"El impuesto es el precio que debemos pagar por vivir en la civilización"
Oliver Wendell Holmes
Muy a mi pesar, he tenido que rellenar la Déclaration de chiffre d’affaires y hacer mi cotisation trimestral. "Ouch!" fue mi comentario al ver la cantidad que debo pegar este trimestre por mis actividades. Lo que ha conminado a Chile Liberal a reflexionar sobre el siempre espinudo y controversial tema del pago de impuestos. ¿Es legítimo que paguemos impuesto? De hecho, ¿qué es el impuesto? En este artìculo pretendo establecer que desde una perspectiva liberal es plenamente legítimo que —bajo ciertas circunstancias— los individuos paguemos tributos al Estado, y que dicho desembolso no constituye ni un latrocinio, ni un saqueo de nuestros bolsillos, ni menos aún implica que el Estado sea el "asaltante de caminos", como normalmente arguye el conservadurismo ramplón con sus coloridas exageraciones.
Primero, estamos de acuerdo con John Stuart Mill, filósofo y economista británico, quien afirma que el impuesto es "una forma moderada de robo" ("a mild form of robbery"). Pongo el énfasis en "moderada", porque no es un hurto ni un atraco. Nadie paga feliz de la vida los impuestos, eso está claro, pero deben pagarse y quien se niegue debe enfrentar las penas correspondientes. En apariencia, es injusto que parte del fruto de mis labores deban ser entregadas —bajo amenaza de castigo si no accedo— al Estado, a pesar de que en ningún momento ni he firmado un documento otorgando mi consentimiento ni tampoco he acordado cuánto pagar, más aún es dinero que me quitan producto de "mi" propio esfuerzo.
Pero, ¿es realmente "mi" propio esfuerzo? George W Bush hizo célebre su presidencia con la frase "It's your money" para justificar las rebajas de impuesto, frase que buscaba graficar que el gobierno sólo devolvía lo que le pertenece a cada uno (si hubiese disminuido el gasto no habría dejado al país con un déficit de medio trillón de dólares, despilfarrando el histórico superávit que le dejó Bill Clinton). ¿Es realmente "mi" dinero? Chile Liberal sostiene que no. ¿Pero cómo? ¡Sacrilegio! ¡Hay que rechazar totalmente al Estado y el impuesto siempre es malo!, dirá el conservadurismo-anarquista en una de sus acostumbradas diatribas.
Pues se equivocan. Toda actividad productiva que yo realice no se debe exclusivamente a mi propio esfuerzo sino que parte del fruto de mi propio trabajo se debe a los beneficios que me entrega el Estado como por ejemplo infraestructura, capital social, seguridad, derechos de propiedad. Sin ellos, no podría producir nada. El economista Herbert Simon (premio nobel 1978) de hecho calculó que en los países más prósperos y avanzados hasta un 90% de la producción es gracias a los beneficios que entrega el vivir en un Estado, principalmente gracias al capital social. En ninguna parte la gente tributa un 90% de sus ingresos al Estado, por lo tanto, cada vez que pagamos impuesto de hecho estamos haciendo un gran negocio, ya que el capital social y el Estado de derecho nos permite producir una enorme cantidad de dinero y el Estado nos exige a cambio una cifra muy menor al 90%. Mirado bajo este prisma, difìcilmente se puede considerar "mi" dinero, sino que gran parte de él es plata que logré gracias al Estado.
Un estudio del 2005 efectuado por el Banco Mundial corrobora lo anterior al concluir que gran parte de la riqueza de un país se origina a partir de capital intangible, es decir, gracias al capital humano, el funcionamiento institucional de una nación, y el Estado de derecho, entre otros. El estudio concluye que el 82% de la producción de EEUU es posible gracias al capital intangible, y un 56% gracias al Estado de derecho. Podemos declarar con bastante seguridad que vivir en un Estado no es equiparable a vivir violentado por las leyes o poco menos que asaltado a cada momento por el maligno Estado. Gran parte de lo producido es gracias al Estado, siendo el propio Estado un factor más de producción, que en realidad facilita la producción y hace más expedito el funcionamiento del mercado.
