lunes, 7 de noviembre de 2011

Y ahora, se cierne el "otoño árabe"





Toda dictadura está condenada, por el avance de la razón y el anhelo de libertad de cada individuo, a desaparecer. Los autócratas árabes lograron una tensa paz y un mínimo de desarrollo económico, como el criminal de Pinochet en Chile, pero cuando aquello se logra, las gentes comienzan a cuestionar a la autoridad y empieza a fermentar el ánimo libertario. O sea, incluso cuando una dictadura es "exitosa", siembra las semillas de su propia destrucción. Los árabes lo saben muy bien y salieron en masa a exigir la caída de sus dictadores, mientras el mundo en shock trataba de comprender cómo podía una inserrucción espontánea en países "musulmanes", acelerada por las redes sociales, lograr lo que tarde o temprano debe llegar: el fin de la tiranía. El año 2011 será recordado como el de las emancipaciones a través del globo, y comenzaron nada menos que en el norte de África. Pero el año 2011 ya termina y se viene el 2012. ¿Qué podemos esperar?

Por supuesto, nadie podría creer que esto era cosa de reclamar más libertades políticas e individuales, salir a la calle, y que luego la democracia caería como una lluvia dorada en que todos se maravillarían y abrazarían en un éxtasis de felicidad, y que ése sería el fin de la historia. Nada de aquello.

¿En qué quedó la primavera árabe? Pues la pregunta mantiene su respuesta en suspenso. El hueso más duro de roer fue, como era de esperarse, la más maniática de todas las tiranías de la región, la de Muammar Gaddafi, quien murió ajusticiado a manos de los mismos freedom fighters, provenientes de Bengazi, que incitaron la revuelta popular. Ahora el país queda al mando el Consejo Nacional de Transición. Lo primero que hace su líder, Mustafa Abdul Jalil, es declarar que la leglación del país se basará en el islam. ¿Fue todo esto, al final, el trueque de una tiranía por otra? ¿Tiene razones la ultraconservadora Marine Le Pen (amiga del tea Party, noten) para burlarse de la campaña libia de Sarkozy y la OTAN? Pues queda la duda. No es posible saberlo.

Es absurdo creer que una religión es un dique natural contra los excesos de un tirano, como creen los clericalistas, porque una democracia sana sólo florece en un sistema laicista. ¿Tenemos moral para criticar al CNT libio cuando en occidente abundan los partidos "cristianos", o cuando gente como Sebastián Piñera defiende el "humanismo cristiano" o el presidente de EEUU en cada discurso invoca a dios? ¿Acaso el cristianismo es una religión más amorosoa y buenita que el islam? Difícilmente.

La situación es más crítica aún en Egipto. Varios blogueros (Maikel Nabil, Imad Bazzi, entre otros) han sido arrestados por la Junta Militar de Transición, que, predeciblemente, a poco andar se convirtió en una dictadura que justifica todos sus excesos para imponer el orden, tal como Pinochet y la Junta en Chile se dedicaron a matar civiles no armados con la excusa de restaurar la estabilidad, algo que es desde luego completamente inaceptable. Cabe repetirse la pregunta: ¿valió la pena la revolución en Plaza Tahrir para terminar con los militares goberando por bandos?

Cuando un grupo de cristianos defendió a unos musulmanes, pues varios me apuntaron con el dedo mostrándome que las religiones son muy lindas, son sanas, son una cosita así rica que ¡ay! nos da amor y besitos, y nos enseña a ser personitas buenitas y va-ló-ri-cas, con prin-ci-pi-os. ¿Bonito no? Muy coqueto y dulzón. Salvo un detalle: a poco andar, cristianos y musulmanes empezaron a enfrentarse en grescas callejeras. Es ahí cuando Chile Liberal se caga de la risa, pero inmediatamente sacudimos la cabeza y nos preguntamos si toda la bazofia religiosa terminará por sepultar el espíritu revolucionario, y si acaso cuando las gentes vean que quienes gobiernan son unos traidores, no se retirarán a sus casas desmolarizados, dejando la pista despejada para quién sabe qué locura ideológica imponga nuevamente una dictadura.

