Tonight...
Atomic!
-"Atomic" (1980), Blondie
Un poco de perspectiva
De "armados par la paz" al Armagedón
-"Atomic" (1980), Blondie
Boom |
EEUU, adalid de la libertad universal, ya lanzó dos bombas atómicas en Japón y gaseó civiles no armados con napalm y Agent Orange en Vietnam. Tal como esos fanáticos born again Christians, gente borracha y coquera que luego "descubre a Cristo" e imponen su novel puritanismo a medio mundo, EEUU ahora tiene una misión: nadie más aparte de ellos mismos podrá usar bombas atómicas ni gasear civiles con armas químicas.
Existe un pacto mundial activado por los vencedores de la II Guerra Mundial para impedir que proliferen las armas nucleares, en especial, para alejar de arsenal atómico a países inestables. Hoy, el acceso al botón nuclear lo tiene un impredecible neofascista, misógino y racista, quien ha vuelto al mundo un polvorín. La prevalencia de la vida en la Tierra depende de un señor de bisoñé, adicto a la Coca Cola y las papas fritas que las consume hasta la madrugada mientras ve tele y tuitea como loco.
En este blog hablábamos del regocijo en que vivimos los años 90. En ese época, después del desplome de la Unión Soviética y con la caída del Muro de la Vergüenza, creímos puerilmente que el mundo post Guerra Fría había sido liberado del miedo a la "Tercera Guerra Mundial" y la posibilidad de una conflagración a bombazos nucleares quedaba sepultada para siempre. Nuestras vidas habían pendido de un hilo desde la Conferencia de Yalta en 1945 --y gracias a Fidel Castro casi fue realidad--, pero finalmente despertamos de esa pesadilla a un mundo auspicioso. Los millenials hoy no creen que se vivió tanto tiempo en ascuas ante el temor a que soviéticos y norteamericanos se lanzaran armas nucleares y que la radiación nos matara a todos. El tema Russians (1985) de Sting capturó magníficamente el espíritu de su época.
La humanidad tomó conciencia de que por primera vez en la Historia disponía del poder tecnológico para destruirse a sí misma y con esta terrible realidad comenzó la era post-moderna. Los punks --un movimiento occidental contracultura-- adoptaron esa estrafalaria estética de cortes mohicanos y pelos parados imitando el efecto que suponíamos tendría la radiación nuclear sobre los humanos.
No obstante, mirados esos años bajo la óptica actual, el mundo binario y la brega entre Occidente Capitalista versus Bloque Soviético comunista resultó brindar un frágil equilibrio. Después de cada "cumbre" de los líderes de la URSS y EEUU respirábamos un poco más tranquilos: no habría otra crisis de los misiles y en realidad la proliferación nuclear podía mitigarse. Los matones del mundo al menos se temían el uno al otro. El teléfono rojo era la única esperanza de salvarnos justo antes que los amos del planeta decidieran hacerse un harakiri gigante, arrastrándonos a todos. En los años 80 la expansión económica ultraliberal, los yuppies jalando coca y la irrupción del sida auguraban problemas más apremiantes para occidente, si bien el temor a la guerra nuclear seguía latente y cruzábamos los dedos.
El temor real vino después, cuando las obsoletas y flatulentas tecnologías rusas esparcidas en la esfera comunista, por su carácter vetusto, podían causar otro Chérnobyl, o se emplearían en feroces guerras tribales ahí donde los soviéticos alguna vez pusieron orden.
Pero los años 90 y el supuesto fin de la Historia fueron un espejismo bien tonto. Hoy, no es el secretario general de la nomenclatura comunista quien reivindica su derecho a las armas nucleares, sino los líderes completamente desquiciados los que o tienen bombas nucleares, como Donald Trump, o aspiran a producirlas como Kim Jong-un en Norcorea o Hassan Rohani en Irán.
Con una cuota de escepticismo y algo de candidez pensamos hasta los 80 que EEUU nos podía proteger. Pasamos a los 90 muertos de la risa mientras descubríamos la Internet, leíamos a Fukuyama y jurábamos que el comunismo quedaba enterrado en el siglo 20 junto al nazismo. Nunca pensamos en la época en que nos deleitábamos con el britpop y bailábamos en las desenfrenadas fiestas rave que al final la Unión Soviética resultaría ser el mal necesario que mantenía a occidente a raya, y que dos décadas más tarde, sin Guerra Fría, el mundo sería un polvorín peligrosísimo, y que EEUU ya no es garantía de paz ni estabilidad sino una potencia en decadencia material y ética. Su presidente actual lo refleja.
