroteos. El mismo ejército, que hace respetar la ley, que incluso da un golpe militar en nombre del orden constitucional, es capaz de seguir los protocolos de guerra. No obstante, un militar de alto rango aterriza en Calama, pasa a llevar la autoridad del gobernador local —el coronel Arturo Rivera—, sacan clandestinamente a los detenidos de la cárcel, vuelven a procesarlos en un juicio express, y a los pies del cerro Topáter, en medio de la Pampa, proceden a una cruenta ejecución sumaria en medio de insultos y consignas anticomunistas: el contraste con las otras ejecuciones —quizás moralmente reprobables pero impecablemente legales— es tan indignante como inaceptable. 

El capitán Moren Brito, uno de los miembros de la desquiciada Caravana, fue quien descargó sus balas contra Carlos Berger acompañado de un "muere comunista conch'etumare". Los cadáveres fueron sepultados en una fosa común no marcada. Tiempo después, las osamentas fueron extraídas para arrojarlas al mar y así no dejar huellas de la fechoría. 

En vez de actuar como hombres, con honor, como soldados, el estupefacto coronel Rivera encubre a los cobardes maquinando una historia tan estúpida como inverosímil: un desperfecto en el camión que los transportaba al "interrogatorio especial" fue usado por los presos para escapar y se les aplicó la ley de fuga, por lo que habrían sido baleados en el acto. Sólo el polemista de ultraderecha Hermógenes Pérez es capaz de creer tamaña imbecilidad.

Esto se llama violación a los derechos humanos, esto es un crimen de guerra perpetrado por agentes del ejército siguiendo órdenes directas del comandante en jefe del ejército, Augusto Pinochet, como fue demostrado y que finalmente le valió la detención el Londres y el desafuero.

"Vuestros nombres valientes soldados", nos obligaron a entonar en aquellos años. Sin duda, que desde nuestra emancipación hemos confiado en nuestras instituciones armadas, fundacionales de nuestra república. Hoy, 19 de septiembre de 2013, festejamos sus glorias. El caso Caravana de la muerte demuestra que bajo el Pinocho no pasamos de tener una soldadesca indisciplinada y psicopática. ¿Cómo podemos resarcir el daño?

Si como país somos capaces de ver estas atrocidades en la TV abierta, en horario estelar, sin que los carapintada salgan a las calles con las otros efectivos acuartelados, es una señal que hace tiempo el país está completamente preparado para investigar todas los casos pendientes. Esto implica derogar la Ley de amnistía. Cuando apareció Los zarpazos del puma, obra escrita que relataba los crímenes de Arellano Stark et al, fue espeluznante la reacción de una minoría demasiado numerosa que entre la indiferencia y la negación continuaba el letargo de la impunidad. Hoy, la vuelta del tablero es extraordinaria.

Ha habido 260 condenas pero apenas 60 cumplen penas de cárcel, con más de mil casos aún pendientes. Chile Liberal propone al futuro gobierno de Michelle Bachelet que tenga como prioridad el tratar urgentemente los temas de derechos humanos, y asegurarse que los ya condenados cumplan sus penas. Si esto implica un esfuerzo por derogar la Ley de amnistía, que así sea.


Una crítica a la serie: tell it like it is
No obstante la calidad de la producción, hay algunas cosas que en lo personal, en Chile Liberal habríamos hecho de otro modo, sin desmerecer en lo absoluto el alto nivel del trabajo presentado.

Los personajes son reales, pero hay elementos que, como lo hacía Shakespare y las grandes luminarias de la literatura, no son lineares, si no que evolucionan, involucionan, cometen errores, y los buenos a veces son malos y el espectador hasta a veces termina compadeciéndose por el malo, planteando un verdadero conflicto ético.

El personaje central, la abogada Carmen Hertz, muestra una férrea determinación para meter a la cárcel a los criminales de la comitiva. Un poco más de sofisticación nos habría mostrado más emoción en el personaje en su lucha por mantener la imagen glacial. 

