jueves, 8 de marzo de 2018

El fin de la pesadilla bolivariana

Cuando la tiranía se hace ley, la rebelión es un derecho
⎯Simón Bolívar


Caterina Ciarcelluti, profesora de fitness venezolana
Crédito foto: Paris Match


De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades es el precepto más popular de la ideología socialista. Ponerlo en práctica requiere necesariamente oprimir a los individuos con gobiernos absolutistas, a los cuales los liberales nos oponemos ferozmente. 

Pensamos alguna vez que los proyectos socialistas, luego de su fracaso estrepitoso en el siglo 20, quedaron sepultados para siempre ⎯ salvo algunas deshonrosas gerontocracias como la cubana. La década 90 comenzó con el abrupto colapso del siniestro experimento soviético y con la masa de gente libre derribando el Muro de Berlín. Ya hablamos anteriormente de los maravillosos años 90: The Cranberries no paraba de sonar en las radios y cuando salíamos a bailar nos tirábamos uno que otro paso à la Jamoriquai. Fue una época bella. Exultantes, creímos presenciar el fin de la Historia. El suave socialismo fabiano del Reino Unido se reinventó como la "tercera vía" y adoptó los principios de lo que parecía ser el triunfo incontestable del liberalismo. El socialismo parecía correr la misma suerte del nazismo y supusimos que murió en el tenebroso siglo 20.

Pero América latina volvió al vicio socialista. En diciembre de 1999, los venezolanos firmaron su sentencia a muerte cuando el ex golpista Hugo Chávez logró promulgar su funesta Constitución Bolivariana. Esta vez el método hacia el colectivismo no era el marxismo-leninismo ⎯mediante el empleo de la violencia⎯, sino más bien la demagogia y algunas votaciones, imponiendo una Constitución en una maniobra electoral con un plebiscito de relumbrón. Intuimos que luego, a partir de un disfraz democrático, el poder se ejercería paulatinamente de forma cada vez más autocrática para finalmente acaparar el poder total. Vimos el horror y no hicimos nada.

En una reciente entrevista concedida por el gorila Nicolás Maduro al candidato presidencial vitalicio Marco Enríquez Ominami, el dictador en un amago retórico nos demuestra su naturaleza inherentemente absolutista cuando eructa:

Tú conoces mucho Francia, Marco Enríquez. Y sabes que el derecho constituyente y los conceptos del poder constituyente vienen de la Revolución Francesa. Es uno de los conceptos más hermosos de la vida soberana y republicana de los países. Bueno, aquí hay tres artículos, 347, 348 y 349, que son tres artículos sabios, maravillosos, que permiten la activación del poder constituyente en cualquier momento por parte del presidente de la república o de los ciudadanos, recogiendo firmas. Yo hice uso de mis facultades constitucionales.

Una Constitución debiese ser un gran pacto social para ponerle límites al poder del gobierno. Pero en la retorcida mente de los bolivarianos y neo-socialistas, la carta magna es un medio para lograr el poder absoluto y necesario para establecer una dictadura, y cuyo objetivo es despojar a los individuos para aplicar el axioma "de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades". 

¿El resultado? Véanlo en la Venezuela Bolivariana: en la ausencia de chequeos y balances, fermenta una cleptocracia corrupta e incompetente que dilapida las riquezas del país, arroja al 81% de la población a vivir en condiciones misérrimas, causa una estampida de su capital humano, y consecuentemente convoca a elecciones estilo soviético que son un mero ardid porque el objetivo es simplemente usurpar más poder hasta ejercer la tiranía total. Venezuela bajo la dictadura de Maduro avanza por un oscuro túnel sin salida a un estruendoso colapso final. Los venezolanos no pueden quedarse impávidos.

Recurrir a la violencia para derrocar al gobierno opresor es completamente legítimo cuando se agotan los medios pacíficos. El derecho de rebelión ha sido invocado en la Guerra Civil inglesa, la Revolución Francesa y la Independencia de EEUU, por dar sólo algunos ejemplos, y del mismo modo, los venezolanos deben salir a las calles a asediar el Palacio de Miraflores para arrestar al tirano y realizar un juicio exprés al criminal, tal como los rumanos enjuiciaron y ejecutaron a Nicolae Ceaucescu y su esposa