Todo se derrumba; el centro no resiste;
“The Second Coming” (W.B. Yeats, 1919)
Well, I woke up this morning and I got myself a beer
The future is uncertain and the end is always near
“Roadhouse Blues” (The Doors, 1970)
La ultra-derecha contra la ultra-izquierda. Las facciones extramuros, fuera del tradicional pacto republicano, nos piden su voto, aduciendo cuestiones estrafalarias y estúpidas: bajar impuestos, para el blondo de derecha, o recaudar un 8% del PIB, para el hirsuto de Magallanes. Sacudimos la cabeza en descreencia. ¿Sida o cáncer terminal?
Normalmente, como ocurre en EEUU, después de ungir al elegido en primarias los candidatos comienzan un tortuoso contorsionismo para transitar desde el sectarismo de sus tribus hacia el centro político, que es donde están los votos que permiten ganar. En Chile las primarias definitivamente no prosperan, y los candidatos se apoltronan en sus nichos duros, enardecidos con las soflamas de los cabezas-calientes que los rodean.
Kast y Boric son parte de la lunatic fringe en ambos extremos del espectro. Ambos exhiben unos CVs escuálidos para el cargo. Basta ver las tribus que los apoyaron, y que absurdamente hoy los tratan a ambos de traidores (al parecer se han moderado demasiado) para darse cuenta que la mano nos temblará demasiado cuando haya que hacer una rayita sobre uno de los nombres en la papeleta.
No es usual que nuestro sitio no se la juegue por una opción. Siempre lo hacemos y luego nos refriegan en la cara la torpeza de nuestra decisión: lo asumimos con hidalguía. No obstante, esta no es una elección normal. Ambos candidatos están demasiado lejos del centro político como para que podamos siquiera pensar en votar por ellos.
No hicieron nada por ganarse nuestra confianza. El alarmismo, la histeria, y el project fear de uno hacia el otro es lo único que percibimos. Triste.
No obstante, sabemos también que los lectores de la comunidad formada por Chile Liberal piden alguna guía. Veamos.
En política existe el “Test de la cerveza”, según el cual uno vota por el candidato con el que se tomaría una cerveza (alternativamente podemos llamarlo el “test del café”, Chile Liberal no endosa la glorificación del alcoholismo). No me tomo una chela con Kast ni llorando: ese sujeto me produce desagrado, si bien es digno de encomio su parsimonia.
¿Con Gabriel nos tomamos una birra? Por supuesto. El tipo es buena onda. Firmó el acuerdo por la Constitución sin aspavientos y se granjeó la enemistad de los pirómanos que lo frecuentan. Pero votar por Gabriel Boric es votar por Daniel Jadue, y éste es mala onda, y más encima es aweonao.
La cuestión al final es determinar si un café crème o una Erdinger heladita con un político lo califica para presidir la república, en un país que sufre aún serias falencias, donde persisten los campamentos, con un sistema de salud deficiente, educación inadeacuada, y un Estado esclerótico incapaz de proporcionar servicios de excelencia.
Pero eso depende de ustedes, amigos lectores. En lo que concierne a Chile Liberal, simplemente no podemos votar por uno u el otro. Votamos nulo.