Es una fantasía socialista-posmoderna el creer que el agua es “de todos”
El Homo sapiens es lejos la criatura más torpe del planeta. Sin la velocidad de un jaguar, ni el olfato de un can, ni la visión de un águila, no es capaz de nadar como un pez y apenas podría luchar contra un felino. No obstante, es su capacidad cerebral la que le permite subsistir y dominar a todas las otras especies del planeta. Salvo que esa propia inteligencia en más de 100 mil años de evolución ha hecho a esta curiosa especie llegar a un punto inquietante: desde hace poco más de medio siglo, el Homo sapiens es capaz de destruir, si quiere, todo el planeta apretando un botón. Cuando el hombre se da cuenta que es capaz de arrasar con todo lo que conoce, comienza el “posmodernismo”, concepto central si queremos entender por qué hoy a pesar de todo el acceso al conocimiento hay gente que cree tanta tontería.
Ya nos hemos olvidado de cómo hemos vivido desde tiempos inmemoriales hasta hace unas pocas décadas. Hoy, el sujeto posmoderno cree que el agua proviene de la llave. Parece improbable recordar que la generación de nuestros abuelos haya sido la primera en la historia de la humanidad que dio por sentado que en cada casa se dispondría cómodamente de agua fresca, potable, en perfecto estado, lista para ser consumida inmediatamente. Nunca, en los miles de miles de años en que el ser humano ha existido en el planeta, se tuvo acceso tan expedito al elemento vital.
De entre todas las barbaries actuales que la imaginación del ser posmoderno ha establecido como certezas, un lugar primordial ocupa la glorificación de la vida tribal. Para el posmo, nuestros ancestros más remotos vivían vidas felices en pequeñas y coquetas comunidades, en perfecta simbiosis con la “madre natura”. No existía la violencia ni la escasez. El mundo, antes, era maravilloso (típico mito conservador, por cierto). Conseguir agua formaba parte central de la vida tribal y consistía en apenas bajar al río o al lago, siempre muy cercano, feliz cada mañana caminando sobre la yerba fresca, respirando el aire puro de la selva virgen y escuchando el cantar de los pajarillos. Y todo el cuadro forma parte de la armonía natural con el entorno. Yea, right.
"No faltará el pelotudo que cree que no trabajo para conseguir agua" |
Y lo anterior es la esencia de lo que Chile Liberal sostiene en este post. Conseguir agua no es tan fácil como ir a la cocina y abrir la llave. El primitivo debe caminar enormes distancias y hervir el agua para consumirla, lo que en sí constituye bastante trabajo. El agua no es un bien que esté ahí disponible para llegar y usarlo: es una fenómeno reciente, de apenas unas pocas décadas y sólo en algunas regiones del planeta, el obtener agua abriendo una llave. Entendamos por favor que el disponer de agua es extraordinariamente laborioso.
Lo anterior nos lleva a concluir, primero, que el agua no es ni debe ser gratis. Si el dinero es trabajo invertido, entonces el trabajo que alguien aplica para producir agua potable debe ser retribuido con nuestro propio trabajo, es decir, con dinero, de ahí que cada cual deba pagar por el agua que consuma. Dicho de otro modo: “tu trabajo para entregarme agua potable es retribuido con mi trabajo, es decir, pagado con mi dinero”. Es un delirio creer que el agua antes era gratis y los cerdos capitalistas comenzaron a cobrar por ella, porque ya notamos, como hemos explicado anteriormente, que incluso en sociedades tribales la gente debe trabajar para procurarse el agua. Hoy no trabajamos para ir a buscar agua, sólo la sacamos de la llave, pero ese trabajo lo compensamos pagando dinero a quien la produce.
El agua no es gratis, nunca lo ha sido ni debe ser gratis. Ni un estudiante de pregrado de la Confech sería capaz de inventar la cuchufleta que “el agua es un bien social” para justificar su gratuidad.
Por consiguiente, y en segundo lugar, cabe preguntarse, ¿es socializable el costo del agua? ¿Deben pagar unos por el agua que consumen otros? Claramente, no. Cada cual debe consumir de acuerdo a sus necesidades, y pagar por su consumo.
Aclarado lo anterior, necesitamos entrar en un tercer asunto, la esquiva problemática de la propiedad del agua. ¿Quién es su dueño? ¿Puede una firma privada—no el Estado—afirmar ser la propietaria del agua?
Si del agua somos dueños “todos”, entonces ninguna firma puede ser propietaria del agua. Pero del vital elemento, así como de cualquier otro elemento de la naturaleza, es dueño aquel que tiene la capacidad de trabajarlo. El agua potable no está disponible así nomás, no pues, sino que el hacerla potable cuesta enorme trabajo. El que sea capaz de proveer agua potable entonces puede adjudicare la propiedad del agua, y por tanto, venderla.
Para graficar lo anterior, tomemos como ejemplo el agua embotellada. Si quieres una botella de agua Perrier, una famosa productora francesa de agua mineral (ver foto abajo), tienes que pagar en promedio unos 6 euros en un café en París. Si el “agua es de todos”, ¿por qué tengo que desembolsar 6 euros para servirme 50 cl de Perrier? La respuesta es evidente: porque alguien se dio el trabajo de extraer el agua, mantenerla limpia y fresca, embotellarla, y distribuirla. El pajarito que no se dé cuenta que el agua de la llave también debe ser extraída, almacenada, procesada, y distribuida por cañerías hasta cada hogar es un posmo, alquien que nunca se había dado cuenta de esto. Aunque si después que Chile Liberal lo explica insiste en que el agua es de todos y que debe ser gratis y nadie puede ser su dueño, entonces no es un posmo sino un necio.
Perrier gratuita, pública y de calidad. ¡Es un bien social! |
En realidad el dueño del agua, o al menos de los derechos sobre sus reservas, es el Estado, y éste a medida que las sociedades se vuelven más sofisticadas comienza a vender estos derechos para asegurar que cada vez más gente acceda al agua potable en sus hogares. Desde esta perspectiva, Chile Liberal asume que quienes se oponen a la “privatización del agua” como algo malo son gente obnubilada por las fantasías socialistoides posmodernas en que ya nos olvidamos de cosas básicas, como por ejemplo que trabajar es necesario para vivir, y que no se puede vivir parasitando socialistamente del resto, y que trabajar es necesario también para procurarse agua. Hoy en día, cuando la masa vocifera que quiere todo gratis, repetir estas cosas es más necesario que nunca.