domingo, 28 de enero de 2018

In Memoriam: Dolores O'Riordan

Suddenly something has happened to me
As I was having my cup of tea
Suddenly I was feeling depressed
I was utterly and totally stressed
Do you know you make me cry?
Do you know you make me die?


De repente algo me ocurre
Mientras me tomo un té
De repente me siento deprimida
Total y completamente estresada
Sabes que me me das ganas de llorar?
Sabes que me das ganas de morir?



"Animal Instinct", The Cranberries (1999)



Iba llegando a casa. Entro al ascensor y aproveché de echar una mirada casual a Twitter a ver si algo había ocurrido: han encontrado muerta a Dolores O'Riordan. No pude creerlo. Apenas 46 años, madre de tres hijos, con una carrera brillante detrás suyo y aún con tanta más música que darnos. Cenamos ese día con Chanchi sin hablar. De fondo sólo una playlist de The Cranberries.

Escuchar la voz de Dolores O'Riordan es dar un viaje mágico a los años 90, la década del optimismo y la esperanza. ¿Cómo no recordar esa gran década? La URSS había colapsado en toda su estrepitosa miseria y el comunismo parecía enterrado para siempre. En EEUU gobernaba Bill Clinton y la gran nación del norte vivía un extraordinario auge económico, tanto así que se llamó a Clinton "el primer Presidente negro". Junto con Tony Blair, en el Reino Unido, levantaban la "Tercera Vía". Obnubilado, Francis Fukuyama, un historiador, proclamó el fin de la Historia.

En Chile dejábamos atrás la dictadura criminal y comenzábamos la compleja Transición. Nuestra generación, ahora desdeñada ⎯lo "noventero" es sinónimo de pusilanimidad según los sabelotodos actuales⎯  no quería saber nada más de política. Era la hora de pasarlo bien. Incluso se experimentó un pequeño renacimiento cultural y artístico después del apagón cultural de los 70-80.

En lugares donde sólo sabían que Chile era una nación devastada por una de las carnicerías más brutales del siglo 20, veían a un tenista nacional encumbrarse como el número del mundo. Marcelo Ríos nos trajo de vuelta la confianza en nosotros mismos. Su famosa frase "no estoy ni ahí" captó el zeitgeist de los 90. En Europa dejaron de pedirnos visa. Ya no éramos parias y dejábamos de dar lástima. Los chilenos se burlaban de Frei porque pasaba viajando. En los años 90 la labor de reinsertar a Chile en el círculo de naciones civilizadas era ardua. 

La internet, hoy omnipresente, en los 90 era una novedad que abría posibilidades que parecían infinitas. Se decía que al final todos acabaríamos de una forma u otra trabajando en alguna actividad relacionada a ella, y que la world wide web cambiaría por completo nuestras vidas. Los CD se habían impuesto como la norma sobre los cassettes, y recuerdo el día que escuchaba en el sofá uno de mis álbumes favoritos de todos los tiempos: "Everyone Else Is Doing It, So Why Can't We?", primer trabajo de la banda irlandesa The Cranberries.

Irlanda tiene mucho en común con Chile. Fueron las dos últimas naciones de occidente en legalizar el divorcio. Tienen las leyes más restrictivas que existen contra el aborto. Los dos pueblos sufren de alexitimia, es decir, su gente es incapaz de expresar sus sentimientos ⎯ la música y la literatura son dos válvulas de escape. El alcohol ⎯el antidepresivo más antiguo que se conoce⎯ causa estragos en ambos pueblos. En ambos países predomina una cierta inefable melancolía. Ambas son naciones que comienzan otra transición: la de país católico a país post-católico. Como corolario de lo anterior, ambas naciones en los 90 comenzaron también otro tránsito: de la pobreza al primer mundo como tal.

Difícil encontrar a alguien que haya captado mejor el alma de su natal Irlanda que Dolores O'Riordan.  En los 90 el país estaba en ebullición. No podría nunca olvidar uno de esos días grises y de lluvias tumultuosas con mi CD Player tocando "I Still Do..." primer track del álbum debut de The Cranberries. Tema hermoso que a cualquiera le toca el alma.

Dolores O'Riordan es menudita y enjuta. Es un espectáculo en sí ver como sale de esa figura tan frágil un vozarrón tan avasallador como una tormenta irlandesa de lluvia y viento.

Esta mujer le puso las letras y la música a los años 90. Después de ser ovacionada por el planeta entero, en todo caso, de nada sirve si no vuelves al lugar que te vio nacer y tocas en el pub de tu barrio, como en su conmovedora Oda A Mi Familia. Ser músico o escritor en Irlanda es algo muy serio. El reconocimiento del mundo no puede significar el olvidar las raíces. En Irlanda no existen los levantados de raja. Nadie está más arriba de su propia estación. Dolores, así como cualquier otro artista de Irlanda ⎯país pequeño pero exportador de un megapoderoso talento cultural⎯ podía caminar por la calle sin que le pidan autógrafos. Ir al pub y beber una cerveza sin que nadie te fastidie es un derecho humano inalienable. Impera un sentido de la igualdad y el respeto al individuo que no se ve en otras latitudes.

