Ahí hay cosas maravillosas para todos
Hay magia en Kingston Town
Kingston Town es donde quiero ir
Si me lo prometen dejaré todo detrás para ver a mis niñas jugar
Y cuando sea rey necesitaré una reina, y un palacio,
Y ahora ya soy rey,
Y mi reina vendrá
Ella me espera en Kingston Town
Ella me espera en Kingston Town
Hay magia en Kingston Town
“KingstonTown” (UB40, 1989)
Urge un Plan de reconstrucción nacional y emplear la mano de obra extranjera
Hemos visto con absoluto horror las imágenes de una horda desquiciada quemando los pocos enseres que poseían unos inmigrantes ilegales en Iquique. Esta barbarie nos evoca las piras del KKK, las fogatas de los nazis quemando libros, la quema de libros y discos de vinilo en 1973 en las Torres de San Borja, los pogromos en la Unión Soviética contra los “cosmopolitas sin raíces”, y también la quema de libros del Café Literario de Providencia durante los disturbios post 18 de Octubre. La foto del infeliz que lanzó un coche a las llamas nos dejó estupefactos.
El “asilo contra la opresión” y el “verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero”, parte del imaginario colectivo de nuestro país, hoy resuenan como frases vacuas. Políticas racistas por un lado, reivindicaciones identitarias y etno-centristas por el otro, nos asedian.
¿Cómo debe reaccionar la clase bienpensante? Veamos qué ha ocurrido en otras latitudes. Después de la devastación de la II Guerra Mundial en el Reino Unido comprendieron que no podían reconstruir solos la infraestructura del país y le abrieron las puertas a muchos residentes en el Caribe, en las “Indias Occidentales”. El célebre navío Windrush zarpó desde Kingston, en Jamaica (ver epígrafe), trayendo la primera masiva oleada de inmigrantes a Gran Bretaña, la llamada Generación Windrush. Aquel país cambió de cariz para siempre.
La pandemia del Covid, la orgía destructora imparable desde octubre 2019 y la posterior depresión económica exigen un Plan nacional para mejorar la infraestructura nacional. El exitoso proceso de vacunación ha convertido a Chile en un país atractivo y que debiese ser de los primeros en despegar en su recuperación económica, y de algún modo mitigar la estrepitosa caída que sufriremos el 2023 si no actuamos ya.
En Punta Arenas hemos visto desabastecimiento porque en Argentina bloquearon rutas. ¿No somos capaces de construir nuestra propia infraestructura caminera y de paso asegurar nuestra soberanía e integridad territorial? Hoy tenemos mano de obra abundante gracias a la inmigración. Ya es momento de cortar las transferencias directas a los ciudadanos ⎯el “helicopter money” que propugnó Chile Liberal⎯, e inyectar recursos para abrir carreteras, construir hospitales y equiparlos, traer profesionales, formar técnicos y obreros para levantar la República.
El déficit habitacional que sufre Chile debe ser paliado ya no con cheques de ayudas sociales ni retiros de las AFP, sino con proyectos de construcción para emplear la mano de obra. Faltan escuelas, profesores, líneas férreas, puertos, tranvías y metros en Santiago y Regiones. Curiosamente ahora es cuando los keynesianos debiesen abrir la boca, pero callan.
En Chile ya vivimos experiencia similar durante el PEM y el POJH, cuando la dictadura chilena arrojó al país a la peor recesión económica de la que tenemos memoria viva, y después pasaron años haciéndonos creer que salir de ese abismo fue una “gran obra”. En estos días es imperativo recomponer el país, pasar a las tecnologías verdes, aumentar la productividad y todo ello requiere emplear mucha gente, nacional o extranjera. Tener migrantes tirados en las calles vendiendo golosinas o haciendo fritangas es dispararnos en los pies.
En la campaña presidencial en curso el candidato de ultra-derecha propone crear una zanja. No es de extrañarse cuando su máximo referente es el adiposo sicópata que por fin ya echaron de la Casa Blanca. Estos desvaríos deben ser rechazados. Chile es un país de inclusión y acogida. Y Chile requiere mano de obra para reconstruirse.
Es una vieja aspiración de este sitio el hacer de Chile un melting pot, un crisol de culturas. Si alguien en algún lugar del mundo ve en nuestro país una oportunidad de prosperar y ser feliz, debiese ser parte de nuestro ethos como nación el darles la bienvenida. Acá pueden formar una tribu, tener su choza, un cacharro. La inmigración es una de las causas más sensibles y caras para Chile Liberal.
Hoy es urgente asumir que Chile es un país de inmigración. Aprovechémoslo. El sistema de recepción de extranjeros debe ser moderno y eficiente, como en Canadá o Australia, que funcione para el que llega y para los que reciben. Nuestra propia “generación Windrush” nos está pidiendo que abramos las puertas. Abrámoslas de par en par.
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