¿Por qué hay países que quieren procurarse arsenal nuclear? El milenarismo, doctrina crística surgida de las entrañas de EEUU, añora un armagedón nuclear ya que constituiría el Armagedón del Apocalipsis: en medio de las fisiones atómicas y de las ondas radioactivas, el Señor Jesús bajará del Cielo a la Tierra (y sostienen que descendería específicamente al condado de Jackson, Misouri) y comenzará el Juicio Final. Son unánimemente adeptos a Donald Trump. Se han aliado con los integristas judíos de ultraderecha en un esfuerzo por reconstruir el Tercer Templo de Jerusalén, el cual sería el gran signo profetizado en el Apocalipsis de que el Juicio Final se acerca. Vemos con inquietud la alianza entre crísticos norteamericaos y judíos ultraortodoxos bajo el auspicio de Trump, en particular ahora con la instalación de la Embajada de EEUU en Jerusalén. Estamos ante locos de marca mayor.
Hace un par de días una tirada de 70 rockets israelíes fue lanzada desde los Altos del Golán hacia el sur de Siria (ver foto abajo) para debilitar a la milicia libanesa chíita Hizbolá, un acto de Israel destinado a poner en su lugar a Irán, en momentos en que el Primer Ministro israelí vuelve de una visita a Moscú. Rusia apoya a Irán pero Israel le exige que no le venda las armas de mayor sofisticación, en especial los rockets S-300. Al mismo tiempo, EEUU patea la mesa y se retira de las negociaciones con Irán que intentaban evitar que éste último prosiga sus aspiraciones nucleares. La tensión llega al máximo. Emmanuel Macron llama a una "desescalada" y por supuesto nadie le da bola.
Asimismo, alejados de Oriente Medio, en Asia, Kim Jong-un tiene motivaciones similares a las de Irán. Debemos aquí entender el intríngulis del asunto: la tecnología nuclear es relativamente sencilla y de costo más bien bajo. No se requiere de enormes esfuerzos científicos ni monumentales presupuestos para enriquecer uranio. Es necesario conseguirse armas nucleares para ponerse de igual a igual frente a cualquier otra potencia militar mundial.
En Corea del Norte, donde gracias a los comunistas la gente ha comido guaguas (los comunistas desde siempre causaron hambrunas como en Ucrania o Rusia donde la gente también se comía guaguas: de ahí el adjetivo comunistas comeguaguas. Este epíteto no se aplica directamente a los comunistas, como sarcásticamente sostiene la diputada Vallejo o el alcalde Jadue, porque los mandamases en las nomenclaturas comunistas viven orondos y comen opíparamente: es el proletariado al que ellos supuestamente defienden el que se caga de hambre en sus repugnantes regímenes), jamás podrían desplegar una fuerza militar capaz de hablar de tú a tú a EEUU. Pero basta una bomba nuclear y ya está.
A King Jong-un lo consideramos un peligroso clown pero en su desquicio el tipo sigue una cierta lógica. Con tropas americanas estacionadas en Corea del Sur desde la Guerra de Corea, cuando su abuelo Kim Il-sung era un osado líder antiimperialista y teórico marxista, su régimen hoy necesita de armamento nuclear para contar con una fuerza militar capaz de igualarse con EEUU y mantenerlos al sur del paralelo 38º y así evitar convertirse en otra Vietnam. La pequeña Norcorea puede desplegar un volumen de efectivos militares que apenas le haría cosquillas a EEUU, por eso necesita imperiosamente un arma nuclear y así mágicamente se empareja la cancha. Comprobamos acá cómo EEUU contra-intuitivamente genera las condiciones que vuelven al mundo un lugar peligroso.
La reciente cumbre entre Kim Jong-un y Moon Jae-in, líder de la Corea capitalista, quizás promete una nueva era. Extasiados, un grupo de congresistas norteamericanos proponen a Donald Trump como candidato al Nobel de la paz. Se ha fijado incluso fecha para tal cumbre de payasos: Trump y Kim Jong-un se encontrarían en un tête-à-tête en Singapur el 12 de junio del 2018.
Es imposible saber qué ocurrirá. Lo único que sabemos es que el mundo ya no es bipolar sino multipolar. EEUU cada vez más esmirriado y con la UE post-Brexit ya asumida como una anémica y espectacular irrelevancia internacional, el mundo pasó del frágil equilibrio de la Guerra Fría a la hegemonía ultraliberal occidental noventera y de ahí a un inesperada atomización actual del poder. El mundo está atomizado tanto en el sentido en que una cacofonía de pequeños caudillos regionales son los vigilantes de su sector, y atomizado porque actualmente hay más locos decididos a procurarse armas atómicas y están listos para apretar el botón.
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