domingo, 8 de abril de 2018

Hacia un "Civil Service" chileno

Urge un funcionarado profesional y apolítico que responda ante las exigencias de la ciudadanía


En Trafalgar Square, si te sitúas a un costado de la Columna de Nelson, de espaldas a la National Gallery, y miras al sur-este, ves el Big Ben. Para llegar a él basta avanzar por la avenida Whitehall, que es no sólo el nombre de la calle sino además la denominación de todo el aparato gubernamental del Reino Unido. En la intersección con Downing Street se encuentra la famosa casa del jefe de gobierno y las dependencias de otras carteras, y más allá está Westminster, el Parlamento. Whitehall es más bien pequeño y sin pomposidad quizás queriendo demostrar que el gobierno es austero.

Por vía marítima los británicos expandieron su dominación político-económica la cual considerando su extensión territorial superó al Imperio Romano y a cualquier otro. "El imperio donde nunca se pone el sol" tuvo el mérito extraordinario de ser administrado eficientemente por una cantidad reducida de funcionarios, cuyo cuerpo administrativo se le conoce hasta hoy como "Civil Service". 

En Chile Liberal creemos que vale la pena estudiar esto para empezar a entender que nuestro país necesita urgentemente estructurar su esclerótica Función Pública, actualmente en total caos, si queremos que las indispensables prestaciones estatales sean servidas a la comunidad con eficacia y a bajo costo. No pretendemos expandir un imperio sino apenas lograr que los presupuestos se ejecuten correctamente.

El recién asumido gobierno de Piñera 2.0 ha comenzado la ya habitual razzia de funcionarios, espectáculo grotesco en que el nuevo gobernante echa a los designados por el gobierno anterior e instala una horda de los suyos. Esta anomalía debe terminarse urgentemente. Para ello es necesario hacer una importante precisión conceptual.

Como ya he explicado en este sitio, la elegante lengua francesa nos permite discernir en los cargos de la administración pública la diferencia entre un élu, aquel que es elegido por escrutinio popular, y un fonctionnaire, el funcionario contratado mediante un proceso selección predefinido e independiente. Acá radican los gravísimos problemas de la gestión en Chile. Si queremos servicios de salud y de seguridad de calidad, debemos empezar a estructurar un cuerpo de funcionarios acorde a nuestro estándar de "país OCDE".

La primera enorme anomalía chilena es que los funcionarios, aquellos que no están en su cargo por votación, son designados a dedo o por favoritismo o clientelismo ya sea por los caciques instalados en el servicio público o por movidas oscuras de quienes son elegidos. Lo peor es que recurren a nombres sacados de los partidos políticos donde el carné de militancia sirve para conseguir una peguita. El partido político de por sí ya tiene sus objetivos desvirtuados ⎯ preocupante en una democracia occidental basada en partidos políticos. 

El mejor ejemplo es la cantidad inverosímil de funcionarios fantasmas en los municipios, los cargos regalados a Revolución Democrática por Bachelet en el ministerio de educación o la mamá del diputado Giorgio Jackson trabajando en el Estado. En Argentina les llaman ñoquis.

En cualquier país civilizado la gente milita en un partido político para optar a una carrera como elegido, es decir, para presentarse como candidato en una elección de concejal, alcalde, diputado, etc, o para apoyar una de estas campañas políticas. Cada elegido desde luego tiene derecho a nominar un par de cargos de confianza para cumplir con sus obligaciones. Lo inaceptable en Chile es que el servicio público está repleto de gente que desde la militancia política pasa a la administración pública. El clientelismo y la corrupción fermentan. Estamos llenos de ñoquis. Y no somos un país rico como Argentina que aguanta un siglo de desgobierno. Si despilfarramos nuestros recursos, en apenas un par de años colapsamos.

Más aún, para que un país sea realmente democrático, es necesario entender la sujeción del funcionario al elegido. Los elegidos por los votantes son los depositarios de la voluntad popular y gozan de un mandato ciudadano para formular políticas. Los funcionarios son quienes bajan estas políticas y las transforman en acción concreta.

Para esto es esencial que la función pública siga la máxima del Civil Service británico de constituir un cuerpo "permanente, unificado y políticamente neutral, donde las designaciones y promociones se realizan por mérito" y cuya finalidad última es "poner en práctica las políticas formuladas por quienes gozan de mandato popular".

