lunes, 19 de febrero de 2007

Lecciones liberales en London Fashion Week

La superioridad moral de una decisión voluntaria, sin prohibicionismo



París es la capital de la elegancia y el glamour, Milán personifica el estilo, mientras que desde la costa oeste del Atlántico, Nueva York irradia energía a todo el mundo de la moda. La gris y lluviosa Londres parecía relegada a ser una capital de segundo orden pero últimamente ha descubierto su veta, la creatividad vanguardista. Y cada dos años el mundo de la alta costura se congrega en la capital del Reino Unido para admirar las colecciones más innovadoras de diseñandores jóvenes en la London Fashion Week. La polémica no estuvo asuente en la jornada de apertura, en el ojo del huracán se encontraban la salud de las modelos y las demandas de la ministra de cultura, Tessa Jowell, quien con la falta de tino propia del laborismo solicitó a The British Fashion Council (BFC), institución organizadora, que sometiera a las modelos a exámenes médicos antes de aparecer en las pasarelas, e incluso exigió que hubiese profesionales de la salud presentes durante los desfiles.

No andemos con rodeos, todos sabemos que históricamente los eventos de la alta costura guardan más senejanza a alguna película gore que a una celebración saludable de belleza y excelencia creativa. Las enjutas muchachas que posan las creaciones de alta costura para la crème de la industria del diseño envían la perniciosa señal a la opinión pública que la delgadez extrema es digna de imitarse. En nuestras sociedades actuales, donde la sobreabundancia de alimentos y la escasez de vida activa, combinada con la obsesión por la imagen, son los más vulnerables, los niños y adolescentes, quienes aspiran a un look fatídicamente cadavérico que cobra cada años miles de vidas en las garras de las infames anorexia y bulimia. Éstos dos males son un lugar común y prácticamente requisito profesional para las modelos de todo el mundo, y Londres no es la excepción. Después de todo, algo de razón tiene Tessa Jowell.

En lo estrictamente profesional, Londres tiene un gran desafío y es aspirar a codearse con los epicentros de la industria de la moda, por tanto cualquier desaguisado habría sido fatal. Los londinenses tienen mucho que arriesgar y mucho que perder y es en este crucial momento cuando cabe preguntarse, ¿deben prohibirse las llamadas modelos talla cero, tal como se hizo en Madrid? La respuesta para Chile Liberal es no. Desde nuestro ángulo centrado en la libertad individual, creemos que las prohibiciones son nefastas y que las personas siempre deben tratarse con dignidad, apelando a la libertad, raciocinio e inteligencia de cada uno.


Dejemos que actúe la mano invisible de Adam Smith en la pasarela
Paul Costello, diseñador irlandés, inaguró la semana de la moda londinense, y los críticos especializados alabaron tanto su trabajo como el profesionalismo de las modelos. Todas las muchachas eran mayores de 16 años, de aspecto saludable, y realizaron un trabajo impecable. ¿Se divisó alguna modelo talla cero? No. ¿Cómo se logró?

Sencillo. BFC le escribió a cada uno de los diseñadores pidiéndoles que en beneficio de la imagen que quiere proyectar Londres y para asegurar la trascendencia internacional del espectáculo, que se abstuvieran voluntariamente de presentar sus colecciones empleando modelos púberes o que evidenciaran problemas agudos de delgadez.

El show continuó en Covent Garden con un desfile de los diseñadores de la prestigiosa Topshop, donde la colección otoño-invierno volvió a estar a la altura de las expectativas de los especialistas, y las modelos que desfilaron con los diseños inspirados en los estilos trendy de los años 1930 y 1940 fueron inusualmente mayores que el párvulo promedio de edad tan usual en la industria. El mismo dueño de Topshop, Sir Philip Green, destacó por su sentido de la responsabilidad social al declarar su “compromiso con usar exclusivamente modelos jóvenes, no adolescentes”.

El perfil de Londres continúa en alza con la visita de las personalidades más prominentes de la moda, como Anna Wintour, editora de la influyente US Vogue, y el diseñador italiano Giorgio Armani. Hasta ahora, el prestigio de la capital británica sólo puede aumentar con la positiva publicidad que ha acaparado su semana de la moda y más aún con la estrategia “liberal” adoptada por los organizadores para evitar los conflictos sobre la salud de las modelos.

El suplicio de ser glamorosas
Admiradas por su atractivo físico, pocos saben que las modelos están sometidas a miserias que las afectan como personas tanto a ellas como a la sociedad, que las admiran justamente por simbolizar los “modelos de belleza”.

