Es angustiante pensar que una generación entera de jóvenes venezolanos sólo ha conocido chavismo. Con dos décadas enquistado en el poder, la ideología absolutista de Hugo Chávez fue el preámbulo de otro autócrata, Nicolás Maduro, quien hoy arroja a su pueblo a una miseria sin precedentes que ya es simplemente intolerable.
Famélicos, esmirriados y humillados, los venezolanos exigen una fuerza internacional que primero restablezca los suministros de alimentos, medicinas, y de todos los servicios básicos que la incompetencia supina del mandamás de Venezuela ha sido incapaz de proveer. Segundo, corresponde sacar del poder al déspota, liberar a los presos políticos, y convocar a elecciones libres.
Sí. Chile Liberal lo dice fuerte y claro, sin tapujos ni intrincados circunloquios: llegó la hora de derrocar a la narco-dictadura chavista. Entiendan: el hombre fuerte de Caracas no tiene intención alguna de abandonar el poder. Su inspiración socialista lo conmina a ejercer el poder absoluto, sin contrapesos. No hay solución política viable a la crisis venezolana. Ya no es factible el diálogo sino la acción decidida.
Un primer gesto categórico ya lo ha dado el Grupo de Lima condenando el burdo intento del régimen totalitario por organizar elecciones estilo soviéticas. El presidente argentino Mauricio Macri ya ha sido preclaro en rechazar esa pantomima de comicios y adelantó que no los reconocerá. Es decepcionante la actitud pusilánime del Canciller chileno, Heraldo Muñoz, quien aún persiste en la ilusa candidez ⎯o derechamente estupidez⎯ de creer que aún hay posibilidades de un arreglo pacífico en Venezuela. Porque no hay. Los hechos lo demuestran.
Chile debiese revocar la invitación cursada al mandatario de facto de Venezuela para asistir a la investidura de Sebastián Piñera. Ni Maduro ni Castro, mandamases ilegítimos, pueden compartir en una misma ceremonia republicana con los presidentes del continente.
Pero, francamente, quizás esto no sea problema porque creo que Maduro no llega al 11 de marzo. Ya se siente el movimiento de tropas y tras bambalinas el mundo se prepara para deponer el autócrata que tanto daño ha causado. Cuando un gobernante abusa de su pueblo, se acaban las "cuestiones internas" y la intervención externa es legítima.
Una revuelta popular en la que una milicia ciudadana ajusticie al tirano se vuelve inevitable. Si sale la muchedumbre de sans-culottes a las calles para asediar el Palacio Miraflores sería un buen método para tumbar al déspota. El tiranicidio ⎯tema complejo y espinudo que ya hemos abordado en esta tribuna⎯, comienza a justificarse cuando vemos que una revista como Paris Match grafica con los horrorosos funerales de niños desnutridos el dolor que inflige Maduro y sus matarifes sobre la población.
Esto no se trata de deponer a un incompetente por una mala gestión, lo que difícilmente sería aceptable, sino de reponer el orden democrático ante el totalitarismo que ejerce un sátrapa.
Todo empezó hace dos décadas con un Hugo Chávez que se declaraba más bien socialdemócrata con un discurso colorido y folklórico, que a poco andar se reveló como un grotesco socialismo. El año pasado acabó con una oleada de protestas callejeras reprimidas brutalmente por el régimen sin miramientos por las libertades civiles. Jamás se debe tolerar ni trivializar a populistas de esta estofa. Craso error fue no tomarlos en serio. Hoy el daño está hecho y es contenible aunque por la fuerza. Maduro ya está Podrido. Sáquenlo.
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