Cualquier chileno que vea "An Inconvenient Sequel: Truth to Power" saldrá con el pecho henchido de emoción al comprobar que Chile es pionero mundial en la transición a energías limpias. Y el mundo entero lo elogia
Como cualquier cinéfilo voy al cine para distraerme, para pasar un rato entretenido o para conmoverme o reírme. Pero quizás no es bueno que todo sea ficción. Me parece que los documentales en las salas de cine sí deben ocupar un lugar más preponderante. La última entrega de Al Gore, ex Vicepresidente de EEUU (1993-2001), sobre la alarmante situación actual del medioambiente ha interrumpido mis habituales plácidos sábados de cine. Al Gore vuelve a la carga sobre el tema más trascendental para la humanidad: acabar con la emisión de gases y luchar contra los negacionistas climáticos.
Nuestro sistema económico necesita energía, mucha energía, y las fuentes para obtenerlas han sido hasta ahora los combustibles fósiles altamente contaminantes y que han desestabilizado el frágil equilibrio ecológico con sus emisiones. El desafío es lograr una transición ordenada hacia otras maneras de producir energía. Algunos países que antes ocupaban posiciones de liderazgo en todo orden de cosas hoy van en la retaguardia más repugnante. EEUU aún está entrampado en un debate estéril sobre si el origen del calentamiento global es resultado de la acción humana o no. Mientras sus políticos reciben suculentos e irresponsablemente criminales sobornos para socavar el desarrollo de energías alternativas, un pequeño país emergente se erige como el líder mundial en la generación de energía a partir de paneles solares. Ese país se llama Chile.
Así lo muestra Al Gore en Una verdad muy incómoda: Ahora o nunca, secuela de su excelente film del año 2006 An Inconvenient Truth. Si el primero se quedó en la denuncia, su cinta reciente nos da esperanza. Cuando ya la película comenzaba a agobiarme mostrándome el daño extraordinario al ecosistema, el ex Vicepresidente nos pone un ejemplo que es digno de todos los elogios: The Chilean Solar Market es la escena en que Gore nos muestra un gráfico de barras comparando la cantidad de energía que produce Chile año a año. Ante el aplauso y vítores de los asistentes, la última barra escapa de la pantalla y pone de manifiesto que es factible producir energía solar a gran escala.
La transición energética no es una cuestión simpaticona o una merca causa de los abraza-árboles de Chile. Es una cuestión de vida o muerte. Al Gore nos llama a actuar ahora como "si todo tu mundo dependiera de ello". En Chile tenemos plena conciencia. Sin grandes recursos petroleros ni gasíferos, en el pasado inmediato debimos depender del suministro de gas desde Argentina, que a mediados de la década '00 nos cerró el gasoducto así sin más de un día para otro. Y en pleno invierno. Bolivia, donde yace una de las mayores fuentes de hidrocarburos del planeta, se niega a hacer negocios con Chile. Fue necesario ir a buscar gas licuado en el sureste asiático, lo que ha implicado un enorme trabajo e inversiones gigantescas. En un revés extraordinario, Chile acabó exportando gas a Argentina. Pero el futuro no es ése.
La noticia que más llamó la atención de los ambientalistas a nivel mundial fue la gran cantidad de energía solar originada en Chile. Sí, es posible producir energía fotovoltaica a bajo costo y en un país emergente. El camino no fue fácil y debió sortear varios obstáculos ⎯ incluido el escepticismo de este blog.
"The Chilean Solar Market" |
Sin energía barata, en Chile colapsamos en un dos por tres. Al mismo tiempo, no podemos seguir contaminando. Como decía el aclamado novelista británico Ian McEwan en Solar, "si un hombre está a punto de morir de sed durante una lluvia torrencial lo lógico es que mire al cielo y abra la boca". El desierto de Atacama es golpeado por un sol plúmbeo todo el año. ¿No será una idea el convertir esos rayos del sol en energía?
El mérito es de la institucionalidad política chilena, su estabilidad ⎯a pesar de todo⎯ y por inverosímil que parezca, hay que agradecer a los políticos chilenos que convirtieron las políticas energéticas en una política de Estado y no un concepto ideológico dependiente del gobierno de turno. Los personeros del gobierno chileno se pavonean en instancias internacionales como estrellas del rock.
En el documental, Al Gore nos muestra imágenes de los huracanes, inundaciones, aluviones e incendios que cada vez con una fuerza sin precedentes castigan a la humanidad. Las lluvias torrenciales en Copiapó y el incendio en Valparaíso son ejemplos que destaca el ex Vicepresidente en su film junto a innumerables otras catástrofes en el globo. Chile puede inflar su pecho y decir fuerte y claro: estamos liderando la transición mundial a una producción energética limpia.
Uno de los momentos más dramáticos del documental son las tensas negociaciones durante la discusión del Acuerdo de París ⎯tratado famoso en Chile ya que uno de los candidatos presidenciales no tenía la menor idea de qué era (destacamos que votó a favor)⎯. El encuentro internacional fue interrumpido luego del terrible ataque en París en la sala de conciertos Bataclan y otros. India, principal oponente al acuerdo, exigía su derecho a contaminar y así sacar de la pobreza a su población, tal como lo han hecho los países industrializados. Pero al final se acordó un préstamo blando y una transferencia de tecnología a los países en desarrollo para que así puedan conciliar crecimiento con respeto al medioambiente. China incluso se ha comprometido a reducir sus emisiones volcándose a las energías renovables. El acuerdo de París, la COP21 como dicen en francés, se firmó y ha constituido uno de los mayores hitos de nuestra era.
La incertidumbre la pone EEUU, otrora pionero mundial y país al que antes mirábamos con admiración. El gorila que hoy ocupa la Casa Blanca, como sabemos, anunció que su país no suscribiría el Acuerdo de París. Pero el mundo sigue su curso, consciente, como hemos dicho en esa tribuna, que la ascendencia anglosajona está en declive y que ya no podemos contar con EEUU, un país en vías de subdesarrollo y en crisis terminal.
El debate chileno actual no obstante se enreda en pequeñeces y temas jurásicos. Se nos dice que no podemos depender del cobre, a pesar que la minería representa menos del 10% del PIB. Así de atrasados están los candidatos presidenciales. Aún obnubilados por la pérfida ideología cepalina, se nos pregona que debemos industrializar el país, a pesar que hoy debemos robotizar y desindustrializar. El fracaso del desarrollismo kirchnerista no les dice nada, al parecer.
Si buscamos en qué tenemos ventajas comparativas, hoy es la energía solar la que debe ocupar un lugar de privilegio. Hemos superado la primera etapa con brío. Ahora queda formar especialistas chilenos y poner en contacto a las universidades y su capacidad de investigación con los inversionistas, y abrir aún más nuestras fronteras para que sigan viniendo expertos mientras formamos una base de conocimiento indígena. Es hora de desechar tonterías como producir alambrón de cobre, y mejor firmar acuerdos con China para concentrarnos en la producción de baterías de litio para los autos eléctricos y seguir avanzando en la transición a un nuevo modelo económico sin adscribir a un proto-marxismo eco-nazi.
De seguro Al Gore ya había acabado el montaje de su documental cuando arreciaron en Chile los megaincendios. La verdad es que tampoco debiésemos esperar que un político foráneo, aunque sea uno con las impecables credenciales del ex hombre de confianza de Bill Clinton, nos diga qué debemos hacer. Para nosotros es cuestión de vida o muerte, lo sabemos perfectamente. Actuemos con celeridad, como si todo nuestro mundo dependiese de ello.
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