La versión en inglés de Le capital au XXIe siècle ha causado furor en todo el mundo, especialmente en Chile, aunque por las razones equivocadas
Se le ha descrito como "el Jean Dujardin de la economía", o el francés más influyente en EEUU después de Tocqueville o Daft Punk. Su obra monumental El Capital en el siglo 21 ha ocupado el primer lugar del ránking de libros más vendidos en EEUU. Si un libro de economía sobrepasa incluso a las novelas de ficción debemos entrar a preocuparnos. La prensa mundial, incluido Chile Liberal, se ha fascinado con el trabajo de Thomas Piketty, el hombre que luego de la peor crisis financiera desde la Gran Depresión propone evitar el colapso total con una idea tan novedosa como escalofriante: un impuesto a las rentas de capital a escala planetaria.
Para los chilenos el timing no pudo ser mejor. Las feroz desigualdad y la creciente brecha entre ricos y pobres, la necesidad de aumentar impuestos y otorgar al Estado más control sobre las riquezas es precisamente el tema álgido de la política chilena en momentos que se discute una Reforma Tributaria. No pocos esgrimen a Piketty y Capital como su aval intelectual. Otros apenas dan manotazos de ahogado para refutarlo. Ambos se equivocan.
¿Marx 2.0?
En este post espero entregar a modo de introducción una reseña del argumento de Piketty, abordar temas que han pasado desapercibidos, y hacer ciertas aclaraciones. Finalmente, Chile Liberal espera entregar una refutación sólida a los argumentos del profesor francés.
A diferencia del alambicado estilo de Das Kapital, el original, Piketty escribe en una prosa límpida. Su conceptualización por momentos desquicia por su claridad. Se presenta como una obra técnica y desideologizada, de tono básicamente académico y con frases incendiarias sólo entre paréntesis. Abigarrado de pies de página, el lector se abre paso a ritmo cansino. No obstante el volumen de los datos y el contundente compendio técnico publicado en Internet convierten Capital en el siglo 21 en la obra —quizás— de la década.
Es francamente patético leer a Axel Kaiser promoviendo las AFP (capitalización individual de pensiones) para contrarrestar a Piketty. El propio Piketty, págs 782-787 (en la edición original en francés) lo desecha (ver este artículo al respecto). El David Irving criollo es más honesto: escribe sus habituales tonterías pero al menos admite que no ha leído el libro.
Piketty, resumido en su mínima expresión, propone la constante r > g. Escueta, poderosa, elegante y que ha causado la misma conmoción que la fórmula E = mc2. En el fondo, Piketty concluye que las rentas del capital (r) son mayores que el crecimiento (g); sea cual sea el comportamiento de la economía, los detentores de capital infaliblemente se volverán más ricos y la riqueza se acumulará cada vez más en unos pocos capitalistas-rentistas. Desecha el coeficiente de Gini y propone estudiar las desigualdades en dos fases: primero el decil más rico, los cuatro deciles de clase media, y los cinco deciles más pobres, y luego disecta en centiles. Nos muestra que la brecha no es entre ricos y pobres, sino entre el 1% más rico y el resto. Este es el quid del asunto y vale la pena explicarlo porque toma 951 páginas —al menos en la versión francesa— desarrollar la idea.
Los porristas de la Reforma Tributaria en Chile debiesen moderar un poco su entusiasmo antes de aducir que Piketty los apoyaría. Les recomiendo, primero, leer el libro. El francés hace una distinción sutil pero importante entre las utilidades y las rentas. Lo ejemplifica con una analogía entre Bill Gates, fundador de Microsoft, y Lilianne Bettencourt, la mujer más acaudalada de Francia y propietaria de la firma de cosméticos L'Oréal. El emprendedor americano amasó su propia fortuna y en pos del progreso ha facilitado el avance de la tecnología, sin olvidar que ha empezado a donar su propio dinero en favor de los pobres en África. Bettencourt, al contrario, en su vida ha movido un dedo. Ella heredó L'Oréal, el genio fue su padre. No obstante, Piketty estima que ambos se enriquecen a un 5% anual a partir de las rentas de sus fortunas, a pesar que el crecimiento mundial es casi 1%.
