Los controversiales proyectos de ley SOPA y PIPA no servirán para proteger la propiedad intelectual, sino para aplastar la libertad de expresión
El miércoles pasado, la venerable Wikipedia publicó un anuncio en que nos invitaba a pensar cómo sería el mundo sin conocimiento libre, y gratis. Como señal de protesta, la pancarta le impedía a los internautas ver el contenido de la encicplopedia libre durante aquella tarde, en el mismo lapso en que en el Congreso de EEUU se discutían los proyectos SOPA y PIPA. Con la idea —aparentemente loable— de resguardar los derechos de autor, se le entregaría al gobierno de EEUU el poder descomunal de clausurar un sitio Web por el sólo hecho de redirigir a un usuario a un sitio ilegal, análogo a matar una mosca con la bomba de Hiroshima.
El asunto es de enorme complejidad para los cultores del pensamiento liberal. Por un lado, la propiedad intelectual, como cualquier derecho de propiedad, es sagrado. El trabajo realizado en producir un film, un video clip o una novela no puede desvanecerse por culpa de la piratería electrónica. Si un artista no lucra de su trabajo, no podrá vivir de su profesión ni tendrá incentivos para producir su arte, y quienes lo consumen se verán privados de seguir consumiéndolo. El derecho de propiedad, como concepto, es central incluso a la evolución de la humanidad, ya que sin propiedad no hay división del trabajo, y sin división del trabajo no hay progreso material ni intelectual.
Por otro lado, en una sociedad liberal la libertad de expresión es algo preciado, por algo "freedom of speech" está resguardado en la Primera enmienda de la Constitución de EEUU. Sin libertad de expresión, no habría libertad de publicar libros que fustiguen o critiquen al gobierno o que saquen a la luz los tabúes de la sociedad, y sin esto no podríamos tener expresión artística alguna. Es por esto que libertad de expresión y derechos de propiedad se superponen, y SOPA, a lo húsar, pretende proteger sólo uno, el derecho a preservar la propiedad intelectual, pero como contrapunto pulveriza la libertad de expresión. En el contexto actual en que la Internet ha servido para azuzar las mentes y las masas de individuos, los gobiernos buscan desesperadamente controlar la Internet. SOPA es la excusa perfecta.
Chile Liberal sostiene que el derecho a la propiedad intelectual se acaba cuando quien la viola no busca lucrar de la creación de otros. Por ejemplo, un grupo de fans de los Beatles no puede ser castigado por grabar "Love Me Do" en un video casero y subirlo a YouTube si su objetivo es meramente emular y homenajear a los cuatro de Liverpool, sus máximos ídolos. Situación distinta a que el mismo tema lo reproduzca una emisora de radio que redita por las tandas comerciales que transmite. En el primer caso, ¡SOPA podría clausurar YouTube entera!, lo que es evidentemente estúpido. En el segundo, ya hay legislación suficiente como para aplicar las sanciones necesarias. SOPA es redundante.
Nuestro sitio llama a continuar las protestas hasta que se logre boicotear este despropósito. Baste saber que el cretino de Rupert Murdoch, fundador de un inmundo imperio de la prensa amarilla y la chabacanería, es uno de los más encarnizados apologetas de este disparate como para entrar a inquietarse.
Por cierto, nada de esto debe sorprendernos. La turba ahora se asusta, pero Chile Liberal hace tiempo viene advirtiendo que ya estamos todos identificados con un número, somos diariamente observados 25 veces en promedio mediante cámaras de seguridad, y algunos aplauden la idea de almacenar automáticamente bases de datos de todos los ciudadanos. Se alegran, más encima, de que se dispondrá de información biométrica de todos y cada uno. Como si lo que hace el gobierno fuese poco, Google —conspicuo opositor a SOPA— ha fotografiado prácticamente todo el planeta incluidas las casas de cada uno. Vamos rumbo fijo por hacia la materialización del Gran Hermano, como lo predijo el gran George Orwell en su novela distópica 1984, y a la instauración del panóptico, del filósofo liberal Jeremy Bentham. El único espacio libre que iba quedando, la Internet, tiene sus días contados. De hecho, la Internet será el panóptico del Gran Hermano.