Por ejemplo, un ripio en la historia es cuando la abogada comienza a sufrir el acoso telefónico de la CNI, que termina con el degollamiento de su empleada doméstica. En seguida la historia nos la muestra preparándose para huir a Francia, desde donde vuelve determinada a proseguir la batalla judicial. Acá —opinamos—, se perdió una gran oportunidad de mostrar como alguien puede estar a punto de quebrarse ante la injusticia, de modo que conmine el espectador para saltar de su sofá y empujarla a seguir luchando hasta meter a la cárcel a todos esos conchas de su madre, que llegaron a degollar a una joven de 18 años, embarazada, con tal de satisfacer su psicopatía. 

Al comienzo de su relato, la abogada participa en una reunión de coordinación con campesinos para administrar el loteo de tierras en la reforma agraria. El texto demasiado simple desperdicia una gran oportunidad para mostrarnos el convencimiento ideológico de ella, y su compromiso con los principios de la Unidad Popular, que finalmente gatillaron la ola reaccionaria anti-revolucionaria. Tal como está, da la impresión que fue una oscura funcionaria de gobierno, lo que no hace justicia a la caldera ideológica que fue antesala del golpe. 

Y en cuanto a los malos, la esposa del coronel Rivera es un personaje secundario que se perdió en la trama, a pesar que habría sido absolutamente fascinante ahondar más en ella, a quien no sólo veríamos participando en protestas contra la dictadura, sino que era la voz de la conciencia de su marido. De otro modo, queda demasiado la impresión que los buenos son buenos y los malos son malos, lo que termina por caricaturizar el conflicto.

Por otro lado, la escena clave es la ejecución de los detenidos en Calama. Si bien relatada impecablemente, faltó audacia. Debió mostrar los acontecimientos al extremo brutal del desquicio de esos chacales hasta que el espectador acabe perturbado. El contraste con las perfectas y reglamentadas otras ejecuciones habría realzado aún más el punto central de la serie. Eso puede ser obvio para nosotros, pero para el espectador internacional la tesis de la historia puede quedar poco clara. Y además, inexplicablemente, el arrojo de los cadáveres al mar quedó fuera del relato.

El interrogatorio en que el juez Guzmán confronta a Arellano Stark con Lapostol es extraordinario, en cuanto nos muestra la perversidad absoluta, pero bajo una lógica perfecta, de los asesinos, que justifican el matar al enemigo, matar a sus hijos y violar a sus mujeres para quebrarlos y así ganar la guerra, lo han hecho los alemanes, lo ha hecho todo el mundo, ¿por qué no podrían hacerlo ellos si su objetivo final, librarse del marxismo, era tan loable?

 Desde luego, uno como espectador debe quedar absolutamente en shock al corroborar el nivel intolerable de inhumanidad de estos altos oficiales del Ejército de Chile.

En definitiva, podemos declarar que este programa de tv ha sido la gota que rebasó el vaso, y que de paso ha causado un enorme cambio en el zeitgeist. 

Algunos se indignan porque no ha habido más justicia, incluso apuntan al otro lado de la cordillera, donde los represores (genial sustantivo que allá tanto usan) están prácticamente todos en la cárcel. Mientras que Leopoldo Galtieri y Rafael Videla murieron después de ser enjuiciados y arrestados, Pinochet se escabulló cobardemente tirando licencias médicas (Arellano Stark y Moren Brito igual, pero viven en cárceles de lujo). 

Pero Chile no es Argentina. Persiste en la población un deseo innato de respetar el profesionalismo de las FFAA, y se ha avanzado en justicia sin desmantelar nuestra institucionalidad. En Argentina, en cambio, el desprestigio de sus fuerzas armadas es total. Los que entran a ellas lo hacen para cobijarse con un sueldo estatal de los constantes estragos económicos de la cleptocracia argentina. En Chile se ha avanzado lentamente, sin afectar el tejido institucional, como es característico de nuestra idiosincrasia.

Pero ahora ya es impostergable el lograr una justicia total. En estos precisos momentos, los efectivos militares desfilan ante las autoridades civiles en el Parque O'Higgins, ante el aplauso unánime del país, y sabemos que las fuerzas armadas son obedientes ante la autoridad civil elegida. Así también, es prácticamente unánime la opinión pública que pide a los jueces castigar por los crímenes que todos conocemos. Ya nada justifica seguir de brazos cruzados. "Justicia en la medida de lo posible", se dijo alguna vez. Hoy, toda la justicia es posible.