Dolores O'Riordan no fue ajena a las controversias. Ningún irlandés esquiva la oportunidad de hacer valer lo que piensa. Con Zombie, quizás su tema más icónico, se granjeó la cólera de los fanáticos de su país. Cuando murió su padre, ella reconoció que alguien de su familia la había abusado sexualmente (en Irlanda, el abuso sexual es un problema gravísimo). Recuerdo que ella declaró algo así como "no lo dije antes porque sino mi padre va y lo mata". Ella es oriunda de Limerick, no por nada llamada "la ciudad de las puñaladas". No pocos quedaron estupefactos preguntándose si estaba realmente protegiendo a quien abusó de ella. Se declaró ferviente católica y contraria al aborto. Le cantó a los Papas Wojtila y Bergoglio. Hasta a quien escribe se ha salido de sus casillas con el espíritu rebelde de la líder de The Cranberries. En un vuelo a Nueva York fue arrestada por causar violentos incidentes.

La primera vez que Dolores salió de su Limerick natal fue rumbo a Londres para ir a grabar su primer álbum que, como dije antes, quizás uno de los mejores de la historia. Partió además rumbo al estrellato mundial. Casi 25 años después de ese viaje, ha muerto en Londres, y sus restos han sido trasladados a su ciudad, en la Irlanda rural. Fue velada en la misma iglesia donde la pequeña Dolores O'Riordan empezó cantando en el coro. 

El entierro de sus restos se efectuó el pasado martes a las 12pm. A la misma hora, todas las radios del país tocaron "When You're Gone". Como un modestísimo y minúsculo homenaje, ahí estaba yo, escuchando la radio, por Internet, y guardé silencio.

Desconozco las causas de su muerte pero conozco los lúgubres e interminables inviernos de Irlanda. La falta de luz solar implica que el organismo no sintetiza vitamina D, que uno debe consumir en suplementos para evitar problemas de salud mental. A la líder de The Cranberries la aquejaban terribles dolores de espalda, sufrió desórdenes alimenticios y la agobiaban los fantasmas de su niñez. No quiero especular, pero en Irlanda no es raro en estos meses invernales ver partir gente y sólo saber que sufrieron una muerte repentina.

A Dolores la sobreviven sus hijas, y su legado musical.
Donde quiera que estés, Dolores O'Riordan, gracias por la música.





Dolores O'Riordan, 1971 -2018. 
Música multi-instrumentalista, cantante, compositora. Voz de una generación.
Descansa en paz.

jueves, 18 de enero de 2018

El ocaso de la iglesia de Roma

El ruido ambiente
y soledad de la ciudad
nos aíslan de todo.
El mundo que gira al revés
pretende sumergirme en él,
ahogando mis ideas.
"Aquí", La Ley


Jorge Bergoglio intenta revertir el declive final del catolicismo

En Chile Liberal establecimos dos condiciones para que la visita del Papa Bergoglio no se saliera de madre: ni una palabra sobre el aborto, ni referencia alguna a la entrega de soberanía al autócrata Evo Morales. Considerando la reciente visita papal a Birmania, donde se reunió con la asesina Aung San Suu Kyi sin mencionar rohinyás frente a ella, pensamos que a pesar de sus notables desatinos verbales, la visita se enmarcaría dentro de lo que corresponde a una cuestón pastoral. Si es así, corresponde que los liberales garantizásemos que los adeptos de la iglesia autoproclamada "universal" reciban en un ambiente de calma a su gurú.

Bergoglio despega rumbo a Perú y, salvo una referencia muy menor a la vida y un par de perogrulladas sobre los casos de pedofilia, podemos decir que se logró una especie de tregua entre ateos y creyentes. Por su parte, los individuos que cultivan la filosofía cartesiana y la gente de cariz progresista pudo en paralelo deleitarse con el streaming del Congreso Futuro si es que interesa más la cura del cáncer o el poblamiento de Marte que las homilías.

Escuché en BBC World Service ⎯radio de cabecera de este sitio⎯ un comentarista explicar a los oyentes del mundo que la visita a Chile era la más difícil del pontificado de este Papa. Se esperaba más expectación que fervor, y cuando no, hostilidad. La visita es más un hecho mediático que una experiencia espiritual. La iglesia de Roma atraviesa una aguda crisis en Chile producto del nuevo talante escéptico del público chileno. La baja convocatoria que esperaba a Francisco refrendan todo aquello.

Chile se une así a la tendencia de Europa. Con el desplome de las ordenaciones, la cantidad magra de feligreses en misa los domingos, una curia en la ruina económica (su ruina espiritual es sabida) y un soft power exangüe, no es descabellado afirmar que estamos en presencia de lo que los enciclopedistas sólo soñaron como ilusión: el fin de la iglesia Católica.

