Esta ciudad es propiedad del Señor Matanza
Esa olla, esa mina, esa finca y ese mar, ese paramilitar
Son propiedad del Señor Matanza
Ese federal, ese chivato y ese sapo,
El sindicato, y el obispo, el general
Son propiedad del Señor Matanza
"El Señor Matanza", Mano Negra
Chile se va convirtiendo en un Narco-estado
Esa olla, esa mina, esa finca y ese mar, ese paramilitar
Son propiedad del Señor Matanza
Ese federal, ese chivato y ese sapo,
El sindicato, y el obispo, el general
Son propiedad del Señor Matanza
"El Señor Matanza", Mano Negra
Chile se va convirtiendo en un Narco-estado
No, no es hipérbole. La ley la proclaman y aplican los barones de la droga, esto ha quedado en evidencia. Alguna vez vimos con mezcla de alivio y desdén como en "otros países" los narcos corrompían jueces, compraban políticos ⎯ incluso, como ocurre en Estados enclenques, proveen servicios comunitarios. Pero esto ya no lo vemos como algo ajeno en telediarios argentinos, bolivianos, brasileños o nicaragüenses.
Óscar Galindo, cabo de Carabineros, de 29 años, deja una viuda y un huérfano al ser asesinado en La Pintana, en la periferia de Santiago, durante un operativo policial antidrogas ⎯ pésimamente gestionado, por lo demás. Esta misma semana, a un sujeto detenido en un control policial rutinario, el "Kiruza", le encontraron armamento de guerra... y fue liberado. Fue detenido nuevamente. Y liberado nuevamente. El gobierno de Piñera, tratando de salvar cara, acusa "falta de sentido común". Falso. Son los narcos los que deciden quiénes deben ser liberados y ya han establecido sus redes en el poder judicial. Los narcos a veces acuerdan treguas y acuerdos con las policías nacionales y estos tratos deben respetarse. Hemos caído a este nivel.
El caso del cabo Galindo es elocuente. En medio de la conmoción nacional, de la nada aparece un menor de edad quien se entrega a las autoridades y afirma ser el autor material de los disparos. Claro. Los narcos, bien asesorados, saben que el menor no es imputable. Incluso ellos comprenden que en la actualidad un mínimo de responsabilidad social ante la comunidad los conmina a admitir su falta. Echarle la culpa a un adolescente puede apaciguar los deseos de justicia que exige la comunidad y así la banda queda en paz, y la policía hace como que funciona. El descaro es inconmensurable. Tal como liberar una y otra vez a quienes son sorprendidos portando armamento de guerra.
Ya no hablamos del delincuente que decide subir en el escalafón del hampa y pasa del lanzazo a usar un arma blanca para actuar como cogotero. O que luego se procura un revólver y se une a sus colegas para formar una banda criminal que puede entrar a tu casa y violar a tu mujer y tu hija. No. Ya ni siquiera estamos frente a traficantes que en la clandestinidad venden drogas a niños. Estamos frente a bandas que establecen gobiernos paralelos, y como ya vimos en el pasado, cuando mueren los barones de la droga, ofician funerales de Estado a vista y paciencia de la comunidad atónita que en sus cómodas y abrigaditas casas ignoraba que en las poblaciones de la periferia de Santiago de Chile hace años se vive la misma realidad de Ciudad Juárez.
En una extraña columna de opinión en "El Mostrador" ⎯un diario electrónico de izquierda⎯ se nos dice que liberar a un sujeto sorprendido con armamento de guerra es "el incómodo precio a pagar para entender que en una república democrática no se puede hacer lo que se quiera con los individuos". El ánimo libertario puede parecer encomiable. Pero es retorcido y desvirtuado hasta el absurdo. El problema es que el espíritu de dicha ley pretende protegernos de un policía que a propósito quiere detener a alguien y le inventa una falta. Hoy en Chile te pueden mandar a la capacha por caminar sin carné de identidad, principio que buscaba justamente darle más poder al Carabinero que sospecha de actividad delictual, a lo que en Chile Liberal nos oponemos rotundamente. Pero es demasiado estúpido asumir que un policía a propósito le depositaría arsenal de guerra a un sujeto que conduce un auto con vidrios polarizados. Dejar en libertad a tal persona no es una cuestión liberal sino una muestra de cómo hay ciudadanos por sobre la ley por el hecho de pertenecer a una banda de narcotraficantes.
Por otro lado, es hora de que los altos mandos de los pacos expliquen por qué el cabo Galindo no portaba casco mientras los narcos disponen de metralletas de guerra. El adolescente que mandaron los narcos a las autoridades aseguró haber confundo al cabo Galindo con un sicario colombiano. Nos preguntamos por qué por tanto tiempo en el aeropuerto de Santiago entraban cientos de sujetos cada día sin control. ¿Es esto admisible en un país donde rige la ley? No, estas cosas ocurren cuando rige la ley del más fuerte, de los que compran y corrompen, y éstos son los que manejan el negocio de las drogas.
La primera reacción de Sebastián Piñera ante las cámaras fue la habitual monserga conservadora: esta es una guerra que va a tomar tiempo pero que la vamos a dar con toda la fuerza de la ley. Bueno, entendemos que no es el momento de decir otra cosa, pero la verdad, señor Piñera, entérese que esta es una guerra que no usted NO va a ganar. Esta es una guerra que nadie ha ganado, y peor aún, usted sabe que es imposible de ganar y sigue mandando gente a morir por nada. La guerra contra las drogas no es ganable.
Sebastián Piñera y el gobierno seguirá viendo cómo los narcos son liberados. Los narcos seguirán en el negocio clandestino de la venta de drogas. Más Carabineros y civiles morirán bajo las narices de los altos mandos y frente a la mirada atónita e impotente de los ciudadanos de bien. Más jueces y autoridades seguirán sucumbiendo al poder de las bandas de narcos y entre estas bandas habrá más "quitadas" y ajustes de cuentas. Más barrios caerán ante la ley paralela, más inocentes morirán. El joven supuesto autor material del crimen será liberado y Piñera nos dirá que necesitamos más mano dura y más cárceles, y lo mismo hará su sucesor.
Si entendiesen de una vez por todas que la guerra contra las drogas es imposible de ganar ayudarían a la gobernanza del país, contribuirían a la paz social, pero eso no lo harán porque así como la comercialización ilegal de drogas es una industria, también la industria antidrogas necesita seguir sus actividades. Muere un cabo oriundo de Cañete, y culpan a un pato malo de 17 años. Los que realmente ganan dinero con todo esto son los verdaderos criminales y se están burlando de nosotros en nuestra cara.
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