Girl,
You have no faith in medicine
Is there a way to find a cure
for this
Implanted in a pill?
El inminente fracaso frente al Covid-19 es
mitigable con cloroquina
La idea
siempre fue imponer confinamientos para que el aislamiento social ralentice el
contagio y así se evitaría saturar al sistema de salud. Como recomendó Chile Liberal, se implantaron cuarentenas
progresivas y sectorizadas, con cordones sanitarios para acorralar al bicho y frenar
su propagación. Era vital el timing preciso y el buen criterio, aparte de la
cooperación de la ciudadanía.
La
clave de los países exitosos ha sido el actuar robusto y precoz. Acá la
administración de Piñera no falló. “Gripecita”, dijo Bolsonaro. “Hay que ir al
teatro”, dijo Macron. “Abrácense”, AMLO. “Igual le doy la mano a la gente”,
Boris Johnson. “Va a desaparecer pronto”, Trump. Piñera—a pesar de sus
recurrentes gaffes verbales—se lo tomó en serio desde un principio. Asegurar que la pandemia se inició en la ciudad china de "Yahoo" fue una nimiedad perdonable.
Pero
las cuarentenas fallaron en el timing. Además fueron laxas, y los cordones
sanitarios porosos. En vez de mostrar humildad ante una realidad que
desconocemos, en el gobierno han sido fanfarrones. Ser equívocos, cambiar de
parecer, hacer giros en U, descoordinaciones, todo eso es esperable y ninguna
oposición leal puede alegar por todo aquello en un gobierno. Pero las chorezas son imperdonables en una guerra que probablemente íbamos a perder
igual, a lo sumo sería una victoria pírrica, lo único esperable en este combate
es declarar tablas con un saldo de muertos lo menos elevado posible.
De la
ciudadanía no se puede esperar mucho. Decenas de miles de peticiones de salvoconductos
hicieron colapsar las comisarías virtuales. Vimos interminables
filas de vehículos tratando de salir de la capital para ir a la costa. Un
palurdo esquiva los controles en helicóptero. Toda la estupidez se cristaliza
en la tontona a quien le preguntan qué trámite urgente iba a hacer en vísperas
de Semana Santa: “voy a dejarle huevitos
de chocolate a los hijos de mi pololo”, contestó. A dónde la vio. Iba a
culiar, a eso iba. “Voy a echar la última cachita”, habría sido más honesto y
hasta entendible.
Uno de
los motivos principales para no decretar cuarentenas brígidas como se hizo en
Argentina es porque la dosis de este fármaco debe ser progresiva, porque puede resultar
contraproducente, y porque siempre había que guardar el confinamiento total
como último recurso—en caso de que la infección estallase en invierno.
Probablemente ya estamos en el peak, uno vertiginosamente alto, con la
ocupación de los servicios de reanimación a un 90%. Ahora llegó el momento del último
recurso: la cuarentena total.
En
nuestro post anterior dejamos abierta la posibilidad de que el virus sí tenga
un comportamiento estacional y que sea necesario volver a confinar. Así
ocurrió.
Si
falla ahora, habremos pasado de la medianía de la tabla—donde siempre estuvimos
salvo que crean los absurdos tweets de Mauricio Rojas—a la lista negra de
países que fracasaron. Simplemente, llegó la hora de la verdad.
¿Y si fallamos?
“Si la
mierda llega al ventilador”, como dicen los gringos, nuestro sitio propone
aplicar la biterapia que mezcla hidroxicloroquina, un derivado de la
cloroquina, con azitromicina, un antibiótico. Este tratamiento, propuesto por
el profesor Didier Raoult en Marsella, en el sur de Francia, administrado
correctamente, puede ser altamente efectivo en reducir la carga viral de los
enfermos de Covid-19.
El
mentado procedimiento es controversial y de hecho acaba de causar la renuncia
del ministro de salud de Brasil porque Bolsonaro aprueba su aplicación pero el
ministro no. En Chile Liberal somos
responsables y queremos indagar más al respecto.
Breve historia de la cloroquina
Para
conocer la cloroquina debemos remontarnos al año 1638, en el Perú colonial. La
condesa de Chinchón, esposa del virrey (no confundir con la otra condesa, retratada
por Goya) se enferma gravemente. Sufre de fiebre y de todos
los síntomas de una enfermedad que conocían los indios y que con el tiempo se le
llamaría paludismo, o malaria. Los jesuitas, que cuando no estaban chiflándose
niños se dedicaban a conocer las costumbres de los autóctonos, supieron que de la
corteza de un árbol de la maraña andina se extraía una sustancia que curaba esa
enfermedad tan rara para los europeos. El resultado fue espectacular: la
condesa de Chinchón se recuperó.
Atónitos,
mandaron esta pócima en forma de polvo a Europa, la cual se acabó conociendo
como “polvo de la
condesa”. En realidad proviene
de la corteza de un árbol andino llamado quino,
de donde se extrae la quinina. Se ha afirmado que su importancia
fue mucho mayor que todo el oro extraído del Perú. De hecho, sus hojas forman
parte hoy del pabellón
patrio del país hermano.
En
Europa continuaron investigando las propiedades de la quinina hasta que la
sintetizaron e inventaron la cloroquina. En la Francia colonial se usó de forma
masiva en los hospitales militares para tratar a los soldados que se contagiaban de malaria durante las
aventuras expansionistas en África. Sus resultados fueron asombrosos.
Es
decir, la cloroquina está lejos de ser un exótico remedio propuesto por un
científico loco. Se conoce desde siglos. Se suministran más de 60 millones de
dosis cada año. Didier Raoult alcanzó notoriedad mundial cuando propuso apenas
se declaró la pandemia que el tratamiento esté disponible, y afirmó que él lo aplica
en Marsella con buenos resultados. Macron fue a visitarlo en Marsella y desató una batahola de críticas e histeria colectiva. Marsella es una ciudad conocida
en Francia por estar llena de locos, no se extrañen que allí hayan contratado a
Marcelo Bielsa. Al profesor Raoult, conocido disidente del establishment científico
parisino, lo han ignorado a él y ninguneado su tratamiento tachándolo de “controversial”
y levantando suspicacias sin que nadie, en estos eternos dos meses, haya
testeado el tratamiento.
¿Por
qué tanta controversia?
Primero,
porque ha alimentado teorías conspirativas. El mundo entero aguarda con
desesperación un tratamiento para el Covid-19 y los grandes laboratorios
trabajan en ello y cuando salga al mercado costará una fortuna y se venderá
como pan caliente. La modesta cloroquina
es genérica y cuesta lo mismo que una aspirina. Es baratísima.
Segundo,
se alega que no conocemos sus efectos colaterales. Con 60 millones de dosis
vendidas cada año, este fármaco conocido desde el Perú colonial es difícilmente
algo novedoso. De hecho, con esto trataron a Tom Hanks y su esposa y hoy
están más frescos que una lechuga.
Tercero,
y este es el punto central de este post, si colapsan los servicios sanitarios
no queda alternativa sino curar con el famoso tratamiento con cloroquina si no
queremos vernos en la triste disyuntiva de empezar a dejar morir a los abuelos
para salvar a los jóvenes. Evitar el triage
era el motivo para aplicar cuarentenas—aunque implicase pitearse la economía y
matar gente de hambre.
Si no
se logra contener el número de enfermos y escasean ventiladores y camas, pues
hay que tomar decisiones difíciles. Someterse voluntariamente al tratamiento
con cloroquina quizás sea mejor que una muerte segura, para además dejar libres
preciosas camas que pueden salvar vidas de padres o madres de familia. Chile Liberal no se opondría.