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martes, 21 de marzo de 2017

Primer round: Post mortem


Ha culminado el primer debate televisado de la Elección presidencial Francia 2017 y Chile Liberal presenta a sus contertulios un análisis de la reyerta. Adelantamos la conclusión: todos fueron cautos y más bien apelaron a sus bases. Se vio algunos conatos de pelea pero nada más. No hubo manotazos ni nocaut. ¿Quizás se guardan para el próximo debate?

Antes de pasar al quid del asunto hagamos un repaso de los contendientes.

Jean-Luc Mélenchon
Antisistema, "a la izquierda de la izquierda", un personaje colorido, carismático y sulfuroso, senador desde tiempos inmemoriales, admira en igual medida tanto a Vladimir Putin como a Fidel Castro (lo último se nota ya que en un YouTube pasó 5 horas ininterrumpidas explicando su programa económico). Añora el regreso de los empleos industriales y manufactureros como si aún viviésemos en la economía de los años 50. Su base comunista le es incondicional. Contesta las preguntas cuando se le antoja. Lo suyo no son las respuestas simples porque "no soy candidato a Miss Francia", arguye cuando lo aprietan. Votó en 1992 a favor de Maastricht pero ahora asegura ser enemigo del euro, quiere sacar a Francia de la OTAN y se declara hostil a la globalización. Un personaje pintoresco.

Benoît Hamon
Antisistema, a la izquierda de François Hollande y exministro suyo, fue en enero el vencedor más bien inesperado de la primaria Socialista al imponerse al candidato más eminente, Manuel Valls. Éste último era hasta hace poco el gran favorito para representar a la izquierda si bien demasiado centrista para el paladar de las bases del PS. Valls acabó opacado por Hamon cuya medida faro es instaurar la Renta básica universal, con el apoyo de adolescentes y flojos variopintos. Después de ungido como el candidato del establishment socialista la candidatura de Hamon se desinfló. Manuel Valls, a quien no lo dejó acabar su discurso de aceptación de la derrota, le ha negado su apoyo añadiendo incertidumbre al futuro del Partido Socialista (probablemente se desintegre).

François Fillon
Antisistema, de la derecha conservadora tradicionalista y dura. Admirador de Margaret Thatcher. Declaró en su campaña, con ecos churchillescos, que no tiene nada que prometer sino sangre, sudor, y lágrimas. Decidido a apretar el cinturón e imponer el rigor fiscal con mano dura hasta controlar las cuentas fiscales, es catalogado como el político más conservador de estas últimas décadas. Pequeño problema: sus cuentas bancarias no son muy conservadoras ya que ha contratado a su familia para trabajos ficticios ⎯ versión gala de las boletas ideológicamente falsas inventadas en Chile. El candidato levantado sobre la plataforma de la rigueur budgétaire será incapaz de gobernar con un programa de austeridad por razones obvias. Su base conservadora lo apoya a rabiar por razones que desconozco. Destacamos su temple presidencial y maneras republicanas.

Marine Le Pen
Antisistema, de ultra-derecha, educada en la más exclusiva escuela privada del país y heredera del partido político fundado por su padre, el notorio Jean-Marie Le Pen. El Frente Nacional es un antro que refugia petanistas, homofóbicos, paranoicos, ultranacionalistas y chiflados variopintos. Asegura haber purgado el partido de estos elementos si bien la "desdiabolización" le valió la ira de su padre, con quien rompió lazos. Aquel que aseguró que "las cámaras de gas son sólo un detalle de la Historia" considera que el FN es una colectividad edulcorada y sin sentido más cuando el portavoz es un homosexual. La blonda admira el programa económico de los Kirchner en Argentina y sus medidas se empalman con las de Jean-Luc Mélenchon. Es groupie de Putin y Trump, cree que salir del euro es fácil. Su programa se basa en la Prioridad Nacional y el patriotismo económico si bien su campaña la financian bancos rusos. Asegura que no aceptará la doble nacionalidad de nadie en Francia excepto de rusos. Se jacta de ser coherente.

