Este artículo será contundente en imágenes y videos, y menos en texto, ya que lamentablemente ayer a Chanchi la han diagnosticado sarampión, y como se imaginarán ando corto de tiempo.
Bueno, empecemos. Como se imaginarán, para un autodenominado jacobino como Vuestro Humilde Servidor, me propuse prepararme como corresponde para tal magno evento así que hace dos semanas fui a la extraordinaria Médiathèque (biblioteca audiovisual) de mi barrio (tenemos 10 sólo aquí en el 15ème arrondissement, y de una calidad que uno llega a cagarse) y saqué un libro: Robespierre, ou l'impossible filiation, que nos describe la personalidad del Incorruptible pero desde un ángulo sicológico, ahondando en las patologías mentales de tan ilustre personaje de la historia quien, hay que decirlo, no sólo estaba más loco que una cabra, sino que claramente mostraba rasgos de sicópata.
Este año lo celebré bien. Nunca como un 18 de septiembre (día nacional de Chile), pero bueno igual. La víspera de la Toma de la Bastilla, el día 13, fue un momento muy especial para Vuestro Humilde Servidor. Terminé mis labores temprano, como todos excepto Chanchi —quien trabaja como china, eso de las 35 horas semalaes es sólo para los trabajadores—, y me fui al legendario Café Les Deux Magots, otrora el bar favorito de los existencialistas, principalmente de Jean-Paul Sarte y de uno de mis mpaximos ídolos de siempre, Albert Camus. Del aperitif ahí luego nos fuimos posteriormente a Le Procope, del que ya he hablado antes. Este es un restaurante de especial significado para Vuestro Humildísimo Servidor porque fue ahí mismo donde un grupo de reformistas radicales, habitués del lugar, entre trago y trago decidieron un bien día que no aceptaban más huevadas y al parecer exaltados con la arenga de uno de ellos, a quien llamaban El Incorruptble, decidieron que a la mañana siguiente había que hacer algo para cambiar la situación, cualquier cosa, por último dejar la cagada, y al final lo que ocurrió que la infame cárcel de La Bastilla fue ocupada y en los días, meses y años venideros se desatarían los hechos que hoy, colectivamente, llamamos "Revolución Francesa".
El mundo nunca sería lo mismo después de 1789. Su legado —eso de que la masa furiosa salga a las calles—, lo constatamos incluso hoy desde la Plaza Tahir de El Cairo, la avenida Bourguiba en Túnez, e incluso en Bengazi, reducto de resistencia al demente de Muammar Gaddafi, también en los jóvenes diplomados "en paro" en la Puerta del Sol, hasta la Revolución Pingüina en Chile y hoy, la Movilización Estudiantil. O sea, en los estudiantes chilenos hasta en la Primavera Árabe vemos florecer hoy a las bisnietas de la Revolución Francesa. Es que la Revolución amigos míos nunca terminó, ni debe nunca terminar, porque el revolucionario se vuelve conservador el primer día de la revolución, por eso el espíritu reformista no debe apagarse jamás. Con toda modestia, Vuestro Humilde Servir, 222 años más tarde de aquel mítico año de 1789, reservó una de las mesas del Procope y dio partida al día feriado con que se conmemora aquella fecha tan importante (dicho sea de paso, para una aplastante mayoría de franceses este no es más que un día feriado sin mayor significación). Además, muy importante, Chile Liberal practica el hedonismo ilustrado y somos muy pero muy sibaritas.
