Isolation… it’s not good for
me
“Lemon Tree” (1995,
Fool’s Garden)
Es hora de levantar las restricciones
Florence
Nightingale fue la fundadora de la enfermería profesional, ícono de la
Inglaterra Victoriana, y precursora del feminismo. Además, pionera en el uso de
la estadística. Durante la Guerra de Crimea logró demostrar con gráficos —algo
inédito en aquel entonces— al alto mando militar que más soldados morían por la insalubridad en las
trincheras y hospitales de campaña que en combate. Las enfermeras han sido las
heroínas del NHS, el servicio nacional de salud del Reino Unido, el
sistema sanitario más venerado del mundo (recordemos el homenaje durante la
ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012).
Era
previsible la conmoción
pública que causaría la muerte de enfermeras luchando contra el Covid-19.
Los dedos acusadores de inmediato se dirigirían al gobierno de Boris Johnson.
Este último había dicho en su famoso estilo circense que le daba la mano a los
enfermos de Covid-19. Argumentó a favor de la inmunidad colectiva, asesorado
por Sir Patrick Vallance y otros respetables miembros del establishment médico.
Johnson terminó decretando una cuarentena draconiana, con él mismo en la UTI (agradeció
al personal de enfermería), y la inmunidad colectiva se desechó como “basura”.
En el
Reino Unido la situación es un desastre. En Chile estamos contentos que a pesar
de también tener un clown en el gobierno, Piñera no fue ni al teatro como
Macron ni relativizó la amenaza del Coronavirus como Johnson, o como Bolsonaro,
AMLO, y tantos otros.
Mejor
aún, tal como le sugirió Chile Liberal,
no cedió a la histeria de los alcaldes y del sindicato de médicos y decretó
confinamientos progresivos, parciales, selectivos, con cordones sanitarios en
lugares estratégicos. Sin dejar de informar a la comunidad para que responsablemente practique el self-isolation o cuarentenas voluntarias.
El remedio peor que la enfermedad
Tal
como en la Guerra de Crimea, o como ocurrió al final de la Primera Guerra
Mundial con la influenza española, más gente muere por pobres condiciones de
salud que en combate.
Las
cuarentenas draconianas, tal como adelantamos en esta tribuna, son
contraproducentes, y pueden causar más daño que la enfermedad misma. Conllevan
no sólo pobreza y desempleo, sino además falta de higiene, trastornos sociales
que van desde una ola de divorcios hostiles hasta violencia intrafamiliar, maltrato
infantil, pasando por depresión y suicidios.
Además
exacerba la lucha de clases cuando los pobres ven a los más acomodados trabajar
en sus oficinas instaladas en el hogar y en cómodos departamentos, con la
despensa llena de cositas ricas, mientras ellos sufren el rigor del enclaustramiento y de verse
forzados a romper la cuarentena y salir para no morir de hambre. El total
lockdown fue una idea estúpida propia de la Edad Media.
Se ha
dicho mil veces pero debemos insistir: las cuarentenas no sirven para eliminar
al bicho. Las cuarentenas sirven para ralentizar y espaciar la infección, de
modo que los servicios de salud no colapsen.
La
mortalidad del Covid-19 sigue siendo baja con las precauciones sanitarias correctas. Es contenible perfectamente, bajo condición de no agobiar las capacidades del
sistema de salud.
La
inmunidad colectiva sigue siendo la estrategia que puede debilitar y erradicar
al virus. Pero aún sabemos demasiado poco. Si la tasa de contagio del
Coronavirus es 1:2, es decir, 1 persona infecta a 2, pues debemos contaminar al
60% de la población para que el virus finalmente ya no pueda propagarse más. Si
es superior a esa tasa, debemos contaminar al 90%, como en el caso de la
varicela. Si la letalidad del Covid-19 es apenas 1%, pues saquen la cuenta de
cuánta gente va a morir si a propósito contagiamos en Chile al 60% de 18
millones. Con sectores del electorado confinados en hogares hacinados y con un
30% de trabajadores informales, la cuestión es más encima políticamente explosiva.
Si ya
vimos que ningún gobierno debe jugársela por un total lockdown extendido sin
causar horrendas consecuencias sanitarias y sociales, tampoco se puede
pretender una inmunidad colectiva sin esperar que la masa furiosa entre a los
palacios de gobierno para guillotinar al gobernante.
En
Chile se aplicaron correctamente las cuarentenas parciales y dinámicas, dejando
que el virus se propague lentamente con una sociedad que sigue funcionando. Es
esencial que las escuelas vuelvan a abrir sus puertas. La cuestión ahora es,
justamente, cómo salir del confinamiento sin dejar la cagada.
Normalidad en la medida de lo posible
Aparte
de las escuelas, que nunca debieron cerrar, supimos a medio camino, en el
frenesí de nuevos datos y el torbellino de lecciones de otros países, que es
posible continuar una vida con un mínimo de normalidad portando mascarillas y
aplicando rigurosamente las medidas de distanciamiento social. Una vida
cotidiana normal es factible en los lugares menos afectados, y podemos continuar
bloqueando las zonas críticas con cordones sanitarios para seguir matando al
bicharraco ahí donde la pestilencia es peor.
Es
posible incluso que la cuarentena no haya servido mucho y hayamos causado la
peor crisis económica desde 1929 (que llevó a los fascistas al poder en Europa
y a las juntas militares en América latina) por no entender las palabras de un
científico francés disidente, el
profesor Didier Raoult en Marsella, Francia:
Le puedo confirmar los datos que tenemos.
Observamos una disminución constante de casos diagnosticados y en reanimación
(…). Observamos lo mismo en el resto de Francia y en Norteamérica. La ola está
descendiendo. No hago predicciones pero si todo continúa así (…) es posible que
esta enfermedad sea estacional y esté llegando a su fin, y que de aquí a un mes
no haya más nuevos casos en los países de temperaturas templadas. Es una
posibilidad no menor.
De
hecho, vía Twitter nos dice:
Es una de las posibilidades que evoqué, entre
otras, que la epidemia desaparezca en la primavera, y que dentro de algunas
semanas no haya más casos, por razones aún muy extrañas, pero son cosas que
vemos habitualmente en las enfermedades virales respiratorias.
"Je reçois beaucoup de mails qui analysent les données disponibles, parfois de manière beaucoup plus profonde et professionnelle que dans les journaux scientifiques. Parmi les gens confinés, il y a de très bons mathématiciens, de très bons statisticiens." https://t.co/AhILVsVquv
— Didier Raoult (@raoult_didier) April 21, 2020
En
estos momentos el ministro de salud chileno Jaime Mañalich está en PuntaArenas, el lugar más frío de Chile continental, donde la enfermedad está
causando más estragos que en el resto del territorio. No creemos que sea azar.
Muchos
se felicitan por el buen trabajo hecho y respiran aliviados al ver el positivo contraste
con el hemisferio norte. Pero si el profesor Raoult, quien fue visitado por
Emmanuel Macron (causando una batahola de comentarios, columnas, rumores y gritos)
tiene razón, ahora que comienza el invierno y la gente se empieza a achoclonar
y a toser más, y con una temperatura propicia para el virus, podemos decir que
el de-confinamiento debe ser igualmente progresivo y sin dejar de estar preparados
para volver a aplicarlo en casos de rebrotes.
Macron
cambió su discurso belicista a uno humilde porque sabe muy poco y todo gobierno
está expuesto a errores porque las decisiones son drásticas y se toman con
pocos datos fiables. Bien hará Piñera y Mañalich en no cantar victoria antes de
que llegue la primavera. Por ahora, levanten las restricciones antes que nos
matemos todos.