Nuestro candidato: Emmanuel Macron
Antisistema, exministro y protégé de Hollande y asesor económico del gobierno, se graduó de la exclusiva ENA y trabajó en la banca Rotschild donde ganó dinero a más no poder ⎯ un sueldo anual de 400 mil euros y bonos de casi 2 millones le permiten llegar a fin de mes sin verificar el saldo pasada la quincena. Le Pen lo denuncia por ser partidario de la globalización como si eso fuese algo malo. Es discípulo del filósofo Paul Ricœur, algo impensado en Chile donde las Humanidades son despreciadas por todo aquel que trabaje en las finanzas. Disidente de derecha pero anclado en un gobierno de izquierda, acabó por abandonar a su padrino Hollande y se lanzó sin partido ni carrera política a la presidencial con desparpajo sin precedentes. Sus posibilidades de ser electo se consolidaron cuando en enero recibió el apoyo del blog Chile Liberal, de hecho, ya lidera en todas las encuestas.


El debate
Muy lejos del mejor debate de todos los tiempos, Kennedy vs Nikon en 1960, pero mejor que esos debates chilenos en los años 90 en que un señor hablaba y otro señor hablaba al lado y nadie se interpelaba ni se sacaban chispas. Es decir, ayer sí hubo encontrones, pero no muchos.

Por ejemplo, Le Pen ⎯siempre con el juego sucio⎯, acusó a Macron de defender el burkini, un traje de baño que paradójicamente cubre todo el cuerpo y que causó furibundas invectivas en todo el espectro político por suponer un conflicto entre libertad de vestir versus apego a los valores franceses. Si hubo 10 minas en Francia con burkini creo que sería una cantidad exagerada. La verdad nunca he visto un burkini ni conozco a nadie que conozca a alguien que haya visto un burkini pero el tema sigue latente. Los franceses también son gente que pierde su valioso tiempo en nimiedades. 

Le Pen también acusó a Macron de ser financiado por las grandes corporaciones que controlan el mundo desde los oscuros y misteriosos antros de poder, quizás los Illuminati o tal vez la conspiración judeo-masónica. Macron estalló en ira y le exigió pruebas y amenazó con demandarla por difamación.

El que se robó la película fue Mélenchon. Con su labia única fue una máquina de punchlines. En Twitter se encumbró rápidamente como TT bajo #Mélanchon y llovían los memes. Hizo chistes e increpó varias veces a Le Pen.

Escondida detrás de su sonrisa hipócrita, la ultra-derechista se limitó a repetir su libreto: culpar de todos los males a los extranjeros y a la Unión Europea que impone todo tipo de cosas horrendas a Francia, y si ella nos libra de aquello seremos al fin libres. En los temas identitarios esta mujer lanza verborreas fríamente controladas. Cuando se pasó a los temas económicos se le vio perdida ya que no tiene mucho que decir salvo que el euro y los extranjeros están destruyendo Francia, y no los astronómicos niveles de deuda ni las leyes laborales escleróticas.

Increíblemente nadie atacó a Fillon. Este pasó una hora en silencio. Sacó la voz cuando calificó a Le Pen de irresponsable apuntándola con el dedo à la Ricardo Lagos reprendiéndola por el caos que causaría si abandona la moneda única. Fue el momento en que el papá seriote regaña a la hija joven y alocada. Un aura presidencial rodeó al candidato conservador y pareció que en esta elección todos necesitan de una derecha fuerte ⎯ un contenedor a quien atacar que no debe morir antes de tiempo. No olvidemos que hasta antes del escándalo de los empleos ficticios el señor Fillon ya era considerado el ganador (por sobre Valls).

¿Qué te pasó, Emmanuel?
Macron pecó de cautela excesiva. Por momentos hablaba y no decía nada. Faltó sustancia. Como decíamos, quizás se guarda para el round final que será él contra Le Pen. O quizás simplemente le faltó experiencia. Los pilotos necesitan horas de vuelo y Macron como piloto en realidad es un primerizo que acaba de despegar por primera vez. Las bregas retóricas son algo desconocido para el joven exbanquero.

