Si el precio de la libertad es la eterna vigilancia, hoy debemos seguir más atentos que nunca
El liberalismo es la filosofía política que defiende la libertad individual. La definición de libertad, en palabras de John Stuart Mill, consiste en "hacer lo que uno quiere".
El antecedente más remoto del liberalismo —al menos, en el sentido clásico de
Chile Liberal— lo encontramos en el año 1215, en Gran Bretaña, cuando una disputa entre el rey Juan Sin Tierra y los nobles ingleses se zanjó con la firma de la mítica
magna carta, una cédula real que limitaba la autoridad del monarca. La cláusula más trascendente de aquel documento es la número 39, que dice:
"Ningún hombre libre será detenido o encarcelado o privado de sus derechos o de sus bienes, ni puesto fuera de la ley ni desterrado o privado de su rango de cualquier otra forma, ni usaremos la fuerza contra él ni enviaremos a otros que lo hagan, sino en virtud de una sentencia judicial de sus pares y con arreglo a la ley del reino."
(No free man shall be taken or imprisoned, or be disseised of his Freehold, or Liberties, or free Customs, or be outlawed, or exiled, or any other wise destroyed; nor will We not pass upon him, nor condemn him, but by lawful judgment of his Peers, or by the Law of the land. We will sell to no man, we will not deny or defer to any man either Justice or Right)
Éste ha sido uno de los mayores logros del pensamiento occidental, y ha garantizado la libertad individual —y, con ello, el progreso ético y material— a todos los pueblos que han rechazado la tiranía y se han decidido a ponerle coto al poder del mandatario. Nadie puede ser detenido ni exiliado sin que el gobierno presente evidencias, y sin que haya un juicio y un debido proceso. Esta libertad ha estado con nosotros por casi mil años.
En Chile, como sabemos, el Tata se pasó a Juan Sin Tierra, la magna carta y los nobles por el traste: encarceló, mató, torturó, descuartizó, expropió, exilió y relegó, a quién se le dio le regalada gana. Y se jactó de ello. Y amenazó con que, si se le paraba la raja, lo haría de nuevo.
Otros han seguido el ejemplo del Tatita Colores. Jorgito Arbusto, más conocido como George Bush, abrió la cárcel de Guantánamo donde decenas de sujetos son detenidos sin asomo de debido proceso, donde al habeas corpus literalmente no existe. La tortura se practicó como si estuviesen en Villa Grimaldi, y también Jorgito
se jacta de ello.
El verdadero triunfo del terrorismo ha sido éste: que occidente se destruya a sí mismo. Los terroristas no quisieron de por sí matar miles en las Torres Gemelas, ni decenas en Atocha o King's Cross. Sino que su objetivo final fue derruir los fundamentos de nuestras libertades, y volcar nuestro propio sistema de libertades en nuestra contra, y persuadir a las masas para que exijan la eliminación del debido proceso, hasta que clamemos nosotros mismos por más cámaras de vigilancia, más controles de identidad, más documentos de identificación, más aparataje policial, más
PATRIOT Act, más leyes represivas. Como dice Mario Vargas Llosa
hoy en El País:
"La consecuencia más grave de la amenaza del terrorismo suicida que planea hoy sobre el Occidente democrático y liberal, es que éste, en sus esfuerzos por defenderse contra la repetición de matanzas como las de las Torres Gemelas de Manhattan o la Estación de Atocha de Madrid, va renunciando a las grandes conquistas de la cultura de la libertad, reduciendo o aboliendo los derechos que garantizan la privacidad, el principio de que nadie es culpable mientras no se demuestre judicialmente que lo es, la prohibición de la tortura, el habeas corpus, el secreto bancario, el derecho de crítica, la libertad de expresión, y confiriendo a los cuerpos militares y policiales de inteligencia, especializados en la lucha antiterrorista, un poder que escapa parcial o totalmente al control de los órganos representativos del Estado de derecho como el Parlamento y el Poder Judicial. Mediante amenazas y chantajes, el terrorismo pretende, y por desgracia a menudo consigue, intimidar a autoridades y órganos de prensa para que renuncien a su libertad de información y de crítica y a veces a la simple verdad a fin de no ser víctimas de represalias, como se vio con el episodio de las caricaturas de Mahoma publicadas en un periódico de Dinamarca."
En Chile no estamos tan lejos. La nueva ley anti-terrorista pretende suprimir la presunción de inocencia y en la práctica facilita que cualquiera atestigüe en contra del acusado. Cuando comenzó la violencia mapuche, durante el gobierno de Bachelet, el entonces candidato Piñera exigió "mano dura". Hoy, como presidente, Piñera debiese darse cuenta que el extremismo mapuche no es terrorismo. La propia definición de terrorismo no es ese galimatías de "violencia empleada con fines políticos", sino que el terrorismo no tiene otro fin sino la destrucción por el puro gusto de destruir, y con un gran impacto mediático.
El violentista a favor de alguna causa mapuche que sea sorprendido en actos violentistas no debe ser confundido con un integrista de Al Qaeda. Banalizamos el propio concepto de terrorismo cuando trazamos un paralelismo así de estúpido.
Si queremos construir una democracia liberal, debemos empezar por reforzar los fundamentos de nuestras libertades, y no socavarlos con cámaras de seguridad, documentos de identidad, ni abstrusas justificaciones de la tortura o el arresto arbitrario. En Chile, la ley antiterrorista debe ser repensada por la "nueva derecha". En EEUU, la PATRIOT Act debe ser abolida urgentemente, y en el Reino Unido, ese bodrio legal llamado Acta de Prevención de Terrorismo del año 2005 debe ser de inmediato suprimido.
Luego de la irrefrenable oleada de leyes tiránicas que asolaron las libertades individuales en EEUU y el Reino Unido, un documental independiente llamado
Taking Liberties fue la respuesta de la comunidad para expresar su rechazo al Estado Orwelliano comenzaba a erosionar todo lo construido desde 1215. A continuación, los invito a ver un exracto sobre el habeas corpus, instructivo y muy interesante: