En el próximo discurso del 21 de mayo Piñera debe responder no sólo a sus promesas de campaña, sino a las expectativas que despertó en sus votantes
Nuestro sitio se arriesgó cuando invitamos, hace un par de años, a darle crédito al candidato Sebastián Piñera, y luego consideramos necesario votar por él en segunda vuelta porque, uno, la Concertación estaba exangüe y cumplió un ciclo, y dos, porque Piñera prometía una moderación centrista alejada de los conservadores ultramontanos de la UDI (sus "aliados"). En su campaña nos mostró dos jóvenes homosexuales, y nos ha dicho que él en lo personal se opone al aborto (lo que es razonable), pero esto no impide que se termine de una vez con la penalización del aborto en todo momento.
El país avanza hacia el crecimiento económico y exhibe indicadores saludables. De alcanzar un 6% anual lógicamente se crearán puestos de trabajo, si bien consideramos de tonto creer que tendremos un millón de nuevos empleos. Digamos que fue uno de los muchos exabruptos del actual mandatario el ser tan categórico en cuanto a cifras, pero lo tomamos en sentido metafísico. Interesante además la guerra frontal que el gobierno le ha declarado a la ineficiencia y el despilfarro, y elogiable el intento por reducir los trámites de iniciación de actividades a 1 día (al nivel de Nueva Zelandia, país paradigmático para Chile).
Pero el crecimiento y la prosperidad llega a un punto muerto cuando no va acompañada de reformas sociales, y acá es donde aún Chile exhibe falencias.
En la campaña electoral todos vimos a Sebastián Piñera al lado de dos jóvenes homosexuales (foto abajo), lo que interpretamos como el deseo del mandatario de abordar esta materia, hasta hace muy poco considerada tabú. Lo que Chile Liberal sostiene es que el tema deben zanjarlo quienes están en edad de casarse, y no es necesario ser adivino para notar que el matrimonio igualitario —que no discrimine entre hetero u homosexual— es un concepto añorado en este grupo etáreo, es decir, si los más jóvenes son quienes desean casarse y son quienes contraerán matrimonio, es a ellos a quienes corresponde en primer término dirimir el asunto. ¿Por qué la nueva generación, que no tuvo ni culpa en el descalabro de 1973 ni en la pobreza heredada en 1990, debe más encima someterse a las reglas moralistas de la agotada generación anterior? Es hora de reclamar por el fin del absolutismo moral, paradójicamente vociferado por la institución más escandalosamente inmoral que conocemos, y empezar luego a legislar en el Parlamento sobre el matrimonio homosexual.
Sebastián Piñera ya tuvo un año para instalarse en el gobierno y es este el momento de comenzar a pronunciarse sobre este tema, y debe hacerlo ahora, en el discurso del 21 de mayo, que fija la agenda para el período legislativo ordinario.
El segundo tema que planteamos es el aborto. Ya hemos visto la debilidad del sector pro-vida que considera un continuo ininterrumpible "desde la concepción hasta la "muerte natural". Si así fuese, en casos en que la madre está en riesgo vital y es imprescindible un aborto, resulta que los más recalcitrantes insisten en que la mujer deba morir, lo que es aberrante, pero la mayoría piensa que causarle indirectamente la muerte al feto no constituye un "aborto": un mero juego semántico. La necesidad de reinstalar el aborto terapéutico se ha visto asfixiada simplemente porque el mismo sector pro-vida sabe que tácitamente está reconociendo que hay momentos en que debe destruirse el feto, lo que al final abre la puerta al aborto a voluntad.
La postura de Chile Liberal es clara: médicos, eticistas y juristas deben establecer el momento en que el feto ya es viable por sí mismo, y hasta ese momento el aborto queda como decisión que compete a la mujer y que ella debe decidir a conciencia en su fuero interno. Tal decisión personal no admite penalización, justamente por ser una cuestión de conciencia. Los mismos inmorales de siempre deben mejor preocuparse de sus propios asuntos y dejar que la gente por sí misma aprenda a decidir.
Por supuesto que cuando Piñera plantee estos dos temas lo más seguro es que sus "aliados" le volverán la espalda, pero el presidente no tiene nada que temer porque él ganó las elecciones a pesar de ellos, no gracias a ellos. Lo concreto es que al final se impondrá, como siempre, la lógica, y el país recordará a Piñera como un gran reformista que supo recoger el sentir nacional y actuó acorde a ello, como un servidor público, no como un santón moralista que le dice al resto lo que se puede y lo que no se puede hacer.
Confiamos en que este 21 de mayo el país verá a un presidente que ha aprendido las lecciones y que está dispuesto a garantizar las libertades individuales, empezado por devolver a las mujeres la capacidad de decidir algo tan básico como cuándo terminar su embarazo, o dejando que la gente forme los matrimonios que estima conveniente. Ambos serán señales inequívocas de que el país marcha firme hacia el el progreso material y ético, y un gobierno con tal visión merecerá nuestro apoyo.