Luego, Piketty sostiene que el mismo Gates y sus herederos se dedicarán a explotar las rentas de capital en vez de emprender o invertir. En el fondo, el admirado empresario americano, o sus hijos, se volverán unos viles rentistas, tal como la señora Bettencourt. ¿Para qué trabajar? Esto es importantísimo y es quizás lo que más rescata Chile Liberal de esta obra (de manera magistral recurre a una analogía con Le Père Goriot de Balzac y Sense and Sensibility de Jane Austen, volveremos a este punto en otro post).
A partir de la premisa de Marx sobre la tendencia del capitalismo a la acumulación de capital en pocas manos y que este fenómeno "siembra las semillas de su propia destrucción", el profesor francés toma el mismo concepto de "capital" de Marx, y se propone entregar una validación estadística y matemática de los postulados marxistas. No obstante, en un dramático coup de théâtre, el autor finalmente alaba las virtudes del capitalismo, aplaude la genialidad de Milton Friedman, y concluye que el capitalismo debe ser corregido para, en el fondo, salvar al capitalismo de sí mismo. El capitalismo sí distribuye riqueza pero a condición que se ponga atajo al rentismo. Para lograr esto último, Piketty propone un impuesto a las rentas de capital aplicado en todo el mundo.
Ayer el Financial Times ha publicado una demoledora crítica a las cifras y el manejo estadístico de Capital en el siglo 21. Será fascinante leer los nuevos descargos del autor, porque hasta ahora el mérito universalmente elogiado de la obra es ordenar y presentar al lector común y corriente la historia del capitalismo en cifras. La magnitud del trabajo de Piketty no puede ser subvalorada.
Hermógenes lo nigunea, entre otras cosas, porque Piketty habla principalmente de su país. El autor lo explica. Ocurre que desde la Revolución Francesa su país ha doblado su población, ha mantenido sus mismas fronteras y existe una impresionante consistencia en los datos recolectados por sus autoridades. En cambio, desde su independencia, EEUU ha pasado de 3 millones de habitantes a más de 300 millones hoy. Su población netamente inmigrante ha transformado por completo a esa nación con el paso de las décadas. Piketty arguye que EEUU es un país nuevo y que no sirve para un análisis cronológico. Francia ha sido prácticamente la misma nación desde que era una monarquía. Así todo, compara a ambos y llega a una conclusión notable, que no dejó a nadie indiferente: EEUU siempre fue una nación igualitaria, de emprendedores innatos, al contrario de la vieja, desigual y decadente Europa y sus aristócratas rentistas y herederos. La gente huía de Europa a EEUU. Pero el capitalismo financiero y rentista volvió a EEUU una nación desigual e injusta, contrario al verdadero espíritu americano. Copiosos gráficos lo demostrarían.
En Chile
La bullada Reforma Tributaria en Chile no se basa en los postulados de Capital en el siglo 21. Lo que Piketty cuestiona es el rentismo, y propone grabarlo con un impuesto para que los capitalistas deban arriesgar su capital, invertirlo, generar riqueza y así lograr la redistribución.
En cambio en Chile se propone un impuesto a las utilidades de las empresas, a pesar que el francés elogia el mérito del capitalismo para crear bienestar. El impuesto de Piketty mermaría las fortunas rentistas, y para compensarlo, los capitalistas se verían forzados a reinvertir. Sólo bajo esta condición se podrá finalmente repartir la riqueza con mayor equidad.
En Chile se ha llegado al extremo de proponer eliminar el FUT, un mecanismo que promueve la inversión. Lo lógico, si quieren seguir las propuestas de Piketty, sería algo así como cobrar interés en el FUT, medida avanzada por nuestro (pre-) candidato presidencial, Andrés Velasco. Así este mecanismo serviría efectivamente para la inversión (Chile urgentemente necesita un 30% de inversión si quiere crecimiento sostenido) y no para evadir impuestos.
Orwell versus Piketty
El gran problema de Capital en el siglo 21 es que para aplicar este impuesto a escala planetaria se necesita un gobierno todopoderoso, donde nadie pueda guardar riqueza sin que el gobierno sepa dónde está el dinero de cada cual. Piketty llama abiertamente a eliminar los paraísos fiscales y a un nuevo super-control de las declaraciones de impuesto.
Piketty acaba por hacer un llamado a una especie de gobierno mundial. El Presidente Obama lo recibió en la Casa Blanca y le otorgó audiencias con las máximas autoridades americanas. Consideremos que Obama y la NSA han conformado la más sofisticada red de espionaje que la historia ha conocido y preguntémonos si realmente vale la pena ponerle atajo al capitalismo mediante un gobierno mundial.