La amnistías son necesarias cuando los pueblos viven períodos traumáticos de exaltación extrema, que impiden la serenidad necesaria para impartir justicia. Hoy impera la serenidad, el país ha elegido gobiernos de todos las tendencias políticas, la institucionalidad funciona. Nada justifica la amnistía. Deróguenla, terminen de investigar, y métanlos a todos a la cárcel, civiles y militares.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿Nunca más?

Conmemoramos el cuadragésimo aniversario del colapso de nuestra vida democrática con más preguntas que lecciones aprendidas

En 1856, un rico intelectual ruso decidió entregar las tierras heredadas de su familia a los siervos (campesinos) que las habitaban. Este hombre estaba absolutamente asqueado de ver que su país continuaba sumido en el tenebroso orden medieval, el feudalismo, una forma extrema de institucionalidad extractiva en que unos pocos terratenientes, los señores feudales, forzaban a los campesinos a trabajar las tierras como forma de pago por el derecho a habitarlas, lo que constituye una suerte de rentismo. Europa occidental ya había abandonado esta variante de la esclavitud, pero Rusia no. Nuestro intelectual ruso no es otro sino el mítico novelista León Tolstoi, autor de Ana Karenina entre otras obras cumbre de la literatura universal. Fundó además escuelas donde educaba a los campesinos en los principios libertarios y anarquistas, inspirados de Henry David Thoreau, un pensador anarquista norteamericano.

Un hecho exógeno pondría fin al feudalismo europeo. En el siglo 14, la peste bubónica, traída por las ratas de los barcos que comerciaban con el Lejano Oriente, causó la muerte de más de la mitad de los europeos. Los feudos quedaron sin señores feudales, incluso sin campesinos. Los sobrevivientes no sólo abandonarían la fe cristiana, sino que comenzarían a apoderarse de tierras lo que a la larga abriría paso a un extraordinario fortalecimiento de los derechos de propiedad por parte de los más pobres. 

Pero esto ocurría en Occidente. En Rusia, el orden medieval continuaría en su forma más oscura hasta que una ideología radical, forjada en la Inglaterra de la Revolución Industrial por un pensador llamado Karl Marx, incendiara las mentes de los rusos. En 1917, la Revolución Bolchevique, inspirada en parte por la Revolución Francesa, hizo mundialmente famoso el nombre de Vladimir Lenin. La ideología que surgiría de estos hechos se conocería como marxismo-leninismo, que tendría enormes consecuencias, como sabemos, en Chile.

Moscú era conocida como "la ciudad de las mil catedrales". Tal era la influencia de la iglesia cristiana ortodoja, en comunión con el opresivo régimen monárquico zarista. Los bolcheviques transformarían por completo este oprimido y pobre país. Los campesinos, postergados desde tiempos inmemoriales verían por fin la oportunidad de salir de la miseria. Tal era el descalabro espiritual de la pobreza que cuando Tolstoi les ofreció sus tierras, los campesinos las rechazaron pensando que era una broma o un fraude (famosamente, Tolstoi diría "¡por qué, pero por qué la gente no quiere ser libre!"). 

Rusia expandiría su influencia y formaría un imperio llamado Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que deslumbró al mundo por sus avances científicos, sus logros educacionales y sociales, tanto así que cuando el capitalismo colapsó por completo en 1929, el mundo vió en los soviéticos un paradigma válido. Lincoln Steffens, un periodista norteamericano, viajó a la URSS para comprender cómo funcionaba, y a su regreso diría a los norteamericanos su famosa frase: "He visto el futuro, y funciona". Al socialismo soviético sucumbiría prácticamente toda la clase intelectual de occidente. La irrupción del nazismo, luego del colapso económico de 1929, vería su fin gracias en gran parte al Ejército Rojo, que detuvo el avance de Hitler, dándose un prestigio legendario. El socialismo soviético podrá hoy parecer un chiste (todos sabemos cómo terminó la URSS), pero por décadas, intelectuales y campesinos desposeídos vieron en los revolucionarios rusos su única alternativa válida, funcional y legítima.