El moderador le preguntó cómo sería un encuentro con Trump. En vez de resaltar sus diametrales diferencias con el ogro de la Casa Blanca, y de paso darle un buen puñetazo a Le Pen, se limitó a decir que lo suyo era ser responsable, palabra que repitió varias veces, deslavado y sin gran coherencia. Le Pen lo interpeló y recién ahí sacó la voz para decir que él no forjaría lazos serviles con Putin.

Es que el tablero se dio vuelta intempestivamente. Macron pasó de candidato chico a favorito y todos quieren atacarlo para sacar a relucir su supuesta insuficiente estatura de estadista, que era hasta ahora su principal atractivo, pero acabó por mostrarse más bien como un novato.

Una encuesta flash de la cadena BFMTV (la CNN de Francia) lo situó como el candidato más convincente del debate. En una de esas su estrategia resultó, o quizás en la era de la posverdad efectivamente los medios inventan cualquier cosa ⎯ incluso para apoyar a los buenos.

Recuerdo que en los años 90 durante las eliminatorias para Francia 98 la Selección chilena salía a empatar afuera con la esperanza de ganar de vuelta en casa. El esquema resultó y Chile clasificó. En el mundial a punta de empates se pasó primera ronda, lo que fue en sí un resultado decente. No descollante, decente. Vimos algo de eso en Macron. Faltó el toque de locura y desparpajo que lo llevó a tirarse a choro y presentarse como candidato sin siquiera tener un partido político detrás. Clasificó, pasó primera ronda, ahora la cuestión es llegar a la final y ganarla.

El arte de la guerra requiere dos cosas. Primero, ir bien preparado al combate. Segundo, jamás menospreciar al contrincante. Marine Le Pen y el neofascismo son un enemigo formidable: saben pelear en el fango, su elemento natural, y ahí manipulan y exaltan los instintos bajos. Macron deberá intensificar sus tácticas si pretende ser el dique de contención ante la marejada populista que arrecia en todo el mundo. El precio del error será que caerá Francia y se desmoronará la UE. Un mundo dominado por Putin, Trump y Le Pen es aterrador.

Después de la derrota del populismo en Holanda, Francia debe darle el tiro de gracia a la bestia. Ahora todo depende de un banquero sin pasado político ante una demagoga temible. Para el próximo debate es imperativo ir más preparado y asestar golpes. A Macron lo han apodado "el Kennedy francés" pero le falta un poco para serlo.

jueves, 19 de enero de 2017

Emmanuel Macron: Revolución Francesa

El candidato díscolo Emmanuel Macron es nuestro hombre en Francia y debe ser el próximo Presidente de la République Française

Fue en uno de mis viajes habituales a París, específicamente a La Défense, el distrito de negocios. Desde que Vuestro Humilde Servidor decidió cambiar el frío torbellino de la capital por la soleada y cálida costa mediterránea nos hemos vuelto asiduos del primer tren de la madrugada. Antes de salir de casa vi en la tele un analista hablando de "La laïcité de Macron". "Ese tipo es buen candidato", pensé. Subí al tren, buscaba mi asiento con calma ya que sé que cuando aún no despunta el sol abunda la tranquila gente de trabajo, pegada a sus laptops y tabletas, la "Francia que se levanta temprano", como decía Sarkozy. Es desagradable un tren repleto con turistas o familias con niños llorones y malcriados. Como sé que la visita a mi cliente iba a ser esta vez bastante plácida, no tenía gran cosa que preparar en el trayecto. Premunido de un café cargado y de la revista Le Point (algo así como el Economist galo), más bien pensaba en las cosas que aprovecharía de comprar en Marks & Spencer. 

Me sumerjo en los diarios y veo lo habitual: el país no crece, el desempleo sigue causando estragos, Marine Le Pen y su retórica incendiaria y alguna nueva de sus burradas. Cuando en eso llega un grupo de muchachos y muchachas, todos bastante cool con un toque hipster, posaban sus tazones Starbucks y sus MacBooks. Hablan fuerte, vienen como contentos y sonrientes (poco habitual en Francia). No eran turistas ni estudiantes. Empiezan a ocupar todos los asientos. "Que no hueveen", pensé. Aparece alguien de traje, impecable. Aún con bastante sueño me pareció que el grupo lo esperaba. Empiezan a saludarlo. Levanto la mirada de los horrores del diario. "A éste lo he visto en alguna parte", dije. Y claro que lo conozco. Era el mismo del que hablaban en las noticias cuando salí de casa. Emmanuel Macron sube al tren con su comando de campaña. "Bonjour", le digo. "Bonjour Monsieur", me contesta. Aunque tenga la misma edad mía es en realidad la norma expresarse con un poquito de formalidad. Le extiendo la mano. Me da un apretón fuerte, me gusta esa gente. Empieza todo el mundo a saludarlo. Se sienta precisamente detrás mío. Luego sube un equipo de prensa y comienzan a grabar una entrevista (la pueden ver aquí, por ahí aparece Chile Liberal).