El debate sobre las modelos talla cero está a punto de sepultar el prestigio de su profesión, lo que causa enormes niveles de estrés e infelicidad. La conclusión del estudio realizado por sicólogos de City University y publicado en Journal of Positive Psychology es elocuente: “Las modelos son valoradas explícitamente por razones superficiales y materialistas (su aspecto físico), y no por sus cualidades intrínsecas como personas (carácter, personalidad, talento, encanto)... persiste la creencia que ellas son hermosas, pero sin intelecto”.

De seguro, no son muchos los lectores de este blog quienes dependen exclusivamente de su apariencia física para desempeñarse en el campo laboral. Ciertamente, el editor de este sitio y autor del presente artículo no descuella por su belleza. Por lo mismo, es entendible que nos cueste ponernos en el lugar de las modelos que desfilan por las pasarelas más exigentes del mundo.

Pero, por otro lado, ellas tienen la posibilidad de ser remuneradas generosamente, por decir lo menos, y a una temprana edad, en una industria que es excepcional en el sentido que compensa mucho más a las mujeres que a los hombres, a diferencia del resto del mercado laboral, donde nos desempeñamos el común de los mortales. Desgraciadamente, este desajuste es una muestra de la obsesión enfermiza de la sociedad actual por sobrevalorar la belleza femenina convirtiéndola en objeto y llegando a idolatrar como “modelos” a biotipos in extremis.

Pero no importa cuán abusiva parezca esta industria ni lo corrosivo que pueda ser el divinizar a adolescentes tan altas como delgadas, no hay que olvidar que sigue apelándose a la libertad de cada cual, y ellas pueden decidir si siguen imbuidas o no en este mundo, y los miembros de la sociedad también pueden elegir si adoptan o no las modas que se presentan en acontecimientos como London Fashion Week. En este contexto, el precedente que se sentó en Madrid fue pésimo, y nos alegramos que Londres nos haya demostrado que no era necesario prohibir las modelos talla cero, basta con apelar al criterio de cada uno. Una vez más comprobamos que el prohibicionismo es rara vez efectivo.

La moda pasada de moda
En los años 80 se volvió a proclamar que la codicia es buena, esuchábamos a Depeche Mode, vestir de negro era de rigueur y el look era más atlético. Todo ello volvió a exaltarse el miércoles y a celebrarse una Black Celebration no sólo con Depeche Mode sino que con las colecciones menos famosas como Preen, de Justin Thornton, Christopher Kane y Thea Bagazzi, o Rokana Ilinic, observadas no sólo por el ojo crítico de los especialistas, sino que seguidas con atención por Kate Moss (ahora convertida en diseñadora de Topshop), Claudia Schiffer y Yasmin Le Bon (esposa del líder de Duran Duran), quienes ya han encargado varias prendas para vestir esta temporada. El estilo de salón parisino, con minifaldas negras muy cortas y tacos muy altos, han combinado la sofisticación con un notable sentido democrático, ya que Londres busca identificarse con los diseñadores que normalmente no encuentran cabida en otras latitudes. El esquema “Nueva Generación” permitió que todo el talento londinense, nativo o importado, encontrara cabida gracias a la acción de Topshop, donde convergen alta costura, funcionalidad y un igualitario sentido del vestir bien, costumbre cada vez más arraigada en la nueva “sociedad inglesa sin clases sociales”, como sentenció Tony Blair hace un tiempo.

La lección liberal de London Fashion Week continúa, nos encontramos que sin la marxista lucha de clases, sin apelar a la violencia ni al resentimiento, la clase media aspiracional se ensancha y llega a convertirse en la única clase social, y las vanidades antes reservadas para las elites se convierten en "bienes de consumo" para las multitudes. Así lo evidencia el rezago de las exclusivas marcas de diseñadores como Dolce & Gabana y Roberto Caballi, mientras que marcas no sexistas y creadoras de diseños usables y menos pomposos como Dona Karan, Diane von Furstenberg o Karen Millen, se imponen en la nueva clase media, que dotada de un poder de compra desconocido hasta hace poco, comienza a reclamar y exigir su "derecho inalienable" a vestirse bien y cada vez se observan más pubs y discotecas con multitudes mejor vestidas que nunca. La otrora clase pequeñoburguesa y todos sus "odiosos vicios" se han masificado al punto de llegar a convertirse en la clase dominante.

Pero todo llega a su fin y la clausura, en Mayfair, estuvo a cargo de Marc Jacobs, el rebelde y rupturista monarca de la moda, con su línea Marc by Marc Jacobs, exhibida por primera vez fuera de Nueva York. Entre los invitados en primera fila se divisó a Sofia Coppola, aparte de los editores del New York Times, American Vogue y Vanity Fair. El talento de los diseñadores locales se verá beneficiado por estas ilustres visitas y por las lecciones liberales que hemos aprendido en Londres, que habrían fascinado no sólo a Adam Smith, sino que a Karl Marx también.

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