En Chile y en América latina en general tenemos una enorme deuda con los pobres. Las guerrillas marxistas en Colombia (las FARC), los sandinistas en Nicaragua, incluso la revuelta que puso fin al gobierno de Lugo en Paraguay, todas tienen su origen en la miseria extrema de campesinos que jamás han sido dueños de tierras. Sin nada en qué trabajar, los "inquilinos", forzados a una esclavitud feudal y servil a los terratenientes, han encontrado en el marxismo-leninismo una luz de esperanza.

En Chile se intentó mejorar esta forma de institucionalidad extractiva bajo varios gobiernos, si bien en los 60, durante el mandato de Eduardo Frei, se dio un paso enorme con la "revolución en libertad" y la reforma agraria, que pretendía convertir a los campesinos en propietarios. 

Pero esto no fue suficiente. Sorda ante las demandas, ciega ante las desigualdades asquerosas, incólume ante la necesidad de ilustrar a las masas, insensible ante la pobreza de sus compatriotas, la elite chilena fue incapaz de apaciguar el descontento con una solución sólida. En un estilo muy à la chilienne, nosotros, sí, ¡nosotros!, los chilenos, pretendimos una solución radical en 1970, una revolución marxista-leninista, pero no agitando las masas ni mediante una revuelta popular sino a través de una alternativa pacífica y democrática: la vía chilena al socialismo. Sería una "revolución con empanadas y vino tinto". Estaría a cargo no de un sexy guerrillero, ni de un barbudo, sino de un revolucionario chic, Salvador Allende, un político mainstream y moderado, que se propuso lograr lo imposible.

EEUU no permitiría que su enemigo declarado, ya con misiles nucleares instalados en Cuba, ahora se impusiese democráticamente en el confín de su patio trasero. "Make the economy scream", fue el plan de Richard Nixon para desestabilizar Chile. Y vaya que la economía gritó. Añadamos los errores monumentales del gobierno de Allende, con la complicidad de la derecha conservadora, feudal y terrateniente (votar a favor de la expropiación del cobre, apoyar el paro de camioneros, etc), nuestra forma democrática y civilizada de sacar a los analfabetos y los desposeídos de su condición culminaría con nuestra institucionalidad hecha añicos, La Moneda incendiada, el presidente elegido suicidándose luego de un conmovedor discurso radial. El epílogo: una dictadura sangrienta inédita en nuestro país.

Hoy, 11 de septiembre de 2013, a 40 años del colapso de nuestra larga democracia, el Congreso Chileno se compromete al diálogo y a no repetir los errores del pasado. El Ejército de Chile, institución fundacional de nuestra república, también dijo "nunca más" hace algún tiempo.

No obstante, cabe preguntarse si hemos logrado dar respuestas a las demandas de los más pobres. Hoy, los estudiantes demandan no terminar sus estudios con deudas monumentales, cuyo pago de intereses a los bancos es equivalente al trabajo de los siervos en la Edad Media. Hoy, me pregunto si los pobres siguen haciendo una rifa para pagar la operación del hijo de la vecina, mientras otros se regodean en sus privilegios. Me pregunto si después de una vida de trabajo, los pobres reciben una miseria de pensión mientras los dueños del dinero se echan al bolsillo ganancias astronómicas. Me pregunto si los pobres son educados para obedecer, y no para crear. Me pregunto si los derechos de propiedad sólo son respetados cuando afectan a los dueños del país.

Me pregunto estas cosas, y me pregunto si realmente podemos decir "nunca más". 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Presidente, pida perdón


El Presidente Piñera debe pedir perdón, en nombre de toda la derecha, a las víctimas de la dictadura y al país entero por la sistemática connivencia y justificación de las violaciones a los derechos humanos

Dejamos libre de polvo y paja al Presidente Sebastián Piñera quien personalmente fue opositor a la dictadura de Pinochet desde el día del golpe hasta el plebiscito de 1988 cuando votó —correctamente— por el NO. En los días más aciagos del lúgubre régimen dictatorial, el joven ejecutivo llamado Sebastián Piñera junto a otros simpatizantes de la DC como él se reunían para escuchar el último discurso del ex presidente Frei, en el Teatro Caupolicán, acto que no tiene nada de anodino ya que en esa época cualquiera, por cualquier cosa, podía encontrarse en problemas con el aparato represivo del régimen. El 2% de la población chilena vivió el exilio, el propio Frei fue envenenado. Piñera se encontraba en el lado correcto de la historia cuando se involucraba, de alguna manera, con la resistencia a la dictadura, la cual pretendía vergonzosamente gobernarnos más de un cuarto de siglo con poderes absolutos.