11 comentarios:
"Chile Liberal sostiene que el derecho a la propiedad intelectual se acaba cuando quien la viola no busca lucrar de la creación de otros. "
Por supuesto, es como cuando compro un libro o una película, yo soy dueño de venderlo, darlo en comodato, donarlo, hacer una copia de seguridad, etc, eso ni se deberia discutir, excepto por que ahora se hace por internet y no físicamente, y las empresas ya no lucran como quieren, son como los dinosaurios si no se adaptan se pueden extinguir.
aclaro que yo he bajado, por ejemplo muchos libros , que ya están descatalogados, así que a quién hay que pagarle los derechos, al autor?, cómo?
Lo mismo pasa con las pelícual, aunque en mi caso la mayoría son originales, pero hay algunas no editadas en Chile o agotadas, así que las copio si las encuentro en un videoclub, o las bajo, aquí también hay un vacío porque ciertas distribuidoras , como Criterion, tienen los derechos sólo por un cierto tiempo, sería un poco complejo ubicar al detentador actual de ellos.
Luego voy a ir al videoclub donde estoy inscrito a arrendar el Pianista, de Polanski, película que ya tengo, en zona 1, pero que carece de los extras del segundo disco,que si tiene la edición argentina- chilena, que es el que voy a copiar ahora,ya que está descatalogado bueno con el criterio de los fascinerosos que cerraron megaupload, debería ir el fbi a cerrar la tienda donde arriendo.
Ignacio, así es. Incluso el pirateo puede ser altamente beneficioso.
Casos paradigmáticos son Arctic Monkeys o Franz Ferdinand. EL primero se hizo famoso gracias a la distribución gratuita por Internet (léase "pirateo"), y después de alcanzar notoriedad "gratis" gracias a las copias electrónicas empezaron a grabar discos y hacer giras, y ahí ganaron plata. Por el pirateo es que al final las casas de discos se los peleaban para producir sus discos.
Franz Ferdinand poco interés tuvo en perseguir a los piratas porque también captaron que le venta de discos no era lo más rentable sino los conciertos en vivo y la venta de merchandising etc.
Por tanto, la pitarería puede ser altamente beneficiosa. El problema es, como dije, cuando un tercero profita de los derechos de autor de otro, no cuando se consume sin fines comerciales.
Por otro lado, como tú, gracias al pirateo todos hemos conseguido material que de otro modo sería imposible, por ser escaso o inaccesible. Si es por ejemplo un libro por un autor desconocido, la misma tecnología nos permitirá hacer donaciones fáciles y seguras como forma de agradecimiento. Yo no me hago ningún problema en mandarle unas lucas a alguien que escriba un buen libro o una película independiente, justamente para que siga produciendo.
Pero de algún modo me produce cierta reticencia pagar siquiera por ver Misión Imposible, por ejemplo. Y detrás de SOPA están los intereses de los grandes estudios (Ruper Murdoch) y su deseo de controlar al mundo, empezando por comprar a los congresistas norteamericanos.
***OFF TOPIC***
@Flo, que había pedido una columna sobre SOPA; bueno me acordé de ti al leer justamente un artículo sobre la crianza de hijos en Francia, algo que abordé en Cabros chicos. Bueno , una norteamericana en París notó lo mismo que nota cualquiera, y es el buen comportamiento de los cabros chicos franceses, y lo que a algunos parece la excesiva frialdad con que las mujeres los crían, y cómo es perfectamente normal agarralos a cachetadas en público y abiertamente darle una reprimenda a los hijos de otro o a sus padres cuando se portan mal, algo que normalmete le ocurre a los extranjeros.
En The Economist esta semana aparece un resumen del libro French Children Don't Throw Food: Parenting Secrets from Paris, este en extracto:
IN DIPLOMATIC affairs the French are often viewed from America and Britain with exasperation, as arrogant, unreliable and underhand. When it comes to family matters, however, there seems to be a fresh burst of admiration for all things Gallic. Ever since “French Women Don’t Get Fat” by Mireille Guiliano, a Frenchwoman, became a bestseller in America a few years ago, a new genre has emerged devoted to the failings that French women don’t possess. Now attention has turned to the impossibly well-mannered offspring of these impossibly chic women, with “French Children Don’t Throw Food”.
