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domingo, 6 de septiembre de 2009

Plan de salud de Obama: nuestra impresión


"El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo del ignorante y el evangelio del envidioso, su única virtud es la distribución igualitaria de la miseria."
(Winston Churchill)


Pésimo, señor Obama
Barack Obama sin duda fue un candidato excepcional que electrizó a su electorado e inspiró al mundo. Hizo llorar a millones. Su asención al poder puso punto final a una larga historia de división racial y volvió a exaltar la tradición meritocrática de EEUU, además de borrar la pésima imagen que dejó Bush. Más allá de la poesía, de la épica rimbombante y de la inigualable elocuencia de su discurso, Obama llegó a la Casa Blanca con un claro mandato para reformar el ineficiente sistema de salud de EEUU. Con la Obamamanía y la euforia en el pasado, las reformas planteadas son inadecuadas, por no decir peligrosas.

El plan de Obama consiste en implantar un sistema de cobertura universal de salud, o sea, que todos los habitantes de EEUU (sean ciudadanos o no) tengan acceso a la salud. Pero el tema en realidad es otro: cómo pagarlo. Acá Obama comienza a mostrar tendencias socialistas inaceptables. Su plan maestro consiste en subir impuestos a los ricos y hacer que los empleadores paguen los seguros de salud a sus empleados. Esto daría al gobierno el poder para entregar servicios de salud, y no han hecho nada mejor que empezar a comparar con el sistema británico, el infame NHS (National Health Service).

No hay almuerzo gratis, ni tratamiento gratis
Uno de los mitos del socialismo es hacernos creer que hay almuerzos gratis en este mundo. En el Reino Unido los hospitales del NHS ofrecen almuerzos peores que en el sistema carcelario británico. No obstante, como la mayoría de los congresistas demócratas, inlcuido Obama, tienen excelentes planes privados de salud, lo que haga el sistema estatal les importa un carajo. Pero lo alarmante es que no ven las falencias estructurales del NHS en particular, y de la salud europea en general, como para sacar lecciones y entender que se necesita un mínimo de sentido común para mejorar el sistema norteamericano.

Para empezar, la salud no es gratis en el Reino Unido ni en ningún lugar de Europa ni del mundo. Alguien tiene que pagar los sueldos de médicos, paramédicos y enfermeros. La construcción y mantención de edificios debe pagarse. El hecho es que un tratamiento médico es muchas veces una cuestión de vida o muerte, y el no tener como costear un tratamiento no debe ser impedimento para no otorgar cobertura de salud a quien lo demande. Dicho de otro modo, muy pocos pueden pagarse una diálisis, pero la diálisis no es optativa. Si no te dialisas, te mueres. ¿Cómo solventar estos gastos entonces? La respuesta es evidente: un sistema de seguros de salud debe existir, para que administren los fondos de salud y así cubrir los gastos de los pacientes. No hay motivo alguno para que las aseguradoras sean administradas por el gobierno. Si el gobierno no tiene incentivos para hacer bien su trabajo, la calidad del servicio ofrecido decaerá, o sea, más gente va a morir. La clave es ofrecer elección ("choice") a los pacientes, y que los mecanismos de competencia (léase el lucro) sean el motor que obliga a todos los aseguradores a ofrecer un buen servicio.

Pero el problema de la salud es muchísimo más complejo que la lógica libremercadista, y esperamos que los asesores del presidente Obama estén leyendo a Chile Liberal para que entiendan. Lo que ocurre es que, como decíamos anteriormente, la salud no es una mera cuestión de libre elección porque no es un bien de consumo que se elija en condiciones de libertad. Enfrentados a la necesidad de un transplante de hígado, de una diálisis o una quimioterapia, nadie puede regodearse mucho, y los criterios no son los mismos que empleamos al decidir si compramos una Coca Cola o una Pepsi. Al no haber real alternativa por parte del demandante, el sistema de salud dejado exclusivamente sometido a las leyes de la oferta y la demanda tendrá efectos negativos. Quienes proporcionan la diálisis pueden darse el lujo de cobrar lo que se les antoje, y dejar sin servicio a muchos ya que obtendrán utilidades de todos modos. Más aún, una diálisis no es un bien de consumo que ofrezca cualquiera, sino un servicio escaso y de alta especialización. Dicho de otro modo, si ACME-Salud ofrece una diálisis a 10, los demandantes como deben sí o sí acceder a ella, pagarán los 10 que ACME-Salud solicita. Si los demandantes son 5, la empresa calculará sus ganancias basándose en 50 en ingresos, y procederá a optimizar sus ganancias subiendo los precios a 20. Si uno de los cinco demandantes no puede pagar, ¡no importa!, porque los otros 4 pagaron 20, o osea ahora estamos ingresando 80. El asunto es que si el uno que no pudo pagarlo es tu mujer, tu hijo, tu madre o tu padre, entonces ahí te darás cuenta cuál es la raíz del problema.

Para ponerle atajo a los proveedores de salud, el propio gobierno debe intervenir. Esto es un hecho conocido perfectamente por el NHS en el R.U. Uno de los motivos para limitar el presupesto del NHS es evitar el descontrol de precios por parte de, por ejemplo, las empresas farmacéuticas, quienes al saber el presupuesto de salud del país, pueden incrementar a gusto los costos. Por este motivo, y por otros que veremos a continuación, es que no debemos olvidar que un presupuesto astronómico de salud no es la solución.