En el otro foco, el caso de Túnez es el más llamativo. Probablemente todo lo que falló ahí lo representa la salida de Slim Amamou, un blogger que fue uno de los más renombrados durante las protestas que estallaron después de la inmolación de Mohamed Bouzazi, el joven profesional que vendía frutas en Sidi Bouzid, arrestado por la policía del régimen y condenado a pagar una multa por ganarse la vida. Slim Amamou tiene una fuerte resonancia en este sitio. El tipo trabajaba en el sector de la informática y gastaba su tiempo libre escribiendo sobre política en su blog. Cuando cayó el régimen, lo llamaron a formar parte del nuevo gabinete, ante el aplauso de todos: una nueva era comenzaba. Amamou luego comenzó a exigir ya no sólo elecciones, sino que mostró su carácter iconoclasta proponiendo medidas radicales: despenalizar el acceso a material pornográfico y legalizar la marihuana. Le hicieron la vida imposible porque ya saben eso no es libertad es "libertinaje" y atenta contra la tradición de los valores religiosos que son tan lindos, y al final, fiel a lo que considera el real espíritu de la revolución, Amamou renunció al gabinente y comenzó a formar un grupo opositor.

A pocas semanas del triunfo del partido islamista Enhada, una turba furiosa se tomó el canal de TV estatal que cometió la herejía de exhibir el film Persépolis, del que ya hemos hablado en Chile Liberal. Lo señores dueños de la moral y los valores no van a permitir que la sagrada religión sea cuestionada de ninguna manera. Poco alentador es lo que vendrá en Túnez (dicho sea de paso, Vuestro Humilde Servidor está invitado a un casorio en Túnez el próximo año, les contaré todo en este blog).

Es probable que la religión sea la única forma de aglutinar a un pueblo masacrado y brutalizado desde siempre, y que ante la falta total de una intelligentsia, cuando no hay intelectuales ni pensadores ni autores ni columnistas, sean los señores (siempre hombres) de impecables valores religiosos (!) los que nos muestren la verdadera moral a los patanes. Aunque sabemos mejor que nadie que una teocracia siempre será una dictadura: no hay democracias teocráticas. Quizás por eso, a los países árabes debemos darles por un lado el beneficio de la duda, y por otro no dejarlos abandonados a su suerte porque, tal como Chile fue ayudado para transitar a la democracia, ellos también necesitan de la colaboración internacional hasta que logren construir una verdadera cultura política. No podemos permitir que gentuza como Marine Le Pen se burle, ni se les puede dar la razón, porque no la tienen, no la han tenido, y jamás la tendrán.

Pero también hay que ser realistas, y así como va la cosa, la primavera árabe ya es historia, y el verano ya terminó. El otoño árabe ha comenzado.

1 comentario:

EMILIO dijo...

Me parece tan sesgado y poco honesto pretender simpatizar y empatizar con la modernidad y los vaivenes políticos mediáticos a costa de la verdad histórica. Deja una sensación de pobreza intelectual e indigencia objetiva. Los procesos sociales y todas sus consecuencias, a pesar de no coincidir con las ideas propias, no pueden ser desvalorizadas ni sacadas de su contexto, pues solo en su conjunto histórico en relación al tiempo de ocurrencia es cuando se aprecian en su verdadera dimensión. Lo demás es solo planteamientos panfletarios disfrazados de verdades preclaras, y absolutas. No hay un solo acontecer social en la historia del hombre que no haya ocasionado sufrimiento, injusticia y oprobio...ya fuese masiva o selectivamente. El lenjuage debe ser equilibrado y cuando ello ocurre entonces la palabra expresada en opinión demuestra la altura y el peso intelectual de quien la emite.La libertad intelectual se refleja en la distancia que establece entre el fanatismo y lo modal.