El fenómeno Macron
La gente cree que Francia es un país "de izquierda" ya que posee un robusto Estado Providencia y una tasa impositiva bastante pesada. Se equivocan. Al contrario de Chile, donde un sistema de bajos impuestos y prestaciones privadas es administrado por gobiernos de centro-izquierda, en la V República francesa han dominado los presidentes conservadores. Hay no pocos "François" de una treintena de años. Muchos padres bautizaron así a sus hijos en homenaje al primer presidente socialista, Miterrand (1981-1988). El pacto tácito es que el sistema social francés no se toca y a cambio los conservadores de derecha pueden ejercer el poder.

El sistema francés como sabemos está exangüe. La irresponsabilidad fiscal comenzó en 1973 y desde entonces nunca más un gobierno logró gastar menos de lo que recauda. La lógica de los 30 Gloriosos Años, las tres décadas de la posguerra en que la Francia industrializada no dejaba de crecer, dio paso a los 30 Penosos, y hoy, a una época de desazón total. Por otro lado, la política francesa siempre ha sido extremadamente predecible, con políticos que lentamente van fraguando sus liderazgos entre astucias, intrigas, muñequeos y arreglines de pasillo. Prácticamente todos provienen de la exclusiva y hermética Escuela Nacional de Administración, ENA, donde la élite gobernante forja sus lazos. Pasan una vida entera dedicada a la política y a nada más. Viven en una burbuja. Hoy, con 8 millones de pobres, un crecimiento paupérrimo y una sociedad post-industrial que parió una clase entera de "les oubliés", los olvidados de la globalización, el país exige un cambio. Sarkozy en cierta forma prometía vigor y un pensamiento fresco, pero fracasó en el intento (si es que alguna vez algo intentó).

Ahora, desde las entrañas del establishment, un graduado de la ENA está causando estragos. Emmanuel Macron, con apenas 39 años, ha sido la gran sorpresa. Desdeñado por ser liberal, joven y millonario,  en un país donde libéral es un insulto, ser joven es una enfermedad y millonario motivo de desprecio, irrumpe como el factor desequilibrante. Su trayectoria no ha sido la típica. Ex broker en el banco de inversiones Rothschild, decidió, contra la corriente, migrar del sector privado al servicio público gracias a su padrino político François Hollande.

El hombre ha presentado su candidatura sin pasar por primarias, y peor aún, renegando del hombre que lo lanzó a la esfera pública (Hollande debió asumir la realidad y negarse a la reelección: así de magros son sus resultados). Sin jamás haber ganado un puesto de elección popular, se perfila actualmente como la carta más interesante en el rígido escenario francés. Combina una elocuencia brillante con una elegancia tipo Villepin y una energía propia de Sarkozy. Macron ha construido un discurso bien articulado basado en su historia personal: hijo de un médico de Provincia, se muestra como producto de la meritocracia francesa, en que un niño de la pequeña burguesía alejada de la capital puede trabajar en el banco Rothschild. Esta misma historia de éxito la quiere extender a todos "los franceses y las francesas", como suele decir, y en esta labor, busca revivir la Francia que alguna vez fue pionera de la globalización y que hoy ve triste cómo de la vanguardia pasa a la retaguardia.

Macron es un hombre de profundas convicciones libremercadistas con espíritu progresista. Un pro-europeo decidido, en sus mítines abundan las banderas de la UE. Su propuesta central es usar las ventajas de la fuerza laboral francesa para unirse a la revolución digital, promover las start-up, reformar el sistema educativo, y reducir los impuestos y las trabas a la contratación y despido de personal sin comprometer el sistema de beneficios sociales.