Like many foreigners living in France, Pamela Druckerman, an American writer and mother of three, found herself struggling to control her toddler in a posh restaurant while small French children around her sat still, ate with cutlery and left their parents to chat calmly to each other. Her Paris flat was overtaken by toys and tricycles; theirs were tidy with no traces of childhood. Her children ate a mono-diet of white pasta; theirs tucked into hearts of palm and tomato salad followed by turkey au basilic with rice in a Provençal cream sauce—and this at the local, state-run crèche. Dumbstruck, she set out to discover why.
With a dollop of research and a big helping of anecdotes gleaned from friends, Ms Druckerman identifies two elements to French parenting that set it apart from what she calls the “Anglophone” version. One is that the French teach their children to be patient. Babies are not picked up at the first snuffle from their cots; children are expected to wait until parents have finished a conversation before getting their attention. This, she concludes, stems from a less child-centred approach, in which the adult’s needs remain at least as important as those of the child. Parenting is just one part of a French mother’s life, alongside stilettos and a briefcase, not the high- investment, all-consuming project it has become to over-anxious parents in New York or London.
The other element is that French parents impose a strict cadre, or framework, on their children. While her English-speaking friends tiptoe around their infants’ sensitivities—“do you think that was nice, darling, to throw sand into Ruby’s face?”—their French counterparts are unapologetic about saying non, or ça suffit (that’s enough). Ms Druckerman argues that this framework allows them to give their children more space. She finds herself stunned to watch parents in New York fretfully following their toddlers around the apparatus in a fenced playground; French mothers just sit on a bench and let them get on with it.
It all sounds too good to be true. And in a way it is. Ms Druckerman’s France is a particularly narrow slice of bourgeois Paris. Try enforcing the greeting, “Bonjour Madame”, in the tough banlieue housing estates that ring the city. She also underplays the more troubling counterpart to tough French parenting: tough French teaching, that overstresses failure and under-rewards success. But a self-deprecating tone rescues the book from taking itself too seriously. It does not promise to make a pint-size terror restaurant-friendly. But it does help to explain all those disdainful looks from French diners the moment an English-speaking family walks through the door of the brasserie with toddlers in tow.
"Chile Liberal sostiene que el derecho a la propiedad intelectual se acaba cuando quien la viola no busca lucrar de la creación de otros"
Nuestro humilde servidor no se da cuenta que constantemente se lucra de la creación de otros y sin embargo no piensa que esté violando derechos de propiedad, no pensará que es omnisciente...
La discusión tiene que partir desde el principio:
1. ¿Existe realmente tal cosa como propiedad intelectual?
2. ¿Incentiva o desincentiva la innovación la propiedad intelectual?
Para ir abriendo boca: http://www.bmj.com/content/334/suppl_1/s2.full
Ante todo me gustaría saber en qué consiste concreta y exactamente la tal ley sopa: con un simple resumen bastará.
He leído en la prensa y me desespera que siempre la pinten como algo intrínsecamente malo sin más ni más: yo creo que no se puede criticar nada sin saber primero en que porras se supone que consiste, y es precisamente eso (decirme en que porras se supone que consiste según la versión de los hechos de los que la proponen) lo que no he conseguido por ningún lado.
por que?? acaso no hablamos español, o sea que los comentarios en nuestra lengua, que es mas expresiva que el ingles no es bienvenida??.el baluarte de la destruccion masiva, del irrespeto a los derechos de justicia de los habitantes de la tierra,del asesino en serie mas grande de la historia de la humanidad(los eeuu)esta por llegar a su fin, se le pondra garfios en las quijadas y sera enviado a la muerte.