Luego del plebiscito, con la dictadura fuera del gobierno, Piñera vio más posibilidades en el campo contrario y transitó increíblemente a la campaña de Büchi, candidato de la derecha y ex funcionario de Pinochet. En seguida ganó un cómodo puesto en el senado, y después de incidentes no menores, finalmente fue elegido presidente de Chile con el voto de la mayoría de los chilenos (incluidos los votos de Chile Liberal, ya que desde aquí llamamos a votar por él).

Lo anterior significa que Sebastián Piñera ocupa el gobierno hoy con quienes no estaban en el Caupolicán en 1980, escuchando, bastante afligidos, al ex presidente Frei, sino que en una extraordinaria vuelta del tablero, lleva las riendas del país con quienes desde el otro lado justificaron las atrocidades del despotismo cívico-militar y su consabido reguero de sangre que destruyó el tejido político, social y ético de nuestro país. 

Nunca hemos sido una nación potente ni deslumbrante, sino que somos un pueblo modesto que tiende naturalmente al understatement,  pero al menos siempre nos enorgullecimos de nuestra trayectoria democrática y nuestro espíritu de la moderación, que nos lleva a privilegiar el diálogo y los acuerdos por sobre la prepotencia y las matanzas. No obstante, desde 1973, prevaleció el matonaje. Vimos ejecuciones sumarias, asesinatos por la espalda, cadáveres arrojados al mar o sumergidos en ácido, torturas, ciudadanos degollados, estudiantes quemados vivos, compatriotas arrojados a hornos, cuerpos lanzados a las veredas o en el camino al aeropuerto, fogatas de libros à la Alemania años 30, y tantas cosas horribles. 

Y vimos una facción política, la derecha, que en vez de condenar lo anterior y exigir el restablecimiento inmediato de la democracia, minimizó los horrores reduciéndolos a meros daños colaterales. Posteriormente continuaron colaborando para enquistar la dictadura —trabajando por el Sí—y se beneficiaron de los favores del tirano. Esta facción política se las ha arreglado con oscuras artimañas electorales para continuar en la vida política, e incluso no pocos han llegado a gobernar con el otrora joven ejecutivo que en 1980 escuchaba las resignadas palabras del ex presidente Frei.

Sorry seems to be the hardest word
Hoy, a punto de conmemorar el cuadragésimo aniversario del día más oscuro de nuestra vida republicana, el sentido de la historia y el deber republicano exigen que Sebastián Piñera, por ser el líder natural de la derecha chilena, pida perdón por las atrocidades. Él no las cometió, ni las justificó, ni tampoco las ha contextualizado. Pero el destino quiso que hoy él sea el encargado, como líder político y como presidente de todos los chilenos, de dejar constancia inequívoca que es inaceptable quedarse de brazos cruzados ante las violaciones a los derechos humanos, que no hay daños colaterales cuando se tortura, se ejecuta con 44 disparos, y se hace desaparecer, o se ordena matar gente en el extranjero. 

Por supuesto que todos sufrimos. Pero algunos fueron víctimas directas. A ellos, el ex Presidente Patricio Aylwin les pidió perdón y ordenó una comisión investigadora. En el discurso del Presidente ya no caben ni contextualizaciones, ni corresponde difuminar la culpa o emplear vericuetos retóricos para eludir culpas. 

Corresponde ahora que el primer Presidente de derecha de la era post-Pinochet, si bien fue opositor al régimen, exprese el remordimiento del bloque que él mismo lidera por el silencio culpable o la justificación inaceptable de las violaciones a los derechos humanos. Ya lo han hecho varios personeros de derecha. Nada le impide a Piñera hacerlo a nivel corporativo, en su calidad de líder, y ordenar que se aclaren todos los casos pendientes y que los culpables sean castigados. Chile se mostrará ante la comunidad de naciones civilizadas como un miembro más del club. A pesar de nuestras barbaries, al menos somos capaces de resarcir nuestros errores.