El Papa Joven
Hace algunos meses con Chanchi nos dimos un  binge watching de la serie The Young Pope, del realizador oscarizado Paolo Sorrentino ("La Grande Bellezza"). Hicimos un bœuf bourguignon, que se cocina a fuego lentísimo, para disfrutar de todos los capítulos de esta magnífica serie.

La trama nos debe interesar tanto a nosotros, los ateos más feroces, como a los católicos más acérrimos. Muere el Papa y se realiza el cónclave (similitudes con la novela Conclave, de Robert Harris). Los purpurados, contra todo pronóstico, proclaman como su líder a un Papa joven, Lenny Belardo, arzobispo de Nueva York. Asume como Pio XIII.

En un encuentro con jóvenes, en Maipú, un suburbio de Santiago, el Papa Francisco trató un poco de sintonizar con este grupo etario haciendo símiles con cuestiones tecnológicas e incluso citando las letras de un tema de La Ley, una banda de rock chilena (ver epígrafe). 

Lo que hace Francisco es en apariencia relativamente sensato. Los swinging 60s le propinaron a la iglesia, y a la religiosidad occidental en general, un golpe mortífero, del cual nunca se recuperó. Desde la píldora anticonceptiva a los Rolling Stones, pasando por el mayo del 68 en París, la contracultura de la posguerra empezó como una tontería juvenil pero acabaría siendo el establishment actual ⎯ en desmedro de las encíclicas se izó la triada de drogas, sexo y rock'n'roll.

The Young Pope, por su lado, nos narra la desesperación del Colegio Cardenalicio. Pio XIII, el Papa Joven, debe enmendar el rumbo, seduciendo a la juventud y al mundo moderno. Pero, ¡oh sorpresa! Sorrentino nos ofrece una provocación magistral. El Papa Pio XIII sí es joven. Más encima, muy sexy. Es caucásico, de habla inglesa. Pero nadie contaba con que el joven arzobispo de Nueva York fuese el Papa más ultraconservador y ultrarreaccionario imaginable ("los jóvenes siempre son más extremistas que los viejos")

El flamante Papa no quiere dirigirse a la masa que lo aguarda en la Plaza de San Pedro. Sabe que son una muchedumbre de curiosos y turistas, pero no fieles. Para reconstruir a la iglesia, se necesita purgarla de los tibios, de los católicos a su manera. Y de los modernistas dentro de la Iglesia. Hay que echarlos. Son ellos los que arruinaron a la otrora todopoderosa Iglesia Católica. 

El Papa Joven finalmente, ante la expectación mundial que concita (y que busca), se dirige al populacho. La serie nos va develando la tormentosa vida de Lenny Belardo. Desde su púlpito, el Papa Joven ve una pareja de hippies. Alucina. Esa pareja de hippies no es otra cosa sino los mismísimos padres de Lenny.

En el fondo, el Papa Joven aborrece esta cultura moderna y permisiva, porque ellos, una pareja de hippies sesenteros, constituyen el epítome de estas tonterías de moda. Sus padres hippies lo abandonaron en su infancia. Pio XIII es el vástago de esta cultura libertina y marihuanera. 

Su labor, más aun, es volver a los orígenes humildes de la iglesia, cuando era un grupo cerrado, perseguido por las autoridades. Ese hermetismo atraía a las multitudes y ahí residía su fortaleza. Esto de ir a mezclarse con el mundo moderno sólo acelerará su declive final.

El Papa Ratzinger era la apuesta de los purpurados por detener de alguna forma el derrumbe de la iglesia en la Vieja Europa. Fue un fiasco. Francisco es el control de daños. Un Papa latinoamericano puede al menos salvaguardar lo que queda del catolicismo romano en Sudamérica y África. El argentino lo sabe y por lo menos abandonó los coquetos zapatitos rojos Prada del alemán y se muestra como un hombre de hábitos frugales. Más que un teólogo, es un cura de pueblo. Conectar con los pobres es la última esperanza de la curia por no ser desplazados a la irrelevancia.

Bergoglio, a pesar de deslizar un apoyo a Marine Le Pen o de matizar la masacre de Charlie Hebdo, demuestra ser un personaje simpaticón. Lo suyo no es la abstrusa teología de Ratzinger ni el histrionismo rimbombante de Wojtila. Este Papa, al contrario del ficticio Pio XIII, quiere de alguna forma conectar con el mundo globalizado de la era digital.

Lo más probable es que fracase. Porque la iglesia Católica, francamente, ya está desahuciada. El problema es que en Chile no la reemplazaremos sólo con la frialdad cartesiana del Congreso Futuro. En un país donde perduran los obstinados bolsones de ignorancia, el vacío que deje la iglesia lo ocuparán los charlatanes, tarotistas, brujos, astrólogos y las tonterías budistas hare-krishna y neomapuches variopintas. No vaya a ser cosa que después de añorar el fin de la iglesia Católica, terminemos queriendo que muera, pero no tan rápido.