Si sueñas con Nueva York y con Europa
Te quejas de nuestra gente y de su ropa...
El concepto Parisian chic es inefable. Se puede al menos explicar por lo que no es. Digamos que es lo opuesto a la "excentricidad inglesa". Uno tiene la idea de que un Lord inglés en su imperturbable flema se siente impelido al menos una vez al año a salir a caminar por Leicester square vestido de mujer, mientras que al otro lado del canal de la Mancha primaría la elegancia: es a este estilo más clásico, especialmente en las mujeres, lo que le podríamos llamar Parisian chic. Por cierto, el concepto abarca no sólo a las meras vestimentas sino que se refiere en términos generales a una actitud chic. La mejor forma de verlo es desde las terrazas de los cafés, que estratégicamente ubican las sillas con vista a la vereda, creando una extraña sensación de que a uno en todo momento lo están observando y evaluando la pinta.
Una de las primeras imágenes que a la gente se le viene a la cabeza al pensar en París es la de una ciudad con gente bien vestida gracias a una inagotable oferta en las millones de boutiques, que ni siquiera tienen que ser las casas de lujo como Dior o Chanel, sino que son las pequeñas tiendas independientes las que alimentan a la parisina chic. Por supuesto, todo esto es un cliché. Pero la verdad es que detrás de cada cliché siempre hay algo de verdad, y para ser honestos, en París sí hay una cierta tendencia en las mujeres a andar impecablemente bien vestidas, y con una impronta que exuda una elegancia natural. Son ciertamente una minoría, pero una minoría bien visible y reconocible, y que le dan a la capital francesa un carácter bien particular.
El Parisian chic es notorio en invierno. Prima, ante todo, el color negro, siempre negro, y los cortes son clásicos, nada extravagante ni colorinche, sin caer en esa grisácea opacidad invernal santiaguina. En invierno —paradojalmente— abundan las faldas cortas. Lógicamente, también se divisan muchos sombreros, y probablemente sea París la ciudad donde más se usan.
Esta forma tan particular de vestir se explica por una cuestión típicamente francesa que es la extraordinaria pujanza del consumo interno francés, el eje de su modelo económico, en diametral contraste con el modelo exportador alemán. Los franceses le asignan gran importancia al joie de vivre, una filosofía de vida que les lleva a gastar dinero en bienes de consumo, lo que les permite tener una economía extraordinariamente independiente diversificada, que va más allá de la producción de tecnología o maquinarias, sino que también incluye la gastronomía, el arte y, —cómo no—, la costura. Cualquiera puede ir al fantástico barrio de Le Marais y vitrinear en las botiques, que desde luego tienen mucho más llegada en el grueso del público que las mundialmente famosas y exclusivas Dior o Chanel. O sea, hay barrios como Patronato, pero mega-cool.
Al respecto, hoy nos enteramos de interesantes estadísticas. Según la Fédération française de prêt-à-porter féminin, las francesas en promedio gastaron 421 € en ropa durante el 2010. Las de entre 19 y 24 años gastaron la mayor cantidad, 615 €. Las cadenas especializadas han recibido un extraordinario 33% de las preferencias, con un 18,9% en las tiendas independientes, los supermercados un 10,7%, la venta a distancia un 9,9%, y las mulitiendas un 5,7% (ver fuente). Ahora bien, hablando de clichés, sólo en el item lencería, éstas son las cifras que nos entrega Institut Français de la Mode (IFM):
- La lencería representa el 17,5% de los gastos en ropa femenina
- Presupuesto medio por mujer en 2010: 100 € (+7%)
- Volumen de negocio en 2010: 2,7 mil millones € (incremento de 4% respecto al 2009)
- Francia es el principal mercado europeo, las francesas dedican el mayor presupuesto a la compra de lencería, por delante de las inglesas y las italianas
Sur la région parisienne, les femmes vont acheter de la lingerie comme un accessoire de mode, comme on pourrait s’acheter un accessoire un sac à main pour aller avec son nouveau manteau. On va essayer d’assortir au maximum sa lingerie avec ce qu’on porte au-dessus, ce qui n’est pas le cas de toutes les femmes et dans toutes les régions.
Las implicancias de todo esto nos permiten entender por qué Francia ahora considera el aplicar un nuevo impuesto a los ricos, considerando que el país ya es de por sí hostil a las fortunas. ¿Por qué gente como el ídolo francés Johnny Halliday o la cantante Patricia Kaas —por dar ejemplos— se han "exiliado" a Bélgica o Suiza, donde sus fortunas son grabadas con impuestos mucho más amigables?
Los franceses, gente de naturaleza insolente, lo hacen porque en el fondo, pueden hacerlo. Así de simple. En su fuero interno saben que los mega-ricos poco apetecen vivir en la punta del cerro en Suiza, ordeñando vacas o haciendo relojes, en ciudades legendarias por lo aburridas, ni tampoco en Bélgica, país donde la gente come papas fritas con mayonesa. Si suben los impuestos a las mega-fortunas, los ricos escaparán de Francia con la misma desesperación que los kosovares de Kósovo, así al menos reza el rosario. Pero los franceses son capaces de ir contra la lógica porque se creen la raja y cómo no, si uno puede salir a caminar por Saint-German-de-Prés y toparse con Marc Jacobs o John Galliano, un norteamericano y un inglés respectivamente, y si éstos necesitan venir a Francia, ¿quién sería tan huevón como para querer irse de la Ciudad Luz? No por nada, los auncios de la icónica Galeries Lafayette lo dejan bien claro: "Galeries Lafayette, en la capital mundial de la moda". ¿Cachaste o no? Bueno, en caso que alguien no lo haya notado. Y si te gusta no más, sino ¡te podís ir a Suiza!
Por lo visto, podemos concluir que el Parisian chic le hace bien a la ciudad: es parte de su imagen país, y no es producto de una burda campaña de marketing para atrer turistas o negocios sino que es simplemente la expresión natural de un estilo de vida. Pero, ¿qué es exactamente? El siguiente video de la cadena H&M —que produce ropa de diseñadores a precios accesibles al ciudadano común— trata de explicarlo. Véanlo.
Mi comentario final es que so yo hubiese sido Pinochet no habría censurado películas ni libros, sino que emitiría un bando militar en que declararía que las zapatillas, camisetas de fútbol, bananos y jeans a media raja como elementos subversivos y quedarían proscritos, y quien sea sorprendido portándolos habría sido ejecutado en el acto. He dicho.
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