Los años de la Unidad Popular (1970 - 1973) fueron convlusionados. El MIR agitó al país, los políticos olvidaron el debate y usaron el insulto como método. Una mala gestión económica arruinó al país. Por su parte, la derecha votó a favor de la expropiación del cobre lo que marcó el punto de no retorno. Movimientos como Patria y Libertad en nada ayudaron a la convivencia al igual que hotheads como Carlos Altamirano y sus discursos incendiarios. La derecha empresarial boicoteó la revolución con empanadas y vino tinto hasta que no quedaron empanadas, ni siquiera harina para tres días. La producción nacional se desplomó y los trabajadores comenzaron a tomarse las fábricas para evitar el colapso. La UP, cabe destacar, aumentó su votación desde 1970, y la derecha jamás presentó una acusación constitucional si es que consideraba que el gobierno de Allende vulneraba la Constitución. Prefirieron bombardear La Moneda. Lo que vino después fue declarar una guerra ficticia para aplicar la justicia militar a civiles, tomar arbitrariamente prisioneros y enjuiciarlos en tribunales de guerra. Reducidos y maniatados, fueron golpeados y sus cuerpos fueron ocultados, o sepultados en fosas comunes no marcadas. Ningún contexto justifica ni explica estas atrocidades, no contempladas en ley marcial alguna. Estos son crímenes de guerra, ilegales y condenables. Sebastián Piñera debe dejar esto absoluta e inequívocamente claro que las violaciones a los derechos humanos no admiten explicaciones ni contextos porque son inexcusables, injustificables, indefendibles. 

El Presidente Piñera debe convocar urgentemente a sus speechwriters y pedirles que dejen meridianamente claro en el discurso que leerá en el acto conmemorativo del golpe que el Presidente de Chile pide perdón a quienes vivieron la injusticia. Debe también convocar a los hotheads de su sector y prepararlos para la bomba política que este 11 de septiembre 2013 caerá en La Moneda.

Los más cínicos argüirán que esto es oportunismo, otros le restarán importancia, los mismos de siempre rasgarán vestiduras y los mismos de siempre dudarán de su honestidad. No obstante, la historia recordará a Piñera como el hombre que regeneró a la derecha y que consolidó la democracia chilena.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Drogas, sexo, computadores

**Alerta spoiler** Este post es sobre el film Jobs, dirigido por Joshua Michael Sterns y protagonizado por Ashton Kutcher. Aunque a esta altura sólo un troglodita no conoce la historia del fundador de Apple Computer, Inc, a continuación describiré escenas de la peli así es que pueden saltarse este artículo si desean conservar la sorpresa.


La temprana muerte de Steve Jobs nos motivó a dedicar posts sobre su vida e inmensa obra. Ahora Hollywood ha decidido rendirle homenaje al emprendedor e innovador, el visionario inigualado, el iconoclasta y rupturista más inspirador de nuestra era, el extraordinario empresario norteamericano Steve Jobs, con un film protagonizado por Ashton Kutcher (ver imagen arriba).

En uno de los muchos cines de Montparnasse, en la Rive Gauche, por donde Vuestro Humilde Servidor deambula con su Mac —por supuesto— por los cafés con wi-fi, vi la cinta, y si se preguntan si la recomiendo, la respuesta es . El film no es extraordinario, no los dejará inquietos después de verla, pero es una película bien lograda que no hace justicia a la biografía del personaje sólo porque Steve Jobs es simplemente un personaje inasible por film alguno.

El libreto bebe de la monumental biografía de Walter Isaacson, no obstante, sólo se centra en algunos elementos claves para agilizar la narrativa. El film es largo pero pasa rápido, un buen signo. Los fans de la informática no encontrarán nada excepcionalmente interesante porque la idea es llegar al público masivo, como lo habría querido Steve: no hay que ser computín para entender su vida y su legado.

Cosas que quedan fuera son por ejemplo la cercana relación con su padre adoptivo, quien siempre lo apoyó y estimuló para aprender sobre electrónica. En general, toda su infancia es obviada. Pero sí quedan claro elementos que sectores conservadores preferirían evitar, como por ejemplo, el uso creativo de drogas, particularmente de LSD, práctica abiertamente tolerada en su universidad, Reed College, o el estilo de vida disoluto del gran Jobs. La película también nos muestra uno de los episodios más siniestros del inventor cuando éste se niega a reconocer a su hija para poder dedicarse por entero Apple.

