viernes, 8 de diciembre de 2006

Una vida demasiado larga


Un agudo análisis de la muerte inminente del ex dictador, visto con los ojos críticos de The Economist. Para ver el artículo original en inglés, haga clic aquí.


Sea cierto o no que Augusto Pinochet está realmente grave, la mayoría de los chilenos desea que ya no figure más

Cuando Augusto Pinochet sufrió lo que inicialmente pareció un ataque cardíaco de carácter fatal, muchos chilenos, incluso quienes apoyaron su larga dictadura, pensaron que este desenlace sería lo mejor. "Es hora de que vaya al encuentro con el Señor", reflexionaba una anciana bondadosa. Por lo mismo es que cuando el ex dictador se recuperó extraordinariamente y volvió a caminar, pocos santiaguinos expresaron algarabía.

Los doctores del bien custodiado Hospital Militar declararon que Pinochet experimentó una mejoría gracias a la excelente y oportuna atención médica proporcionada; el ataque cardíaco fue detectado a tiempo. Pero existe la probabilidad de que todo esto no sea enteramente cierto. Sus adversarios políticos insisten en que el incidente es otra más de las tretas de este hombre de 91 años quien pareciese evitar por todos los medios acudir a los juzgados para responder por los crímenes de su régimen.

En las últimas semanas el ex dictador ha enfrentado una seguidilla de nuevos cargos. Oficialmente se encontraba bajo arresto domiciliario en su residencia, situada en el próspero barrio de La Dehesa, cuando fue trasladado de emergencia al hospital. Pero es casi seguro que, a pesar de su larga vida, el General Pinochet, que gobernó desde 1973 hasta 1990, no responda jamás ante la justicia por los desaparecidos, torturados y otros abusos cometidos contra opositores a su régimen.

Sin embargo él ha sobrevivido para ver cómo su reputación se cae a pedazos incluso entre los chilenos que alguna vez fueron sus propios adherentes y que lo defendieron por salvar al país del caos del gobierno socialista de Salvador Allende. Para algunos, al menos, el apoyo ha cesado no por el abusivo trato a los oponentes de la dictadura, hecho considerado por muchos como el precio que se debió pagar para reestablecer el orden. Sino más bien porque en estos últimos años se le detectaron cuentas secretas con US $ 27 millones en varios bancos extranjeros. Aquellos adherentes, que donaron sus joyas para financiar los esfuerzos por reconstruir el país a mediados de los 70, o quienes ayudaron a pagar su defensa en 1998 mientras estuvo bajo arresto domiciliario en Londres bajo acusaciones de violaciones a los derechos humanos, hoy se sienten traicionados.

El General Pinochet es cada vez más un anacronismo y ha ido desapareciendo gradualmente de la escena pública. En 1990 el ya anciano general se vio obligado a abandonar su cargo de presidente después de perder el plebiscito que él mismo organizó, pero la Constitución Política escrita por su propio régimen le aseguró su permanencia en el puesto de Comandante en jefe del Ejército por ocho años más, y luego como senador de por vida en el senado. Este último cargo lo perdió en el año 2002 cuando se le declaró no apto para enfrentar la justicia.

Hoy en día incluso el ejército, al cual comandó por un cuarto de siglo, tiene sentimientos encontrados sobre el antiguo régimen. Muchos oficiales se sienten consternados al sentir que el ejército se encuentra aislado del resto de la sociedad. Del mismo modo, los partidos conservadores de la actual Oposición, que apoyaron férreamente al régimen, se percataron apenas acabado el incidente en Londres que el general era un impedimento para lograr triunfos electorales. Ni ellos ni la coalición de centro-izquierda, la denominada "Concertación" (gobernante desde 1990), tienen intención alguna de cambiar las políticas de libre mercado que han logrado aceptables niveles de crecimiento económico estos últimos 16 años. Pero tampoco desean seguir recordando el hecho que este modelo se estableció durante el período de reformas estructurales del régimen de Pinochet.

Después de más de una década jactándose de tener la economía más exitosa de sudamérica, los chilenos se sienten en cierta manera ofendidos cuando ven que se les enrostra una y otra vez un capítulo oscuro de su pasado. Resulta además motivo de vergüenza para quienes apoyaron o toleraron este régimen, y doloroso para quienes lo sufrieron directamente. Para ambos bandos, mientras más pronto puedan sepultar esta parte de su pasado, mejor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ciro, le faltó gritar "Heil Pinochet". Como si los daneses, o cualquier otro pueblo medianamente civilizado, tolerarían a semejante esperpento.