Establecido que el impuesto no es necesariamente un robo violento, pasemos al segundo tema: el consentimiento. ¿Hemos asentido a que nos cobren impuestos? Siguiendo el punto anterior, podemos dar respuesta a esta pregunta si pudiésemos desmantelar el Estado, o si nos mudamos —libremente—a un país sin Estado. Pues para que vean ustedes, amigos lectores de Chile Liberal, en estos momentos se está llevando a cabo uno de los experimentos más curiosos que el mundo contemporáneo ha visto, y es el de eliminar por completo un Estado y dejar que las gentes vivan sus vidas sin coacción estatal, lo que en teoría —siguiendo a Fredereich Von Hayek, un pensador conservador austríaco— permitiría que surja el famoso "orden espontáneo", sistema maravilloso en que todos cooperamos libremente y de forma pacífica. Pues en Somalía se ha eliminado al Estado y el país ha vivido en lo que llamaremos, para claridad de este artículo, una "situación sin Estado". El Instituto Von Mises (inspirado en Ludwig Von Mises, otro pensador austríaco) publicó el 2006 el artículo Sin Estado en Somalía, y nos encanta, donde describen las maravillas que ocurren en Somalía, donde sus habitantes están mucho mejor que bajo las corruptocracias que los gobernaban, y en general auguran un futuro promisorio, donde la familia es la base de la sociedad y las tribus y clanes viven en el paraíso de la situación sin Estado.
Para mala pata de los seguidores de Von Mises, Von Hayek, y todos los Von en general, Somalía duró menos que un candy como paraíso sin Estado —si es que alguna vez fue tan paradisíaco— y en estos momentos ha estallado una impactante hambruna, y —deliciosa ironía del destino— los "progres" de la ONU se han instalado en el país para alimentar a la población. Pues el resultado es que sin la malicia estatal lejos de surgir el orden espontáneo hayekiano, se desata el caos y la violencia, lo que impide cualquier forma de organización y menos aún de producción. Lo dicho anteriormente reafirma por qué es aceptable que el Estado cobre impuesto asumiendo que los individuos han entregado su consentimiento: si no quieren pagar impuesto, vayan a Somalía, ahí vivirán "libres". De paso, allá se pondrán a régimen y cada día será excitante, lleno de aventuras, pero lo más probable es que de producción naca la pirinaca. Ni siquiera los del instituto Von Mises cambiarían la exquisita sofisticación y al aire cosmopolita de .... um.... Auburn, Alabama, por la "libertad" del paraíso de Somalía. Chile Liberal en todo caso los invita a irse a Somalía y ojalá que se queden allá y que no vuelvan.
Hay un tercer punto que además conviene aclarar. El Estado en sí, a secas, no es garantía de nada. Corea del Norte es un Estado, y su población también ha sufrido las más atroces hambrunas. De hecho, es más fácil alimentar a los somalíes ya que sin Estado las fuerzas de la ONU pueden entrar y por último agarrarse a balazo limpio con las guerrillas hasta neutralizarlos y así posibilitar la distribución de alimentos, que entrar a Corea del Norte donde Kim Il Jong puede desatar un conflicto nuclear. Cuando hablamos de Estado al que nos referimos es a un Estado democrático, donde la autoridad es elegida por los ciudadanos mediante elecciones, donde el gobierno preserva las libertades, y donde los mismos gobernados participan en la promulgación de las leyes que los rigen. Nada de esto se observa en Corea del Norte, pero sí en la mayoría de los países donde, incluso por pobres que sean, no llegan a la humillación del hambre y la violencia como en Somalía. Dicho de otro modo, ni bajo los peores tiroteos en Ciudad Juárez se está peor que en Somalía. El asunto es como perfeccionar al Estado para que la imposición de la ley no afecte la libertad individual. Me parece que este es el desafío liberal, y no el discurso ramplón sobre la inmoralidad del impuesto.
Cuando los individuos pueden ejercer ciudadanía, y participar de las leyes, y mediante esas leyes se fija la tasa de impuesto, entonces nuevamente constatamos que no hay nada perverso en exigir que se paguen, ni se vulnera la individualidad, sino que al contrario, todos participamos en la fijación de los tributos, por lo tanto, como se ha explicado aquí, es posible asumir que todos hemos consentido a meternos la mano al bolsillo y pagarle al Estado lo que corresponde.
