sábado, 30 de enero de 2016

Escuadrones de la muerte: la escuela francesa en Chile



Un reportaje interesante arruinado por una provocación inútil
Desde hace años que en mi biblioteca yace polvoriento y solitario Escadrons de la mort, l'école française, un interesante reportaje ⎯⎯con documental en video⎯⎯ de la periodista francesa Marie-Monique Robin, quien rastrea el surgimiento de las tácticas de la guerra antisubersiva desde su génesis en Indochina hasta su triste culminación en la guerra sucia latinoamericana en la década 70. Su epílogo es Abu Ghraib y Guantánamo. Un estilo algo alambicado, con un irritante uso de los.... puntos suspensivos, y un cierto desorden en la narrativa, no arruinan lo que a todas luces es un buen trabajo.

Se va casi todo el buen trabajo por la borda cuando la autora pretende luna conclusión ridícula: Francia inventó la tortura, las ejecuciones sumarias, las detenciones clandestinas y en general toda la táctica militar ilegal antisubversiva, y el país ahora es una vergüenza internacional y no es más, por antonomasia, la nación de los Derechos del hombre.

La historia que nosotros conocemos en Chile es bastante simple. La Guerra Fría nos dejó en el bando de EEUU. En un acto tan estúpido como previsible ⎯⎯e  inevitable⎯⎯, una variante marxista-leninista pretendió cambiar a Chile de bando. Los militares chilenos formados en la infame Escuela de las Américas irrumpieron y con el beneplácito yanqui cambiarían la historia. EEUU enseñó a torturar y a hacer que los soldados disparasen contra su propio pueblo. EEUU merece repudio. La cosa es mucho más compleja.

El libro de la francesa nos cuenta un detalle desconocido y que cambia por completo la realidad: la aventura colonialista francesa en Indochina llevó al ejército francés, por primera vez en la historia moderna, a cambiar sus tácticas vetustas para desarrollar nuevas modalidades de guerra (que son válidas hasta hoy). En Vietnam los franceses se vieron superados. El mundo post II Guerra Mundial no vería más dos bandos de soldados con uniforme, que se golpean el pecho como gorilas y que dan la vida por la patria. Esa guerra quedó obsoleta. En Vienam había dos bandos: por un lado los franceses con un ejército regular, soldados fuertes, con un mando central, que necesitan comida y que son motivados por el orgullo nacional, y por el otro los vietnamitas, que con un saco de arroz y una pizca de sal combaten furtivamente de noche, ponen trampas, se escabullen y se esconden entre los civiles. Los guerrilleros del Vietcong pusieron de rodillas a uno de los victoriosos de la II Guerra Mundial. Francia se retiró derrotada de Vietnam.

Los altos oficiales del Estado Mayor del ejército francés, que se conocen desde la exclusiva escuela Escuela Saint-Cyr, empezaron en la École Militaire de París a codificar las tácticas empleadas en Indochina. Este conocimiento luego se aplicó en todo su horror en la "Guerra" de Argelia, donde el escenario era similar: un ejército regular por un lado, contra una guerrilla subversiva, el Front de Libération Nationale, en el bando contrario. 

A nosotros los nombres de Paul Assuaresses, Charles Lacheroy o Roger Trinquier no nos dicen nada. Pero son ellos los antecesores de gente como Augusto Pinochet o Manuel Contreras. Y más aún, como nos cuenta el libro, de Jorge Videla o Emilio Massera, en Argentina. 

Los militares franceses en Argelia entendieron que el fiasco de Indochina no debía repetirse y que había dejado lecciones importantes: era necesario aterrorizar a la población civil, infiltrarse en las asociaciones obreras, estudiantiles y sociales; luego, amenazar, amedrentar, y hacer desaparecer. El aparato de inteligencia necesitaba escuadrones de la muerte para raptar y botar los cuerpos, así sembrar el pánico sin dejar rastro. Pagar columnas de opinión o controlar las radios era parte de la nueva estrategia de guerra. al mismo nivel del helicóptero, que era usado para secuestrar y el cual, armado de metralletas, es una joya táctica preciosa de la escuela francesa regalada a los criminales latinoamericanos. Tanto mejor si el helicóptero se usaba para sobrevolar a ras de techo las casas de los civiles para que propagar el miedo (especialmente en los niños). 

La tortura era una herramienta fundamental. La justificación filosófica era impecable: torturar un sujeto podría evitar una bomba en un bar que mataría a 20. Los subversivos no están protegidos por los tratados de guerra, así que no hay problema. La gégéne fue el epítome de la escuela francesa. Un pequeño y práctico generador eléctrico que era horriblemente eficaz cuando se aplicaban sus descargas en los genitales. La tina con agua servía para provocar la sensación de asfixia por inmersión. Ambos elementos caben en la oficina de cualquier oficial en un regimiento. Bastaba torturar a un sospechoso para atemorizar a cientos, o matar y hacer desaparecer a unos cuantos para hacer callar a millones. Las detenciones extrajudiciales de estos escuadrones eran imprescindibles. Paralelamente, la prensa escrita y radial podía convertir a un puñado subversivo en un ejército irregular de cientos de miles.

