En 2006, cuando el invierno del hemisferio sur impactó la vulnerable infraestructura energética de Argentina hasta niveles críticos, Guillermo Moreno, ministro de Comercio, salió a explicarle al público que la escasez de combustible sería sólo temporal. "Lloverá diésel", sostuvo.
Ahora, cuando el país enfrenta su peor crisis de desabastecimiento en casi 20 años, incluso un rocío de diésel sería un alivio.
Fines de mayo trajo una adelantada temporada de frío, haciendo que los hogares prendieran sus calefactores. Esto, sumado a la falla en una planta generadora, trajo el colapso de la red de energía y del sistema de abastecimiento de combustible.
En Buenos Aires, dos de los distritos más ricos se vieron enfrentados a la oscuridad. En otros lugares de Argentina, el abastecimiento eléctrico a los usuarios industriales fue severamente cortado, causando el despido de trabajadores temporales. Las estaciones de servicio, en tanto, se quedaron sin el gas natural comprimido que sirve de combustible a muchos autos argentinos, incluyendo el 90% de los taxis de la capital. Al menos esto significó menos congestión vehicular, señaló brillantemente la agencia de noticias oficial.
Por largo tiempo los analistas han anunciado que las consecuencias de las políticas energéticas del gobierno se comenzarían a sentir este invierno.
Durante la crisis económica Argentina de 2001-2002, el gobierno convirtió todas las tarifas energéticas de dólares a pesos, lo que significó un recorte de casi dos tercios en los valores reales.
Desde entonces, sólo un puñado de modestos aumentos ha sido permitido, lo que ha traído como resultado que los precios de la energía sean 40% más bajos en relación con países vecinos.
Todo esto ha llevado a que las inversiones energéticas del sector privado sean casi inexistentes, mientras que la economía ha crecido en cerca de 9% al año.
Como resultado, las reservas de gas probadas de Argentina han caído desde los más de 20 años de producción que existían a mediados de los años 90 a menos de diez años hoy, y ya no pueden producir suficiente electricidad como para cubrir la demanda excepcional. Además, el país se las ha arreglado para impedir grandes interrupciones de combustible en los últimos años, gracias a una serie de inviernos cálidos y lluvias abundantes que han impulsado la producción hidroeléctrica. Para manejar los puntos altos de demanda, el gobierno también ha desplegado un arsenal de soluciones de corto plazo, pero a un costo alto.
La suspensión de las exportaciones de gas a Chile ha resentido las relaciones; importar combustible líquido ineficiente desde Venezuela y electricidad de Uruguay y Brasil es muy caro; y forzar el racionamiento ha dañado la producción industrial y el clima general de inversión. No se espera un aumento significativo en la capacidad hasta antes de fines del invierno de 2008.
El caos energético difícilmente podría haber llegado en un peor momento para el Presidente Néstor Kirchner, quien esta aspirando a la reelección en octubre (aunque se espera que su señora, una senadora, corra en su lugar). Él ya perdió la credibilidad con los votantes al autorizar un controversial cambio en el método del gobierno para medir los precios al consumidor, que tuvo como resultado que la tasa de inflación oficial fuera bien por debajo de estimaciones privadas que hablan de un 15%.
Ahora, la insistencia de su gobierno de que sus políticas energéticas están funcionando parece algo que también es para la risa. Incluso más, la escasez de gas ha vuelto a poner la atención sobre un escándalo político de coimas que tenía relación con la expansión de las cañerías de gas en 2005, que ya ha llevado a la salida de tres autoridades.
Ahora, cuando el país enfrenta su peor crisis de desabastecimiento en casi 20 años, incluso un rocío de diésel sería un alivio.
Fines de mayo trajo una adelantada temporada de frío, haciendo que los hogares prendieran sus calefactores. Esto, sumado a la falla en una planta generadora, trajo el colapso de la red de energía y del sistema de abastecimiento de combustible.
En Buenos Aires, dos de los distritos más ricos se vieron enfrentados a la oscuridad. En otros lugares de Argentina, el abastecimiento eléctrico a los usuarios industriales fue severamente cortado, causando el despido de trabajadores temporales. Las estaciones de servicio, en tanto, se quedaron sin el gas natural comprimido que sirve de combustible a muchos autos argentinos, incluyendo el 90% de los taxis de la capital. Al menos esto significó menos congestión vehicular, señaló brillantemente la agencia de noticias oficial.
Por largo tiempo los analistas han anunciado que las consecuencias de las políticas energéticas del gobierno se comenzarían a sentir este invierno.
Durante la crisis económica Argentina de 2001-2002, el gobierno convirtió todas las tarifas energéticas de dólares a pesos, lo que significó un recorte de casi dos tercios en los valores reales.
Desde entonces, sólo un puñado de modestos aumentos ha sido permitido, lo que ha traído como resultado que los precios de la energía sean 40% más bajos en relación con países vecinos.
Todo esto ha llevado a que las inversiones energéticas del sector privado sean casi inexistentes, mientras que la economía ha crecido en cerca de 9% al año.
Como resultado, las reservas de gas probadas de Argentina han caído desde los más de 20 años de producción que existían a mediados de los años 90 a menos de diez años hoy, y ya no pueden producir suficiente electricidad como para cubrir la demanda excepcional. Además, el país se las ha arreglado para impedir grandes interrupciones de combustible en los últimos años, gracias a una serie de inviernos cálidos y lluvias abundantes que han impulsado la producción hidroeléctrica. Para manejar los puntos altos de demanda, el gobierno también ha desplegado un arsenal de soluciones de corto plazo, pero a un costo alto.
La suspensión de las exportaciones de gas a Chile ha resentido las relaciones; importar combustible líquido ineficiente desde Venezuela y electricidad de Uruguay y Brasil es muy caro; y forzar el racionamiento ha dañado la producción industrial y el clima general de inversión. No se espera un aumento significativo en la capacidad hasta antes de fines del invierno de 2008.
El caos energético difícilmente podría haber llegado en un peor momento para el Presidente Néstor Kirchner, quien esta aspirando a la reelección en octubre (aunque se espera que su señora, una senadora, corra en su lugar). Él ya perdió la credibilidad con los votantes al autorizar un controversial cambio en el método del gobierno para medir los precios al consumidor, que tuvo como resultado que la tasa de inflación oficial fuera bien por debajo de estimaciones privadas que hablan de un 15%.
Ahora, la insistencia de su gobierno de que sus políticas energéticas están funcionando parece algo que también es para la risa. Incluso más, la escasez de gas ha vuelto a poner la atención sobre un escándalo político de coimas que tenía relación con la expansión de las cañerías de gas en 2005, que ya ha llevado a la salida de tres autoridades.
2 comentarios:
Muy acertado! No debería haber autos a gas con este nivel de reservas - y deberían cancelarse las exportaciones. Argentina no tiene como para exportar.
Pronto publicaremos una crítica al desatino de la Conceración de habernos dejado a merced de otro país con el absurdo acoplamiento de nuestro sistema energético al de nuestros vecinos.
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