Desde Chile enviamos un voto simbólico por el hombre con los instintos económicos que Argentina necesita
El ex Jefe de gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri, no puede etiquetarse como un liberal en el sentido ortodoxo del término, pero agrada a Chile Liberal. A pesar de cierto conservadurismo en temas societales (oposición al aborto, por ejemplo), la gravedad de la situación económica en Argentina amerita alguien con la mentalidad del también ex Presidente del club Boca Juniors.
El economista Simon Kuznets declaró que los países se dividen en cuatro categorías: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y Argentina. Analizar el país del tango es tan complejo que Mario Vargas Llosa se ha declarado incapaz de hacerlo. Establecer la mejor opción presidencial tampoco es fácil. Pero en realidad tan complicado no es si comenzamos con un repaso de su trayectoria y situación.
Es un mamut geográficamente enorme, donde la masiva inmigración italiana ha moldeado un carácter nacional gregario con una pasión desbordante que siempre ha contrastado con el talante estoico, individualista y normativo del chileno. Argentina, contrario a su propia narrativa, nunca fue un país del primer mundo: esto es una exageración propia de su desbordante pasión mediterránea.
En su momento de gloria (todo país latinoamericano ha tenido sus 15 minutos y ninguno lo ha aprovechado) su fuente de ingresos fue primero el trigo. Sus despobladas planicies fueron catalogas como "un páramo inútil" por Charles Darwin, pero eran ideales para la explotación bovina, que gracias a la invención de los frigoríficos llevó al campo argentino a producir y exportar enormes cantidades a Europa. Sus haciendas llegaron a ser altamente productivas. Pero un país genuinamente avanzado pasa de la etapa de la exportación de materias primas, cosa que Argentina no ha logrado.
El crash de la Bolsa en 1929 arrastró al mundo al colapso: EEUU se desmorona, la URSS se erige como opción plausible y seduce a la intelectualidad, Europa sucumbe al fascismo, y en Argentina estalla el primer golpe de Estado (y en el resto del continente se vería una interminable seguidilla de golpes). El país hermano aprendió que los gobiernos autoritarios brindaban expeditamente las herramientas para protegerse de las veleidades internacionales y controlar los flujos de capitales. Argentina jamás se recuperaría de la Gran Depresión, y el peronismo, un amasijo caótico de populismo socialista y fascismo económico, irrumpiría y causaría estragos hasta hoy.
En estos momentos, Argentina no exporta más trigo o carne que el diminuto Uruguay. Uno de cada cuatro niños vive en la desnutrición. La economía depende de la soya, cuyo precio va en picada. El proteccionismo alentado por el peronismo encarece la importación y dificulta la exportación, y los vuelve insulares ante la competencia internacional. El país es un paria en los mercados de capitales. Después de la nacionalización de YPF nadie se apura para invertir ahí. Sin entrada de divisas, sin acceso a créditos, y desprovista de reservas en su Banco Central, el gobierno saliente ha hecho curiosas contorsiones y malabarismos para evitar un nuevo colapso como el del corralito a fines del 2001 (Argentina ya ha caído en default 7 veces). Cuando el fracaso fue innegable, empezaron a falsear descaradamente las cifras. Con un 25% de inflación real y ante al fin del boom de las commodities, el panorama es desalentador.
Sho lo voto
Macri, no obstante, entiende todo esto. A pesar de haber rendido un extraño tributo al peronismo, sabe que se necesitan medidas impopulares en la dirección opuesta al clientelismo de los Kirchner. Si bien no va a privatizar las AFP o YPF, sabemos que va a cortar subsidios y se esmerará por mejorar la imagen internacional para acceder a créditos.
La vía populista de Cristina Fernández necesita un golpe de timón, incluso el improbable delfín oficialista, Daniel Scioli, lo sabe. La cuestión es determinar si habrá un ambiente propicio para que Macri gobierne, o si la oposición causará tales convulsiones que veamos nuevamente a argentinos batallando por un pedazo de carne. Con un Brasil en recesión y un Chile anémico, la región exige que sus clases políticas otorguen gobernabilidad.
Se dijo lo mismo durante la elección de Piñera: Chile no resistiría ser gobernado por un hombre de negocios, y de derechas. Estallaría el caos. Sí, hubo marchas, se desplomó la popularidad del Presidente, pero primó la razón. Piñera además era un payaso, Macri no. La campaña del terror que ha comenzado el kirchnerismo es absurda.
Macri emite las notas que queremos escuchar cuando habla de la institucionalidad que requiere Argentina, o de la necesidad que el Congreso no sea una mera oficina de timbres de la presidencia (lo que atenta contra la separación de poderes), o cuestiones tan obvias como la profesionalización de la policía y aplicar la ley en todo el territorio. Esto, en Chile Liberal, nos gusta.
Finalmente, quizás con un dejo de egoísmo, sabemos que Mauricio Macri quiere estrechar los lazos con Chile. Sus ideas al oeste de los Andes caen en tierra fértil.
Evo Morales ha hostigado a nuestro país y ha públicamente entregado su adhesión a Scioli, acto inaceptable para un jefe de Estado. Esperamos que Macri vea en el ejemplo chileno aquello que es bueno copiar y aprenda de los errores que se deben evitar, y se aparte del Axis of Evil latinoamericano (Bolivia, Ecuador, Venezuela) y que hablando el idioma común de mercados abiertos, acabemos por forjar una integración real y profunda. Necesitamos a Argentina más cerca del Eje de Chile, Perú, Colombia y México.
El balotaje argentino ha sido lamentablemente agresivo, por parte del oficialismo. En su momento no se sabía si Scioli ganaba en primera vuelta, y que si había segunda vuelta sería un trámite. Hoy, Macri incluso lleva ventaja. Un hombre con un halo tecnócrata, sin el carisma como el que gusta en Argentina (pensemos en Evita), resultó ser no sólo un hábil político, sino que es depositario de la frustración de los argentinos frente al deplorable saldo del binomio Kirchner. Pero se presenta como constructivo. La actual cleptocracia incompetente debe acabarse. Para ello, argentina hará muy bien en elegir a Mauricio Macri como su nuevo Presidente.
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