Y finalmente un cuarto punto, uno altamente controversial, porque con lo anterior nos hemos enfrentado a los conservadores, pero ahora corresponde enfrentarnos contra los socialistas. ¿Cuánto es lo justo que debemos pagar? Porque ya establecimos que es aceptable que nos cobren, la cuestión ahora es determinar cuánto. Pues esto ya lo abordó hace muchos siglos el economista tunisio Ibn Jaldún. Claro, en el siglo 14 ya empezó a notar que el gobernante debía tener cuidado con cuánto cobrar porque si la tasa es demasiado alta, se desalienta la producción. (A todo esto, no vaya a creer aquí algún pajarito que la economía nació en la Escuela de Salamanca, no pues, si ya en Túnez existían profundos conocimientos sobre la materia, y fue desde aquí que mediante la Escuela de Toledo los "moros" —¡puaj!— le entregaron a los europeos todo el conocimiento que la iglesia Católica destruyó al arrasar con todas las bibliotecas del Continente, incluso la Biblioteca de Alejandría en África). A lo que apuntamos es que los impuestos siempre deben ser bajos. Esto es plenamente en línea con la postura ideológica de Chile Liberal de Estado mínimo y bajos impuestos. En sus estudios, Ibn Jaldún notó que llega un momento en que el gobernante hace más mal que bien en subir impuestos, y por contraintuitivo que parezca, al bajar impuestos el Estado logra recaudar más, ya que al reducir las contribuciones estimula la producción y cobrando menos impuestos termina recaudando más. Esto, como ya sabrán varios de mis amables y perspicaces lectores, fue el antecedente de la célebre Curva de Laffer, llamada así en honor al economista epónimo quien se inspiró en Ibn Jaldún para establecer justamente lo que proponemos: bajar impuestos hasta determinar el punto óptimo en que el Estado logra recaudar más interfiriendo menos. Algo simple pero imposible de entender para un socialista.
Como saben, les contaba antes que Chanchi sufrió de un inusual caso de sarampión. Bueno, al ir al médico tuvimos la desgracia de constatar que después del maligno robo que perpetra el Estado asaltante de caminos nos vimos obligados a sufrir las malicias del servicio de salud francés, elegido por la OMS como el mejor del mundo. Ahí, claro, no dije "ouch" sino que dije "wow". Los socialistas no se suban por el chorro, porque de todos modos se debe realizar un copago, no vayan a creer los pajaritos que el sistema es "gratis y de calidad para todos", nada es gratis, hay que pagar. El sistema funciona mediante un sistema de mutuales en que uno también puede contratar un seguro privado para no verse enfrentado a varias de las falencias del NHS británico (que sí es "gratis") donde hay que esperar más de una semana para conseguir hora con el médico y no es posible elegir el especialista, lo que obliga a muchos británicos a preferir atenderse en Francia. Pues es ahí donde es tarea de todos exigir calidad y que nuestro dinero se use como corresponde, con eficiencia. Pero despotricar hasta por los codos contra el Estado me parece más chifladura propia del Tea Party que algo sensato. Y ojo, que shut it down shut it down chilla el Tea Party para clausuar el gobierno y así ser libres. Pero hey, cuando llega la hora de los quiubo, hasta el Tea Party se opone a privatizar la salud. Contradicciones del anarquismo conservador.
Lo de oponerse à la Tea Party a los impuestos y al Estado, aparte de intrínsecamente contradictorio y abiertamente estúpido, es una forma de conservadurismo deontológico de corte fundamentalmente moralista, que todo considera "agresión" y "coacción" y se opone a ello porque es malo. En este sitio desde siempre cultivamos un libertarianismo consecuencialista, que evalúa las acciones por el mérito de sus resultados, y seguiremos defendiendo una interferencia mínima del Estado y unas tasas tributarias bajas. En nuestro esquema, por lo anteriormente expuesto, es legítimo que el Estado nos cobre impuestos, y es obligación pagarlos.