Contra todos los pronósticos, su candidatura ha sido un éxito abrumador. En París sorpresivamente congregó a más de 10 mil personas y acabó su discurso a grito pelado e hizo estallar de éxtasis a los asistentes, mientras que su rival natural, el ministro Manuel Valls, un hombre neto del establishment socialista y el más probable sucesor de Hollande, apenas atrajo a 2 mil silenciosos adherentes. Ya no pocos empiezan a preguntarse si en la 2a vuelta habrá que apoyar al ex banquero de Rothschild contra el fascismo de Marine Le Pen.

A pesar de no contar con un partido político que lo acoja, ha comenzado el arduo trabajo de estructurar las energías que ha liberado en una especie de movimiento, llamado convenientemente En Marcha, dando así a entender que hay una vitalidad innata que busca seducir al electorado.

Révolution, En Marche!
Entre todo este ajetreo Macron tuvo tiempo de escribir un libro, Révolution, que hace las veces de "programa presidencial abierto", donde expone su visión del país, nos cuenta más detalles de su biografía, y también elabora ciertos fundamentos de su liberalismo político. 

Como internacionalista convencido, quiere que Francia se abra al mundo y establezca vínculos con ciertos países clave: Chile, uno de ellos. Sí, habla claramente sobre la importancia de la presencia francesa en América latina y Chile es el país con más similitudes.

A continuación les presento algunos extractos del libro (traducción propia):

pág. 38
"Si por liberalismo se entiende la confianza en uno mismo, entonces me defino como liberal. Porque lo que yo defiendo debe permitir a cada cual llevar una vida conforme a sus convicciones más profundas. Sin embargo, si se considera de izquierda pensar que el dinero no es la fuente de todos los derechos, que la acumulación de capital no es el fin último en la vida, que las libertades del ciudadano no deben jamás sacrificarse ante la necesidad de seguridad absoluta, que los más pobres y los más débiles deben ser protegidos y no ser discriminados, entonces no tengo problema alguno en considerarme un hombre de izquierda."

pág. 51
"Son los enemigos de la República los que pretenden atarnos en una definición estática y arbitraria de lo que ella es o debe ser. Por un lado, están los islamistas, que desean someterla y que como muestra le experiencia no traen sino la desdicha y la esclavitud. Está también el Frente Nacional que, animado por una absurda nostalgia de un pasado que nunca existió, traiciona lo que Francia realmente es. Algunos adhieren a la ultra derecha cuando adoptan esta tesis. Están también los cínicos que huyen de Francia o que ya no confían en ella."

"Pero en realidad es el proyecto mismo de Francia lo que la define y que desde hace tantos siglos la mantiene en un sitial de honor, que la hace brillar ante el mundo. Desde el Renacimiento hasta la Ilustración, pasando por la Independencia de EEUU hasta la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y su lucha contra el totalitarismo, Francia ha contribuido a esclarecer el mundo para liberarlo del flagelo de la ignorancia, de las religiones represivas, de la violencia que aniquila al individuo. Es propio del espíritu francés este instinto natural hacia el universalismo que es al mismo tiempo una indignación constante frente a la injusticia y el sometimiento, y una voluntad de expresar nuestra visión de mundo para el beneficio todos. El espíritu de los Enciclopedistas, dirigidos por Diderot, es la quintaesencia de esta ambición loca, sí, pero así somos. Por lo mismo, nada es más ajeno a nuestra propia forma de ser que replegarnos sobre nosotros mismos."


En fin, hay muchos pasajes de extraordinario interés y que estaremos desmenuzando en Chile Liberal. El libro está escrito en un estilo sencillo y sin ornamentos para sí llegar a la masa. En su primera semana apareció en el 5o lugar de ventas y la semana siguiente fue número 1. Un éxito avasallador.

Habrá mucho tiempo desde ahora hasta la elección presidencial, y es urgente, ante la arremetida del populismo, defender Francia.

Por ahora sólo diremos que la Révolution ya está en marcha, y que Emmanuel Macron cuenta con nuestro apoyo decidido en este combate.