Los colosos del negocio fonográfico y audiovisual (SONY, UNIVERSAL, FOX, WARNER, PARAMOUNT y otros) imaginan, cándidamente, que antes de la aparición de Internet, y su intercambio de archivos respectivo, existió algo asi como una “Era Dorada” del negocio, en el cual todo el mundo SÓLO compraba copias originales de su artista o film predilecto. Eso jamás existió a gran escala. Ya desde la aparición de la cinta magnética compacta (“Compact Cassette”) a mediados de los 60, la gente comenzó a grabar sus discos favoritos en cinta cuando no quería (o podía) comprar el original. Muchos de nosotros hemos sido testigos de eso muchas veces, recuerdo montones de anécdotas al respecto. Mientras estudié en Stanford en los 80 era costumbre entre los estudiantes intercambiar cintas de audio con registros directos del vinilo; sólo necesitabas una tornamesa y un deck para ello. Yo, personalmente, tuve (todavía tengo) montones de discos 33 y 45 rpm de mis artistas favoritos y acostumbraba a grabárselos a mis colegas a cambio de lo que ellos tuvieran. Recuerdo especialmente a Wes Tennant, un amigo de Texas que tenía prácticamente la colección completa de Jimi Hendrix, Sweet, Iggy Pop, Black Sabbath, UFO, Scorpions, The Who y Thin Lizzy. Recuerdo haberle pasado cajas de 20 cassettes TDK para que me los grabara. Por mi parte yo le grabé casi todo lo que tenía en mi poder: Alice Cooper, David Bowie, New York Dolls, T-Rex, Patti Smith, Gary Moore, Blue Oyster Cult, Kansas, los primeros Whitesnake y cosas aún más escasas como Captain Beyond, Billy Cobham, Triunvirat, Can, Hawkwind y Walter/Wendy Carlos. Uno le grababa al otro aquellos discos que este no tenía, via “cambalache”. Gracias a ese intercambio de cintas ambos pudimos disfrutar discos maravillosos sin tener que adquirirlos, ya sea por su propia escasez o porque no podíamos darnos el lujo de comprar el respectivo original mientras estudiábamos. (¡Esos gloriosos años de Facultad! Había que “estirar” el billete) ¿Cometíamos delito Wes y yo al no comprar el vinilo o cassette licenciado? Claro que no. Lo mismo ocurrió con las cintas VHS y la TV: ¿Cuánta gente no solía grabar sus series o películas favoritas en cinta cada vez que tenía oportunidad? Y eso que el VCR era un bien suntuario en el Chile de mediados de los 80. Incluso muchos copiaban aquello que alquilaban en un videoclub si les llamaba la atención. La idea era tener una copia doméstica a la cual acceder cuando quisieran, sin tener que arrendar la original una y otra vez.
Con el nuevo escenario que trajo consigo el MP3 desde fines de los 90, simplemente ese natural intercambio de archivos dio un brinco desde lo analógico hasta lo digital, tan simple como eso. Nadie está obligado a comprar un CD o vinilo original si no lo desea. Lo que no debe hacer es comprar copias piratas ofrecidas por sujetos que desean lucrar inicuamente con el trabajo ajeno, generalmente en la cuneta. Ahí está el delito y no en otra parte. Incluso tipos como Lars Ulrich (baterista de Metallica) quien inicialmente se oponía frontal y agresivamente a la proliferación del MP3 (¿recuerdan Napster?) finalmente se ha dado cuenta que, en gran medida, dicho formato sólo ha ayudado a incrementar (aún más) el prestigio de la banda a escala planetaria, permitiendo a miles de jóvenes (y no tanto) tener acceso fácil a su música precisamente allí donde escasean las copias originales, sobretodo en la periferia sudamericana y asiática. Por lo demás-y especialmente para el Rock Business-el negocio siempre estuvo en los conciertos y su merchandising asociado: poleras, chapitas, llaveros, banderas, parches, CD boxes y todo el “promo stuff” imaginable. Dicho sea de paso, Lars Ulrich ya despertó a la realidad, dándose cuenta de que el intercambio de archivos en Internet se convirtió finalmente en un “Juggernaut ciudadano” al cual no vale la pena oponer resistencia. Sería como detener un tren haciéndolo tropezar con el pie. El baterista incluso bromeó en el programa “That Metal Show” confesando que bajó un disco sólo para verificar cuán rápido era el proceso…¡Y era su propio disco… “Death Magnetic!!”
Desde El Olimpo…
Ambrosio Puerta y Ombligo.
Cosa curiosa , hoy me compré la película Brazil de Terry Gilliam, original por siaca,una especie de 1984 en clave comedia negra, editada por la empresa de Murdoch, Twenty Century Fox(en Usa es Universal), y al principio hay una escena que muestra la detención arbitraria , y equivocada además de un pobre tipo por parte de las fuerzas represivas del estado, me acordé del caso Megaupload.
Acá dejo el link, violando la propiedad intelectual ,por supuesto:
http://www.youtube.com/watch?v=YeY1dxlC7Sg&feature=related
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