En Chile el cuerpo de funcionarios no es permanente sino que es precario porque según quien gane la elección arrasará con los designados por su predecesor, no es neutro sino partisano, debe fidelidad a los mandamases de los partidos o al cacique de la repartición pública en cuestión, y las promociones y nombramientos son por favoritismo ⎯ no por mérito.

Antes de asumir ya vimos a Piñera agobiado por la enorme cantidad de currículums que le entregaron los partidos que hicieron posible su elección, todos ellos presionando y amenazando al Presidente para que nombre a sus compinches siguiendo unos abstrusos cuoteos que dejan a la ciudadanía perpleja. Esto debe terminarse ahora mismo. 

El jefe de gobierno del Reino Unido nombra no más de 20 personas para empezar su gobierno. En Chile debe ser parecido: nombrar secretarios de Estado, los tipos que le escriben los discursos, y ya está. El resto debe necesariamente constituir un cuerpo estable y neutro de funcionarios capacitados para aplicar las políticas iniciadas por las autoridades elegidas.

En Chile llegamos a hablar de despedir a 20 mil funcionarios. Lo terrible es que ni siquiera es posible crear un catastro con todos los cargos públicos ya que nadie sabe cuántos son. Hay ministerios que funcionan casi exclusivamente con designaciones y cargos ad hoc. Esto explica la incapacidad para ejecutar presupuestos, el despilfarro, y la baja calidad de los servicios que recibe el ciudadano de a pie. La corrupción está a la orden del día y el malestar popular se incrementa.

No todo es tan lindo
Una de las frases curiosas de la lengua de Shakespare es el "red tape", referencia a la casi olvidada cinta roja con que se amarraban los legajos de documentos en la burocracia gubernamental. Hasta hoy se emplea en la lengua común para designar esos horribles trámites que son el infierno de cada uno de nosotros, los contribuyentes, que además somos quienes pagamos a los burócratas. 

Cuando el Reino Unido articuló su Civil Service, durante la era Victoriana, creó una unidad administrativa que, como dijimos, le permitió expandir su imperio y sobrellevar dos guerras mundiales de forma exitosa. Pero en el periodo de posguerra su estructura comenzó a chirriar. 

Un mandarín, burócrata chino
Los altos funcionaros, los mundialmente famosos "mandarines" (así llamados porque su proceso de selección se inspiró en la función pública del Imperio Chino), que son un símil de la alta dirección pública chilena, comenzaron a quedar obsoletos. Vistos como gente divorciada de la realidad cotidiana del ciudadano de a pie, el público vio su cara real en la extraordinaria serie de la BBC "Yes Minister", programa favorito de Margaret Thatcher. Cuando la Dama de Hierro asumió el poder adoptó la filosofía de Piñera: designó a un hombre de la empresa privada ⎯el jefe de la empresa de retail Marks & Spencer⎯ para aligerar y reducir el tamaño de la gestión pública, aplicando los principios del management de la empresa privada.

El desafío que tenemos en Chile hoy es también conformar un cuerpo políticamente imparcial, meritocrático, prestigioso y profesional, especializado en cumplir las formulaciones de quienes ocupan cargos designados por elección popular.

Los partidos deben nombrar gente como candidatos a las elecciones y no en la administración civil mediante dedazos de caciques. Las razzias de la oposición cuando llega al poder deben pasar al olvido. El presidente, los ministros y otros altos cargos, así como los mandos medios, deben estar impedidos de designar a sus compadres en la gestión del Estado como si aquella fuese mera fuente de trabajos sino que emplear el personal de un funcionariado profesional, apolítico e independiente de caprichos de alguien. Su responsabilidad es entregar servicios de calidad con el menor daño al contribuyente y al erario nacional.

La tarea es titánica. Una reforma profunda urge aunque debe realizarse por etapas ya que en periodos de 4 años es imposible. Los mecanismos de la alta dirección pública no se implementaron correctamente lo que ejemplifica lo arduo de esta tarea, pero es esencial porque la gobernabilidad está en juego. Un país libre de corrupción y que responde a sus ciudadanos se construye sobre los cimientos de en una administración pública eficaz. Al final esto va más allá que de cargos públicos sino que se trata de determinar qué leyes y qué estructuras queremos darnos para gobernarnos nosotros mismos.

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