El film se detiene en un viaje iniciático a la India donde pudo imbuirse de las doctrinas filosóficas orientales, y un curso de caligrafía que tomó en la universidad, ramo que sería decisivo. Jobs siempre se inspiró en los hermosos libros de la Antigüedad y la Edad Media y se enfurecía al ver que todos los tipos de letra eran feos en los computadores, y no es una cuestión menor sino elemento esencial de la filosofía inherente de todos los productos de la manzana mordida.

La visión de Jobs era lanzar al mercado un computador con tipos de letra con los que diera gusto escribir, por ejemplo, una novela. No olvidemos que ante todo Steve Jobs era un artista. Años después, en una tensa reunión, un furioso Jobs putea a su equipo y pregunta desaforado por qué carajo el desarrollo sigue atrasado. El equipo se excusa aduciendo que la idea de los tipos de letra consumía tiempo. El ingeniero a cargo trata de convencerlo de que no hay tiempo para esos detalles: Steve Jobs se exaspera, revienta de furia y lo echa cagando. Sí, lo despide. Atónito, su jefe de proyecto reclama, "es nuestro mejor programador". "No comparte la visión de Apple!!", responde el ogro.

Descrontrolado al ver que Windows plagiaba el trabajo de Apple, Jobs pide que le pongan a Bill Gates al teléfono: "Te voy a destruir maldito sicópata cuatro ojos te haré pedazos desgraciado... " y sigue la descarga hasta que consumido por la furia hace añicos el teléfono. ¡Vaya personajazo!

Echar gente con viento fresco, preocupantes ataques de ira, pagar páginas en los diarios con diatribas contra IBM (líder en aquella época), entre otras salidas de madre son escenas que nos muestran una imagen menos beata y más realista de este loco, que no siempre fue un loco lindo, sino en demasiadas oportunidades fue un loco culiao, un iracundo hijo de puta, un traidor con sus primeros colaboradores, lo que finalmente conspiró en su contra y le valió ser despedido de la misma compañía que co-fundó y a la que dedicó toda su vida. 

El film comienza con un Jobs que dice a la audiencia, "señoras y señores, les presento un producto que cambiará para siempre a la industria". Sacaba de su bolsillo un pequeño aparato rectangular aclarando que ahí caben mil canciones, y que ahora somos libres de disfrutar nuestra música en cualquier parte. El iPod fue la coronación de Jobs y su regreso triunfal, y es en esta época en que termina la narración del  film, que es un gran racconto, desde sus hirsutos días universitarios, pasando por Apple Computer, Inc, en el garage de su papá, hasta el momento en que el directorio le pide que vuelva, lo que a la larga significaría que el obsesivo Jobs convertiría a su empresa en la mejor capitalizada en la historia de la economía capitalista.

Steve Jobs con sólo dos palabras nos removió la conciencia: "Think Different". Cuando nos describía sus productos, nos inspiraba, nos hacía volar, nos mostraba que con 320 pixeles el ojo humano puede leer mejor las noticias, apretaba un botón y podía pasar cualquier cosa, su público lo aplaude tal como a un David Copperfield o a un David Blaine, así este mago hizo estallar una revolución. Y cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo, nos mira, se dibuja una sonrisa malévola, levanta el índice y remata: "And one more thing....", el público estalla, el mercado se agolpa para comprar sus productos poseído por un comportamiento completamente irracional que lleva a pagar precios absurdos pero lo hacemos para que Apple pueda seguir haciéndonos volar, para hacernos caminar sobre el agua, para mostrarnos que otro mundo sí es posible y que todos, al fin y al cabo, somos un poco iconoclastas porque todos llevamos un Steve Jobs en nuestra alma.

"Jobs" es un buen film para dejar como testimonio esta biografía extraordinaria del hombre que nos enseñó que para ser un verdadero revolucionario más vale imitar a Thomas Alva Edison que a Karl Marx. Steve Jobs fue quien nos mostró que la tecnología es un elemento de liberación y no de sometimiento. Jobs nos mostró que Orwell se equivocaba, 1984 no sería como lo describe en 1984. Donde sea que estés, Steve, sigue inspirándonos. Te extrañamos.

Comercial Apple, "1984 no será como 1984"

Trailer del film "Jobs"