Las excusas de Labbé agravan aún más la falta
Luego del fiasco del infame homenaje al criminal convicto Miguel Krasnoff, el alcalde Cristián Labbé volvió a la carga con pobres justificaciones. En este post Chile Liberal analizará los dichos del alcalde Labbé y procederemos a demostrar —nuevamente— que no existe justificación ética ni legal de los crímenes cometidos bajo la tiranía de Augusto Pinochet (1973 -1990).
El edil, como muchos apologistas del golpismo, no niega "que se hayan producido excesos", "pero la guerra hace que los hombres buenos hagamos cosas malas, y eso es natural, eso es de la esencia" de un conflicto. En términos técnicos, los defensores del régimen militar aducen que las FFAA actuaron luego que el Congreso Nacional solicitase derrocar al gobierno de Allende. Primero, aclaremos que en ningún caso se autorizó a personal militar para torturar, ejecutar por la espalda o hacer desaparecer. Segundo, fue la Cámara de diputados la que declaró el quiebre de la institucionalidad, sin proceder, como correspondería, a acusar constitucionalmente al gobierno. Tercero, para ser claros, no hubo ningún llamado a un golpe militar como sostiene el golpismo. La Junta Militar al parecer justificó el golpe mediante aquella declaración de la Cámara de diputados, pero aplicó la justicia militar y la ley marcial a civiles, algo que en ningún momento figura en aquella declaración, por tanto, señor Labbé y señores y damas que justifican el golpe, entiendan que en caso de guerra aún impera el estado de derecho.
Todos los crímenes cometidos bajo la dictadura, siguiendo el argumento del propio Labbé, son crímenes de guerra. En una guerra nadie hace lo que se le antoja ni empieza a disparar a quien se le da la regalada gana. Y si esto ocurre, son los mandos militares los que deben responder por los crímenes de guerra y deben organizarse los tribunales militares para juzgar y castigar los crímenes cometidos durante un conflicto. Cuando los occidentales entraron a la Alemania nazi derrotada y vieron los campos de concentración, no empezaron a descargar su rabia agarrando a balazo limpio a los prisioneros del ejército nazi sino que se les juzgó en los tribunales de Nuremberg, empezando por los altos mandos. Del mismo modo, en Chile, si aceptamos la tesis de la guerra, claramente estamos ante crímenes de guerra que de todos modos debieron ser juzgados.
En esto debemos ahondar un poco. La Junta Militar gobernó por bandos militares. La guerra como tal fue declarada unilateralmente mediante el Bando Militar Nº 5. Como sabemos, la Junta alegó que con el "Plan Z" el gobierno de Allende planeaba un autogolpe, por lo tanto calzaba para los golpistas el declarar el estado de conmoción interna y por tanto de guerra. Luego, se conformaron Consejos de guerra donde civiles fueron juzgados como enemigos combatientes. Aquí yace el quid del asunto: ¡ningún consejo de guerra puede practicar la tortura! Todos sabemos de la existencia de protocolos que protegen a los prisioneros de guerra, y la tortura está proscrita en toda legislación sea civil o militar. Ya ni siquiera hablamos de situaciones de combate o de enfrentamiento armado hombre a hombre, sino que de crueldades llevadas a cabo durante los juicios en los Consejos de guerra, los que tampoco pueden ordenar hacer desaparecer los cadáveres de los condenados arrojándolos al mar con tajos en el estómago para que no floten sino que se hundan. Fosas comunes no marcadas están al margen de cualquier ley, civil o militar.
Son simplemente crímenes de lesa humanidad. Injustificables. Inexcusables. Inaceptables. Indefendibles.
Por lo anterior, la pobrísima excusa de Labbé sólo agrava aún más la falta. El tartufo nos demuestra claramente que los golpistas no estuvieron al mando de un ejército profesional sino que fueron más bien los cabecillas de algo que en su forma y su fondo era indiferenciable del ejército de Pancho Villa.
Es deber ahora de la sociedad esclarecida e ilustrada el purgar nuestras instituciones fundamentales de la sicopatía de algunos y sentar precedentes para el futuro. Estos señores no son ni fueron el ejército ni sirvieron a las FFAA ni a Chile, fueron unos cafiches de una noble institución republicana que hoy debemos recuperar por el bien de la democracia y de la república.
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