But when you talk about destruction
Don’t you know
That you can count me out
—“Revolution” (The Beatles, 1968)
Juramento del Juego de Pelota |
La Convención Constitucional busca una apología de la violencia. Se equivoca.
Después de advertir en este sitio el inminente estallido social fue también acá en Chile Liberal donde propusimos una Convención Constitucional, primero convocando a un plebiscito nacional para saber si el electorado estaba de acuerdo o no con nuestra solución. El clamor de millones de chilenos agolpados pacíficamente en las calles entonando “El baile de los que sobran” justificaba pensar que era de tal magnitud el malestar ciudadano que repensar nuestra institucionalidad exigía una Nueva Constitución y no sólo reformas.
Los hechos de violencia que vimos el 2019 fueron inaceptables e
inexcusables. Es falso sostener que gracias a ellos podemos optar a rehacer
nuestras instituciones: el plan ya estaba en marcha desde el gobierno de
Bachelet 2 – fue estúpidamente abortado con el advenimiento, borracho de triunfalismo, de Piñera 2. De hecho, el 2010 en este sitio ya invitábamos a una Nueva
Constitución mediante cabildos. Lo pusimos en marcha de forma completamente pacífica y elegante.
Más de 70 estaciones de metro quemadas, con una decena destruida de manera planificada, además de un daño irreparable a la propiedad tanto privada como pública, no tienen justificación alguna. Vimos incluso quemas de libros, tal como los nazis, cuando prendieron fuego al Café Literario en Providencia. No cuenten con Chile Liberal.
Así como llevamos décadas repudiando el golpe militar de 1973, y así como Pinochet fue removido
pacíficamente, corresponde igualmente condenar cualquier acto de violencia esta
vez desde la otra vereda. Algunos matizan o contextualizan la destrucción y el
vandalismo aduciendo algo absurdo: si los efectos buscados son cercanos a su propia persuasión política entonces OK. Pues no, no es OK.
Otros, erróneamente, arguyen que el Estado ya ejerce violencia contra ellos, y que cada autobús incendiado, cada plaza destruída y cada puesto de trabajo aniquilado son una merecida represalia ante esa violencia primigenia. Pues bien, eso se llama la Ley del Talión y ya hay suficiente literatura desmontando dicha argucia retórica.
No es una cuestión de “formas”. Es una cuestión de que si mañana llegan legítimamente al poder los mismos que ahora glorifican la violencia, justifican más violencia de los opositores para deponer a los incumbentes, y luego más violencia de los depuestos para vengarse, y así sucesivamente hasta que queda la cagada y nos agarramos todos a balazos y luego otros claman por una dictadura que imponga el orden. Dicho en sencillo, la apología de la violencia política es la falacia del slippery slope.
Piñera ha sido un Presidente muy malo, pero una mala gestión no da pábulo para desfondarlo. A no ser que estemos en un régimen Parlamentario –algo que sí propone Chile Liberal y que veremos en un próximo capítulo—pero en nuestro orden institucional Piñera no es un dictador ni un violador de derechos humanos, y un mandatario malo debe cumplir con su mandato.
No obstante, sí notamos una anomalía gravísima. Hay detenidos cumpliendo
una interminable prisión preventiva. Acá debemos detenernos y examinar la
situación con rigor.
La esencia de la democracia liberal es el limitar el poder del Estado. De hecho, el mismísimo nacimiento del liberalismo se remonta al año 1215 con la firma de la mítica Magna Carta, donde se consagra el Habeas corpus, principio filosófico y jurídico que establece que nadie será detenido sin presentar los debidos cargos en su contra. Esto constituyó en ese entonces el primer paso para limitar el poder absoluto del gobierno (y por ende, el nacimiento del liberalismo). Este principio evolucionó durante los siglos hasta nuestra era, donde el Estado absoluto se enfrenta al Individuo absoluto, y es recogido hoy en el artículo 10 de la Declaración Universal de Derechos Humanos:
Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.
Si no se presentan cargos contra los detenidos, y estos no tienen derecho a defensa, y por consiguiente no son sometidos a un juicio justo, podemos considerarlos como presos políticos. Simplemente porque son detenidos de forma arbitraria.
Las averiguaciones de Chile Liberal indican que hay 25 personas en este limbo legal. Como señaló la Presienta de Senado, Yasna Provoste, no han tenido un juicio justo. Esto es correcto.
La Convención Constitucional debe entender que su genesis se encuentra en la indignación popular no sólo frente a un gobierno inepto sino ante la orgía que prosiguió al estallido, y que si ella existe se debe a los millones que pacíficamente salieron a las calles a manifestarse. La Convención se debe también a Chile Liberal que llamó a la clase política a formarla.
Bájense del pony
Advertimos que algunos miembros de la Convención se están dando ínfulas jacobinas y quieren forzar un momento “Juramento del Juego de Pelota”, que técnicamente es el comienzo de la Revolución Francesa, es decir, cuando ya los Estados Generales no buscan aliviar la acuciante crisis del país sino crear una nueva Constitución y acabar con el Ancien Régime.
Es por esto que Chile Liberal llamó a convocar expresamente a una Convención, y no a una Asamblea Constituyente. Pues siguiendo el esquema y las etapas de la Revolución Francesa, como ya notaron los más perspicaces, la Convención es la fase final. En eso ya estamos. Tenemos un orden constitucional que mejorar, no todo un orden que hacer tambalear y una seguidilla de ejecuciones sumarias para instaurar… una dictadura.
Existe el peligro–real—de que la Convención se autoproclame como una Asamblea Constituyente plenipotenciaria, filo-bolivariana e indiscernible de un Sóviet Supremo, y que imponga la dictadura del proletariado. Su retintín bolchevique es conspicuo. Una incomprensible apología de la violencia es su primer paso y también su primer desvarío. De todos depende ahora que el esfuerzo hasta ahora culmine en un texto decente y que no se vaya todo a la mierda.