“¿Estamos por la defensa del espacio que cada cual debe tener para cometer errores sin ser juzgado, para pensar con total libertad y ser libre de hablar cualquier cosa con los amigos? Si las conversaciones son registradas en una base de datos donde tú apareces diciendo ‘me gustaría tirar a Donald Trump por un barranco’, y luego imagínate que algún día Donald Trump llegase a ser Presidente de EEUU…. y todos los que hablen contra él sean identificados y terminen a ellos lanzándolos por un barranco. Eso sería un mundo bastante peligroso.”
—Edward Snowden, entrevista a Vice News.
Soy un hombre promedio
trabajo de las 9 a las 5
pago mis impuestos
llevo una vida promedio
vuelvo a mi casa promedio
y cierro bien la puerta.
Me dicen que soy paranoico
sólo quiero estar tranquilo.
Tengo miedo de tomar una ducha
díganme, ¿hay alguien observándome?
♫I always feel like
Somebody is watchng me♪
(And I have no privacy)
Díganme que esto
es sólo una pesadilla
— Rockwell, Somebody's watching me
Ver la película Snowden es un deber cívico para quienes defienden las libertades individuales
Los estudiosos de la cultura norteamericana deben ver las películas imprescindibles de Oliver Stone. Su cine de protesta nos ha hecho reflexionar, a partir de la sociedad de EEUU, sobre la condición humana universal gracias a obras maestras como Pelotón, Nacido un 4 de Julio, Wall Street o Natural Born Killers. Ahora el realizador vuelve a la carga con otra cinta militante: Snowden, basada desde luego en las revelaciones del hacker/héroe libertario más importante de nuestra era.
Stone esta vez ha tomado el camino fácil y Snowden está lejos del estilo combativo de sus entregas anteriores. Adaptada a un público de salas de múltiplex, su último trabajo es de consumo masivo. Probablemente sea una manera de entregar a la generación anestesiada con sobreabundancia de imágenes un contenido apto para su poca capacidad de reflexión (pocas generaciones han sido más sobrevaloradas que los "Millenials").
Un cierta desazón es el retintín que domina la sala, al menos para la Generación X y los Baby Boomers, mientras a mi lado, una chiquilla adolescente con su pololo se zampan cabritas y toman Coca Cola zero, ambos impactados al ver que Snowden hace el amor con su novia y la NSA los observa ya que han hackeado el computador de nuestro protagonista. Imagino que estos muchachos, poco habituados al cine y más a gusto viendo pelis en sus tabletas, entenderán que estamos ante una amenaza planetaria de proporciones escalofriantes.
La película merece una mención especial al histrionismo desconcertante de Joseph Gordon-Levitt, quien encarna a Edward Snowden perfectamente. Si han visto el documental CitizenFour (si no lo han visto, ¿qué esperan?) del cual bebe el guión de la película, se sorprenderán de ver a un Snowden extremadamente real en la película.
Aprendemos algunas cosas sobre el personaje real, recluido en Moscú. Por ejemplo, que su máxima inspiración filosófica ha sido el pensamiento de la filósofa liberal norteamericana Ayn Rand, o que él mismo, por deformación profesional, sufre de una extraña aversión, casi patológica, a las cámaras de video o de fotos.
La capacidad tecnológica de la televigilancia que lleva a cabo el aparataje norteamericano es apabullante. Básicamente, un señor en EEUU puede observar cada una de nuestras actividades, y el marco legal en que se realiza este espionaje es una burla a la Constitución de EEUU. Estas acciones sólo pueden autorizarse por un poder judicial independiente, pero las administraciones de Bush y Obama se las han arreglado para montar pantomimas de tribunales y así violar el espíritu de la ley. Lo peor es que esta violación universal a la privacidad, aparte de costosa, es completamente inútil. Estamos todos expuestos a la arbitrariedad de la NSA.
El tema cobra particular relevancia ahora que un demente se apresta para jurar como Presidente de Estados Unidos. El mismo pervertido que entraba a los vestuarios de las Miss Universo para ver a las concursantes semidesnudas, no titubeará en usar el poder total de las cámaras y espionaje en teléfonos y computadores para dar rienda suelta a su voyerismo.
Aterrorizante es ver que en Francia el gobierno, aprovechando el fin de semana largo de la Toussaint (1 de noviembre) furtivamente ordenó fichar en una base de datos gigante a todos los ciudadanos, sean estos sospechosos de actividad ilegal o no, criminales y contribuyentes honrados todos por igual. En el Reino Unido, la peor de las distopías se llevó a cabo ordenando la vigilancia total en Internet. Ambos, en Francia y Reino Unido, sin ningún debate parlamentario, sino que se dictan por decreto.
Los drones de televigilancia en los cielos de Chile, las cámaras de espionaje, los documentos de identidad obligatorios y su control "preventivo" son nuestra contribución a una sociedad distópica, como vimos anteriormente. "Los tengo a todos identificados", dijo el ex mandamás de Chile, Augusto Pinochet. Si al menos ver la película Snowden sirve para tomar conciencia del peligro que enfrentamos actualmente, entonces habrá sido una buena tarde en el cine.