Estimados lectores,
Ya llegamos a fin de año y es hora de analizar lo que fue el 2006 y prepararnos para el 2007. La prestigiosa publicación liberal británica The Economist ha invitado a nuestra presidenta a plasmar en sus propias palabras su visión sobre el panorama latinoamericano. El pasado, presente y futuro son analizados por Michelle Bachelet y extendemos la invitación a ustedes para comentar en Chile Liberal las opiniones de la pesidenta.
El Movimiento Liberal Progresista sigue su labor de Oposición al actual gobierno, pero no escondemos nuestro orgullo ante la invitación por parte del influyente The Economist a la presidenta, quien ha compartido tribuna junto a otras figuras de renombre mundial como la Canciller Alemana Angela Merkel y el Líder de la Oposición Británica David Cameron, entre muchos otros.
En estos momentos estamos preparando la traducción de otros
artículos de The Economist. Sigan atentos a este espacio de debate y
reflexión.
Saludos,
Movimiento Liberal Progresista
A veces parece haber desaparecido el optimismo generado por la llamada tercera ola de reformas democráticas en América Latina. Mientras que hace una década se percibía el comienzo de una nueva era gracias al crecimiento económico y la nueva estabilidad democrática, hoy en día la información que comúnmente aparece en Europa y Norteamérica se enfoca más que nada en las crisis económicas o en el surgimiento de una nueva izquierda latinoamericana. Si este es un cuadro injusto o poco exacto, son los latinoamericanos y sus lìderes políticos los encargados de cambiarlo. Podemos empezar por superar dos desafíos pendientes: lograr justicia social y reforzar la integración regional.
Primero abordemos los conceptos errados. Es una realidad innegable que el año 2006 ha sido un año excepcional para la democracia en América Latina. Se efectuaron diez elecciones presidenciales, prueba concreta de la voluntad popular por consolidar las instituciones democráticas. Las economías regionales continúan en expansión y exhiben un superávit comercial junto con menores tasas de probreza.
Sin embargo, las democracias estables requieren no sólo de una institucionalidad sino además de una actividad política de calidad. Los resultados de los sondeos de opinión muestran bajos índices de aprobación hacia las instituciones esenciales de una democracia consolidada, tal como los parlamentos, partidos políticos y poder judicial. Los políticos y las instituciones cuentan con niveles bajos de legitimidad.
Pero éstos también pueden interpretarse como signos positivos. Incluso las elecciones más reñidas no han afectado las instituciones democráticas fundamentales, éstas continúan funcionando con normalidad en gran parte de la región. Además hemos presenciado acontecimientos de muchísima importancia simbólica durante este último tiempo. Hace cuatro años Brasil eligió un líder sindical como presidente del país. Hace un año Bolivia eligió un presidente indígena lo que constituye un hito de enorme importancia en dicho país y también para toda la región. Y, con mucha modestia, cabe destacar que Chile ha elegido por primera vez una mujer para ocupar la primera magistratura lo que también significa un gran paso adelante para su país.
Por otro lado, los gobiernos encabezados por los presidentes Hugo Chávez, Luiz Inácio Lula da Silva, Néstor Kirchner y Evo Morales han llevado a algunos analistas a notar el surgimiento de una nueva izquierda latinoamericana. Sin entrar en detalles sobre qué constituye el concepto de izquierda (ni tampoco de nueva), es un hecho que todos estos gobiernos, cada uno a su manera, expresan un grado de frustración sobre la incapacidad de las fórmulas anteriores para mejorar el nivel de vida de los ciudadanos.
En más de alguna ocasión mi propio país se ha sentido atraído por distintos modelos de desarrollo que prometieron igualdad o crecimiento, o ambos. Mientras tratábamos de proteger estos modelos abstractos perdimos de vista el objetivo principal que era lograr resultados positivos para todos.
La izquierda de hoy continúa trabajando en busca tanto de justicia social como también de crecimiento. Nuestra tarea es asegurar que los programas económicos estén al servicio de la gente y no al revés. Las decisiones que tomamos al diseñar nuestras políticas públicas no pueden ignorar el hecho de que la desigualdad sufrida en América Latina es una de las mayores del mundo. Al mismo tiempo, el pasado nos enseñó que la igualdad no se logra de la noche a la mañana. Primero tenemos que crear las condiciones necesarias. Algunos lo llaman igualdad de oportunidades para competir, por lo mismo es que nuestra preocupación debe enfocarse en lograr que todos los miembros de la sociedad tengan acceso a las mismas oportunidades y en este punto proporcionar las herramientas que permitan la competencia. Esta es la igualdad que procuramos, y es aquí, en áreas como educación, salud y acceso a tecnologías, donde los gobiernos tienen un papel que desempeñar.
Un contienente conectado
Los planes que intentaron la intergración regional muchas veces perdieron el rumbo en medio de retóricas y objetivos grandilocuentes pero poco realistas. Una vez más nos encontramos con que primero debemos abocarnos al trabajo duro y primario antes de aspirar a las metas ambiciosas. No construiremos una América Latina integrada de la noche a la mañana, pero dicha tarea es posible y es nuestro deber. El comercio regional y global no es un juego donde unos ganan para que otros pierdan. Podemos conseguir acuerdos bilaterales o multilaterales y, al mismo tiempo, reforzar los vínculos regionales para asegurar una presencia creciente en la economía globalizada.
En Chile mientras buscamos nuevos mercados y firmamos nuevos acuerdos de libre comercio con nuevos socios como China, también hemos aceptado la invitación de la Comunidad Andina. Más aún, esperamos que se produzca un proceso de gran dinamismo a partir de la convergencia entre el Mercosur y el resto de las economías sudamericanas. El objetivo va más allá de mejorar el comercio dentro de la región, sino que además esperamos modernizar la infraestructura necesaria para la integración física, conectando las costas del Pacífico y Atlántico para expandir el comercio con los mercados del Asia-Pacífico, Europa, Norteamérica y el resto del mundo.
De las lecciones del pasado hemos aprendido que la unión hace la fuerza. Por este motivo es que la integración es de vital importancia para una región formada casi en su totalidad por economías pequeñas o medianas. De las lecciones del presente hemos aprendido que los sueños sí son importantes, y que el pragmatismo no es dañino cuando está orientado a mejorar la felicidad y el bienestar de los pueblos. Parece trivial, pero es un concepto fundamental. Nuestros propios padres fundadores, los próceres de nuestra independencia, compartieron estos mismos sentimientos: sabían que no hay libertad sin democracia, y no hay democracia sin unidad. A medida que nos acercamos al bicentenario de nuestras repúblicas, incluida la de mi país, seguimos conscientes y esperanzados de que, aunque aún no lo alcanzamos, sí es posible lograr el sueño latinoamericano.