"Socialism Sucks"
De acá se desprende otro de los inconvenientes de socializar la salud, y es el conocido fenómeno de los rendimientos decrecientes. Culminada la II Guerra Mundial, el R.U. fundó el NHS para garantizar atención a todos los ciudadanos luego del trauma de la guerra, y más aún para atender a los veteranos, muchos de ellos gente modesta que arriesgó su vida en las trincheras, y que ahora volvían al país como héroes pero su condición modesta no cambiaba. Para cubrir a todos, el gobierno proveyó y costeó la salud de la población. A finales de los años 50, con el NHS dando sus primeros pasos, la salud en el R.U. (al igual que en Francia) mejoró ostensiblemente. Este es un hecho. Luego se dobló el presupuesto, y la calidad también aumentó al doble. Los costos aumentaron, y el presupuesto se triplicó, pero no se triplicó la calidad. El presupuesto se cuadruplicó, pero apenas se triplicó la calidad. Este fenómeno se produce porque el NHS es un gigante con apetito insaciable. De hecho, es el mayor empleador del mundo. No hay forma de domar a ese gigante, y esta misma situación viven todos los países europeos. Mientras que en EEUU, los intentos por regular el sistema han creado distoriones tales que el país más rico del mundo es el que gasta 16% de su PGB en salud, más que ningún otro, y tiene a 50 millones sin acceso a ella, y peor aún, sus índices de salud son uno de los más bajos del mundo desarrollado.

Para complicar aún más la discusión, hay que considerar que los tratamientos más sofisticados y los mejores especialistas se encuentran en EEUU. O sea, el país que tiene los peores índices y que más gasta, al mismo tiempo ofrece a un reducido número de sus habitantes la mejor salud del mundo (400 mil personas han viajado a EEUU el 2008 para atenderse). Es por esto que el plan de Obama ha generado un rechazo visceral, porque el presidente de EEUU quiere extender la cobertura pero lo hará sacrificando la calidad de la que algunos ya gozan. Un ejemplo del rechazo que está generando el proyecto se puede ver a continuación:





Sólo a un tonto se le ocurriría sacrificar su propio plan de salud para entregárselo al gobierno y que la máxima entelequia burocrática la haga trizas a nombre de un plan impracticable, porque el costo de salud de los 50 millones de no asegurados es de 1,5 trillones de dólares (o sea, más plata que la mierda). Esto se logrará subiendo impuestos, o sea, haciendo que muchos ya no puedan pagar su propio plan, y más aún, Obama rigidizará el mercado laboral ya que todos estarán atados a su trabajo para mantener su cobertura de salud (el daño a la productividad nacional es evidente, como vimos en la destrucción de General Motors). El plan pretende cubrir a ilegales y más aún, a quienes no trabajan, lo que sólo puede generar resentimiento ya que, como en todo régimen socialista, unos trabajan y pagan por otros.

En un sistema de seguros privados también es así, lo que complica el análisis a niveles insospechados. Si 100 personas le pagan 10 a un asegurador, éste contará con 1000 en ingresos. Con esos 1000 se podrá pagar una diálisis, que valen 20, a los 5 que la demandaban anteriormente. La esencia misma de ofrecer un seguro es que no todos los asegurados necesitarán el servicio al mismo tiempo. O sea, todo bien mientras los que necesiten diálisis sean 5, pero si los 100 asegurados aparecen con gastos en salud que sobrepasan cierta cantidad, el asegurador ya no obtiene utilidades. Dicho de otro modo, si los gastos en salud de los 100 son por ejemplo 1050, la empresa aseguradora desaparecerá en menos de lo que tardo en decir "General Motors". La diferencia es que la empresa aseguradora sí tiene un gran interés en ofrecer un buen servicio, y crucialmente, debe enfocarse en mantener sanos a sus asegurados. Es más rentable mantener a alguien sano que curarlo. Al administrar la salud de un grupo reducido de gente, el asegurador privado puede tomar decisiones más ágiles y mantiene finanzas más ordenadas. No obstante, como vimos en Chile en la colusión de las farmacias, es imprescindible que exista una fiscalización por parte de expertos sobre el sistema de salud.

Obama debiese enfocar sus esfuerzos en mejorar la eficiencia del sistema de su país, y no en socializar la salud. Para ello, es preferible señor Obama que se dedique a simplificar las regulaciones, y ponga el énfasis en facilitar el acceso a la cobertura de salud, y no en la cobertura universal.

Desde Chile con amor
Por inverosímil que parezca, el sistema chileno de salud parece ser el más adecuado (como el de pensiones). El sistema estatal (FONASA) debe competir con las empresas aseguradoras privadas (ISAPRE), mantieniéndose a ambos a raya. Desde luego las falencias son enormes, pero es la lógica de este esquema el que debe simplificarse y hacerse más eficiente. La mejor salud la proporciona el sistema privado: más esfuerzos deben destinarse a ampliar el acceso a él. Por otro lado, la salud privada descongestiona el sistema público, y ofrece una alternativa a quienes no prefieran a ninguno de los proveedores privados (lo que evitaría la colusión de éstos). Si no existiesen los proveedores privados, el sistema público habría colapsado por completo. Los usuarios pueden elegir entre las alternativas que ofrece el sistema privado, y como cada uno de éstos debe optimizar sus ganancias compitiendo con otros, es lógico concluir que los costos tenderían a bajar; exactamente lo opuesto ocurre en EEUU, donde los usuarios no eligen su plan ya que depende del empleador, y menos en Europa donde por ejemplo los británicos simplemente tienen el NHS, sin otra opción. Es necesario crear un marco regulatorio que entienda la lógica del mercado y cuáles son sus virtudes y defectos, y dejar que los privados hagan su labor. Pero socializar el sistema de salud sería fatal.

Es impensable que EEUU tenga un sistema socialista de salud. Si Obama no cambia pronto de parecer, es probable que su presidencia no logre la reelección, y que su mandato termine en un fiasco.

Video e imágenes: The Wall Street Journal
Documentación: The Wall Street Journal, The Economist