Life was so beautiful
Then we all got locked down
La coronacrisis es el evento Deus ex machina que va a marcar los nuevos “locos años 20”. Acá, desde mi balcón, entre interminables sorbos y más sorbos de 1664, y picoteando aceitunas griegas kalamata, extrañando las aceitunas de Azapa de mi Norte natal, veo la ciudad completamente vacía. “Soy un fantasma en una ciudad fantasma, la vida era hermosa pero nos pusieron en cuarentena”, suenan los Rolling Stones una y otra vez.
Veo el video de los Stones. Pienso
en las imágenes escalofriantes de los lugares más ajetreados del mundo ahora
completamente desiertos. Oxford Street sin bullicio, Trafalgar Square, un terreno
baldío. Un vértigo me viene al estómago de pensar en mi lugar favorito de todo
el mundo, la librería Waterstones en Piccadilly, sumida en la oscuridad, en espectral
silencio, con los libros polvorientos en los estantes sin que nadie los hojee,
las cajas cerradas, sin té ni café siendo consumido en el quinto piso (o sexto,
como sea que cuenten). La coronacrisis en todo su lúgubre esplendor.
¿Cómo salir de este atolladero? “Si todo lo demás falla, prueben tirar
dinero desde un helicóptero”, es un frase que se le atribuye a Milton
Friedman, un teórico monetarista. Con la gente encerrada en sus casas—los que
tienen o los que pueden—se desploma la actividad económica. Hay servicios no
proveídos. La prioridad es salvar vidas pero ya empezamos comprobar que la
crisis sanitaria muta rápidamente a crisis económica, que puede ser más letal
que el virus mismo.
Para ser exactos, como es tradición
en Chile Liberal, Friedman no
pronunció esa frase. Lo
que sí dijo fue:
« Supongamos que un día un helicóptero vuela sobre un poblado y
lanza billetes de 1.000 dólares desde el cielo. Desde luego, la gente se
agolpará para ir a recogerlos. Supongamos, más aún, que todo el mundo está
convencido que es un evento excepcional y que no volverá a ocurrir. »
Es brutal pero es lo que
recomienda Chile Liberal y ya lo
esbozamos en nuestro primer post en esta serie sobre el maldito Covid-19. El
gobierno debe empezar a arrojar plata no desde un helicóptero para comenzar a
inyectar liquidez a los consumidores para que, primero, se queden en casa lo
más posible, y segundo, para revivir la actividad económica con celeridad
apenas se aplane la curva de muertes y contagios.
El gobierno de Emmanuel Macron
diseñó un programa de cesantía parcial y otras formas de ayuda a las pequeñas
empresas. Compañías grandes en dificultades, como la emblemática Air France,
serán semi-nacionalizadas—Air France deberá implementar, a cambio de la ayuda,
un esquema de uso de combustibles limpios.
En EEUU, Donald Trump anunció un
paquete
de estímulo de $2 trillion, en castellano son $2 billones,
o sea, 1012, con doce ceros. Dicho en sencillo, más plata que la
chucha.
Todo esto implica lanzar
billetes desde un helicóptero. El helicopter
money por supuesto que tiene detractores pero Chile Liberal sostiene que las ventajas son superiores a los
inconvenientes. Una economía en panne
necesita dinero para volver a funcionar. Esto es lo que el gobierno puede
solucionar y para eso debe reactivar la demanda. La idea es distribuir la mayor
cantidad de dinero a la mayor cantidad de gente a la mayor velocidad posible.
El dinero de helicóptero tiene
la ventaja de no aumentar el déficit ni la deuda ya que es una política
monetaria y no una política presupuestaria. El Banco Central, sea el BC de
Chile, la Fed, el BoE o el BCE, lo distribuyen sin contrapartida. En Chile más
aún tenemos la ventaja de contar con fondos externos a los cuales urge echar
mano: las vicisitudes de la coronacrisis serán las más violentas desde 1929 y
no hay que ser tímidos en su mitigación.
En términos
político-ideológicos, este concepto concita el acuerdo de liberales, socialistas
y keynesianos.
Tampoco es una cuestión
particularmente estrafalaria. El dinero de helicóptero es la otra cara de la política
ya aplicada el 2008 para salir de la Gran Recesión, el Quantitative Easing, o expansión cuantitativa. No por nada, al
dinero de helicóptero se le llama “Quantitative
Easing para el pueblo”.
Cuando las tasas de interés ya
están muy bajas, como en la actualidad, los banqueros centrales ven reducido su
radio de maniobra. A diferencia del QE, ahora ya no se puede ir a comprar títulos
para crear dinero e inyectarlo a la economía. Es el momento de poner plata real
en la economía real.
Bajemos del helicóptero a la triste realidad
Comprobamos que si bien las
medidas del gobierno de Piñera son muy adecuadas, con el bono Covid-19 y los
préstamos a tasa cero, entre otras, el gran talón de Aquiles es la baja
bancarización de los ciudadanos.
Chile Liberal desde siempre ha propuesto la masificación de las cuentas RUT y la
implementación y como corolario la puesta en marcha de la renta básica
universal. Con esta infraestructura en práctica, bastaría que el ministro
Briones haga un clic y traspase el dinero desde la billetera del país a la billetera
de la gente de manera expedita.
No sólo en Chile esto es un
problema. Como destaca
el economista francés Thomas Piketty—en la antípodas ideológicas de Chile Liberal—el gobierno dispone de los
datos de todos los ciudadanos para extraernos los impuestos y se sirve de una
eficiente maquinaria con este fin, pero cuando se trata del movimiento
contrario, es decir, para devolver el dinero a los ciudadanos, resulta que la
logística no está disponible.
Si esto ocurre en el país que
trajo la burocracia a Occidente (inventada en China y replicada bajo el
gobierno de Luis XIV en Francia) imaginémonos las dificultades en nuestro país donde
el trabajo informal se eleva al 30% y se ha justificado todos estos años en
nombre de una tergiversada libertad de emprendimiento. En la era de la uberización del empleo
debemos preguntarnos si acaso este modelo requiere una reingeniería o no.
Más aún, no se ha desplegado la
bancarización universal. Bancarizar hoy es equivalente a alfabetizar ayer. El
dinero podría distribuirse fácilmente y las tarjetas cuenta RUT podrían usarse
para que los beneficiarios abastezcan y compren alimentos en los supermercados
y en las ferias libres.
En Francia, por ejemplo, el
cheque restaurant—Sodexo como existe en Chile—se puede emplear para comprar verdulerías
pequeñas, ferias libres, panaderías y almacenes de barrio. Es fácil bloquearlas
para la compra de alcohol, tabaco o comida chatarra. Una tarjeta cuenta RUT así
al menos facilita la adquisición de frutas y hortalizas frescas y de paso
mejorar la salud y productividad. La misma tarjeta RUT ya sirve para pagar el
transporte público. Es cosa de unir los puntos.
Contar con esta logística habría
permitido bajar a la realidad el bien pensado paquete de estímulo del gobierno,
sin contratiempos. Nos encontramos con la paradoja de que el plan de gobierno
es excelente pero su aplicación es torpe o incluso imposible. Si todo esto es
impracticable, entonces, parafraseando a Friedman, simplemente agarren
helicópteros de la Fach y vayan a tirar billetes sobre la gente.
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