El apoyo de Cité Catholique, un grupo integrista conocido como el "Opus Dei francés", fue esencial. Así se fue configurando una red político-militar-religiosa detrás de la guerra de Argelia, y cuya filosofía y modo de operación salpicaría a América latina. 

La escuela francesa del terrorismo de estado llegó a oídos de oficiales argentinos, que enviaron al oficial Alcides López Aufranc, a formarse en estas técnicas. Tan estrecha llegó a ser la colaboración franco-argentina que una misión permanente se instaló en el país vecino. El fracaso de EEUU en Vietnam también llevó a los norteamericanos a contratar profesores franceses, así nacería la Escuela de las Américas. Una sucursal luego se instalaría en Brasil, donde se formaron muchos oficiales chilenos. Los contactos entre Chile y Brasil fueron estrechos, así como desde Argentina se exportaría el savoir-faire francés a Uruguay, Bolivia y Nicaragua. De este modo, los manuales escritos en Francia y la experiencia de sus oficiales se expandiría por todas las Américas, y al resto del mundo. El Reino Unido, por ejemplo, emplearía la experiencia francesa en la represión en Irlanda del Norte,

El libro nos relata con bastante detalle la historia de la guerra sucia argentina, así como la represión en Chile, y cuyo punto culmine fue la Operación Cóndor. El nivel de documentación impresiona menos cuando nos enteramos que todo es prácticamente un copiar y pegar de las investigaciones de Mónica González (la ex panelista de Tolerancia Cero), con quien la autora mantiene una estrecha amistad.

El libro vale la pena leer por denunciar una verdad incómoda en Francia. El problema fundamental es que la autora pretendió llegar a la conclusión rimbombante de que Francia está detrás de todos los males imaginables y su país debe pedirle perdón al mundo. 

Si bien tiene la honestidad e integridad para admitir que Charles de Gaulle dio la orden expresa de no tolerar torturas en Argelia, se desliza con una superficialidad que sirve para demostrar por omisión su tesis. Más aun, si la idea es mostrar que Francia no sólo provocó sino que se regocijaba al ver las masivas violaciones de los derechos humanos en el Cono Sur, en sólo una línea de su libro se menciona un hecho incuestionable: el primer país en abrir sus puertas a los refugiados políticos chilenos ⎯⎯Mónica González incluida⎯⎯ fue justamente... Francia. 

Los franceses tienen una expresión sabia: mucha provocación mata la provocación.

domingo, 3 de enero de 2016

007 Spectre: La amenaza es realidad

"Si hay esperanza había escrito en su diario está en los proletarios". Las palabras volvían continuamente a él como una afirmación de mística verdad y absurdo palpable. Estaba en algún lugar de los grises barrios al noreste de lo que fue alguna vez la estación Saint Pancras."
"1984 George Orwell.



La nueva entrega de la saga de James Bond pone en el tapete la amenaza del espionaje global
Tal como el año pasado para el día de año nuevo, fui a curar la resaca al cine, armado de un café y una botella de agua mineral para apaciguar los efectos del champagne Blanc de blancs, lo único que llamo champaña (y no ese ignominioso alquitrán espumante que alguna vez bebí en Chile). Día excelente para ver —¡por fin!— la más reciente entrega de James Bond. 

En todo el planeta, desde Zambia hasta Nepal, gente que apenas entiende la realidad en que vive sabe que el Reino Unido posee un servicio de inteligencia llamado MI6, y que su empleado más secreto es conocido en el mundo entero: es un espía que trabaja para defender al gobierno de Su Majestad. Su nombre es Bond. James Bond.

Como exige la netiquette y la civilización, los **spoilers en este post estarán resaltados, en azul, así que pueden saltarse esas partes para no dejarme con el cargo de conciencia y la desdicha de haberles arruinado lo que de otra manera sería una excelente tarde en el cine.

La obra, dirigida nuevamente por el británico Sam Mendes (American Beauty, Skyfall), es un Bond que no defrauda. Sigue el formato clásico y todos los rituales de las películas de Bond. Comienza con una escena de acción vibrante ***Spolier. En este caso es una explosión monumental en el Zócalo, en Ciudad de México, en plena Fiesta de los Muertos, cuando nuestro espía se dirige, inspirado por un enigmático indicio de la desaparecida M (la inolvidable Dame Jude Dench), a matar  al líder de una organización criminal. La escena culmina con una desquiciada lucha en un helicópero sobre miles de personas, escándalo que aparecería en las portadas del Guardian y todos los periódicos

La magia de este nueva película de Bond, al menos desde la perspectiva de Chile Liberal, es que pone en cuestión el tema más grave que afecta a la humanidad actualmente, que es el espionaje de masas. Más allá que Daniel Criag y Sam Mendes nos muestran a un Bond cada vez más humano, incluso triste. Aprendemos que fue huérfano y que quizás hasta se enamoró (en el sentido romántico-burgués) de Vesper Lynd (la deliciosa Eva Green), en Casino Royale. Bond sufre, llora, incluso, por paradójico que parezca, está a punto de morir. Es borracho por desesperación. Es mujeriego por un tema edípico no resuelto. Ya no tiene derecho a hacer lo que se le antoja y como cualquiera, su trabajo está en peligro y quizás hasta deba cambiar de carrera.

