"Si hay esperanza —había escrito en su diario— está en los proletarios". Las palabras volvían continuamente a él como una afirmación de mística verdad y absurdo palpable. Estaba en algún lugar de los grises barrios al noreste de lo que fue alguna vez la estación Saint Pancras."
"1984" — George Orwell.
La nueva entrega de la saga de James Bond pone en el tapete la amenaza del espionaje global
Tal como el año pasado para el día de año nuevo, fui a curar la resaca al cine, armado de un café y una botella de agua mineral para apaciguar los efectos del champagne Blanc de blancs, lo único que llamo champaña (y no ese ignominioso alquitrán espumante que alguna vez bebí en Chile). Día excelente para ver —¡por fin!— la más reciente entrega de James Bond.
En todo el planeta, desde Zambia hasta Nepal, gente que apenas entiende la realidad en que vive sabe que el Reino Unido posee un servicio de inteligencia llamado MI6, y que su empleado más secreto es conocido en el mundo entero: es un espía que trabaja para defender al gobierno de Su Majestad. Su nombre es Bond. James Bond.
Como exige la netiquette y la civilización, los **spoilers en este post estarán resaltados, en azul, así que pueden saltarse esas partes para no dejarme con el cargo de conciencia y la desdicha de haberles arruinado lo que de otra manera sería una excelente tarde en el cine.
La obra, dirigida nuevamente por el británico Sam Mendes (American Beauty, Skyfall), es un Bond que no defrauda. Sigue el formato clásico y todos los rituales de las películas de Bond. Comienza con una escena de acción vibrante ***Spolier. En este caso es una explosión monumental en el Zócalo, en Ciudad de México, en plena Fiesta de los Muertos, cuando nuestro espía se dirige, inspirado por un enigmático indicio de la desaparecida M (la inolvidable Dame Jude Dench), a matar al líder de una organización criminal. La escena culmina con una desquiciada lucha en un helicópero sobre miles de personas, escándalo que aparecería en las portadas del Guardian y todos los periódicos.
La magia de este nueva película de Bond, al menos desde la perspectiva de Chile Liberal, es que pone en cuestión el tema más grave que afecta a la humanidad actualmente, que es el espionaje de masas. Más allá que Daniel Criag y Sam Mendes nos muestran a un Bond cada vez más humano, incluso triste. Aprendemos que fue huérfano y que quizás hasta se enamoró (en el sentido romántico-burgués) de Vesper Lynd (la deliciosa Eva Green), en Casino Royale. Bond sufre, llora, incluso, por paradójico que parezca, está a punto de morir. Es borracho por desesperación. Es mujeriego por un tema edípico no resuelto. Ya no tiene derecho a hacer lo que se le antoja y como cualquiera, su trabajo está en peligro y quizás hasta deba cambiar de carrera.
En el mundo de la guerra fría, cuando el periodista y ex funcionario del gobierno británico Ian Fleming publicó las aventuras del agente 007, ya era altamente controversial saber que los gobiernos espiaban y, peor aún, concedían a ciertos individuos licencia para matar. Ellos eran parte del programa "00". Fleming no sólo presentó esta controversia al mundo en libros breves y facilísimos de digerir, sino que fascinó a varias generaciones con las aventuras de este mujeriego bebedor de martinis.
Hoy, en el mundo post Guerra Fría, la amenaza es el terrorismo. Las maquinaciones de los atacantes en algún momento se alojan en servidores y se transmiten por medios electrónicos. En este contexto, el programa 007 es "prehistórico". El servicio MI6 pasa por una reestructuración y se fusionará con el servicio de inteligencia interno, llamado, imprevisiblemente, MI5. En 007 Spectre, el nuevo jefe es un sujeto que ve en la vigilancia de masas el nuevo medio de confrontar, desbaratar y vencer al enemigo. El enemigo, por supuesto, somos tú y yo, cualquiera con una cuenta de correo o un Smartphone. Bond es, sin gran ceremonia, despedido. El agente secreto más famoso del mundo deberá ir como cualquier ciudadano de a pie británico a inscribirse a la oficina de empleo (los infames JobCentres) y buscar pega. Nos mataron al héroe.
El Gran Hermano y los 9 Centinelas nos observan
Pero, ojo. No todo es así. No con Bond, James Bond. A pesar de los drones, el espionaje sigue siendo necesario. La tecnología empleada por un burócrata tras un escritorio no puede, ni debe, reemplazar a un ser humano que interactúa, que toma decisiones. ***Spoiler. El Programa 007 no otorga licencia para matar, sino también licencia para no matar. Así lo explica M a C, el nuevo funcionario a cargo de la reestructuración de MI6. De paso, lo llama, con modos no muy british, un "arrogante y la concha de tu madre". En el film no son pocas las alusiones a la sociedad de la vigilancia descrita en la novela distópica "1984", de George Orwell (figura inspiracional de Chile Liberal).
El espionaje de masas es una de las causas libertarias más emblemáticas. Nunca en la historia el horror de un gobierno espiándonos ha sido más real. **Spoiler. En 007 Spectre, nos enteramos, peor aún, que el arrogante C recibe información de la red Spectre, que coordina atentados terroristas para así infundir el miedo en la población y los gobiernos, de modo que los 9 países más industrializados del mundo pongan en funcionamiento un sistema internacional de espionaje llamado "Los 9 Centinelas": la sociedad orwelliana en todo su horrible esplendor.
Nos enteramos que Microsoft avisará cuando los gobiernos nos espíen. La única esperanza de contener a los drones espías, los funcionarios sapeando, las cámaras de vigilancia en cada esquina y la entronización de un gobierno mundial es que resista el ciudadano de a pie. Los gobiernos están decididos a proclamar al Gran Hermano.
En aquella oscura conferencia en que C asiste con los funcionarios "unelected" de los otros 9 países, se proclama la necesidad de un poder mundial para proteger a la población del terrorismo. "Un poder no elegido", reclama M. Ésta es una cuestión esencial en el tema que sustenta a Chile Liberal, y que versa sobre la legitimidad del poder. Estamos todos de acuerdo, salvo los libertarios más lunáticos, en que un poder político es necesario en la convivencia civilizada. Pero este poder es legitimo cuando es elegido. No cuando personeros no elegidos toman decisiones a escondidas y luego se deciden a proclamar un gobierno mundial.
Por supuesto que, al mismo tiempo, todo poder político, todo gobierno, requiere de actividades de inteligencia, las cuales inherentemente deben ser secretas. La amenaza del terrorismo es real, lo vivimos en las calles de París el año 2015 que acaba de terminar. Pero esto no legitima un gobierno mundial, y menos aun un poder mundial por el cual nadie ha elegido — por el que nadie ha votado.
Antes teníamos a un héroe que era un seductor empedernido, que conducía autos de ensueño, y se encamaba las mujeres más bellas imaginables. El agente 007 le dio al desaparecido imperio de Gran Bretaña un lugar en el concierto internacional. Hoy la democracia más añosa del mundo está amenazada. Mientras Bond con sus gadgets y la complicidad de Miss Moneypenny y el joven ñoño Q hacen lo que pueden, creo que es labor nuestra el combatir al espía que con toda seguridad, en este preciso momento, nos está observando. No esperemos nada de ningún gobierno.
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