Uno de mis planes fue ir a cenar al Bateaux Mouches, un barco-restaurante que recorre el Sena con una vista panorámica de lugares tan emblemáticos como el Louvre o la Torre Eiffel. En una ciudad legendaria por su magnífica arquitectura y conociendo la mítica cuisine française, no es necesario entrar en mayores detalles. Sin embargo, no es la primera vez que reservamos allí, y la verdad es que nunca ha sido mejor que hace 7 años cuando por primera vez salimos justamente a aquel restaurante. En aquella época nos recibieron con un aperitivo (ambos pedimos un kir royale) y la atención fue deslumbrante por su amabilidad. En aquella oportunidad recuerdo un señor japonés con su señora me preguntaron "Do you speak English?", les contesté que sí. Me volvió a preguntar si sabía francés. Le dije que sí también. Me mostró el menú y me dijo que no entendía nada y si al menos le ayudaba en algo. Le pedí a A. que mejor ella nos ayudara en su calidad de nativa. El japonés con cara de sopresa me preguntó que cuál era mi idioma entonces. "Spanish", le dije. "¿Y el de ella?", volvió a preguntar. "French", le dije. "¿Y en qué idioma hablan ustedes?", volvió a preguntar con asombro. "All three of them, but mainly English". El tipo no podía creerlo, y su mujer le mandó un suave codazo como diciendo "no seas impertinente". Me dio mucha risa porque en ningún caso lo mío es una cuestión inusual. Las parejas interculturales e interraciales son cada vez más comunes y de seguro la reserva más fuerte de Europa es la integración entre culturas que hasta hace muy poco se estaban matando entre ellos y erigían barreras y patrioterismos. Ya hemos visto en este blog como algunos se escandalizan porque Europa está perdiendo su identidad. Al extremo que se están mezclando con chilenos, yuk!.
En fin, ese no era el punto. Lo que iba diciendo es que fuimos al crucero sobre el Sena, que no incluía aperitivo alguno pero sí una botella entera de champaña para los dos, y una de vino. A continuación un par de imágenes, lamentablemente, por falta de luz y de pericia de quien escribe, la mayoría de las fotos salieron malas y estas son las únicas rescatables.
Como soy un sibarita, a continuación lo que pedí. El menú aparece en el sitio Web de esta compañía y aclaro que nadie me ha pagado por escribir este artículo.
Enrada: Foie gras de pato casero con "gelatina de Sauternes" y pan de cereales
Fondo: T-Bone de ternera con ajo y chalotas confitadas y zumo de regaliz
Quesos
Postre: El "café" (especie de flan mezcla de café y chocolate)
La diferencia es que A. pidió el "Fricasé de colas de gambas, ajo de los osos
y arroz rojo de la región de Camargue", y de postre "Pastel "financier" de manzanas asadas y caramelo". Las colas de gambas eran apenas seis, y minúsculas, lo que incluso para estándares franceses es poco. La carne de ternera en cambio era abudante y exquisita.
Jean-Baptiste Colbert, ministro de finanzas de Luis XIV, conocido por ser el idoólogo del colbertismo, advirtió al Rey Sol que al final sería el refinamiento y sofisticación de la cultura francesa lo que a la larga reportaría más riqueza a Francia que todo el oro que España había encontrado en América. Sus teorías adolecían de fallas fundamentales, pero en esto último acertó. Yo conozco un país que desde siempre ha vivido de la riqueza de sus minas y de la extracción de recursos naturales. No tiene nada de malo, pero ¿cómo no vamos a crear una cultura más allá de la extracción de metales?
Ah, y que no se note que soy francófilo.
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