En el mundo de la guerra fría, cuando el periodista y ex funcionario del gobierno británico Ian Fleming publicó las aventuras del agente 007, ya era altamente controversial saber que los gobiernos espiaban y, peor aún, concedían a ciertos individuos licencia para matar. Ellos eran parte del programa "00". Fleming no sólo presentó esta controversia al mundo en libros breves y facilísimos de digerir, sino que fascinó a varias generaciones con las aventuras de este mujeriego bebedor de martinis. 

Hoy, en el mundo post Guerra Fría, la amenaza es el terrorismo. Las maquinaciones de los atacantes en algún momento se alojan en servidores y se transmiten por medios electrónicos. En este contexto, el programa 007 es "prehistórico". El servicio MI6 pasa por una reestructuración y se fusionará con el servicio de inteligencia interno, llamado, imprevisiblemente, MI5. En 007 Spectre, el nuevo jefe es un sujeto que ve en la vigilancia de masas el nuevo medio de confrontar, desbaratar y vencer al enemigo. El enemigo, por supuesto, somos tú y yo, cualquiera con una cuenta de correo o un Smartphone. Bond es, sin gran ceremonia, despedido. El agente secreto más famoso del mundo deberá ir como cualquier ciudadano de a pie británico a inscribirse a la oficina de empleo (los infames JobCentres) y buscar pega. Nos mataron al héroe. 

El Gran Hermano y los 9 Centinelas nos observan
Pero, ojo. No todo es así. No con Bond, James Bond. A pesar de los drones, el espionaje sigue siendo necesario. La tecnología empleada por un burócrata tras un escritorio no puede, ni debe, reemplazar a un ser humano que interactúa, que toma decisiones. ***Spoiler. El Programa 007 no otorga licencia para matar, sino también licencia para no matar. Así lo explica M a C, el nuevo funcionario a cargo de la reestructuración de MI6. De paso, lo llama, con modos no muy british, un "arrogante y la concha de tu madre". En el film no son pocas las alusiones a la sociedad de la vigilancia descrita en la novela distópica "1984", de George Orwell (figura inspiracional de Chile Liberal).

El espionaje de masas es una de las causas libertarias más emblemáticas. Nunca en la historia el horror de un gobierno espiándonos ha sido más real. **Spoiler. En 007 Spectre, nos enteramos, peor aún, que el arrogante C recibe información de la red Spectre, que coordina atentados terroristas para así infundir el miedo en la población y los gobiernos, de modo que los 9 países más industrializados del mundo pongan en funcionamiento un sistema internacional de espionaje llamado "Los 9 Centinelas": la sociedad orwelliana en todo su horrible esplendor.

Nos enteramos que Microsoft avisará cuando los gobiernos nos espíen. La única esperanza de contener a los drones espías, los funcionarios sapeando, las cámaras de vigilancia en cada esquina y la entronización de un gobierno mundial es que resista el ciudadano de a pie. Los gobiernos están decididos a proclamar al Gran Hermano. 

En aquella oscura conferencia en que C asiste con los funcionarios "unelected" de los otros 9 países, se proclama la necesidad de un poder mundial para proteger a la población del terrorismo. "Un poder no elegido", reclama M. Ésta es una cuestión esencial en el tema que sustenta a Chile Liberal, y que versa sobre la legitimidad del poder. Estamos todos de acuerdo, salvo los libertarios más lunáticos, en que un poder político es necesario en la convivencia civilizada. Pero este poder es legitimo cuando es elegido. No cuando personeros no elegidos toman decisiones a escondidas y luego se deciden a proclamar un gobierno mundial.

Por supuesto que, al mismo tiempo, todo poder político, todo gobierno, requiere de actividades de inteligencia, las cuales inherentemente deben ser secretas. La amenaza del terrorismo es real, lo vivimos en las calles de París el año 2015 que acaba de terminar. Pero esto no legitima un gobierno mundial, y menos aun un poder mundial por el cual nadie ha elegido — por el que nadie ha votado. 

Antes teníamos a un héroe que era un seductor empedernido, que conducía autos de ensueño, y se encamaba las mujeres más bellas imaginables. El agente 007 le dio al desaparecido imperio de Gran Bretaña un lugar en el concierto internacional. Hoy la democracia más añosa del mundo está amenazada. Mientras Bond con sus gadgets y la complicidad de Miss Moneypenny y el joven ñoño Q hacen lo que pueden, creo que es labor nuestra el combatir al espía que con toda seguridad, en este preciso momento, nos está observando. No esperemos nada de ningún gobierno.