domingo, 26 de abril de 2020

Coronavirus: Fin de la cuarentena


Isolation… it’s not good for me
Lemon Tree” (1995, Fool’s Garden)


Es hora de levantar las restricciones
Florence Nightingale fue la fundadora de la enfermería profesional, ícono de la Inglaterra Victoriana, y precursora del feminismo. Además, pionera en el uso de la estadística. Durante la Guerra de Crimea logró demostrar con gráficos —algo inédito en aquel entonces— al alto mando militar que más soldados morían por la insalubridad en las trincheras y hospitales de campaña que en combate. Las enfermeras han sido las heroínas del NHS, el servicio nacional de salud del Reino Unido, el sistema sanitario más venerado del mundo (recordemos el homenaje durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012).

Era previsible la conmoción pública que causaría la muerte de enfermeras luchando contra el Covid-19. Los dedos acusadores de inmediato se dirigirían al gobierno de Boris Johnson. Este último había dicho en su famoso estilo circense que le daba la mano a los enfermos de Covid-19. Argumentó a favor de la inmunidad colectiva, asesorado por Sir Patrick Vallance y otros respetables miembros del establishment médico. Johnson terminó decretando una cuarentena draconiana, con él mismo en la UTI (agradeció al personal de enfermería), y la inmunidad colectiva se desechó como “basura”.

En el Reino Unido la situación es un desastre. En Chile estamos contentos que a pesar de también tener un clown en el gobierno, Piñera no fue ni al teatro como Macron ni relativizó la amenaza del Coronavirus como Johnson, o como Bolsonaro, AMLO, y tantos otros.

Mejor aún, tal como le sugirió Chile Liberal, no cedió a la histeria de los alcaldes y del sindicato de médicos y decretó confinamientos progresivos, parciales, selectivos, con cordones sanitarios en lugares estratégicos. Sin dejar de informar a la comunidad para que responsablemente practique el self-isolation o cuarentenas voluntarias.

El remedio peor que la enfermedad
Tal como en la Guerra de Crimea, o como ocurrió al final de la Primera Guerra Mundial con la influenza española, más gente muere por pobres condiciones de salud que en combate.

Las cuarentenas draconianas, tal como adelantamos en esta tribuna, son contraproducentes, y pueden causar más daño que la enfermedad misma. Conllevan no sólo pobreza y desempleo, sino además falta de higiene, trastornos sociales que van desde una ola de divorcios hostiles hasta violencia intrafamiliar, maltrato infantil, pasando por depresión y suicidios.

Además exacerba la lucha de clases cuando los pobres ven a los más acomodados trabajar en sus oficinas instaladas en el hogar y en cómodos departamentos, con la despensa llena de cositas ricas, mientras ellos sufren el rigor del enclaustramiento y de verse forzados a romper la cuarentena y salir para no morir de hambre. El total lockdown fue una idea estúpida propia de la Edad Media.

Se ha dicho mil veces pero debemos insistir: las cuarentenas no sirven para eliminar al bicho. Las cuarentenas sirven para ralentizar y espaciar la infección, de modo que los servicios de salud no colapsen.

La mortalidad del Covid-19 sigue siendo baja con las precauciones sanitarias correctas. Es contenible perfectamente, bajo condición de no agobiar las capacidades del sistema de salud.

La inmunidad colectiva sigue siendo la estrategia que puede debilitar y erradicar al virus. Pero aún sabemos demasiado poco. Si la tasa de contagio del Coronavirus es 1:2, es decir, 1 persona infecta a 2, pues debemos contaminar al 60% de la población para que el virus finalmente ya no pueda propagarse más. Si es superior a esa tasa, debemos contaminar al 90%, como en el caso de la varicela. Si la letalidad del Covid-19 es apenas 1%, pues saquen la cuenta de cuánta gente va a morir si a propósito contagiamos en Chile al 60% de 18 millones. Con sectores del electorado confinados en hogares hacinados y con un 30% de trabajadores informales, la cuestión es más encima políticamente explosiva.

Si ya vimos que ningún gobierno debe jugársela por un total lockdown extendido sin causar horrendas consecuencias sanitarias y sociales, tampoco se puede pretender una inmunidad colectiva sin esperar que la masa furiosa entre a los palacios de gobierno para guillotinar al gobernante.

En Chile se aplicaron correctamente las cuarentenas parciales y dinámicas, dejando que el virus se propague lentamente con una sociedad que sigue funcionando. Es esencial que las escuelas vuelvan a abrir sus puertas. La cuestión ahora es, justamente, cómo salir del confinamiento sin dejar la cagada.

Normalidad en la medida de lo posible
Aparte de las escuelas, que nunca debieron cerrar, supimos a medio camino, en el frenesí de nuevos datos y el torbellino de lecciones de otros países, que es posible continuar una vida con un mínimo de normalidad portando mascarillas y aplicando rigurosamente las medidas de distanciamiento social. Una vida cotidiana normal es factible en los lugares menos afectados, y podemos continuar bloqueando las zonas críticas con cordones sanitarios para seguir matando al bicharraco ahí donde la pestilencia es peor.

Es posible incluso que la cuarentena no haya servido mucho y hayamos causado la peor crisis económica desde 1929 (que llevó a los fascistas al poder en Europa y a las juntas militares en América latina) por no entender las palabras de un científico francés disidente, el profesor Didier Raoult en Marsella, Francia:

Le puedo confirmar los datos que tenemos. Observamos una disminución constante de casos diagnosticados y en reanimación (…). Observamos lo mismo en el resto de Francia y en Norteamérica. La ola está descendiendo. No hago predicciones pero si todo continúa así (…) es posible que esta enfermedad sea estacional y esté llegando a su fin, y que de aquí a un mes no haya más nuevos casos en los países de temperaturas templadas. Es una posibilidad no menor.

De hecho, vía Twitter nos dice:

Es una de las posibilidades que evoqué, entre otras, que la epidemia desaparezca en la primavera, y que dentro de algunas semanas no haya más casos, por razones aún muy extrañas, pero son cosas que vemos habitualmente en las enfermedades virales respiratorias.



En estos momentos el ministro de salud chileno Jaime Mañalich está en PuntaArenas, el lugar más frío de Chile continental, donde la enfermedad está causando más estragos que en el resto del territorio. No creemos que sea azar.

Muchos se felicitan por el buen trabajo hecho y respiran aliviados al ver el positivo contraste con el hemisferio norte. Pero si el profesor Raoult, quien fue visitado por Emmanuel Macron (causando una batahola de comentarios, columnas, rumores y gritos) tiene razón, ahora que comienza el invierno y la gente se empieza a achoclonar y a toser más, y con una temperatura propicia para el virus, podemos decir que el de-confinamiento debe ser igualmente progresivo y sin dejar de estar preparados para volver a aplicarlo en casos de rebrotes.

Macron cambió su discurso belicista a uno humilde porque sabe muy poco y todo gobierno está expuesto a errores porque las decisiones son drásticas y se toman con pocos datos fiables. Bien hará Piñera y Mañalich en no cantar victoria antes de que llegue la primavera. Por ahora, levanten las restricciones antes que nos matemos todos.

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