El menú del Procope es bastante bueno. Nada fastuoso ni tremendamente chic, sino que fiel al espíritu revolucionario, tiene un toque popular pero básicamente es accesible para todo el mundo. Como entrada, algo livianito, como toda la comida francesa: foie gras de canard, que esta vez venía acompañado de un pan con frutas y un coulis. El vino que nos acompañó fue un tinto Côtes du Rhône :
Lo choro de todo esto es que mucho antes de los revolucionarios, ya venían a este lugar los padres ideológicos de ellos: desde Voltaire a Rousseau, pasando por los enciclopedistas —si lo piensan bien, Diderot y D'Alember fueron los precursores de Wikipedia— hasta Benjamin Franklin o Thomas Paine. Ya en aquella época —estamos hablando del siglo 17—, el plato tradicional del célebre Procope era la Tête de veau en cocotte, o sea "cabeza de ternero a la olla". Pues adivinen: eso mismo pedí en esta ocasión. Chanchi fue por un más tradicional Coq au vin. Lo encachado es que lo traen en la misma olla y a uno se lo sirven en el plato. De postre pedimos un profiterole. Pueden ver a continuación el menú y unas fotos del local. Ni vayan a pensar que a uno le traen la cabeza así entera, nunca tan gore.
El día siguiente comenzaron las festividades a las 10 de la mañana con el tradicional defile, a la que también fui. Desgraciadamente Chanchi ya andaba un poco enferma y no se la pudo para levantarse temprano, por lo que no pudimos ir a su oficina a ver el desfile: su bureau está justo en los Champs Elysées, así que como el resto de los ciudadanos tuve que ponerme ahí tras la reja y verasí nomás el despliegue de armamento y personal militar, así como también de organizaciones ciudadanas, incluido, curiosamente, una unidad de Bomberos de Chile (Chanchi los vio por la tele, yo no los vi). Después caminamos por la avenida principal de la ciudad y subimos el Arco del triunfo.
Al bajar nos decidimos volver a casa porque Chanchi empezó a sentirse un poco débil, y al final sólo yo salí de noche para asistir al Concierto por la Igualdad, en el parc du Champ-de-Mars, a los pies de la Torre Eiffel. En una ciudad intercultural, multilingüe y pluriétnica —propio de las sociedades contemporáneas esclarecidas— , creo que todos hemos acusado recibo del golpe bajo que significó el rechazo al matrimonio homosexual, y por otro lado, la difícil y muy dolorosa decisión el prohibir el uso del burqa, pero la verdad es que entre todos debemos aprender a convivir y respetarnos mutuamente porque si queremos que París siga siendo un santuario de tolerancia —como históricamente lo ha sido y sigue siéndolo—, debemos continuar exaltando valores tan importantes para una sociedad esclarecida como lo es la igualdad.
Y para coronar todo, vinieron los fuegos artificiales, muy tarde, pero valió totalmente la pena ya que la calidad del despliegue pirotécnico fue apoteósica, y cuando se tiene como telón de fondo la Torre Eiffel, y todo en un día tan simbólico como el 14 de julio, pues ¿qué más se puede decir? Nada. Puse al final un video de la última parte del show de fuegos artificiales por si quieren verlo.
Para terminar diré que cada vez que se practica la intolerancia se construyen nuevas Bastillas, y no son sólo las tiranías las que yerguen estas afrentas, sino que nosotros mismos también cuando discriminamos, cuando no respetamos a nuestro prójimo, cuando nos olvidamos que debemos exaltar las legítimas diferencias, no acallarlas. No debemos dejar de tomarnos esas Bastillas si queremos edificar una sociedad abierta, pluralista, esclarecida, tolerante, e incluso permisiva. No digo nada más porque voy a llevarle el paracetamol a Chanchi porque está con fiebre y roja como langosta. Estaré leyendo vuestros siempre inteligentes comentarios desde mi BlackBerry pero no podré postear ni comentar mucho esta semana.
4 comentarios:
Sinceramente, estando en Francia, ¿extrañas a Chile, o te parece horrendo recordar el tercer mundo?
Carlos, échale un vistazo a esta lindura:
http://www.cambio21.cl/cambio21/site/artic/20110722/pags/20110722195540.html.
¿No digo yo?
Ambrosio Puerta y Ombligo
Es que así son. ¿Qué dirá Cristian Muñoz al respecto?
Luigi: no, no me parece horrendo. Pero no extraño.
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