Desinformación, complejo mapa de rutas y largas colas son algunos de los reclamos.
Durante dos décadas de rápido crecimiento económico, Santiago ha pasado de ser una ciudad compacta a los pies de la cordillera de los Andes a una metrópolis en descontrolada expansión, con seis millones de habitantes. Así, el sistema de transporte público de la capital chilena falló en conservar la paz. Santiago posee un Metro moderno, que recientemente duplicó su tamaño a cuatro líneas con un costo de US$ 1.300 millones, y también varias autopistas urbanas nuevas.
Pero la mayoría de los santiaguinos -especialmente los pobres- todavía dependen del servicio de buses privados, cuya caótica red de rutas fue creciendo y casi no fue planificada durante décadas.En el papel, el rayado de la reorganización del servicio del transporte público pareció ser una buena idea, un plan radical. El llamado Transantiago fue propuesto por primera vez por el gobierno anterior en 2002. Y contempla el reemplazo de los antiguos buses y rutas anacrónicas por una flota de buses articulados que circulen por vías principales unidas a servicios alimentadores locales.
Las ventajas parecen estar claras: menos buses obstruyendo las calles, menos contaminación, y transporte más seguro sin incrementar la tarifa del viaje.Pero cuando el nuevo sistema se impuso por la fuerza el 10 de febrero, el resultado fue un caos.Los viejos buses tenían una mayor frecuencia y paraban en cualquier lugar. Ahora un viaje normal incluye varios cambios.Entre los reclamos está la abismal campaña de información unida a un mapa de rutas de infinita complejidad. Sin embargo, la principal queja han sido las largas colas realizadas por pasajeros desinformados que se han desparramado por las calles al no tener suficientes buses. Ello, considerando que febrero es un mes de vacaciones. Incluso, en cierta tarde pasajeros con problemas para volver a sus destinos se tomaron dos buses que iban en otra dirección para que los llevaran a sus casas.
Sólo problemas de la primera etapa, dijo el Gobierno. La verdadera prueba vendrá el próximo mes, cuando empiece la etapa escolar.
El sistema está diseñado para ser más eficiente. Por un lado, al Metro (donde se espera que el número de pasajeros se duplique), y los buses (cuyo número total se redujo a un tercio). En tanto, los críticos dicen que los viajes serán más extenuantes para los usuarios.
El suministro de un sistema no subvencionado con una tarifa de 77 centavos de dólar parece ambicioso. Mientras, el potencial mayor dolor de cabeza es el sistema de prepago a través de la tarjeta inteligente, única forma de pago para el Metro y bus. Durante las pruebas, la tarjeta había demostrado ser infalible, pero su introducción fue postergada hasta el 16 de febrero, dando a los pasajeros varios días de viajes gratis. Los temores son que podría no funcionar en lo absoluto.
Ver original Transport Heaven and Hell
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